Info|krisis.- Cada dos o tres años vale la pena
seguir los acontecimientos de política internacional para ser capaces de
valorar exactamente lo que está ocurriendo antes nuestra mirada. A fuerza de
preocuparnos de Podemos o de fenómenos
similares, de mantener nuestra ira ante la corrupción y la inoperancia de las
instituciones, tendemos a olvidar que el destino de las naciones depende de la
coyuntura internacional en un mundo extremadamente interconectado. Vamos a
intentar realizar una reflexión a día de hoy sobre la marcha de la política
internacional. Hace tiempo que no acometíamos una tarea así y los análisis que
hicimos hace cinco, siete o diez años, están visiblemente desfasados.
El hecho central de la política
internacional es la tensión dialéctica entre una potencia que sigue queriendo
ser “potencia hegemónica mundial” (los EEUU) y una serie de actores
internacionales (Rusia, China, Irán, India, Venezuela, Brasil) que aspiran a un
mundo multipolar. Así pues, el factor esencial de la política internacional
actual es la lucha entre “unilateralistas” (los EEUU y sus aliados europeos) y
los “multilateralistas”.
EEUU no quiere volver al período
de la Guerra Fría (1948-1989) en donde debió compartir la hegemonía mundial con
la URSS. Pero como todos los imperios, su talón de Aquiles es la dilatación de
sus líneas de suministro y la abundancia de frentes que tiene que cubrir. En el
análisis de Brzezinsky (El Gran Tablero
Mundial) Rusia no volverá a ser una potencia mundial si se le resta Ucrania
y las líneas norteamericanas y de la OTAN se adelantas hanta 1200 km a las
puertas de Moscú. Esto explica el interés de los EEUU y de la OTAN por generar
el conflicto en Ucrania y su disposición a pagar la elevadísima factura que va
a costar a los contribuyentes europeos el salvar a un Estado corrupto y
quebrado, completamente insolvente y que ve en la Unión Europea y en la OTAN,
al “pagano” de turno.
Para los EEUU, China es el
verdadero enemigo. De ahí que en los últimos años haya variado su estrategia
internacional. En el Pentágono se es consciente de que ni siquiera la potencia
militar de los EEUU es suficiente como para combatir en dos frentes al mismo
tiempo. Así que, a principios de la década, tuvieron que elegir entre mantener
las guerras en Asia Central y Medio Oriente, o bien empezar a pensar en
contener militarmente al gigante chino, a la vista de que no podían combatir en
ambos frentes al mismo tiempo, no solo por limitaciones presupuestarias sino
por carecer de potencia militar convencional suficiente para conflictos de este
tipo. Así pues, a la vista de la imposibilidad de vencer las guerras de
Afganistán e Irak, el Pentágono optó por una bochornosa retirada que, en la
práctica, constituía una nueva derrota de gravedad similar a la del Vietnam a
mediados de los años setenta.
EEUU sustituyó la presencia
militar en esas zonas por la llamada “estrategia del caos” (generar guerra
civiles interiores en la zona que mantenían entretenidas a los distintos
actores regionales y generaban una situación extremadamente turbulenta en la zona
que, finalmente, garantizaba que ningún país árabe estaría en condiciones de
atacar al Estado de Israel. Desde 2006, en Irak, los EEUU se preocuparon por
excitar las rivalidades religiosas entre sunitas y chiitas, mediante atentados false flag que cada parte atribuía al
contrario y le inducía a represalias que, finalmente, desembocaron en la
eclosión del Estado Islámico.
Así mismo, induciendo a las “revoluciones
verdes” en el Magreb (salvo en Marruecos, portaviones norteamericano en la
zona) se conseguía desestabilizar y neutralizar a otro sector del mundo árabe.
La provocación de la guerra civil Siria y las negociaciones con Irán tendentes
a que este país renunciara a su programa nuclear, son los eslabones actuales de
esta cadena de despropósitos que desde 2001 ha sembrado Asia Central con
conflictos en cadena. El “caos” generado en la zona es lo que debe permitir al
Estado de Israel conservar su integridad territorial y verse libre de las
presiones del mundo árabe.
Sin embargo, un elemento nuevo es
el papel adoptado por Arabia Saudí en los últimos dos años. Por un lado, la
monarquía teocrática árabe quiere, por todos los medios, seguir siendo el
aliado preferencial de los EEUU en la zona: si pierde ese estatus se arriesga a
que las llamas que han estallado en el mundo islámico terminen por alcanzar a
una de las monarquías (junto con la marroquí) más corruptas. Desde el primer
lustro del milenio se evidenció la pérdida del papel geopolítico de Arabia
Saudí. Tras las operaciones Tormenta del
Desierto y Libertad Duradera, el
papel de Arabia Saudí se ha ido empequeñeciendo a medida que los EEUU eran cada
vez más autónomos de las exportaciones de petróleo procedentes de esa zona. Otro
tanto ha ocurrido con el petróleo que EEUU importaba de Venezuela: también ha
ido disminuyendo y eso ha permitido lanzar una ofensiva generalizada contra el
gobierno de Nicolás Maduro.
El petróleo se encuentra en el
trasfondo de esta nueva situación. Si hasta 2005-2007, los EEUU eran
dependientes de las exportaciones de petróleo y su estrategia consistía en
estar allí en donde existía un pozo de petróleo, a partir de 2008 la obtención
de petróleo y gases de esquisto mediante la técnica del “fracking” (la fractura hídrica), hizo que aquel país volviera a ser
autónomo y autosuficiente en materia de hidrocarburos. Algo que no ocurría
desde los años 20-30. Eso es lo que ha hecho que EEUU pudiera tener las “manos
libres” para torpedear por todos los medios a su alcance al gobierno venezolano
(su enemigo natural), pero también ha tenido como consecuencia el que Arabia
Saudí se sintiera abandonada.
Sin el paraguas protector
norteamericano, Arabia Saudí sería, verosímilmente, el próximo objetivo de los
fundamentalistas islámicos. De ahí que este país no acepte la nueva política
exterior norteamericana (desentenderse de los conflictos en Asia Central
concentrándose en el cerco a China) y haya hecho todo lo posible para
contrabandearla.
Cuando se supo que Arabia Saudí
aumentaba su producción de petróleo hasta hacer que el precio del barril Brent bajara de 100 a 40 euros,
algunos analistas pensaron que los responsables de aquella teocracia se habían
vuelto locos. En realidad estaban realizando un ejercicio de lucidez. La
extracción del petróleo y de los gases de esquisto mediante el fracking hídrico es más cara: 60 euros
el barril. Así pues, situar el precio del barril por debajo de esta cifra
significaba
1) arruinar a las empresas
norteamericanas que realizan este tipo de extracciones,
2) desincentivar la producción
mediante fracking en territorio de
los EEUU,
3) reanudar las importaciones
procedentes de países con precios de extracción por debajo de los 60
euros/barril.
Así pues, en el momento de
escribir estas líneas, EEUU sigue aplicando su “estrategia del caos” en Asia
Central, pero está obligado a seguir manteniendo su cobertura protectora a la
corrupta monarquía saudí. Esto le obliga a no poder desengancharse
completamente de la zona y concentrar su potencia para cercar a China.
Aprovechando los contenciosos de
la República Popular China con los países del mar de la China por cuestiones de
aguas territoriales y de soberanía sobre islas e islotes. Países como
Filipinas, Vietnam, Corea del Sur, Taiwán, Japón, son aliados de los EEUU en su
estrategia de arrinconamiento de China y sus aguas territoriales están “protegidas”
por la VIIª Flota de los EEUU. Por otra parte, los EEUU están tratando
aceleradamente de mejorar sus relaciones con los países fronterizos por tierra
con China (salvo, obviamente, con Rusia) especialmente con Vietnam, Birmania,
Bangladesh y las repúblicas ex soviéticas de Asia.
Todo el dilema para EEUU consiste
en que será más rápido: su desenganche total de los escenarios de guerra en
Asia (Irak, Afganistán, Siria) o este frente impedirá una política más efectiva
de cerco a China cuyo crecimiento amenaza en no más de 10 años la hegemonía
norteamericana. Obama ha decidido: retirarse de Asia y concentrarse en China. Así
se entiende que la presión sobre Irán se haya desviado de la militar a la
negociación diplomática para llegar a un acuerdo de desnuclearización de éste
país. Así se entiende también que EEUU no se haya zambullido en la guerra civil
Siria o que hace tres años permaneciera discretamente en segunda posición, tras
el servilismo criminal de Sarkozy, en los bombardeos sobre Libia. Y así se
explica, finalmente, la presión sobre el Estado de Israel para inducirle a
firmar un acuerdo con los palestinos.
La iniciativa saudí de aumentar
la producción de petróleo y llevar el precio del barril por debajo de los
costes de extracción del fracking han
supuesto un baño de agua fría inesperado para el Pentágono que está tratando de
reconstruir la situación: hoy EEUU vuelve a ser dependiente del petróleo árabe.
Pero ¿hasta cuando los EEUU permitirán un desafío de esta magnitud a la
monarquía corrupta de los Saud? En realidad, lo que se dirime ahora es: o bien
seguir apoyando a esta monarquía… o dejarla caer como se dejó caer a Mubarak, Gadafi,
etc., o bien desestabilizarla interiormente: a fin de cuentas, en la
actualidad, el cese de las importaciones de petróleo saudí por inestabilidad en
aquel país, contribuiría a elevar el precio del crudo nuevamente hasta los
95-100 dólares barril, precio óptimo para que la practicas del fracking sea nuevamente rentable para las empresas
norteamericanas y otorguen a ese país la autonomía energética.
Pero, dejar caer a Arabia Saudí
implica llevar la “estrategia del caos” en Oriente Medio a un punto sin
retorno. “Perdonar” el desafío de los Saud implica algo peor: que ni el
Pentágono ni la diplomacia norteamericana podría concentrarse en China en los
próximos años. Y, entre tanto, China va creciendo y acordando la distancia que
le separa de los EEUU en todos los terrenos.
© Ernesto Mila – infokrisis – ernestomila@yahoo.es – Prohibida la reproducción
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