martes, 23 de junio de 2015

"Cuando peor... más caos"



Info|krisis.- Hace un año Podemos se presentaba como la más sólida respuesta al PP y al PSOE. Hace seis meses, Ciudadanos era la mejor alternativa de centro para los decepcionados del PP. Los analistas políticos observaban a Pablo Iglesias y a Albert Rivera con la curiosidad propia de quienes están llamados a desempeñar un papel histórico en la renovación de la lánguida y triste democracia española. Han bastado apenas dos semanas para que entre el electorado se levantaran las más serias dudas sobre la viabilidad de las “nuevas opciones”. Para muchos, el carpetovetónico “más vale malo conocido que bueno por conocer”, se vuelve a convertir en la opción más aceptable… Lo que no deja de ser triste.

Podemos y Ciudadanos han perdido definitivamente la virginidad. Y en política, la virginidad no es algo que se pueda reconstruir mediante un simple pase por el quirófano. La constitución de los nuevos ayuntamientos y de los gobiernos autonómicos ha demostrado muchas cosas en un espacio de tiempo excepcionalmente breve.

En primer lugar se ha observado la falta de criterios sólidos para argumentar los pactos suscritos: Ciudadanos, por ejemplo, no ha tenido el más mínimo empacho en pactar con el partido de la corrupción institucionalizada en Andalucía y sin pedir mucho a cambio. ¿Qué ha ocurrido? Que su dirigente en aquella región tenía hambre atrasada. Sabe que difícilmente revalidará alguna vez los votos que logró acaparar sorprendentemente hace dos meses y que todo lo que no obtenga hoy, le estará vedado para siempre. Es de los que se venden barato. Porque Antonio Marín no es un hombre de partido, el partido, para él –como para tantos otros, para todos los políticos democráticos nos atreveríamos a decir– no es más que el vehículo para satisfacer sus ambiciones personales. Rivera ya tuvo problemas a poco de saberse el resultado de las elecciones para ocultar que la opción de “su hombre en Andalucía” no era otra que la de apoyar al partido de la corrupción institucionalizada. Consiguió, apenas, retrasar la formalización del acuerdo hasta pasadas las elecciones municipales. Pero, poco importa cuando se pierde la virginidad: se pierde, eso es todo, y la misma falta de virginidad tiene una muchacha desflorada accidentalmente que un putón desorejado y sesentón.


En segundo lugar se han producido pactos contradictorios: Ciudadanos pactando con el PSOE en algunas comunidades y con el PP en otras, Podemos formando gobiernos de izquierda aquí, pero negándose a ello en otras circunscripciones, e incluso tratando de pactar –maravilla de maravillas– en algunos ayuntamientos como Villena (dando lugar al primer tránsfuga de la legislatura), PP y PSOE mirándose a sí mismos y comprendiendo que la “gran coalición” también es una opción si de lo que se trata es de permanecer en el machito una legislatura más… Estos pactos contradictorios indican que para las direcciones de estos partidos no existe nada parecido a una “estrategia nacional”, sino que todo en ellos está al albur de los pequeños dirigentes locales, la mayoría de los cuales nadie sabe ni de donde han venido ni siquiera poseen un pasado político previo.

Y luego viene lo peor: la solvencia moral y el “estilo” de buena parte de los cargos electos. La democracia española despenalizó en 1983 el consumo de drogas… pero sus efectos en política solamente han empezado a notarse 33 años después, cuando aquellos niños que nacieron asumiendo que podían consumir cualquier sustancia, empiezan a representar un porcentaje notable de la sociedad, suficiente, no solo para ser considerados como “grupo de presión” sino para aspirar (y nunca mejor dicho)  a ser ellos mismos electos. De la misma forma que en Bolivia, país de mayoría indígena, jamás volverá a haber un presidente que no proceda de cualquiera de las etnias andinas, en esta nuestra pobre España, será difícil que en las instancias representativas se sienten cargos con la lucidez y la claridad mental suficientes que da el no alterar la química del cerebro con cualquier alcaloide. Han sorprendido algunas fotos, declaraciones, tuits y algunos gestos de los primeros electos de Podemos. No hay duda: si no iban colocados es que en su tejido adiposo todavía albergaban demasiados restos de THC como para poder actuar como alguien no alienado por este alcaloide.

Es normal, no solamente que las expresiones de júbilo de algunos de los nuevos cargos electos haya evidenciado consumos que nublan el cerebro, como normal es que muy pronto se haya evidenciado que otros tienen una irreprimible tendencia por los menores y otros, pura y simplemente, se ganan la vida trapicheando con drogas. Es evidente que Podemos es algo más que estas anécdotas resaltadas por la derecha, pero también es evidente que el clima de permisividad, de relativismo moral, de ausencia de una ética definida y de pasotismo ante lo que el zapaterismo llamaba “ingeniería social”, no figura precisamente entre los mejores activos de Podemos, sino entre lo más problemático que viaja en sus alforjas… algo de lo que esta formación no tienen ni la más remota posibilidad de liberarse.

Y luego está la aceptación a la corrección política más conformista. Ciudadanos ya se identificó como el mejor “cazador de brujas” de la democracia, expulsando de sus listas a una docena de antiguos miembros de formaciones de extrema-derecha (ninguno de los cuales, por lo demás, había ocupado responsabilidades relevantes, sino que en su mayoría eran nombres de relleno que suelen colocarse en las formaciones de extrema-derecha para completar listas). Pero el problema es que en esas mismas listas figuraban otros nombres que, a diferencia de los ultras, procedían de partidos que han ido gobernando en estos últimos años en este país y generando directamente todos los problemas –la corrupción el primero de todos ellos– contra los que Ciudadanos dice combatir. Ninguna medida punitiva se ha tomado contra ellos… evidenciando que las “marcas blancas” del régimen tienen los mismos comportamientos que la “vieja banda de los cuatro” y que la “lucha contra la corrupción” es sobre todo un eslogan electoral.

En Podemos, tal aceptación de la corrección política es todavía más peligrosa. La vieja idea habitual entre la izquierda de que alguien que está preso es, en principio, una “víctima del sistema” más que un criminal, sigue vigente como en aquel PSOE de los primeros tiempos de la democracia cuando impuso que desapareciera la “cadena perpetua” de la constitución. Hoy, para Pablo Iglesias, un chalado detenido en plena calle con explosivos, con antecedentes por violencia, se convierte en un “preso político”, aprovechando, de paso, para elevar a la categoría de “presos de conciencia” a los 500 matarifes de ETA que purgan por casi un millar de asesinatos. No es raro que Manuela Carmena fuera la jueza más tolerante con el fenómeno etarra mientras estuvo en ejercicio.

En realidad, la Carmena poco después de ser investida ya “revisó” su programa de gobierno y explicitó que buena parte del mismo no podría llevarse a cabo. Esta nueva situación se ha evidenciado en todos los ayuntamientos en los que gobierna gente del entorno de Podemos, mediante el cambio de la bicicleta por el coche oficial en apenas 48 horas, perífrasis simbólica de una “metanoia” (cambio radical de conciencia) realizado con apenas jurar el cargo.

Mucho más importante que todo esto, incluso, es la experiencia de los nuevos cargos electos y su capacidad de gestión al frente de ayuntamientos que manejan en ocasiones cientos de millones de euros. No nos engañemos: es nula. Y lo peor: nada en su historial profesional hace presagiar algo bueno. Incluso los que tienen una titulación universitaria, apenas han ejercido sus profesiones. Y muchos son producto directo de la quiebra del sistema educativo. Incluso de la haraganería pura y simple. Inevitable referirse al “Kichy”, flamante alcalde de Cádiz del que no dudamos que dará mucho que hablar y ofrecerá suculentos titulares  a la derecha. No es el único.

Tampoco es que veamos mucha profundidad crítica en toda esta fauna. ¿Se sabe algo más de Ada Colau aparte de que se opone a los desahucios? ¿Hay algo que indique que es consciente de los mecanismos de la globalización más allá de cuatro ideas sacadas malamente de documentales de Naomi Klein o de Michael Moore y muy poco elaboradas? ¿Puede estar tranquilo el ciudadano barcelonés en que después de los sucesivos destrozos ininterrumpidos en los últimos 25 años de ayuntamientos socialistas y convergentes, Ada Colau (socia por lo demás de ERC, co-responsable de haber convertido BCN en un estercolero) logrará otra cosa que no sea convertir a BCN en la capital europea del porro y de los clubs del cannabis, meca de okupas y polo de atracción de inmigrantes y carteristas? ¿Alguien duda que la decisión más importante de la Colau en los años venideros será el jactarse de haber construido en la otrora Ciudad Condal, la mezquita más grande de Europa? A la Colau solamente le quedan ahora cuatro años para sorprender a los últimos barceloneses que quedan en la ciudad y decepcionar a su afición. Y no dudamos que conseguirá ambas cosas utilizando solamente su espontaneidad característica y sin mucho esfuerzo. Sus socios de gobierno pondrán el resto. Carmena, por su parte, es de otra pasta, de aquella vieja izquierda resentida que volverá a estimular el tema de la memoria histórica hemipléjica, mientras llena el ayuntamiento de enchufados y consabidos nipotes. De momento, lo menos que puede decirse, es que ya ha empezado a recorrer esta senda.

La culpa no es de ellos, ni siquiera del electorado que, a fin de cuentas, ha creído votar a las mejores opciones harto de que “los de siempre” sigan haciendo “lo de siempre”. El electorado, siempre es el perpetuo engañado, el convidado de piedra cuya función es votar, callar y soportar las consecuencias de su voto. Nada ha cambiado, pues. Los verdaderos culpables de que se haya producido un vuelco electoral y la decantación del voto hacia opciones dirigidas por insolventes que han colocado a “presuntos inútiles” en puestos clave, son los partidos que han gobernado de manera desastrosa el país durante los últimos 38 años (centro-derecha y centro-izquierda), ninguno es más inocente que el otro, ambos son culpables solidarios del desastre educativo, de la desintegración social, de la decadencia de las costumbres, de la falta de cohesión de nuestra sociedad, de la centrifugación nacional. ¿Qué se le puede reprochar al electorado que, en el fondo, es víctima y que no es más que aquellos en lo que lo han convertido PP y PSOE?

Venimos repitiendo desde hace meses que lo que se ha instalado en la política española es la inestabilidad y la atomización. La constitución de los nuevos ayuntamientos y la formación de los gobiernos en las comunidades autónomas, confirma que teníamos razón: no es que las nuevas opciones estén aquí para reparar los destrozos generados por las antiguas, sino que a las ya existentes se van a sumar el producto de la falta de experiencia, el utopismo de baja estofa, el relativismo a veces enmascarado con aires de pedantería intelectual, y el resultado de aplicar las “nuevas ideas” de ingeniería social. Estaremos, en definitiva, un poco más cerca del caos.

Cabría decir aquello que ya estableció Lenin: “cuanto peor, mejor”. Pero no. La frase de Lenin podría tomarse en consideración solamente cuando existían élites o soluciones de reemplazo. No ahora, en una situación como la española, en la que cabría decir, parafraseando al apergaminado bolchevique: “cuando peor, más directos al caos”. Porque, de momento, reconozcámoslo, no hay alternativa.

© Ernesto Milá – info|krisis – ernesto.mila.rodri@gmail.com – Prohibida la reproducción de este texto sin indicar origen.