jueves, 25 de junio de 2020

EL “BARBERO TORTURADOR AJUSTICIADO POR EL FRAP”



Llevaba varios días queriendo escribir estas líneas, pero por distintas circunstancias, no he tenido tiempo. Sigo desinteresado por la política (en un país con el peor gobierno del “primer mundo” y por la peor oposición, interesarse por la política, aquí y ahora, equivale a amargarse), pero no por la moral, ni por la ética. Así que, cuando estalló la polémica sobre que Pablo Iglesias era “hijo de un terrorista del FRAP”, me acordé de algunos episodios que sucedieron en España entre 1973 y 1975. Nadie que viviera aquella época, puede dudar que el FRAP aspirara a ser terrorista. Y digo “aspirara”, porque en realidad se quedó en “terrorista chapucero”. Es decir, un quiero y no puedo.

Se dirá que el terrorismo no es como para tomárselo a broma, algo con lo que estoy de acuerdo. Pero el FRAP, ni era ETA, ni siquiera el GRAPO (por mucho que mantuviera con esta organización la familiaridad que daba el “maoísmo”). La historia del FRAP es radicalmente diferente a la de otros grupos de la extrema-izquierda durante los últimos años del franquismo. Sobre él, recayeron sospechas de todo tipo. Sobre esta parte, puede leerse el artículo en el que me reafirmo en lo dicho y escrito hace algunos años en A 40 años de mayo del 68: el Caso del PCE(m-) y del FRAP. Sé que algunos antiguos miembros de esta organización no están de acuerdo con la interpretación que di, incluso lo he discutido con alguno de ellos, pero hay, en su origen y en su historia, elementos perturbadores y que no todo se explica por el clima de fanatismo radicalizado de la extrema-izquierda de la época.

Voy a insistir en dos puntos que no tuve ocasión de tratar en aquel momento. Cuando Nixon abordó la “política del ping-pong” y tendió la mano a China comunista en una estrategia antisoviética, el PCE(m-l), escisión “maoísta” del PCE, se quedó huérfano y optó por aproximarse al comunismo albanés. De hecho, alguno de los que polemicé había residido en Albania durante los últimos años del franquismo, como locutores y redactores de las emisiones en castellano de Radio Tirana, que, en realidad era el portavoz del PCE(m-l)/FRAP.

Fue, precisamente, a partir de ese tránsito de la “esfera china” a la “albanesa”, cuando se produjo el endurecimiento de la organización y su radicalización. Antes se había producido una mutación anterior: para que el que lo ignore, los partidos “marxistas-leninistas” pro-chinos fueron impulsados en un primer momento por la CIA, en una operación cuya sede se encontraba en Suiza. China, a mediados de los años 60, quedaba demasiado lejos. Luego fue, la embajada de la República Popular China en Bruselas la que “tuteló” a estos partidos “maoístas”. Hasta que se produjo la ruptura Pekín-Tirana.


La “política del ping-pong” se inicia en 1971 y la visita de Nixon a China en 1973. El primer asesinato del PCE(m-l) tiene lugar un año después. A partir de ese momento, el partido empieza a atracar a serenos para arrebatarles las pistolas, roba bancos y empiezan los asesinatos que entran dentro de la “guerra popular prolonganda” y de la “insurrección armada de masas”. El resultado es que unos meses después, absolutamente todo el PCE(m-l) y su entramado, el FRAP, estaba en la cárcel, bajo las piedras o en el exilio. Tres de ellos serían fusilados en septiembre de 1975 después de ser juzgados por algunos de estos asesinatos.

Cuando ya estaba desintegrado el PCE(m-l) y el FRAP -que, en realidad solamente tuvieron importancia organizativa en Madrid y en Valencia-, el 14 de septiembre de 1975, resultó asesinado Juan Ruiz Muñoz del IIº Escuadrón de Caballería de la Policía Armada. Y es sobre este asesinato, sobre el que me gustaría dedicarle unas líneas.

Manuel Blanco Chivite era “coordinador en Madrid del FRAP”, aunque otros cuentan que era su máxima autoridad en el interior. A saber. Lo cierto es que, años después -hace unos días se preguntaba por qué Podemos lo había vetado- entrevistado en los primeros números de El Viejo Topo, en plena transición, sostenía que todos los asesinatos cometidos por el FRAP (seis) eran “conocidos torturadores”… y que practicó “ejecuciones selectivas”. En realidad, era mentira: los seis asesinatos, fueron “fáciles” de realizar. Seguramente, algún vecino del PCE(m-l), o la simple casualidad, los convirtió en víctimas. Ni uno de ellos fue “selectivo”, ni siquiera uno de ellos era “torturador”, ni tenía una calificación moral que hiciera comprensible su asesinato. Esta es la triste y pura verdad del “terrorismo chapucero” que practicó esta organización. Y todavía no hemos oído a Blanco Chivite pedir perdón, no ya por los asesinatos, sino por haber hecho recaer sobre las víctimas, los peores insultos.

Conocí a amigos de Juan Ruiz Muñoz, el último asesinado por el FRAP. ¿Era un torturador? Era barbero y Policía Armado. Vivía en el barrio de la Trinidad. Lo asesinaron en Vía Favencia. Entre sus vecinos también era popular y conocido porque se sacaba un sobresueldo cortando el pelo a los vecinos. Todos los conocían y todos sabían que era alguien afable y próximo que trataba de salir adelante, como todos en el barrio. Seguramente, algún miembro del PCE(m-l) debió cruzárselo cuando iba de uniforme y eso determinó el que fuera elegido como “objetivo” por un “comando antifascista”.


Al asesino se le encasquilló la pistola, así que quien lo acompañaba le asestó varias puñaladas, mientras el otro volvía a artillar el arma y disparaba. El FRAP era chapucero incluso a la hora de asesinar. Fueron detenidas cinco personas: Miguel Sánchez Gómez, José M. Jurado Pérez, Lorenzo Jurado Pérez, Francisca Molinos Barrios y Antonio López Quero. Jurado Pérez fue considerado como “autor material” del cromen. Él y sus compañeros nunca serían juzgados. En octubre de 1977 resultaron amnistiados. Sería el penúltimo asesinato del FRAP. El siguiente cometido quince días después, también en Barcelona, cerraría el “brillante historia terrorista” del FRAP.

Juan Ruiz Muñoz era, lo que se suele conocer, como “una buena persona”. Siempre, la víctima es superior a sus asesinos y muy superior a quienes han dado la orden o, en la lejanía del tiempo, han reelaborado sus recuerdos y recuerdan su paso por el FRAP como algo “heróico” y “digno de ser contado a sus nietos”.

Pablo Iglesias tiene hijos, pero su abuelo no contará a sus nietos todo lo que hizo mientras militó en el FRAP.

No le dirá que el FRAP tuvo un origen extraño y anómalo. Que fue la organización mas “rara” de la oposición radical al franquismo.

Tampoco le dirá que, su precedente, el Frente Español de Liberación Nacional (FELN), también presidido por el republicano Álvarez del Vayo, fue otra muestra de “terrorismo chapuza”.

No le explicará, por supuesto, que todos los asesinados por el FRAP lo fueron por pura casualidad, que ninguno era torturador, ni siquiera alguien que ocupara cargos mínimamente destacados en el “aparato represor” del franquismo.

No le explicará que los miembros del FRAP fueron manipulados seguramente por los intereses de los EEUU (que negociaban en aquellos últimos meses del franquismo un nuevo acuerdo y presumiblemente intentaban crear una sensación de debilidad y acoso al régimen para rebajar las aspiraciones compensatorias).

Tampoco les dirá que el análisis político del FRAP era absurdo, enfermizo, absolutamente marciano, ni que todos los “comités regionales” estaban controlados por la policía, como mínimo, desde 1972-73, y que, en esas condiciones, lanzarse a la “lucha armada” era un suicidio.

Claro que papá Iglesias, tampoco le habrá contado a su hijo bienamado, que la cúpula de la organización se encontraba (Raúl Marcó y Elena Ódena) se encontraban en Suiza y no salieron de allí.

O que el franquismo utilizó el terrorismo chapucero del PCE(m-l) para atacar… al PCE, jugando con la similitud de la primera parte de las siglas.

Lo peor no es equivocarse (¿quién no se ha equivocado siendo joven?). Lo peor es no reconocer los propios errores y dar a los hijos la impresión de que papá ha sido una figura en la lucha antifranquista, cuando en realidad, no fue más que un elemento sin importancia de una organización políticamente inmadura y chapucera desde el punto de vista terrorista. Así como otros exmilitantes de esta organización sí realizaron autocrítica y reconocieron sus errores, no hemos oído lo mismo a Javier Iglesias, padre de Pablo Iglesias.

Hace falta poner las cosas en su punto: el padre de Pablo Iglesias no participó en ningún asesinato del FRAP, pero sí fue miembro de una organización terrorista y ambigua desde todos los puntos de vista. No es para sentirse orgulloso, salvo que se reconozca y se realice autocrítica. Decir que Pablo Iglesias es “hijo de un terrorista”, parece excesivo, por mucho que todo miembro de una “organización terrorista” lo sea necesariamente al callar ante las propuestas de “guerra popular prolongada” e “insurrección armada de masas”. Muchos del FRAP lo entendieron así y abandonaron la organización. Algunos han escrito libros sobre lo que vieron y vivieron allí. Otros han callado: abochornados, avergonzados y algunos han optado por realizar autocrítica recuperando la memoria histórica.

Pero, cuando se es un personaje público, hay que asumir lo hecho en la juventud y pedir perdón públicamente, mucho más si se ha asesinado a inocentes por medio, por mucho que uno no haya tenido relación directa con los asesinatos, pero si ha militado en la misma sigla que los asesinos, compartiendo programa, estrategia y objetivos.

Entiendo perfectamente que el padre de Pablo Iglesias no quiera saber nada de ese período. Lo que ya me cuesta trabajo entender es que el hijo alardee de que papá militó en el FRAP, como si figurar codo a codo entre terroristas chapuceros, fuera un timbre de honor.

Yo, por mi parte, lamento profundamente que para “salvar al FRAP”, algunos cretinos sigan sosteniendo que todos los asesinados, como el del barbero de Barcelona, eran “torturadores”.

Pido un recuerdo para Juan Ruiz Muñoz, un hombre bueno, asesinado.

Y no creo que lo peor de Podemos sea que el papá de Pablo Iglesias fuera del FRAP (todos tenemos derecho a equivocarnos, pero no a eternizar en nuestros hijos el error), sino que la izquierda de este país sigue sin reconocer errores y culpas y pretende redactar de nuevo la crónica del siglo XX quedando favorecida en aquellos puntos, como éste, más bochornosos. Como si el “antifascismo” les diera una superioridad moral que inhibiera la necesidad de autocrítica.

(Sí, ya sé que la ilustración es tendenciosa, pero es que el que se expone al escrutinio público se arriesga a que le pasen estas cosas; lo único que se dice en este artículo es que el papá de Pablo Iglesias perteneció a un grupo que practicó el "terroristas chapuceros", -no que él fuera terrorista- y, por tanto, debería de explicar a su hijo el por qué. Así la criatura entendería que la izquierda se equivoca con mucha frecuencia)