d. Narcosis social.– El
repliegue a lo personal y el individualismo exaltado impiden que el sujeto
piense en nada más que en él mismo y solamente reacciones cuando siente muy
cerca algún riesgo. Por lo demás, el sujeto vive inmerso en una narcosis social
absoluta cuyos rasgos son:
– La irrupción del movimiento del
15–M evidenció la inexistencia de una crítica orgánica al sistema y los
residuos de la crítica marxista derrotada, banalizada y superficial. El hecho
de que en las escuelas se haya borrado toda huella de capacidad crítica implica
por lo mismo que también ha desaparecido la posibilidad de realizar un
diagnóstico acertado y operativo del sistema y de establecer sus fallas y sus
puntos débiles.
– La destrucción sistemática de
la sociedad civil operada a partir del felipismo, con el repliegue a lo
personal al que condujo los nuevos hábitos sociales y las nuevas tecnologías,
ha favorecido todavía más el reforzamiento del individualismo y la desconexión
entre cada individuo y su entorno. De hecho, el rasgo del actual momento
histórico consiste en que el hombre está “cortado” de su entorno natural,
aislado en su misma célula familiar, en ruptura con la sociedad, con otros
hombre, con el otro sexo, con la misma historia, con su país, con su pueblo. El
individuo es hoy un ser roto, pero su supervivencia y su bienestar implican
necesariamente la existencia de vínculos orgánicos con todo lo que le rodea,
incluso consigo mismo.
– El individuo vive en una
especie de sueño permanente, atontado por los medios de comunicación, por las
posibilidades de ocio, por todo lo que le rodea, tiende a identificarse con
cualquier cosa olvidan su esencia y cuál es el núcleo de su personalidad. El
individuo sufre una alienación permanente en la que deja de ser él mismo para
ser cualquier otra cosa: no vive su propia vive, vive en un mundo de
identificaciones, irrealidades, ensueños, fantasías, rencores, deja de vivir el
aquí y el ahora convirtiéndose en alguien manipulable y neutralizado. El
evolucionismo enseñó que el hombre desciende del mono, pero la realidad social
demuestra que ha alcanzado el estadio y la naturaleza del borrego.
– En tanto que
ultraindividualista, el sujeto solamente se mueve por aquello que le afecta
directamente y sólo en el momento en que tiene el riesgo encima: la “protesta
social” como hecho comunitario ha desaparecido prácticamente (cuando se
produjeron las protestas del 15–M o los intentos de “cerco” al Congreso de los
Diputados, los participantes fueron exiguas minorías en absoluto
significativas, a pesar de que la situación político–social era y es
extremadamente grave. El individuo solamente protesta por los desahucios, por los
despidos, por las alzas fiscales, por los recortes del Estado del Bienestar en
el momento en que le afectan directamente a él y justo en el instante en que le
afectan, ni antes ni después. La narcosis social le impide prever el futuro,
anticiparse a él y reaccionar contra el destino que otros le han creado. La
irresponsabilidad de las clases dirigentes, arrastradas por la misma lógica de
la fase terminal del sistema (neocapitalismo, globalización, privatizaciones,
liquidación del Estado del Bienestar, economía financiera, etc) no tiene como
contrapeso las iniciativas de autodefensa de la sociedad.
– La parálisis mental de los sujetos
y la incapacidad para decidir sobre sí mismos es lo que les lleva
permanentemente a votar a las opciones que menos satisfacen sus intereses.
Basta con que los medios de comunicación sugieran la conveniencia de votar a
unos o a otros, los sujetos seguirán estas sugestiones con fidelidad perruna.
Esto explica el por qué en plena crisis generada por los dos grandes partidos,
las masas siguen votando precisamente a esos dos grandes partidos, sin apenas
variaciones en porcentajes. Las masas están votando democráticamente a los
grupos de poder que están luchando contra los intereses populares en la forma
de suicidio social más extrema que hayan visto los siglos.
e. Aculturización de las masas.– Las
antiguas sociedades agrarias no eran cultas pero disponían de una
sabiduría y de los conocimientos
necesarios para sobrevivir. Las sociedades modernas carecen de esa capacidad y
se presentan como “sociedades molusco”, duras por fuera, blandas por dentro.
– La visión del mundo que
difunden los medios de comunicación y el entramado cultural del sistema
político facilita altos niveles de aculturización, pérdida de valores y
reducción de todos los valores a los meramente economicistas con lo que el
individuo queda transformado en un tubo digestivo y reducido a sus instintos
más básicos.
– Los fenómenos de aculturización generan unas
generaciones incapaces de entender cuál es su momento histórico y sobreponerse
a él y siempre generan un ambiente social excepcionalmente incómodo y agresivo.
Frecuentemente, la aculturización genera incapacidad del sujeto para controlar
sus instintos más básicos, especialmente su agresividad. Aparecen fenómenos
culturales –música, vídeojuegos, telebasura, deportes de masas– que, en lugar
de contribuir a fomentar un clima social y urbano de serenidad y estabilidad,
favorecen la aparición de la violencia y de la agresividad. Muy frecuentemente
esta violencia desborda a las Fuerzas Seguridad del Estado que, ante su
insuficiencia de medios pasan a proteger a los barrios poblados por capas más
favorecidas.
– La crisis económica afecta extraordinariamente
a la estructura social de nuestro país: la gente más joven y mejor preparada
desde hace tres años se está yendo de España, mientras que sigue llegando inmigración
sin cualificación profesional. Esto implica un empobrecimiento profesional y
cultural de la sociedad española. Por otra parte, los salarios bajos,
necesarios para aumentar la competitividad han generado un efecto social
inesperado: los hijos que trabajan no pueden formar familias nuevas por lo que
deben seguir viviendo con los padres convirtiéndose en eternos adolescentes y
siendo uno de los factores de la baja tasa de natalidad española.
– La quiebra del sistema educativo ha
contribuido de manera preferente a que los jóvenes tengan un extraordinario
déficit de formación cultural y, por tanto, a que sean fácilmente permeables a
las formas más bajas de los productos culturales norteamericanos y del
consumismo. Aunque España no sea exactamente una colonia de los EEUU, la
cultura norteamericana ya ha conquistado
a los jóvenes que dependen de ella casi completamente. Quien carece de cultura
propia, carece de independencia.
– El
proceso de pérdida de las señas de identidad cultural convierte a un pueblo en
extremadamente permeable a las influencias extranjeras y extraordinariamente
abierto a los tópicos más deletéreos de la modernidad: multiculturalidad,
mestizaje, que llevan directamente a la subordinación a otros grupos étnicos
que no comparten estos mismos tópicos. Esto es especialmente grave en estos
momentos de inmigración masiva.
– En
estas circunstancias, no es extraño que el hedonismo y el egoísmo hayan
sustituido a cualquier otro valor social y que los valores comunitarios que dan
identidad y personalidad a un pueblo, se han volatilizado. El individuo se
convierte en la única medida de todas las cosas y cada individuo es un átomo
aislado de los demás, celoso en la defensa de sus intereses aunque lesione los
de los demás, el pueblo, de ser un conjunto vertebrado y coherente, termina
convirtiéndose en un agregado de individualidades con intereses siempre
contrapuestos, caótico e inestable. No es sólo el Estado, la Política, la
Economía la que degeneran sino sobre todo la Sociedad.
© Ernesto Milà – infokrisis – ernesto.mila.rodri@gmail.com –
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