miércoles, 9 de diciembre de 2020

> José Antonio, Falange y los CAUR (5 de 7) - José Antonio y los congresos de Montreux (1ª parte)

Los CAUR, como hemos dicho, le interesaban a José Antonio solamente como puente que facilitaba el contacto con el gobierno italiano. Coselschi había ejercido esa función de manera impecable. José Antonio estaba en deuda con él. Es cierto que el CAUR madrileño siguió existiendo con Giménez Caballero como representante, pero, en lo que se conoce hoy, no realizó tareas culturales o políticas en España, limitando su presencia a conferencias en el extranjero en las que participó el propio GeCé como “representante del CAUR de Madrid”. Su interés por el CAUR decreció en cuanto Juan March, a través de Juan Pujol le ofreció financiarle el PEPE. La deuda de José Antonio con Coselschi fue pagada cuando el primero accedió a asistir personalmente al segundo Congreso de Montreux que tendría lugar los días 11 y 12 de septiembre de 1935 en el Hotel Palace de la ciudad suiza.

La pertinaz obsesión de los grupos falangistas de los años 60 y 70 en negar la presencia de José Antonio en el Congreso de Montreux (1) puede ser debida a una confusión: no existió “un Congreso de Montreux”, sino “dos”: el que había tenido lugar el 16 y el 17 de diciembre de 1934 a la que José Antonio no asistió (pero Giménez Caballero sí envío la adhesión en nombre del partido) y el que tuvo lugar el 11 y 12 de septiembre de 1935 en la misma ciudad y a la que sí asistió en persona. José Antonio había recibido la invitación en el mes de agosto. Era una presencia importante para Coselschi quien se había empeñado en que participaran especialmente dos delegaciones: la inglesa de Sir Oswald Mosley y la española de José Antonio (a la vista de que se había desestimado la petición de adhesión de Ledesma y de las JONS). Mosley no asistió por decisión personal de Mussolini que no quería entorpecer más aún las relaciones con el Reino Unido. Pero la presencia de José Antonio era, sobre todo, importante para Coselschi quien quería callar las voces críticas que se habían elevado contra él desde el Ministerio del Interior por no tener “suficientemente atado” el “caso español” (2).

Los hagiógrafos de José Antonio no han contribuido, desde luego, a clarificar la situación. Ximénez Caballero en la sexta edición de su Biografía Apasionada, publicada tardíamente, reprodujo la alocución que pronunció José Antonio en el segundo Congreso de Montreux, sin embargo, olvidó corregir lo escrito en ediciones anteriores según las cuáles José Antonio se negó “a que la Falange participase en reuniones internacionales de grupos «fascistizantes», principalmente en las que tenían lugar en Montreux (Suiza)” (3). Y más adelante añade: “José Antonio no juzgaba ni decidía sin una paciente labor de análisis escrupuloso. Prueba de ello es su obstinada resistencia a que el Movimiento falangista ingresara en una especie de «Internacional fascista» que celebró algunas reuniones en Montreux. Nuestro Jefe sólo asistió a una de ellas –en septiembre de 1935– por cortesía y por conocer a los jóvenes de Europa que las frecuentaban. Estuvo en ella, como en el Parlamento, sin fe y sin entusiasmo” (4), tras lo cual incluye una serie de fragmentos extraídos de las Obras Completas para justificar su “resistencia” a participar en la “Internacional fascista”:  

«Las Revoluciones Nacionales no son jamás obras de una Internacional, sea cualquiera el apelativo que ésta lleve.» «Una Internacional siempre trata de absorber al individuo por la masa, desfigurando los valores humanos, que es necesario conservar si se quiere salvar al mundo.» «Toda mi admiración y mi respeto por el Fascismo italiano y por su creador genial no justificarían mi adhesión a una Internacional fascista. Ello sería negar al Fascismo y a Mussolini su condición mejor: la de italiano.» «Además, ya han dicho Mussolini e Hitler que el fascismo y el nacionalsocialismo no son materiales de exportación.» «La Revolución Nacional en cada país ha de tener su forma y su contenido peculiares, hechos de la sustancia propia de sus hombres y las realidades de sus circunstancias físicas y políticas. Desvirtuar cualquiera de estos materiales necesarios es traicionar a la Revolución.»

Pero eso supone olvidar algo que en 1934–35 estaba más que claro: que los CAUR no eran el embrión de una “internacional fascista”, sino un simple marco de coordinación entre grupos similares de todo el mundo atraídos por lo que significaba el fascismo italiano. No era una “internacional”, ni nunca pretendió serlo. De hecho, el problema que encontraba José Antonio a la iniciativa era precisamente la dificultad en explicarla, especialmente para él que siempre había sido radicalmente contrario a las “Internacionales” bolchevique, liberal y masónica. No era una cuestión estratégica lo que separaba a José Antonio de Coselschi, sino una simple cuestión táctica. Y, por lo demás, no hubo absolutamente ninguna “resistencia” por parte de José Antonio a participar en el encuentro, como tampoco la había habido en enviar informes sobre la situación política española al gobierno italiano o haber acudido a Roma en busca de apoyos económicos para su partido. E incluso a llegar a mayores niveles de colaboración con el gobierno italiano.

Sin embargo, en su afán de minuciosidad Ximénez de Sandoval expurga del olvido el elogio fúnebre del Duce a José Antonio: “En los elogios tributados a la memoria de José Antonio por el Duce se ha dicho que esta negativa del Jefe de la Falange a ir a Montreux fue la que causó en él mejor impresión, dándole el convencimiento de las magníficas condiciones políticas y de conductor de una Revolución Nacional que atesoraba José Antonio” (5). La explicación que da sobre la presencia del líder falangista tiene el encanto de la ingenuidad, pero es inadmisible desde el punto de vista histórico: “Hace acto de presencia, les saluda y se vuelve después de decirles que nada tienen que hacer reunidos en Internacional, pues ni el fascismo es mercancía de exportación, según ha dicho Mussolini, ni una revolución nacional puede salir de una conferencia de jefes de distintas nacionalidades. La revolución nacional tiene que arrancar de lo profundo del alma de los pueblos. Él se vuelve a España a trabajar las almas aletargadas de sus compatriotas que, salvo una alegre y audaz minoría de héroes, no presienten el cercano amanecer. Se detiene en Ginebra de tren a tren y no quiere ni salir de la estación. Cuando llega a Madrid me escribe a la ciudad de Rousseau manifestándome que no ha querido detenerse en ella por evitar las torcidas interpretaciones que pudieran darse a su presencia y por temor a ahogarse de asco en el super– Parlamento societario. Es entonces cuando me ordena mandarle frecuentemente informes de lo que ocurra y del alcance de las decisiones que tome España. Con mi compañero de profesión José Manuel Aniel–Quiroga redactamos para él las notas que recogía en casa de mi padre, como ya he contado más arriba” (6). Esa misma ingenuidad es con la que el “biógrafo apasionado” cuenta en el punto y aparte siguiente que renglón seguido: “El 2 de octubre, de vuelta al Parlamento, pronuncia su nunca bastante admirado discurso sobre las sanciones y en general sobre la política internacional de España”. En esa ocasión José Antonio defendió en sede parlamentaria, está hablando del tema de las “sanciones a Italia” por la invasión de Abisinia. La posición de José Antonio en este discurso sobre política exterior sigue tres objetivos: evitar que España se pronuncie a favor de las sanciones a Italia en la Sociedad de Naciones por la invasión de Abisinia (7), atacar la política británica y proponer una política española autónoma independiente de la francesa. Los dos primeros puntos eran, precisamente, los objetivos por los que se había convocado el segundo Congreso de Montreux…

Cuenta luego Ximénez de Sandoval que, hablando personalmente con José Antonio, éste le comentó que inmediatamente después de su retorno de Italia, se había encontrado con Gil Robles, líder de la derecha y en aquel momento ministro de la guerra, en el parlamento y le había advertido sobre “los peligros de la política que España seguía en Ginebra”. Gil Robles, al decir de José Antonio, quedó “estupefacto”. Sigue José Antonio explicándole al que años después sería su biógrafo: «José María (8) al principio no quería creer en lo que yo le decía. Pero luego, cuando el pobre Roch (9) informa en los Consejos de Ministros y resulta verdad lo que le había señalado, no sale de su asombro. Se le pone la cara más Gil Robles que nunca y viene a preguntarme: « ¿Cómo te enteras de todo?» y yo le contesto con una frase que creo es de una de tus Ventanas al mundo: «La Falange tiene ojos y oídos en todas partes»” (10). Petulancia aparte, José Antonio, tenía un buen “ojo y oído” al menos en Italia: Mussolini.

NOTAS A PIE DE PÁGINA:

(1) Tal obstinación se debía a que, especialmente durante la transición existió una falange, FE-JONS(A), obsesionada en negar cualquier relación y concomitancia del partido histórico con el régimen fascista y con el fascismo en sí mismo, a despecho de los documentos históricos y testimonios que ya habían aflorado entonces. La presencia de José Antonio en Montreux fue negada durante años, algo que la propia diplomacia española en la época y, por tanto, ningún historiador posterior podían negar. El Cónsul General de España en Suiza informó al Ministerio de Asuntos Exteriores español sobre aquel viaje: “El Sr. Primo de Rivera ha estado según me informan unos días en Montreux, pero se ha abstenido de tomar parte activa en la reunión” (Juan Teixidor, D. 255, Ginebra 14-9-35. Ministerio de Asuntos Exteriores R 969. E-18, citado también por Ismael Saz, op. cit., pág. 137 n., J. L. Jerez, op. cit., pág. 149)

(2) M. Cuzzi, op. cit., pág. 215.

(3) F. Ximénez de Sandoval, op. cit., pág. 164.

(4) Ídem, pág. 289-290.

(5) Ídem, pág. 290. Hay una nota a pie de página relacionada con este texto, elaborada cuando ya habían pasado cuarenta años desde aquella época: “Nota de la sexta edición.-Esta actitud de José Antonio, totalmente contraria a una pretendida Internacional fascista, que todos -amigos o enemigos- le conocíamos, sería contradicha por sus acusadores frentepopulistas en el proceso de Alicante... y mucho tiempo después por algunos interesados en mantener equívocos respecto a la independencia ética e ideológica de la Falange. La afirmación más extravagante y peregrina la hizo León Degrelle en el capítulo 10 de las Memorias de un fascista, publicado en el diario Pueblo, de Madrid (número 9.373, viernes 17 de octubre de 1969), al decir que «la Falange, de inspiración católica (?), estaba muy cerca del rexismo política y espiritualmente. En 1934, yo mismo fui nombrado por José Antonio Primo de Rivera número uno de la Falange del exterior» (!). Sin embargo, Ximénez de Sandoval parece ignorar mucho –como se deduce de la lectura de su libro- sobre el “movimiento fascista internacional” dando por sentado que José Antonio acudió a Montreux “por pura cortesía y curiosidad de conocer los rostros y actitudes de los Degrelle, Mosley…” (ídem, pág. 360), los cuales ni estuvieron presentes en ninguno de los dos congresos celebrados por los CAUR en esa ciudad.

(6) Ídem, pág. 360.

(7) “En tanto España pueda evitar el pronunciarse sobre esta cuestión vidriosa, me parece que debe evitarlo” (Sobre la política internacional española, discurso pronunciado en el Parlamento el 2 de octubre de 1935, José Antonio, op. cit., pág. 536).

(8) “José María”, referencia familiar a José María Gil Robles.

(9) Alude a Juan José Rocha García (miembro del Partido Republicano Radical) en aquel momento Ministro de Estado.

(10) F. Ximénez de Sandoval, op. cit., pág. 361.