martes, 29 de septiembre de 2015

Diario de la Desesperanza (XIX)


Querido diario:
Sé por la filosofía hindú que el mundo es “maya”, ilusión. Nada es lo que parece, ni la realidad objetiva es cómo la percibimos. Comparto algunos aspectos de esta filosofía y he llegado a una conclusión: el mundo es demasiado absurdo para que sea real. La mayoría de nosotros somos excesivamente absurdos, casi una mala broma de un diosecillo loco. Lo mismo puede decirse de lo que nos rodea. No veo racionalidad, lógica, ni sentido a un mundo. No hay nada más que fijarnos en las noticias diarias. Todo reviste las formas de una gigantesca bacanal de la sinrazón. Para colmo, si tenemos en cuenta que una de las bases del moderno paradigma de civilización es el “Pienso, luego existo”, se verá lo limitado de esta concepción. Uno de sus corolarios sería: “Pienso, por absurdo que sea  mi pensamiento, luego llevo una existencia  absurda negación del pensamiento, por tanto, o no pienso o el producto de mi pensamiento es irreal” y “La mayoría de individuos no piensan, se mueven a golpes de campanilla , como el perro de Paulov; luego no existen”. Y, por otra parte, ¿qué importa el pensar o el existir, si lo esencial es el Ser? Los dos primeros términos indican movilidad, agitación, inestabilidad. El Ser indica centralidad, estabilidad, serenidad. Algo que está ausente de nuestro devenir cotidiano. Esa es la buena noticia: que todo lo que nos rodea es inexistente. Un programa de Matrix diseñado por un incompetente o por un guasón. Conclusión: si nada existe, todo puede ocurrir.
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El venerable residuo de la transición que es IU ha demostrado que lo único que puede aportar a Podemos con unos cuantos individuos tripudos y barrigones, de sienes plateadas e ideales trasnochados, supervivientes del viejo PCE. Eso, y un grupo de oportunistas que han chupado poltrona durante treinta años. Nada más. Ah sí, y aquello de la obsesión por la “memoria histórica”. El PCE es el anteayer. IU el ayer. Si Podemos quiere ser el mañana, las elecciones catalanas le han demostrado que IU (allí ICV) esa compañía no le ha servido absolutamente para nada, salvo para desaparecer sin dejar señas. No es que la “unidad” multiplicara sus votos, ni siquiera los ha sumado… ¡es que los dividió! Las viejas siglas, incluida IU-ICV, tienen el estigma de la partidocracia. El Cataluña Podemos se ha hundido: 1) por la sospecha de que en BCN, la Colau y su gobierno municipal son un completo desastre y 2) porque, aunque Podemos suscitaba ciertos entusiasmos, su dilución en una sigla desconocida por el electorado “Catalunya Si que es pot”, implicaba la pérdida de apoyos. Para colmo esa candidatura englobaba a Equo (¿quién conoce a Equo más allá de izquierdistas con pedigree de otra época?), ICV, EUA, Podemos… y todo ello presidido por un anciano prematuro Josep Lluis Franco Rabell, reconvertido en “Lluís Rabell”, antiguo candidato del PORE en 1988 (¡del PORE! aquella formación trotskista de otro planeta), pasado luego al Revolta Global (ex Movimiento Comunista de España), presidente de la Federación de Asociaciones de Vecinos de Barcelona (un mero apéndice del ayuntamiento) y luego impulsor del manifiesto de izquierdas por el Si-Si en el seudo-referéndum de noviembre: es decir por la independencia de Cataluña... ¿Qué otra cosa podía ocurrir? Fracaso cantado. La cuestión es que si Podemos no se presenta como tal en las generales, corre el riesgo de quedar como grupo extraparlamentario. Desde luego, Pablo Iglesias y los suyos empiezan a estar aureolados de dos características que son una maldición para una opción política: decepción y fracaso.

Son conservadores… quieren conservar lo que tienen. Y cada vez tienen menos. En Cataluña han hecho la campaña del miedo al abismo en caso de secesión (trayendo, finalmente, a Sarkozy que ha logrado incluso atemorizar a sus propios niños con esa mirada de psicópata redomado que tiene y esos orígenes e intenciones oscuras que le acompañan allí donde va). Ahora, cuando toca afrontar las elecciones generales el único recurso al que se pueden aferrar es el “voto del miedo”: o ellos o el caos. Si en Ciudadanos hubiera mayor talla política (fuera de Cataluña, el partido todavía no ha conseguido arraigar suficiente como para revalidar los resultados del 27-S), el PP correría el riesgo de ser un partido residual. Perderá votos en las generales, pero Rivera lo apuntalará… a cambio de que desactive la mano tendida al soberanismo (con el que Rivera tiene una cuenta personal pendiente que no va a olvidar) y le haga cumplir estrictamente la constitución. Intenciones que solamente se revelarán el día después. Hasta ese momento, Ciudadanos habrá conseguido que se trasvasen hacia su formación miles de votos que hace sólo seis meses estaban orientados a Podemos, hacia su bolsa electoral.  ¿Problema? ¿Qué propone Ciudadanos fuera de Cataluña? Poco y con poca convicción. Su único atractivo se reduce a ser una candidatura triunfadora en Cataluña (menos mal para ellos el que su rama andaluza, de momento, no da mucho que hablar e incluso se ha olvidado su apoyo al e“partido de la corrupción”, PSOE), además de la sonrisa de su líder. Poco para gobernar un país. Pero es lo máximo que da la clase política de reemplazo.

Burger King lanza una “hamburguesa negra” en España. Si esa es la propuesta innovadora para revitalizar la mermada clientela de las hamburgueserías, le auguramos el más triste de los fracasos. Quizás en Japón, las “hamburguesas de colores” pueden ser una alternativa al sushi, más que nada por la degradación de la tradición japonesa y la crisis de su juventud, pero en España hay comidas energéticas que resultan mucho más atractivas incluso para los jóvenes y a 8-10 euros menú. Lo peor es que en Japón, el color negro se ha logrado mediante tinta de calamar. En España, en cambio, con… carbón vegetal. El sabor ahumado del pan seguramente se ha conseguido con algún producto químico de cuyos efectos secundarios nos enteraremos en una veintena de años. Se come mal en los fast-foodHaced un experimento: llevaros a casa una hamburguesa, abrirla por la mitad y mirarla con detenimiento. No os gustará lo que veréis. Es probable incluso que nunca más volváis a pisar uno de estos establecimientos. ¿La alternativa? Comida identitaria: ni hamburger, ni kebab. Comida tradicional: paella, cocido, montaditos, bocatas calamares, fritanga y ensaladas variadas.


¿Cuántos años lleva emitiéndose Sálvame? Más aún: ¿desde hace cuántas décadas l telebasura ha llegado a las pantallas? Pero solamente es ahora cuando la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia ha incoado expediendes a Mediaset y Atresmedia,  a la primera por los contenidos de Sálvame en horario infantil y a la segunda por superar el límite de 12 minutos de publicidad por hora de programación… Llueve sobre mojado, pero no hay que olvidar lo que es la televisión: publicidad en medio de la cual se colocan contenidos de programación para que el público la soporte… Eso y no otra cosa. Las televisiones por cable no son alternativa: además de pagar la conexión… debemos también de soportar la publicidad. ¿Entonces? Tres alternativas: 1) o vendemos el televisor, 2) o lo mantenernos cerrado, 3) o nos hacemos una televisión a la carta. Cualquier cosa antes de que soportar el bombardeo publicitario y la mala calidad de programas y series. ¿Cómo hacer realidad esto último? Dos soluciones: o bien mediante programas peer-to-peer (Emule, Torrent) y trasladando los contenidos al monitor de TV (entrada USB o CDMI) o bien conectando un ordenador a la TV y viendo desde ahí directamente los contenidos. Ah, y atención a Netflix (ver películas de estreno pagando cantidades aceptables) que en estos momentos está en fase de lanzamiento en España. Cualquier cosa antes que encender la TV y realizar zapping permanente e interminable con la pretensión, siempre frustrada, de encontrar algo interesante.