Los mítines y
los actos públicos pertenecen a otra época, así pues, ir a Vallecas a disputar
la "plaza roja" a la izquierda, no parece razonable. Hace tiempo que
la izquierda ha perdido la calle, esa calle que hoy, si es de alguien,
pertenece a servicios de mensajería, perros defecando, patinetes eléctricos,
colgaos y embozados. Cualquier actividad pública de algunos partidos, puede ser
considerada como una "provocación" por otros. Eso garantiza aparecer
en los medios (véase el moños en Coslada), pero también es contribuir a colocar
un baldosín más en la “sociedad del espectáculo”. Es el tiempo de la “post-verdad”
en la que lo razonable, la propia ley, los actos de gobierno y las campañas
electorales, no apelan ni a la razón, ni al entendimiento, ni siquiera a la
civilización, sino a la imagen, a los sentimientos, al espectáculo, en una
palabra. Eres la “alternativa”, cuando tienes el valor y los redaños
suficientes como para enfrentarte a la “post-verdad”.
Vox se ha
equivocado al convocar un mitin en Vallecas. El votante vallecano tenderá a
votar de manera natural a Vox, no tanto por convicción, como por rechazo a
cualquier otra opción que antes hubieran votado. Vox debería haber esperado a
tener mayoría en Vallecas para tomar las calles de aquel barrio, avalados por
el resultado electoral. Hacerlo antes era pringarse en unos incidentes provocados
por otros que, tanto PP, como PSOE, como el zombi de Cs, denunciaría como “extremismos
opuestos”, nada que ver con ellos, pureza inmaculada, representantes prístinos
de la democracia y ayatolas de la concordia y el civismo… (vamos lo que el
Evangelio define como “sepulcros blanqueados”).
Además, hoy
no hace falta ir a los barrios para ganar a los barrios. Las bandas étnicas, la
delincuencia llegada de todas las partes del planeta, la inmigración masiva y
descontrolada, la transformación de los sindicalistas en consumidores compulsivos
de marisco y los fraudes estilo Podemos, hacen campaña en los barrios por
cualquiera que se oponga a todo esto. Incluso para Vox.
Sin olvidar que,
a los barrios ya no se llega por la calle, sino por las autopistas de la
información. Un vídeo viral es mucho más eficiente que un mitin de 5.000
personas (a fin de cuentas, todos ellos, ya convencidos). La “publicidad
inteligente” que bombardea a diario a quien, a través de alguna cookie, ha
demostrado predisposición hacia los temas de Vox es mucho más eficiente que los
sobres de publicidad en el buzón que llegan tanto a un español-de-toda-la-vida
harto, que a un Ndongo, a un Wilson Pérez, a un Habibi o a un Cha-lao.
No, definitivamente, no hace falta convocar mítines que ya sabemos cómo van a terminar. Lo que hace falta es enarbolar un programa valiente que confiese lo que otros no se atreven a decir: que España, toda Europa, están al borde del precipicio, que en 10 años seremos irrelevantes en el concierto de las naciones y habremos perdido el tren del siglo XXI. Yo pediría a cualquiera que intente levantar una “alternativa” en España, que no mire a mañana, ni al 4-M, sino a 2030.