Leo que el jefe
y co-fundador del Frente Polisario, Brahim Gali, está hospitalizado en Logroño
con nombre falso y después de que el gobierno lo acogiera a petición del gobierno
argelino. El Ministerio de Exteriores confirmó que el dato es cierto, añadiendo
que fue acogido “por razones humanitarias”. Hace unos meses, el Polisario,
inopinadamente, afirmó que reanudaba las hostilidades con Marruecos y, desde entonces,
se han sucedido distintos ataques por una y otra parte. Esto me da pie a
meditar sobre el Sáhara, las pequeñas naciones, y los grandes errores.
Vayamos por los
errores. El primero que cometió el Frente Polisario fue enfrentarse con España.
En la “historia” (cabría más decir “historieta”) que Wikipedia le dedica a esta
organización, se pasa completamente de soslayo que los terroristas del
Polisario, asesinaron a soldados españoles entre 1972 y 1975. Ya por entonces,
el Polisario era algo así como una fuerza absolutamente dependiente del
gobierno argelino en sus intentos de lograr la hegemonía en la zona.
De hecho, si el
gobierno español se negó en la época a tener contactos con el Polisario, fue,
en primer lugar, por que hostigaba a las tropas españolas y, en segundo lugar,
por percibir que no era una fuerza autónoma, sino teledirigida desde Argel,
gobierno que, entre otras cosas, permitía la presencia -y el entrenamiento- de
etarras en su territorio y que, a fin de cuentas, estaba alineado con la URSS.
Desde entonces,
siempre que alguien me ha planteado apoyar al Polisario o a la independencia
del Sahara, le repito que esto no va conmigo. Es cierto que quedan algunos
saharuis que hablan castellano y que se trata de los únicos en el mundo árabe
que tienen esta lengua como vehicular y es cierto también que hay que saber
perdonar y olvidar.
Me cuesta no
pensar en los jóvenes de mi generación que fueron asesinados en el Sahara.
Pero, aunque los olvidara, aquel no fue el único error que se cometió durante
la “descolonización” de aquella provincia española.
La ONU tiene sus
responsabilidades igual que los doctrinarios de la “liberación de los pueblos”
y de la “descolonización”. En 1973, el Sahara tenía apenas 80.000 habitantes.
Era un desierto absoluto, con una pequeña ciudad, el Aaiún y unas minas de
potasa en Bucrá. El resto eran poblados nómadas distribuidos en asentamientos
minúsculos. Y me pregunto: ¿podía pensarse que el “Sahara Occidental” tenía la “masa
crítica” suficiente como para ser un “Estado independiente”? La respuesta no
puede ser más que negativa. Hubiera sido un simulacro de Estado perdido entre
las arenas y a merced de cualquier corporación o de Estados vecinos.
Para que un
territorio pueda considerarse “Estado independiente”, lo primero que precisa es
disponer de capacidad para asegurar su independencia y para hacer respetar sus
derechos como Estado. Sin olvidar que precisa infraestructuras, comunicaciones,
representaciones en el extranjero, fuerzas armadas, sanidad, burocracia,
instituciones, etc… Y 80.000 habitantes no eran suficientes para todo eso.
Ciertamente, lo que para Estados del Golfo Pérsico con similares
características es el petróleo, para el Sahara Occidental podían ser los
fosfatos. Soñar cuesta poco.
Desde 1975 a
1985 se fue desarrollando una guerra entre el Polisario y el gobierno marroquí
(Mauritania quedó pronto fuera de juego y renunció a sus “derechos” en el
Sahara Occidental). En Rabat, la idea del “Gran Marruecos” (teorizada en los
años 30 por los fundadores del Istiqlal exiliados en Egipto que, en esto,
siguieron también a los que hablaban de la “Gran Siria”, del “Gran Líbano” y
que, a su vez, trataban de imitar a la “Gran Alemania”), reivindicaba Marruecos
como propio, junto a los territorios argelinos de Tinduf y Bechar, a Sidi Ifni,
a las “islas adyacentes” y, ya puestos, también a las Islas Canarias.
Imposible olvidar
el primer error histórico cometido por Juan Carlos I cuando firmó la retirada
del Sahara como primer acto de su gobierno, tras la “Marcha Verde” y con el
cadáver de Franco aun caliente. A partir de ese momento -como los errores nunca
vienen solos- el Polisario la emprendió contra Marruecos en una guerra que
tenía perdida desde el comienzo. Bastaron unos años de experiencia para que los
militares marroquíes idearan una estrategia defensiva que dio buenos
resultados, basada en “muros”.
En 1985, el
Polisario estaba atascado y, poco después, su valedor, el gobierno argelino
empezó a tener dificultades que lo empantanarían en una guerra civil interminable
entre los islamistas o los “pro-occidentales. Eso, unido a la eficacia de los “muros”,
determinó un alto el fuego y el que, durante casi treinta años, el conflicto
estuviera en dique seco.
Pero durante ese
tiempo, la población del Sahara ha variado extraordinariamente. Hoy, la zona
está poblada por casi un millón de habitantes, la inmensa mayoría de los cuales
son de origen marroquí que están colonizando la zona. Así pues, aquella
petición de un “referéndum de independencia”, formulado en 1970 por las
Naciones Unidas, ya no es viable: masivamente, el “electorado”, votaría NO a la
independencia. De ahí que, durante mucho tiempo, incluso hasta tiempos de
Zapatero, se hablase de “realizar un censo”. La idea era que solamente tendrían
derecho a voto los que pudieran acreditar origen saharaui. Misión imposible: la
demografía de 1975 era completamente diferente a la de 2000. Desde hace ya tiempo,
era cantinela -afortunadamente- ha desaparecido hundida en su irrealismo.
Quedan por
explicar los ataques del Polisario a las Fuerzas Reales Marroquíes en los
últimos meses. Pura aventura, inducida nuevamente por Argel. Irrealismo
suicida, porque todos intuyen que el Polisario carece de fuerza suficiente como
para golpear a Marruecos hasta sentarlo en la mesa de negociaciones.
En 1975,
Marruecos estaba vinculado a la esfera de influencia francesa. Eso también
cambio al llegar el milenio. Hoy, el “reino alahuí” es la pista de aterrizaje en
África para los marines de los EEUU. Cualquier intento norteamericano de
intervenir en Oriente Medio pasa por Marruecos como “escala técnica”. Los EEUU
llegan un siglo garantizando la seguridad de la dinastía de los Saud en Arabia
Saudí, y no tienen el menor empacho en hacer otro tanto con Mohamed VI.
Mientras los EEUU se puedan permitir desplazar tropas por el planeta, la corona
marroquí estará segura y el “Sahara independiente” seguirá siendo una
entelequia.
Y no, no me pienso
solidarizar con la aventura del Polisario. Porque es una aventura y terminará
como tal, sin pena ni gloria, con algunos escaldados, varios muertos y con la “independencia
del Sahara” en el mismo lugar que en los últimos treinta años.
En cuanto a lo de la “solidaridad humanitaria”, es un término que no me dice gran cosa a la vista de las estafas, timos y mentiras que se han justificado en su nombre. Cada pueblo es responsable de sus actos y no sólo sus dirigentes. Nosotros, sin ir más lejos, somos responsables de haber elegido a los peores dirigentes del país y no podemos ir pidiendo responsabilidades a otros. Cada pueblo tiene lo que se merece y esta ley vale también para los saharauis. Sólo cuando empiecen a reconocer que la independencia es una quimera inalcanzable y pidan perdón -sí, perdón, ¿es que vamos a dejar que Bergoglio sea el único que ejerza en solitario el noble arte de la disculpa?- por los soldados españoles asesinados, cuando reconozcan que la independencia es imposible hoy tanto como en 1970 y 1975, entonces podremos empezar a considerar que merecen algo más de que tienen y que ellos mismos han buscado.