Inicialmente, el
“procés” fue una estafa a los que pensaban que era posible llegar a la
independencia de Cataluña y a crear una nueva nación en esta época de globalización
postnacional. La lógica y el sentido común indicaban, desde el principio, que
no era posible. En privado, sus promotores más honestos, a posteriori, reconocieron
que se había tratado de un “mal cálculo”. Pero lo que ha seguido luego ha convertido
el esperpéntico “error”, en timo puro y simple. Ahí es donde Puigdemont se ha
quedado solo con sus últimos fieles en Waterloo. Suponemos que, al final ERC y
JuntsxCat llegarán a algún acuerdo de compromiso para evitar nuevas elecciones,
pero vale la pena conocer cuál es, hoy, el motivo oficial de la discordia entre
ambas formaciones.
JuntsxCat
sostiene que la “república catalana existe”. Y que, por tanto, solamente se
trata de dotarse de medios para gobernarla. El primero de todos: un DNI. A doce
euros pieza con código QR. JuntsxCat pretende que la gencat reconozca ese
documento como “medio de identificación” que sustituya al DNI de toda la vida.
El carné se lanzó el pasado 6 de abril. Su nombre oficial es “Identidad
Digital Republicana”. El “Consell per la república” formado desde Waterloo
lo ha lanzado con la consigna de “preparar una estructura de Estado”, y “la
ID es un espacio de soberanía y empoderamiento del ciudadano”. El aliciente
es que quien lo presente tenga “beneficios sociales”, es decir, descuentos en
clubs, tiendas, y, por supuesto, en subsidios y subvenciones distribuidas por
la gencat, algo que el DNI español no permite… (aquí, risas enlatadas).
Lo peor es que
la idea del DNI-catalán está muy trillada. Hace 10 años que los vendían, como
vendían camisetas, barretinas, preservativos y hoy venden mascarillas con el
signo indepe.
ERC, claro está,
no quiere acceder a la nueva locura alimentaria de la camarilla de Waterloo.
Pere Aragonés, seguramente, no es el más adecuado para presidir ni una
comunidad de vecinos, pero tampoco es un suicida que quiera acabar empapelado
en procesos. Aspira sólo a hacer lo que todo político hace: aumentar la cuenta
corriente. Por tanto, es imposible acceder a la petición de JuntsxCat. Pero
tampoco puede gobernar sin su apoyo. Así que se trata de ver hasta dónde pueden
cambalachear unos y otros.
Hay que recordar
a los que viven fuera de Cataluña que, de Puigdemont solamente se acuerdan los enganchados
a TV3. Dicen que Puigdemont “vive” en Waterloo. No, de hecho, vive sólo en TV3.
La “televisión pública catalana” es la UNIDA que mantiene con vida su memoria y
lo presenta como un superhéroe que vigila en la noche oscura del fin del “procés”.
Para el resto, Puigdemont es un nombre más, tan irrelevante hoy como el de
Torra. Alguien alejado de la realidad catalana de abril de 2021, una realidad que
se aleja cada vez más, no solamente del “procés”, muerto y enterrado, sino de
cualquier cosa que haya propuesto el nacionalismo.
La época de los “Estados-Nación”
quedó atrás en 1945. A partir de entonces, se inició el tiempo de las “federaciones
continentales”. El hecho de que la UE se haya convertido en una ineficiente
estructura burocrático-administrativa, que solamente ejerce como pata europea
de la globalización, no quiere decir que haya un lugar para los
micronacionalismos y sus micronaciones. El problema es que, allí donde
gobiernan, distorsionan la realidad, crean falsas esperanzas y… falsos
documentos de identificación.
El día en que TV3 deje de estar en manos del nacionalismo (es decir, el día en que el nacionalismo pierda el control de la gencat y esta pueda volver a ser considerada como “institución de todos los catalanes”, Puigdemont deberá ganarse la vida en las paradas del metro de Bruselas cantando habaneras o canciones rumanas acompañado por su mujer.