jueves, 7 de noviembre de 2019

HOLLYWOOD Y EL TERCER REICH


Goebbels nunca ocultó admirar algunas películas de Hollywood. Se ha dicho que, a partir de las 21:00 horas, Hitler invitaba a sus acompañantes a proyecciones privadas de Laurel and Hardy (El gordo y el flaco) o de Mickey Mouse. No eludía reír ante las escenas más desternillantes. Se ha añadido que admiraba a Greta Garbo –y quizás fuera cierto en tanto que el rostro de la actriz emanaba esa simetría y serenidad que tanto atraían al Führer– y que le encantó Camille (1936, Margarita Gautier) hasta el punto de que derramó algunas lágrimas… También se añade que consideraba a Tarzán como un perfecto imbécil… Es posible y, en cualquier caso, todo esto indicaría que Hitler era, incluso, humano.

En el libro The Collaboration [1] de Ben Urwald aparecen algunos datos interesantes sobre las relaciones entre el Tercer Reich y la industria del cine de Hollywood. El tema es todavía más interesante en la medida en que el autor reconoce que todos los estudios de Hollywood estaban en manos de personalidades de origen judío [2]. El interlocutor de la industria del cine con Alemania era el cónsul de ese país en Los Angeles, Georg Gissling. Gissling había ingresado en el NSDAP en 1931 en su Sección Exterior (NSDAP–AO, Auslandorganisation). Desde 1927 ostentaba esa misión diplomática (en la que permaneció hasta 1941). Practicaba deportes de invierno y participó en el equipo alemán de bobsleigh en las Olimpíadas de Invierno de 1932 (en Placid Lake, Nueva Yok). Se le conoce como “el hombre de Hitler en Hollywood”. Gissling ejerció en muchas ocasiones su papel de mediador, advirtiendo –a invitación de los estudios de Hollywood– qué películas no podrían proyectarse en Alemania. Su papel era, por tanto, importante, en la medida en la que los distintos estudios de Hollywood aspiraban a mantener el mercado alemán. Gissling era habitualmente invitado a los estudios de cine para sondear su opinión sobre tal o cual película.

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Algunas sugerencias se tuvieron en cuenta [3] y otras se rechazaron, pero lo cierto es que entre 1933 (subida de Hitler al poder) y 1941 (entrada de los EEUU en la Segunda Guerra Mundial), Hollywood introdujo decenas de películas en Alemania y solamente unas pocas en las que su mensaje anti–nazi era explícito fueron rechazadas. Películas como The Lives of a Bengal Lancer (1935, Tres lanceros bengalíes) respondían perfectamente, no solo a las necesidades de espectáculo del pueblo alemán, sino a la ideología del Tercer Reich basa en el liderazgo, el heroísmo, el espíritu de aventura, la milicia y la lealtad. Lo mismo ocurrió con Mutiny on the Bounty (1935, Rebelión a bordo) que expone la justeza de una revuelta contra una autoridad ejercida despóticamente. Ninguna película de humor fue vetada y la prensa del régimen, al igual que la prensa independiente, elogiaron todas estas producciones o bien realizaron una crítica estrictamente cinematográfica.

En 1939, periodistas de los diez mayores diarios alemanes de la época, incluido el Völkischer Beobachter fueron invitados a realizar una “gira de buena voluntad” a los estudios de la Metro Goldwin Mayer en Hollywood. Poco después se estrenó en Alemania, Mister Smith Goes to Washington (1939, Caballero sin espada), de Frank Capra y protagonizada por James Stewart. La película es, en realidad, una crítica al gobierno americano, a sus lobbys, a sus grupos de presión y a sus corruptelas, a los políticos sin escrúpulos y, en definitiva, a la democracia forma. La película recibió el Oscar al mejor guion y otras once nominaciones. La película se adaptaba como un guante a la crítica que realizaba el Tercer Reich a la democracia formal y, a pesar de la proximidad de la guerra y a la sensación de que se estaba avecinando, la película tuvo una extraordinaria repercusión en Alemania y fue un éxito rotundo de taquilla. Esto ocurría un año después de que se hubiera producido la campaña de agitación anti–nazi que sucedió al asesinato del diplomático alemán en París, Vom Rath y a los incidentes de la llamada Noche de los Cristales Rotos. A pesar de todo esto, el volumen de negocio del mercado alemán era demasiado tentador como para que la industria de Hollywood no optara por explotarlo hasta el límite.

Una de las películas que no pasaron los controles de calidad del Tercer Reich fue All Quiet on the Western Front (1930, Sin novedad en el frente) que se había estrenado antes de la llegada de Hitler al poder pero que fue retirada a partir del 30 de enero de 1933. El guion de la película se basaba en la novela de Erik María Remarque del mismo nombre, calificada como “derrotista” por el NSDAP desde el momento mismo de su aparición. Durante su estreno en 1930, ya se habían producido algunos incidentes. Las SA lanzaron bombas fétidas en las salas y soltaron ratones.  Sin embargo, el nuevo gobierno pidió que se realizaran algunos cambios en el guion para que pudiera seguir exhibiéndose en Alemania. Tales cambios se realizaron y la película siguió exhibiéndose.


Cuando Georg Gissling fue informado en 1936 de que la Metro estudiaba llevar a la pantalla la novela de Sinclair Lewis, It Can’t Happen Here (1935, Esto no puede pasar aquí) en la que se instauraba un gobierno fascista en los EEUU, la opinión de Gissling fue determinante para que cesara la producción a poco de haber comenzado. ¿La razón? Que Alemania se sentiría molesta con la película. Antes de 1933, Hollywood había tenido muy en cuenta a la opinión pública alemana. Era evidente: lanzaba productos de masas que, en caso de ser rechazados, por una parte de la población alemana, perdían mercado y, por tanto, debían ser repensados. El propio gobierno alemán antes de la llegada de Hitler al poder, había impedido la difusión de películas sobre la Primera Guerra Mundial en la que los oficiales alemanes aparecían como sinvergüenzas y sádicos. El gobierno de Weimar había elaborado una ley para evitar la difusión de productos culturales que pudieran resultar ofensivos para el ejército alemán. Hitler se apoyó en esta legislación para vetar a algunas cintas: no era legislación del Tercer Reich sino de la República de Weimar.

Carl Laemmle, el jefe de la Universal, se encargó de las relaciones entre Hollywood y el Tercer Reich. Era de origen judeo–alemán pero no se había exiliado a los EEUU al llegar el NSDAP al poder sino que había emigrado mucho antes, en 1884. Fue el fundador de los Estudios Universal que constituyó en 1915 con el nombre de Universal City, amasando una extraordinaria fortuna, una parte de la cual dedicó a ayudar a la comunidad judía de Laupheim, su lugar de nacimiento. Treinta y seis días después de la llegada de Hitler al poder Sin novedad en el frente resultó prohibida y debió modificar su estructura. La calle que llevaba su nombre en la ciudad en la que nació fue retirada, siendo llamada calle de Albert Leo Schlageter. Después de esto facilitó la salida de 300 judíos de Laupheim hacia EEUU. De entre todos los propietarios de estudios de Hollywood, Laemmle fue el que mantuvo una actitud más militante de hostilidad hacia el nacional–socialismo. 

De aquella época salieron de los laboratorios de Hollywood películas que, si bien no eran antisemitas, si podían ser consideradas como tales según la óptica con la que se contemplasen. Tal fue el caso de The House of Rothschild (1934, La casa de los Rothschild) en la que quedaba claro que la dinastía financiera de origen judío, dominaba Europa, alguna de cuyas escenas fue aprovechada para la elaboración del documental Der ewige Jude. Dokumentarfilm über das Weltjudentum [4]
(1940, El judío eterno).

Si bien esta primera “colaboración” entre Hollywood y el cine alemán, era muy limitada y superficial, los estudios de Hollywood, en concreto la Paramount y la 20th Century Fox, acordaron con la UFA la producción de documentales sobre la vida en Alemania. No sólo eso: la Metro había invertido dinero en 1938 en fábricas de armas alemanas en Austria y en los Sudetes, algo que puso de relieve el libro de Urwand y que este autor repitió en un vídeo recogido en youTube[5]: "El estudio de cine más grande de América financió en realidad la producción de armamentos alemanes inmediatamente antes de la Segunda Guerra Mundial”. Esta colaboración siguió después de que se iniciaran las hostilidades en Europa y su cine siguió exhibiéndose en el Reich.

En 1937, Gissling consiguió que la Warner modificara una película sobre la vida de Emile Zola en la que se aludía al “caso Dreyfus”. Los estudios de Hollywood llegaron a firmar sus notas a Berlín con la coletilla “¡Heil Hitler!”. La primera película en la que se criticaba al nacional–socialismo solamente fue producida en 1939 por la Warner: Confessions of a Nazi Spy
(Confesiones de un espía nazi) protagonizada por Georg Sanders y Edward G. Robinson, en la que un agente del FBI investiga una red de espías nazis en EEUU con contactos en países sudamericanos. Se trato de una excepción.
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Esta actitud del cine norteamericano fue muy diferente de la prensa de ese mismo país, parte de la cual, era propiedad de empresarios judíos que desde 1933, prácticamente, estaban en guerra contra Alemania. La diferencia de actitud de los empresarios de la misma comunidad judeo-norteamericana, pertenecientes a dos sectores distintos, se debe a que la prensa no precisaba exportarse, pero si las películas de Hollywood que tenían en el mercado europeo y, más concretamente, en Alemania y sus países aliados, buena parte de su clientela.




[1] The Collaboration: Hollywood's Pact With Hitler Ben Urwand, Harvard University Press, EEUU, 2013.

[3] David Mikics, profesor de la Universidad de Houston, ha señalado “los nazis tuvieron un poder de veto total sobre las películas de Hollywood” que serían distribuidas en Alemania y otros países. (cf. Revista Comprimis – DAIA – Hollywood y el Tercer Reich: cinco minutos por los seis millones (Año 5, nº 33, abril de 2012, http://www.daia.org.ar/2013/uploads/documentos/63/compromiso33.pdfhttp://www.daia.org.ar/2013/uploads/documentos/63/compromiso33.pdf)
[4] Puede ver completo en https://www.youtube.com/watch?v=9DOI3FqCZJEttps://www.youtube.com/watch?v=9DOI3FqCZJE. La película bajo la forma de documental registra una parte importante filmada entre las comunidades judías de Polonia. A partir del minuto 54:35 la filmación se convierte en escalofriante con una muestra del ritual kosher de sacrificio de animales, reseñándose en letras sobreimpresas que el pueblo alemán abominaba en su amor a la naturaleza de este tipo de costumbres.
[5] https://www.youtube.com/watch?v=MNtXbC78K-Qhttps://www.youtube.com/watch?v=MNtXbC78K-Q