miércoles, 13 de octubre de 2010

Jean Markale y el misterio del Grial

info-Krisis.- Jean Markale es uno de los principales estudiosos sobre la temática del Grial. No se trata, sin embargo, de un tradicionalista, sino de un investigador. Buena parte de las obras de Markale han sido publicadas por distintas editoriales. Sin embargo, las obras más interesantes de este autor –sobre los orígenes históricos de la dinastía artúrica y sobre las principales tradiciones de Francia- permanecen inéditas en nuestra lengua. En 1996, tuvimos un encuentro con Jean Markal del que damos cuenta.


Leí el primer libro de Jean Markale a instigación de Yves Bataille, un antiguo amigo que regentaba una librería en el lugar más bello de París, la plaza de la Contrescarpe, la zona más elevada del Barrio Latino. Su librería está especializada en turismo y viajes, pero en los anaqueles ví un título que desdecía esta orientación. A Bataille, natural de Perpignan, además de vender libros le gusta leer; periodista y licenciado en Filosofía y Letras, desde hace veinticinco años dirige círculos de aproximación franco-quebecois y ha residido en Serbia durante cinco años desde los bombardeos criminales de la OTAN; y si algo se mueve en el París cultural, Yves es la persona más adecuada para informar. Si hay que entrevistar a algún exiliado de "Sendero Luminoso" es a él a quien hay que acudir, si se necesita confirmar un dato sobre política francesa en Canadá o en Africa francófona, el camino más corto es su fax y si se trata de contactar con cualquier medio de la antigua Yugoslavia, sin duda él puede orientar nuestra búsqueda.

Fue Yves Bataille quien me habló por primera vez de Jean Markale; celtista empedernido, Markale, a lo largo de treinta y tantos libros, ha explorado todas las implicaciones de la cultura celta. Por tanto, cuando Juanjo Llamas me comentó que iba a traer a Markale al programa presentado y dirigido por Paco Ballester, "El Gran Sabbath", en Radio Nacional de España, aproveché la ocasión y me sumé al encuentro.

Si hacemos abstracción de su melena blanca y de su calva incipiente, Markale, que está en los comienzos de la sexta década de su vida, tiene un aspecto deportivo y viste desenfadadamente como cualquier joven; no puede evitar que su físico delate una naturaleza inquieta y vital. Definitivamente un tipo que ha escrito tres docenas de libros no puede ser un lánguido. Es un erudito y además hiperactivo.

José J. de Olañeta le publicó una maravillosa biografía de Leonor de Aquitania, esa mujer de rompe y rasga que apareció en lo mejor de la Edad Media y fue esposa y madre de reyes que entraron en la leyenda romántica: Ricardo Corazón de León, Juan Sin Tierra... Luego, el mismo Olañeta tradujo y editó un "Pequeño Diccionario de Mitología Céltica que, en verdad, era tan pequeño como cuidado, Más adelante, Tikal, una editorial que hacía poco empezaba a lanzar libros al mercado, publicó otros dos de Markale relativos al Grial y a la saga arturiana. Y aún hay alguno más, sobre sociedad y cultura celta, en editoriales universitarias. Tranquilos los editores, que todavía quedan más de tres docenas de libros de Markale por disputarse.

Pero Markale todavía no había llegado a España en tarea misional; fue la recién creada Asociación "Génesis" quien lo trajo en febrero de 1996. "Génesis" es la filial española de una sociedad nacida en Francia, fundada por Myriam Jolinon, una veterana budista francesa que ha decidido completar su recorrido espiritual creando esta asociación dedicada -entre otras actividades- a luchar contra la falsa ciespiritualidad y el peligro sectario. La asociacion nace de un estado de ánimo muy concreto que se va concretando progresivamente, la de que las cosas han llegado demasiado lejos y que el supermercado espiritual está saturado de productos infumables, videntes que no ven, sanadores que no sanan, terapias que no funcionan, asociaciones que encubren sectas, centros cuyo único interés es la cuenta corriente y la chequera del incauto que les visita y, finalmente, magos incapaces de acometer un ritual sin inducir al desternillamiento. Así están las cosas y nosotros vamos de cruzados contra toda esta morralla. Al fin y al cabo es la postura más digna.

Es precisamente la inflación de todo este tipo de necedades y de fraude organizado lo que me hace pensar -y lo repito una vez más- que esta Nueva Era es solo el apéndice terminar de la Vieja. Por ello celebro que, cuando aun no nos conocemos lo suficiente y pregunto a Myriam Jolinon su opinión y la de Markale sobre la Nueva Era, se limite a contestar que apenas la consideran una etiqueta comercial. Bingo. Markale considera esta época como oscura y trágica, huérfana de valores e ideales, una época en la que llama a rescatar un viejo símbolo celta: el Grial. Toda nuestra entrevista giró en torno al Grial y a lo que puede aportar el mito artúrico para nuestra época.

Markale tiene un valor precioso para mí; su libro sobre el Rey Arturo fue el primero que me indicó las pistas a seguir: gracias a él supe que Arturo fue un "dux bellorum" (caudillo guerrero) que vivió efectivamente en el siglo VI en Cornualles. Sobresalió del caos político-social que siguió a la retirada de la administración romana y consiguió unificar, después de una serie de combates victoriosos, una parte del país. Markale hace en su libro una antítesis entre la mitologización de la historia y la historificación del mito. Es como una carretera de doble dirección: los romanos insertaron con rango histórico el mito de su fundación por Rómulo y Remo hasta el punto que las grandes familias patricias tenían a un héroe o un dios en el origen de su linaje; los descendientes de los celtas hicieron justamente lo contrario, transformaron la historia en mito y de ahí surgió la leyenda de la Tabla Redonda, el recuerdo de un gran rey, de una espada invencible, de un consejero devenido en mago, de un hijastro traidor... y en medio de todo ello, el tema de la copa de la vida eterna y la salvación. Era el viejo caldero de Lug y de Dagda, la vieja olla en la que el druida Panoramix cuece la poción mágica que otorga fuerza y vigor a los ridículos galos de las historias de Asterix y Obelix...

Markale tiene razón en pensar que jamás existió el Grial como una copa material; fue, antes bien, un mito educativo. El Grial está en nosotros mismos; la peripecia de llegar hasta él constituye un viaje iniciático, arriesgado y difícil de llevar a buen puerto. Depurar nuestros miedos, nuestras debilidades, todo el bagaje que es negativo y denso en nosotros, blindarnos con una loriga protectora contra todo lo que no es más que "vanidad de vanidades", todo esto puede ser vivido y experimentado en clave de aventura guerrera para gentes en cuyo interior late un caracter activo y dinámico, el carácter propio de quienes sienten necesidad de afrontar pruebas y medidas, los guerreros. El mito del Grial, el tema artúrico no vale para todos, no puede ser entendido por aquellos en cuyo interior no bulle una naturaleza guerrera, de la misma forma que los escritos de Eckhardt o de los místicos del Siglo de Oro jamás podrán ser entendidos ni vividos por un guerrero. A cada cual lo suyo; y las castas funcionaron bien durante más de cinco mil años; las clases sociales, por el contrario, no durarán más de la décima parte, por mucho que se empeñe Marx y sus émulos. Ya habrá tiempo de insistir sobre esto en otro lugar, cuando hablemos del "guerrero" castanediano y de su inevitable fracaso, la "impecabilidad" en su autodestrucción.

Si jamás existió el Grial, si se trató solo de una experiencia interior, entonces ¿cómo rayos hay que concebirlo? Para Markale una de los sentidos del Grial es el de "símbolo de la transmisión de secretos iniciáticos de generación en generación"; pero él mismo tampoco se hace muchas ilusiones de que estos secretos hayan pervivido hasta nuestros días, al menos en organizaciones y grupos concretos. La experiencia del Grial es la experiencia de lo Absoluto, lo que Ouspensky llamaba "la conexión con la fuente". No es raro que fuera tallado en una piedra desprendida de la frente de Lucifer, en realidad supone una voluntad de quien lo persigue de "ser como Dios", por tanto implica un cierto titanismo. Julius Evola, mi “maestro” intelectual, decía que la diferencia del Titán y del Héroe es que el primero fracasa y el segundo triunfo en su empresa. Quien conquista el Grial "ha tomado el cielo por asalto", su naturaleza es la del Héroe Olímpico que ha reconquistado el estado edénico primordial. Dice un fragmento de la leyenda que Seth, el hijo tercero de Adán y Eva, rescató esta piedra del Eden y con ella se talló la copa que Cristo bebió en la Ultima Cena y con la que se recogió su sangre en la Cruz. Luego la copa pasó a José de Arimatea y a partir de aquí fue poseída por lo que se ha llamado la "dinastía del Grial". Llama la atención que una copa de tanta importancia en relación con el cristianismo no fuera custodiada por monjes o clérigos o que estuviera incluida en el tesoro -material o mítico- del Vaticano. No, el tema del Gran Santo Grial no tiene nada que ver con el exoterismo de la iglesia, sino con un esoterismo paralelo. Fue en el mejor período de la Edad Media, ese que a Markale tanto le gusta reconstruir e historiar, cuando la tradición del Grial emergió como a toque silbato por toda Europa. Solo cuarenta años y desde las marcas del Este hasta la frontera cristiana de Castilla y Aragón, un nuevo tema se impuso: la leyenda de un rey perdido que poseía una espada invencible y de unos caballeros sentados en torno a una Mesa, persiguiendo una copa sagrada. Sólo cuarenta años, los mejores de Europa: aquellos en los que floreció el templarismo, la caballería, las cruzadas, las cortes de Amor, el momento de la síntesis metafísica del tomismo, el momento en que los Hohenstauffen, con Federico Barbarroja a la cabeza reclamaron para sí el título de "rex mundi". Y luego nuestras más hermosas catedrales. Las guerras fueron destructoras pero sometidas a reglas estrictas: treguas de Dios, combates singulares, un estricto código de honor y lealtad. Ni Markale ni mucho de nosotros, incluido Fulcanelli al último alquimista o Viollet le Duc, su maestro y maestro también de Antonio Gaudí, pensamos que la Edad Media fuera tan oscura y terrible. Aquella si que fue una Nueva Era; los juglares de Federico II -llamado por el clero "Stupor mundi"- cantaban en todo el territorio de Europa que "El alto cedro del Líbano será cortado !No habrá más que un solo Dios, es decir, un monmarca! !Maldito sea el clero! Si cae, un nuevo orden está presto".

La humanidad que surgió del mito Graélico tenía bien poco de cristiana: "Tomando por ideal el héroe antes que el santo, el vencedor antes que el mártir, situando la suma de todos los valores en la fidelidad y en el honor antes que en la caridad y la humildad; considerando la dejadez y la vergüenza como un mal peor que el pecado; no respetando en absoluto la regla que quiere que no se resista al mal y que se devuelva bien por mal; aprestándose, antes bien, a castigar al injusto y al malvado; excluyendo de sus filas a quien siguiera literalmente el precepto cristiano de "no matarás"; teniendo por principio no amar al enemigo, sino combatirlo y no ser magnánimo con él hasta haberlo vencido, la caballería afirmó, casi sin alteración, una ética nórdico-aria en el seno de un mundo que no era más que nominalmente cristiano". Las palabras son del barón Julius Evola. Esta fue la moral y la ética de los guerreros del Grial.

Markale tiene una vena de desmitificador impenitente; es consciente de que gentes con pocos escrúpulos o simplemente dotados solo de buena voluntad se han permitido teorizar sobre el Grial y sus residencias. Juanjo Llamas le pregunta sobre las relaciones entre el Grial y Montsegur. En los años treinta un joven y misterioso alemán, Otto Rhan, fue a buscar el Grial a la Occitania cátara. Jean y Michel Angebert, dos escritores franceses, próximos a las posiciones culturales de la Nueva Derecha, sostienen que Rhan encontró el Grial. Ese fue el inicio de un mito que tuvo su continuación en la saga de Indiana Jones cuando el tema se transfiere al Arca de la Alianza en la primera entrega de la serie. Los nazis ni tuvieron, ni probablemente -salvo Himmler- se interesaron ni por el Grial ni por el Arca de la Alianza. He recorrido personalmente toda la Occitania francesa que conozco como la palma de mi mano y allí no hay rastro alguno -ni siquiera en las tradiciones legendarias- del tema graélico. Una encantadora guía de las cuevas de Lomvribes me comentó que posiblemente las irisaciones verdosas que desprenden las paredes de la gigantesca cueva en donde se refugiaron los últimos cátaros del siglo XIII, probablemente confundieran a Rhan. Como se sabe, la leyenda dice del Grial que fue tallado en un piedra verde; ergo... Markale disipa el equívoco y niega por enésima vez que los cátaros tuvieran algo que ver con el Grial y que Montsegur fuera alguna vez sede del mismo.

Cuando, aprovechando la proximidad con Montsegur, le pregunto que opina del "affaire" de Rennes-le-Château y del cura Berenger Sauniere, el misterioso párroco que encontró un tesoro en un pueblo perdido pirenaico y que algún autor desaprensivo ha comparado al Grial, Markale sonríe: "C'est un escroc", se trata de una estafa contesta sintéticamente, él que ha escrito más de trescientas páginas dedicadas al tema en un libro todavía no traducido, pero que harían bien en leer los que alguna vez han creido en "prioratos de Sión", cuentos de merovingios y judíos, esenios y descendientes de Cristo e historia para pánfilos...

El tema arturiano y graálico ha sido recuperado abusivamente por la "new age". Los esposos Matthews, Caitlín y John, iniciaron la publicación, a finales de los años ochenta de una serie de libros sobre la Tradición Céltica y lo que ellos entendían que era la "magia" céltica. Era inevitable que aparecieran interferencias con el tema graálico. El problema, en este terreno como en lo relativo a otras tradiciones, es que la tradición celta y la tradición graélica se han extinguido. No quedan representantes que puedan alardear de una transmisión regular, que estén cualificados para ser portadores de una sabiduría venida de allende los siglos. No basta con analizar los restos arqueológicos y leer los estudios antropológicos y las fuentes literarias para revitalizar una tradición muerta. Odín y Wotan han muerto. Dagda, Lug, Belenos y Cernunos han muerto. Los dioses de los celtas, de los germanos, de los antiguos pueblos Indo-Europeos han muerto. Mitra y Apolo, Hércules y Démeter, nunca volverán con la forma que ya tuvieron. Es inútil, por tanto, practicar el boca a boca a los viejos dioses y supone demostrar una ingenuidad inasequible al desaliento, en el mejor de los casos, y en el peor una voluntad inherente de falsificación y estafa. Más hete aquí que desde California nos llegan noticias de cursos sobre "la vía del guerrero" que son regularmente seguidos por aquellos desengañados de la lectura de Castaneda que quieren buscar algo más auténtico. La "Iglesia Celta" tiene misiones en todo el mundo anglosajón y en cuanto a la "Orden de Bardos, Vates y Druidas", distribuye sus cursos por correspondencia desde Richmon en Surrey, Inglaterra; imagínense: ¿quiere usted convertirse en druida por correspondencia? Si los bardos, vates y druidas de los bosques celtas volvieran no creo que tuvieran mucha misericordia con estos malhadados émulos que unen a sus actividades preocupación por la repoblación forestal y difusión de algo tan poco druídico como la "teoría Gaia". En el lejano año 69 conocí a un personaje de edad indeterminada, ojos grises metálicos y piel extremadamente blanca, que decía ser heraldo del Gran Colegio de Druidas de las Galias; aparte de su título que incitaba más bien a la sonrisa, lo cierto es que su aspecto era más bien inquietante. Por lo demás, fuera lo que fuera, su formación era fundamentalmente teosófica.

Todos estos grupos y asociaciones son bastante decepcionantes para quien se siente atraído por la Europa Caballeresca, por las iniciaciones guerreras y la temática arturiana y graélica. Pero, a pesar de todas estas falacias y mistificaciones, una reducida falange de guerreros sigue en pié; su banderín de enganche no está en ningún sitio, pero su puesto de combate se encuentra en cada esquina de nuestras grandes ciudades, allí donde se libran los más duros combates contra la credulidad, el ficticio reino de la ilusión y la subjetividad alienante. Son los hombres que están en vela y que siguen el sabio consejo del viejo escritor de Praga, Gustav Meyrink. "Velar lo es todo". Yo procuro adherirme a esta casta guerrera que no quiere hacerse cómplice de los coletazos terminales del mundo moderno; estamos orgullosos de que Jean Markale sea uno de nosotros. El misterio del Grial renacerá, idéntico en su contenido, diferentes serán sus formas, inevitablemente sometidas a los condicionamientos de lugar y tiempo. Aquellos que sean capaces de beber en las fuentes del Grial -que son las de la Gran Tradición- volverán a sentir lo que un día experimentaron los héroes de la Edad de Oro. Markale habrá sido para ellos -para nosotros- un heraldo.

© Ernesto Milà – infoKrisis – infokrisis@yahoo.es