miércoles, 21 de noviembre de 2018

365 QUEJÍOS (203) – LOS RESTOS ANDANTES DE FRANCO


Servidor nunca fue franquista durante el franquismo. Mi padre, que había huido de la Barcelona sin ley, atravesando el Pirineo, cruzado el Sur de Francia y reingresado en España por el Irún recién caído en manos de las tropas “nacionales”, era un “hombre de orden” y me enseñó a mantenerme distante del franquismo: “burocracia sin futuro”, me decía cuando empezaba a enterarme de las cosas. Al igual que mi tío, falangista barcelonés de la tendencia de Roberto Bassas (porque en aquella Falange había “tendencias”); pasó toda la guerra en la zona “roja” y, a pesar de sus entusiasmos iniciales, se fue distanciando más y más del franquismo. Así que la genética familiar me impide haber figurado entre los franquistas por convicción. Reconozco, igualmente, que la forma en la que se hizo la transición me generó cierta añoranza del franquismo: nunca se vio tanto cambio de camisa en tan poco tiempo y nunca tanto político se reinventó a sí mismo. Y, por lo demás, yo -que había estado en contacto en los diez años anteriores, con militantes italianos-, sabía lo que nos aguardaba: “corruptelas sin futuro”, “partidocracia sin futuro”, “oportunismo sin futuro”. Dicho todo lo cual, quizás pueda parecer sorprendente que me queje de toda esta historia montada en torno a los restos de Franco.

Imagino lo que ocurriría si me fuera a Francia e iniciara una campaña para el traslado de los restos de Napoleón desde los Inválidos al cementerio del Père Lechaise. Me quedaría solo o me tacharían de tonto de baba, por mucho que les recordara que las campañas de agresión napoleónicas, en las que ni siquiera se tomaba la molestia de encontrar un casus belli, y las consecuencias que tuvieron a lo largo de los cincuenta años siguientes, presentan al “Gran Corso”, como el criminal, asesino despiadado y psicópata más grande que haya sido coronado en momento alguno de la historia contemporánea. La Historia con mayúsculas, es la historia: inmodificable. Y Franco pertenece a la historia de España: hace algo más de un siglo que apareció como oficial condecorado en las campañas africanas y hace cuarenta y tres años que murió, tiempo suficiente como para que sus méritos o deméritos sean mostrados por los historiadores y no se conviertan en mercancía averiada para políticos de poco calado.

Hoy da la sensación de que el franquismo fue una dictadura que se mantuvo gracias a una banda de pretorianos que mantenían acogotado a la totalidad del pueblo español. En realidad, no fue así: hubo de todo, como en botica. Mi madre, que nunca se interesó por la política, recordaba el día de la llegada de las tropas de Franco a Barcelona como de gran entusiasmo popular… aunque también recordaba que algunos jueces con los que había trabajado en el Tribunal Supremo debieron de irse, por prudencia, a pesar de que no tenían las manos manchadas de sangre. Recordaba el caos en la que la debilidad de Companys y las “patrullas de control” de la FAI habían sumido a Cataluña, o cómo habían quemado los archivos de los juzgados -con el visto bueno del “president màrtir”- para borrar datos sobre su pasado. Y mi madre, fugado por las montañas del Pirineo junto a su primera esposa, se llevó el gran chasco de su vida, cuando en el puente de Hendaya, un oficial enfurecido le espetó aquello de “Hagan ustedes el favor de hablar en cristiano” al grupo de catalanes, recién llegados, muchos de los cuales morirían poco después en el sitio de Codo, encuadrados en el Tercio Virgen de Montserrat. Mis padres, figuraron entre esa gran mayoría de españoles que constituían la “mayoría silenciosa” que posibilitó el que el régimen de Franco durase 40 años y que, desde luego, fue mucho mayor que la “levadura de las masas”, la parte de la población que apoyó activamente al franquismo. ¡Claro que, en silencio o activamente, hubo apoyo al franquismo! ¡y en gran medida! Si hubo “transición” es porque faltaba “fuerza social” suficiente para alcanzar la “ruptura democrática” que proponían la Junta Democrática y la Plataforma Democrática, los dos bloques opositores…


Las circunstancias quisieron que Franco acabara enterrado en El Escorial junto a aquel otro con el que nunca se entendió en vida, José Antonio Primo de Rivera, cuya hostilidad antipatía mutua era recíproca. Pues bien: ahí están, historia terminada. El Valle de los Caídos es un lugar lo suficientemente hermoso y recogido como para que constituya una buena opción turística y, si de paso, alguien quiere ver un fragmento de la Historia de España, ahí están las tumbas de Franco y José Antonio, que en algún sitio deben estar. El que le quiera rendir homenaje se lo rinde a la Historia de España. Y el que no, a la hostería disfrutar. Asunto zanjado y a otra cosa.

¡Pues no! Para la izquierda, borrar todos los rastros de los 40 años de franquismo se ha convertido en algo prioritario, a falta de causas mejores. En Lisboa, sin ir más lejos, vas por algunos barrios y el taxista te dice: “Se construyeron durante el Estado Novo” que equivale en España a decir “Fueron de la Obra Social del Hogar”. Esto, aquí está a punto de estar prohibido por ley: puede ser considerado “elogio del franquismo”. ¡Como si se pudiera establecer una diferencia entre el “elogio” o la “valoración objetiva” y se convirtiera en obligatorio decir “estos pisos o esta presa se construyó por orden del criminal Franco que, por cierto, fusiló a tantos o a cuántos” …!

La izquierda quiere borrar el peso de la derrota que no fue solamente una guerra perdida, sino lo que fue mucho peor: una República fracasada. Esa ley -o lo que sea- que “prohíbe” los “elogios”, en realidad, lo que busca es que se olvide que, en grandísima medida, la República fue imposible desde el momento en que en sus dos primeros años legisló obsesivamente en contra de “la otra España” (la España católica). A partir de entonces, ya resultaba imposible poner el contador a cero: hubo “sanjurjada” porque hubo quemas de conventos antes, hubo victoria de las derechas porque el caos acompañó a los dos primeros años de la República, hubo victoria de las izquierdas por las corruptelas del Partido Radical, hubo abusos del Frente Popular ante una derecha que ya no estaba para creer en la República y hubo 18 de julio porque hubo asesinato de Calvo Sotelo y porque, en menos de cinco años se produjeron tantos atentados con víctimas mortales que todavía no se ha sido posible hacer una estadística. ¿Es eso lo que ahora toca elogiar? La más piadoso que puede decir es “Pero ¡vaya mierda de República que fue la Segunda!” (y lo dice quien conoce la historia de la República y no encuentra otro calificativo más adecuado que el escatológico).

Hoy cuando la izquierda y los independentistas justifican, por ejemplo, la sublevación de Asturias y el intento de secesión de Companys (o como cantaba la Legión: “cocido asturiano con gallina catalana”) diciendo que fue para evitar que la CEDA obtuviera carteras ministeriales al ser “fascista” (que no lo era), olvidan que habían ido apareciendo arsenales de armas en los meses previos a que Gil Robles fuera nombrado ministro en el gabinete formado por el Partido Radical. Lo que ocurría era que la izquierda consideraba -y sigue considerando a la República- como algo propio… lo que no vamos a discutir, como tampoco, el que su fracaso le correspondió casi en exclusiva a la izquierda. Es entonces cuando el “ministerio de la verdad” orwelliano entra en juego: “la verdad es la mentira y la mentira es la verdad”.

Será por eso -o porque ser de izquierda tiene menos futuro que un vampiro desdentado- que están tan interesados en sacar a pasear el féretro de Franco. ¿Soy yo sólo, o somos muchos los que pensamos que todo esto circo en torno a los restos de Franco es innoble y que toda civilización que se precie de tal deja descansar a los muertos? Entre el papelón realizado por el okupa de La Moncloa, los de Podemos, diciendo que hay que arrasar con el monumento del Valle en su conjunto y la Iglesia mariposeando, el maricomplejillo del PP silencioso callado como una puta después de haber cobrado al cliente (¿o es que este partido va a negar que en su origen todo el franquismo sociológico le votó en masa?), el asunto de los restos de Franco es otro elemento para sentir VERGÜENZA NACIONAL