El padre del alcaldable de Barcelona por Cs nació en 1928 en
la propiedad familiar de Horta. Si su abuelo había elegido ser banquero y su
padre intelectual católico, Xavier Valls optará por el arte seguramente por
influencia de su tío, el pinto Nolasco Valls. Hombre educado en la profunda
devoción católica, su amistad con mosén Manuel Trens, contribuyó a aumentar su interés
por la historia del arte y por la creación artística. Era sacerdote en el
convento de los dominicos de Horta y Director del Museo diocesano de Barcelona.
Y aquí tenemos a Xavier embarcado en estudios artísticos en la Escuela Massana,
tras haber sido alumno de un escultor francés instalado en Barcelona. Se
dedicará, a partir de 1940, a la elaboración de vitrales y a la orfebrería.
Para un candidato que en Francia se las daba “de izquierdas”
y que en España ha apostado por una formación de “centro-izquierda”, tener a
familiares “resistentes antifascistas”, siempre contribuye a poder demostrar
que “de casta le viene al galgo”. Sin embargo, en el caso de Manuel Valls, ocurre
todo lo contrario. Hemos visto como su abuelo era un católico conservador y su
bisabuelo un pequeño banquero. Él mismo confiesa que su padre no le habló de la
guerra civil -Horta estuvo siempre lejos de los frentes e incluso de los bombardeos
de Barcelona que se centraron especialmente en la zona del puerto y sobre
algunos cuarteles dispersos por la ciudad, ninguno en las inmediaciones de la
vivienda familiar de los Valls. En realidad, dice que su padre, asistió, más
que a la guerra civil, a la “revolución”, entendiendo por tal los meses en los
que, a partir del 18 de julio de 1936, las calles de la Ciudad Condal fueron controladas
por la CNT-FAI hasta que en mayo de 1937, Companys abandonó a los anarquistas y
se arrojó en manos de los comunistas que mantuvieron las calles tranquilas
hasta la entrada de las tropas de Franco.
Así pues, el padre de Manuel Valls, era un “hombre de orden”, alejado de la política republicana y mucho más de la oleada de criminalidad que arrasó la ciudad después de que el President Companys renunciara al ejercicio de la autoridad y diera vía libre a la FAI para sistematizar el terror en las calles. Los 9.000 cadáveres que aparecieron entre finales de julio y principios de noviembre, que no tenían nada que ver con el “fascismo”, sino más bien con ajustes de cuentas y venganzas personales, ejercida en algún caso por el propio Companys, forman parte de la “memoria histórica” que hoy la Generalitat pretende olvidar.
En 1946, las relaciones con el escultor francés Charles
Collet, que había sido su mentor, le facilitan la entrada en el Instituto
Francés de Barcelona. Constituirá el Círculo Maillol, en homenaje al escultor
francés Arístides Maillol, gran amigo del escultor de cámara de Hitler, Arno
Brecker. Gracias a esta actividad, Xavier Valls pudo contar con una beca para
viajar a París en 1949, en el peor momento del aislamiento internacional de
España y cuando, prácticamente, la visita de un ciudadano español a aquel país constituía
algo que muy pocos podían permitirse. En 1951 se instaló definitivamente en
París.
Todos estos elementos permiten desmentir algunas pinceladas
por biógrafos de Valls que aspiraban a hacer más digeribles para la izquierda
sus antecedentes familiares, según las cuales, el padre habría huido por sus
actividades “anti-franquistas”. No se trató, desde luego, como se ha insinuado
también, de alguien que debiera exiliarse por sus creencias, o incluso por su
concepción del arte. De hecho, Xavier Valls siempre que se lo permitían sus
obligaciones, regresaba a la casa de Horta, especialmente durante los meses de
verano y en las festividades navideñas. Fue en el curso de uno de esos viajes
en los que nació su hijo, Manuel Valls.
Xavier Valls, tampoco encontró ninguna dificultad en
multiplicar sus exposiciones en España e incluso en recibir algún galardón
oficial. No solamente no se trataba de un “militantes de izquierdas”, ni
siquiera de un “regionalista conservador” como su padre, sino de un artista
profundamente católico, buena parte de cuyos trabajos consistían en restaurar
vitrales de centros religiosos (como la capilla privada de Edmond Michelet,
ministro de Charles De Gaulle). Las cosas le iban bien así que en 1954 pudo sumar
al patrimonio familiar, otra propiedad comprada también en Horta.
Si repasamos la saga familiar de los Valls, veremos que uno
de los primos de Xavier tuvo cierta notoriedad en la cultura catalana: Manuel
Valls i Gorina (1920-1984). Músico, su contribución impagable fue composición
del himno del Club de Fútbol Barcelona, que se oyó por primera vez con Franco
vivo. A pesar de que la política no le interesaba mucho, publicó artículos en
la revista Alerta, de José Espriu,
revista del SEU. Otro miembro notable de la familia, Roser Capdevila, prima de
Xavier Valls, nacida en 1939, conocida en el mundo entero por haber creado la
serie de cuentos infantiles conocido como “Las
tres mellizas” (Las tres bessones,
en catalán).
No hay nada en el historial de toda la generación de su
padre que pueda ser considerado como “anti-franquista”, “republicano”, nada que
le impidiera permanecer en Horta. Si permaneció en Francia tanto tiempo, no fue
por cuestiones políticas, sino porque en Barcelona el arte figurativo del que
hacía gala (retratos, naturalezas muertas y paisajes) no era particularmente
apreciado. Desde los años 50 la cultura barcelonesa optó por el arte abstracto
y el surrealismo. Ese fue el motivo por el que permaneció en Francia, en
absoluto, como declaró su hijo Manuel Valls, en uno de sus habituales gestos
oportunistas “mi padre era artes y
anti-franquista (…) luchó contra un orden pervertido”… ¿Dónde? ¿Cuándo?
¿Con quién? ¿En qué organizaciones?
El año anterior a la muerte de Franco, en 1974, celebró una
retrospectiva de su obra en Madrid. Manuel Valls, recordando este evento
comentó en Catalunya Radio en 2013: “mi padre era un catalanista y un
republicano”… claro está que en 2013, no pensaba en presentarse como candidato
por la lista de Ciudadanos, partido de estricta obediencia constitucionalista y
monárquica, martillo de catalanistas y azote de indepes…
A partir de 1960 -cuando Xavier Valls conoce al marchante de
arte D.H. Kahnwiler y a la galerista Henriette Gomes- consolidará su carrera
como artista cotizado. Incluso el Museo Nacional de Arte Moderno comprará una
de sus telas. Es entonces cuando empieza a relacionarse con el “todo París”.
Pero entre sus amistades, hay personalidades de izquierdas (Simone Signoret,
Louis Aragon) y otros de derechas (Henry de Montherland). También empezarán a
relacionarse con el mundo de los “señores del dinero”, especialmente con
vinculaciones en Túnez, donde Xavier Valls conocerá a la que sería su esposa
durante el casamiento de uno de los sobrinos de Marouane Mabrouk, banquero y
empresario tunecino, amigo suyo, con la hija del presidente-dictador Ben Ali
(que siguió siéndolo hasta que le “revolución verde” de turno le obligó a huir
del país en 2014).
Pintor actualmente muy cotizado, Xavier Valls “inmortalizó”
en un cuadro realista a su hijo (es el que mostramos a la izquierda del meme),
Manuel, cuando debía tener unos 12 años, retrato muy convencional, que fue
expuesto públicamente en 2010 en la exposición Les Enfants medèles en l’Orangerie. Mirada perdida, delgaducho, con
aspecto apático, casi indolente, como si le estuvieran regañando por haberle
arrancado las alas a una mosca, las manos, púdicamente, cubriendo los genitales.
Comentando
el cuadro, Albert Mercadé, escribió en La
Vanguardia (06.10.13), “Xavier Valls
siempre se sintió exiliado en París… principalmente en su estudio”. Curioso
este “exiliado” que podía, ir, venir, exponer y vender: si se sentía exiliado,
no era por motivos políticos sino por la incomprensión que su arte tuvo en
Cataluña, volcada a las vanguardias abstractas. Una vez más, da la sensación de
que si un artista de los años 40-70, necesariamente debía de ser
anti-franquista y exiliado. Xavier Valls no lo fue nunca, ni lo uno ni lo otro.
Pero su estancia parisina, ha permitido a su hijo reinventar, no solamente su
propio pasado, sino el de papá.