Recuérdese lo dicho y escrito ayer: se desaconsejaba ir a
las urnas con la nariz tapada, experimentando cierta repugnancia por aquel al
que se entrega el voto. Se atacaba la teoría del “mal menor” y se sugería que,
para eso, era mejor no votar. Al mismo tiempo, se recordaba que España vive una
“tormenta perfecta” o, según el concepto de Guillaume Faye, “una convergencia
de catástrofes” que se escenifica en las distintas velocidades con que unas u
otras opciones, hasta ahora mayoritarias, en esta España adormecida, descoyuntada
y cuernilarga, nos precipitan al abismo. Frente a esto, se oponía la teoría del
“bien menor”, es decir, de aquellas otras opciones que albergan la voluntad de
invertir esa tendencia y cuyo programa -sin ser la opción ideal- busca,
especialmente, alejarnos del abismo. Quedan ahora por precisar algunos aspectos
de esta teoría.
6. EL CONCEPTO DE “ZONA
CRÍTICA”
La primera de todas es relativa a la “velocidad de alejamiento de la zona crítica”. Definamos, en primer
lugar, lo que es la “zona crítica”: es
aquella en la que el proceso desintegrador resulta irreversible. Se entra
en una “zona crítica” de la mano de un partido (como el PSOE) que cree
realmente que España precisa una “ingeniería social” progresista y está
dispuesto a conducirnos hacia ella, porque presume que ese destino es al que
nos lleva el “pensamiento único” y la práctica de la “corrección política”. Hasta
ahora, las ideologías de la izquierda iban destinadas a ser asumidas por los
trabajadores y las clases más desfavorecidas, a partir de ZP van destinadas a
los “grupos sociales” minoritarios que buscan “empoderarse” (ver
artículo sobre el tema), tomados como icono sustitutivo de “los oprimidos”.
Ante esto, la derecha
ha adoptado un talante pusilánime: deja hacer a la izquierda, no se opone a
ninguna de sus medidas de ingeniería social (leyes igualitarias entre parejas
gays y matrimonios heretosexuales, leyes sobre violencia de género, leyes sobre
adquisición de la nacionalidad española, leyes sobre las cuotas de mujeres, subsidios
a la inmigración masiva y descontrolada, etc, etc, etc). Durante casi siete años hemos visto la cara de monolito de Rajoy ignorando
todos estos temas, mientras la corrupción se iba apoderando del PP y el partido
representante de la derecha se convertía en un manso becerro castrado que
seguía al PSOE en su inexorable marcha hacia el precipicio, no tanto por
complicidad consciente, como por dejadez.
Sería difícil decir
quién tiene mayores responsabilidades en la liquidación de España como país, si
el centro-derecha o el centro-izquierda. Si, en materia económica, al
felipismo le cabe el haber negociado a la baja el ingreso de nuestro país en la
UE y haber desmantelado sectores enteros de la producción, a Aznar le cabe la
responsabilidad de haber creado un sistema económico suicida, culpable de la
crisis de 2008 y a ambos el haber aceptado mudos y pasivos la introducción de
la UE -y con ella de nuestro país- en el mecanismo globalizador. Porque, a fin
de cuentas, la “zona crítica” empieza allí donde se acepta que la globalización
es nuestro destino y, con convicción ciega o con apatía se acepta su traslación
cultural, el mundialismo. Solo algo más adelante, se encuentra “el abismo”.
A partir de ese
momento, desde que se inicia esta “zona crítica”, la atracción del abismo es
tal que importa poco la velocidad a la que nos dirijan. En el anterior
artículo ya explicamos que entre Podemos (velocidad acelerada) y el PP (inercia
apática), varía muy poco la situación: es cuestión de tiempo. Puede
establecerse una ley: “la velocidad a la
que España se puede precipitar al vacío está en razón inversa al nivel de
progresismo del que hagan gala los gestores del poder”. Hoy con el PSOE,
partido que siempre se las ha dado de progresista y feministo, vamos a mayor
velocidad que bajo el gobierno del PP, conservador de boquilla y progresista
por inercia.
Lo importante es recalcar que, una vez situados en la “zona crítica”, se tarda más o menos, pero,
finalmente, el país se precipita hacia el abismo. ¿Hay alguna posibilidad
dentro de esa “zona” de que algo salga bien? Negativo: decir globalización
implica decir mestizaje cultural, periferia económica, nación de servicios,
pérdida de identidad, descoyuntamiento -inevitable- de la Nación Estado -no hay
hacia una “política de grandes espacios”, sino a la centrifugación en pequeños
nacionalismos periféricos (ver artículo sobre el tema: Más
allá de la unidad nacional), tendencias sociales deletéreas
(normalización del cannabis [ver artículo
sobre el tema, ideologías de género [ver artículo
sobre el tema], primitivización de la sociedad, desintegración del sistema
educativo, etc, etc) que ya no están en condiciones de solucionarse mediante
políticas de paños calientes (esto es, políticas centristas), especialmente
cuando ni siquiera se quiere reconocer su existencia.
No existe, por la vía de los partidos hasta ahora mayoritarios, la mínima posibilidad de invertir el sendero emprendido: de la mano de PP, del PSOE, de Podemos o de Cs, a distintas velocidades, caminamos en la misma dirección.
No existe, por la vía de los partidos hasta ahora mayoritarios, la mínima posibilidad de invertir el sendero emprendido: de la mano de PP, del PSOE, de Podemos o de Cs, a distintas velocidades, caminamos en la misma dirección.
8. LA IMPORTANCIA DEL
“SENTIDO COMÚN” EN EL ESFUERZO POR ALEJARSE DE LA “ZONA CRÍTICA”
Los electores de estas opciones pueden ser considerados como
paracaidistas que han renunciado a saltar por la puerta del avión con un
paracaídas: unos lo hacen con un porrito entre los labios (Podemos), otros
protegidos por una rosa reseca (PSOE), otros con un pañuelo agujereado agarrado
por los pulgares (PP) y, luego están los que ni siquiera se han dado cuenta de
que han saltado del avión (Cs). ¿Y el sentido común? Dado que los medios de
comunicación y los tertulianos de cámara van en dirección a las mismas
opciones, la sociedad permanece sorprendida por lo que ocurre, muda y cada vez
alberga más desconfianza hacia la clase política y hacia los medios de
comunicación “oficialistas”.
El mundialismo
tiende, sobre todo a despojar el ser humano de sus instintos naturales (instinto
de reproducción, instinto de supervivencia, instinto de agresividad, instinto
territorial) que, modulados por la racionalidad son los que garantizan la
identidad de un pueblo, su continuidad, su integridad y su cohesión. Pero hay
algo que no logran desarraigar completamente por mucho que el sistema
educativo, las formas de ocio y el pensamiento hegemónico lo intente: vaciar a
la sociedad de “sentido común”, considerada como la “facultad para orientarse
en la vida práctica” (Bergson), la forma de distinguir entre lo probable, lo
improbable y lo absurdo, la forma de juzgar razonablemente las cosas, etc.
El “sentido común” está repartido entre todos los grupos
sociales. Hoy es el principal enemigo de la globalización y su ocaso es el
resultado de procesos muy diversos (desde el exceso de información que mata a
la información, hasta el miedo a la tiranía del pensamiento único). En el
fondo, el “sentido común” no está presente más que en aquellos humanos que
mantienen vivos los instintos propios de los mamíferos superes, modulados por
la cultura y la racionalidad. No derivan ni del poder adquisitivo, ni de la
posición en los mecanismos de producción, ni de la conciencia de clase que se
tenga, ni de la raza: derivan, simplemente, de las posibilidades de captar la
realidad y de los riesgos que conllevan unas opciones o de los beneficios que
implican otras.
En tanto que la globalización y el mundialismo suponen
procesos que implican negación de los principios que hasta ahora han
constituido lo esencial de lo humano, el “sistema” de valores hegemónicos
culturales propiciado por minorías alucinadas por la entrada en la new-age (UNESCO) y que necesitan los “señores
del dinero” para contar con una humanidad despojada del más mínimo sentido
crítico, el sentido común se muestra como el obstáculo mayo que encuentra su
rodillo.
Hasta ahora, la respuesta electoral con la que han contado las opciones “identitarias” y aquellas que tratan de alejarse de la “zona crítica” procede, precisamente, de grupos y personas que siguen teniendo el sentido común como ejes de sus vidas y a él hay que apelar para evitar entrar, o para salir, de la “zona crítica”.
Hasta ahora, la respuesta electoral con la que han contado las opciones “identitarias” y aquellas que tratan de alejarse de la “zona crítica” procede, precisamente, de grupos y personas que siguen teniendo el sentido común como ejes de sus vidas y a él hay que apelar para evitar entrar, o para salir, de la “zona crítica”.
9. DE LAS DISTINTAS VELOCIDADES DE ALEJAMIENTO DE LA “ZONA CRÍTICA”
Esto es hasta tal punto cierto que la lucha por la hegemonía cultural en estos momentos es una lucha entre
el “sentido común” y las formas de “ingeniería social” que quieren forzar la
construcción de una “new age” por convencimiento ideológico o por necesidad de
imponer un proyecto económico globalizador que satisfaga sus intereses.
Ahora bien, lo importante es que, tomando como referencia el
“sentido común” (que está universalmente presente en todas las opciones
presentadas como “populistas”) es posible anclar primero y hacer retroceder
después, a las sociedades, evitando su entrada en lo que hemos definido “zona
critica”. El “sistema” avanza sólo en la
medida en que es capaz de despojar a las sociedades del sentido común. ¿La
prueba? La ausencia de pensamiento crítico de los medios de comunicación mayoritarios.
Viéndolos, da la sensación de que el “sentido común” es como un superpoder o un
carácter recesivo en la evolución de la sociedad.
Podemos afirmar que, hoy, el arte de asumir, interpretar, propagar y excitar el “sentido común” marca
la diferencia entre los “partidos oficialistas” y los “partidos alternativos”.
Los primeros se caracterizan por su desinterés, negación o abandono de los
principios del sentido común. Los segundos se basan en el aprovechamiento de lo
que podría llamarse “sanas reacciones populares” que todavía están presentes en
las sociedades. A esta práctica se le llama despectivamente “populismo”.
No hay una forma de populismo, como tampoco hay una sola
voluntad de caminar hacia el sentido común. También aquí el tránsito puede
realizarse a distintas velocidades: cualquiera de ellas es buena, cualquier puede
contribuir a hacernos salir de la zona crítica. Pero no es lo mismo si eso se
hace con el apoyo del 0,05% del electorado que si se hace con el 5%.
10. UNA NUEVA “LEY DE
LOS AFINES”
En los años 30, el grupo de intelectuales de derechas que
estaban orbitados en torno a Ramiro de Maeztu crearon la revista, monárquica y
maurrasiana, Acción Española que nos
interesa aquí, solamente, porque fue capaz de enunciar lo que llamaron “la ley de los afines” que podía sintetizarse
así: no atacar a nadie que se afín a nosotros.
Es importante no perder el objetivo y establecer una nueva objetividad:
cualquiera que, fuera de su ubicación en la derecha, en la izquierda, en el
populismo, en el área identitaria, en la extrema-derecha o en cualquier otro
espacio, manifieste el reconocimiento de que hay que invertir la tendencia a caminar
en dirección a la globalización y al mundialismo, es “nuestro afín”. No atacarlo es la garantía de que hemos
comprendido la situación y estamos movidos por el sentido común antes que por
las ambiciones de partido o por los intereses personales.
Está claro que distintas opciones políticas proponen
distintas velocidades de alejamiento de la “zona crítica”: unos parecen más
maximalistas, otros se muestran con mayores posibilidades de arrastrar masas. No importa, lo importante es, que surjan
100 formas de oponerse al pensamiento único, a la corrección política, a la
globalización y al mundialismo y que millones de seres humanos, recuperen el
sentido común y quieran expresarlo a través de determinadas opciones. Todos
ellos son “nuestros afines”. El enemigo está en otra parte: “no atacar a
los afines” parece lo más razonable.
LA TEORÍA DEL "BIEN MENOR" - I PARTE
LA TEORÍA DEL "BIEN MENOR" - II PARTE
LA TEORÍA DEL "BIEN MENOR" - III PARTE
LA TEORÍA DEL "BIEN MENOR" - IV PARTE
LA TEORÍA DEL "BIEN MENOR" - II PARTE
LA TEORÍA DEL "BIEN MENOR" - III PARTE
LA TEORÍA DEL "BIEN MENOR" - IV PARTE