domingo, 3 de junio de 2018

365 QUEJÍOS (35), TRASTEROS, FERIAS DE ANTIGÜEDADES Y DESTROZOS VARIOS



Hace unas semanas, en Montreal pude asistir a un espectáculo maravilloso: una familia que cambiaba de residencia, liquidaba todas las pertenencias sobrantes que no querían trasladar a la nueva ubicación. Y a precio de saldo. En las calles de Montreal es frecuente encontrarse con este tipo de “trasteros”. Las distintas confesiones religiosas, además, los realizan para obtener fondos. Los vecinos para deshacerse de objetos que tuvieron importancia para ellos y que ya no la tienen, e incluso los niños para sacarse unos dólares (allí también, recoger cascos vacíos puede ser una fuente de ingresos). No hace falta rellenar papeles, ni pedir permisos: hace falta poner una mesa delante de la casa y empezar  a vender. Normal como la vida. A este lado del Océano todo resulta más complicado. La burocracia municipal entra en juego (pedir interminables permisos que luego son respondidos negativamente) y las “ferias de antigüedades” o “las firas de brocanters”, las ferias de trasteros convocadas por los ayuntamientos resultan, en ocasiones, patéticas.

Solamente hay un sitio en donde en Cataluña se encuentran objetos más misérrimos, inútiles y averiados que en los Todo a 100 chinos: en este tipo de certámenes. Salvo en los “trasteros municipales” convocados por los ayuntamientos, en el resto los vecinos no tienen lugar. Se recurre a los profesionales de “las antigüedades”. Pero como en este país el criterio sobre lo que es basura y lo que es antigüedad no está suficientemente claro, frecuentemente, en las ferias de este tipo nos encontramos con que lo que se ofrece no corresponde al reclamo publicitario.

Ayer mismo, con unos amigos estuve en Sils, en la feria de las motos antiguas que se celebra cada año. Hombre, había motos antigua perfectamente restauradas (una docena, no más), es resto era basura, incluso como apuntó uno de los amigos, de esa que se es obtiene dragando un río y que se presenta como “antigüedad” con solo quitarle el loco a manguerazo. Vi cochecitos de niño de los años 40 que se encuentran en graneros y desvanes a 650 euros, sin restaurar: da que pensar el que la basura se cotice tan cara en España. Y dado que se trataba de una ferie de motos, nos intentaron vender una estufa estilo salamandra, de cerámica, a 450 euros, que fuego se quedaron en 350 y que, por cierto estaba fisurada. Vi un modelo de moto que había tenido, una Sanglas 400, modelo 1975, a la venta, cubierta de polvo y sin asiento… Nos fuimos con las manos vacías y el estómago, afortunadamente, lleno.

En mi pueblo, el mismo día, hubo “trastero municipal”: mucha gente vendiendo objetos inútiles, absurdos y poco público, después de quince días de que el ayuntamiento lo anunciara a diestro y siniestro. No creo que, por término medio, nadie obtuviera más de 10 euros en ventas. En Montreal he visto familiar que conseguían varios miles de euros sin tanta épica.

Esto es lo que hay. ¿De qué me quejo? De muchas cosas. Entre ellas que sea tan complicado el poner a la venta por iniciativa propia los objetos sobrantes. Segundo que, cuando los ayuntamientos convocan “trasteros municipales”, estos se convierten en verdaderos bazares de lo inútil y lo tristemente fenecido. Tercero: que las “ferias de antigüedades” consideran como “anticuario” al que vende cualquier cosa, más que antigua, ruinosa. Cuarto: que también en esto, nuestro país sea insolvente y la falta de espíritu crítico haya convertido todo esto en lugar de picaresca y exteriorización de ignorancia. Díganme si no es para quejarse.