miércoles, 6 de junio de 2018

365 QUEJÍOS (38) UNA SANIDAD DESCOMPUESTA


¿Logros del sistema sanitario español? El que en Navarra, sin ir más lejos, tenga fama de funcionar perfectamente y en Cataluña sea un desastre. Así pues, lo que se ha logrado ha sido generar desequilibrios. Si quiere operaciones rápidas, vaya a Navarra y entre de urgencias. Si necesita parches de nicotina con cargo a la seguridad social allí los tendrá. Ahora bien, si no tiene prisa en que le operen y quiere conocer salas de urgencias multiculturales, Cataluña es su destino turístico-sanitario. En una España creaqueada en 17 autonomías, una de las actividades más apasionantes es ver hasta qué punto se han creado desequilibrios regionales. De eso –en principio- me quejo.

Claro está que todo tiene su explicación: en Cataluña, por ejemplo, en todos los hospitales  inaugurados durante el pujolato existe una placa conmemorativa. A pesar de que ver el nombre de “Jordi Pujol” supone retrotraernos al peor período de corrupción y estafa en la historia de la Cataluña contemporánea, ahí están esas placas (muchas de ellas acompañadas de inscripciones a rotulador recordando el fuste del personaje). Esas placas son uno de los logros de la sanidad en Cataluña. Las esperas de tres y cuatro horas en la sala de urgencias es otro hit del sistema sanitario autonómico. Claro está que en otras regiones las cosas están igual o peor, pero eso no es un consuelo para los que deben ingresar con una piedra en el riñón o una oclusión intestinal o un leñazo en plena cara. Esperar: total, si en Cataluña ha habido que esperar cinco meses para tener un gobierno autonómico y solamente ha sido posible gracias a la espada de Damocles de nuevas elecciones regionales, esperar cuatro horas, a fin de cuentas, es casi un pasatiempo.

Lo dice alguien que en 2004 tuvo un pequeño accidente de moto, fue a urgencias de Elche y allí se limitaron a venderme el tobillo diciendo que “debía ser una luxación”… Era rotura y estuve cojeando durante casi un año. Los médicos tenían su excusa: eran los momentos en los que los andinos y magrebíes, cuando no tenían nada que hacer, se iban a cualquier hospital a pedir “un chequeíto”. Otro de los logros de la multiculturalidad. De eso, claro, también me quejo.

Lo peor es que, con unos sindicatos de tócame roque, nos hemos habituado a que el sistema de salud pública vaya decayendo progresivamente. Ya ni nos planteamos porqué la Seguridad Social nos debería de pagar los cristales nuevos de las gafas (la montura, claro, sí es cosa nuestra), o el servicio dental, porqué determinados fármacos deberían ir incluidos entre los subvencionados y porqué las operaciones de cambio de sexo deberían ser asunto privado o porqué las evaluaciones sobre enfermedades psíquicas deberían ser más rigurosos y la asistencia psiquiátrica más tupida. Tampoco ha dejado de preocuparnos el hecho de que la mejor medicina es la preventiva: comemos mierda (fast-food), no hay nada más que ver el sobrepeso que afecta a cada vez más población y el hecho de que no hay, salvo para casos extremos de obesidad mórbida, asesores nutricionistas. Nos hemos resignado a que la gente muera de cáncer sin saber por qué, o a que la edad media de la próxima generación sea menor que la de la actual… a saber por qué. Nos hemos habituado a tomar fármacos que curarán nuestra gripa una semana después de haberla contraído, olvidando que los remedios de la abuela, o simplemente el meterse en la cama, operan el mismo resultado. Nos recetan fármacos que acumulamos en la alacena con la convicción de que si nos los tomamos conseguiremos salir estreñidos, orinar de los más variados colores, sufrir los efectos secundarios más extravagantes… y poco más. De todo eso me quejo.

Y me quejo sobre todo de que una visita a urgencias implica perder un mínimo de cuatro horas. Pero, eso sí, será una lección de multiculturalidad y de convivencia interétnica. Porque los que si saben apreciar nuestro sistema de salud pública son los inmigrantes: basta que en una aldea chadiana haya una epidemia de gastroenteritis para que toda la tribu se desplace al Maresme a coleccionar fármacos. Sí, ya sé que es una exageración, pero poco a poco va dejando de serlo. También que quejo de eso.