sábado, 23 de junio de 2018

365 QUEJAS (55) PULGAS, PRESERVATIVOS Y BASURA EN LAS PLAYAS


La temporada de playa dura para algunos ayuntamientos desde San Juan hasta el día 1 de septiembre. Todo lo que ocurra antes y después de esas fechas parece como si no fuera con ellos. Ni banderas verdes-amarillas-rojas, ni socorristas, ni desinfección de las playas, ni colocación de cubos de basura, ni limpieza de las arenas… con lo que si uno tiene el valor de ir antes o después de esas fechas puede pisar una mierda de perro, encontrarse un preservativo (siempre usado), verse asaltado por las pulgas que han abandonado al perro de antes, pisar embases de cualquier tipo o, simplemente, ver acumulaciones de basura. Me quejo de que ese es el pan de cada día en playas catalanas, cuando todavía no se ha abierto la temporada turística.

El problema es que los ayuntamientos procuran contener gastos. Eso está bien. De hecho, estas instituciones figuraban entre las más faraónicas de este país y son, en buena medida, responsables del billón de déficit acumulado (sin querer, por supuesto, quitar mérito a las comunidades autónomas que han hecho del despilfarro la forma de enriquecer a sus clases políticas y de mantener su clientelismo). Y cuando los ayuntamientos contienen el gasto, por algún motivo, el perjudicado directamente es el ciudadano. Los pocos recursos que tienen deben concentrarse en los momentos de mayor acumulación de visitantes y cuando el turismo como las moscas revolotean en torno al panal de rica miel. Me quejo –de hecho ya me he quejado- de que el ciudadano, en esta España situada en la periferia europea y convertida en país de servicios, vive más para el turista que para el nativo.

Las playas aparecen abandonadas fuera del período turístico: no hace mucho aquí hubo una epidemia de medusas. Nadie hizo nada para alertar, ni mucho menos para retirarlas. Anteayer, a menos de veinte kilómetros se había visto a un tiburoncillo en la zona de Mataró (o al menos eso publicó la prensa). En las playas lindantes no había ningún cartel. Sin olvidar que, dado que buena parte del turismo que captamos pertenece a la franja de “miserable”, tienen cierta tendencia a dormir en las playas, dejar allí su basura. Claro está que también hay legiones de autóctonos que optan por fumarse el porrito de rigor en la playa o agarrar la melopea sobre la arena. Al menos allí se puede vomitar bien.  De esto no es que me queje, es que lo doy por inevitable y anormalmente-normal.

Pegarse el lote en la playa ha sido un clásico de nuestros años jóvenes, así que no me voy a quejar de que esa práctica siga en vigor. Pero, coño, rematar la faena sobre las arenas –hay que advertir- siempre ha sido equivalente a “echar arena en los cojinetes”. Algo que, por placentero que sea, termina siendo incómodo porque siempre aparecen granos de arena en los lugares más inesperados. Y luego está la mala costumbre de deshacerse del preservativo en el mismo lugar que se ha utilizado. ¿Quién no ha nadado y, de repente, ha notado que se había tomado con una goma irrecicable?

Bien, aceptemos que el turismo es el destino de España y que esto va a durar hasta el fin de los tiempos, aceptemos que las arenas de la Costa Dálmata son diferentes y sus playas parecen empedradas, creamos que el Sol sea el gran atractivo de España (por mucho que los melanomas pongan el contrapunto), digo yo si no sería cuestión de cuidar un poco más las playas y no solamente en los dos meses turísticos por excelencia, sino a lo largo de todo el año?

Me gustaría saber porqué los perros pueden orinar, defecar y depositar sus pulgas diez meses al año y solamente en dos deben abstenerse. Me gustaría saber por qué los cubos de basura solamente deben estar presentes esos dos meses y retirarse los otros diez. Y, ya puestos, me gustaría saber porque en meses como mayo, junio, septiembre u octubre, en donde aún puede uno practicar natación, uno debe coquetear con medusas, nadar entre preservativos o decidir qué está más sucio, si las arenas o el mar.

Claro está que los ayuntamientos no están dispuestos a hacer nada más. Se han gastado la pasta, así que olvidarse de ellos y rezad para que no inventen más impuestos. Pero lo que podría pedirse a la sociedad es algo más de civismo. No se pueden impedir las plagas de medusas pero si la basura y las pulgas. De eso me quejo.