La Real Academia define una “lengua muerta” como “la que se habló y ya no se habla ya como propia y natural de un país o nación”. Wikipedia, afinando algo más, define una “lengua muerta” como “aquella que ya no posee ningún hablante nativo, incluso si sique siendo usada en ciertos ámbitos”. Aceptando ambas definiciones, yo añadiría una última condición para que algunas lenguas pudieran incluir en esta categoría a las “lenguas subvencionadas”. Aunque, quizás, cupiera más hablar de “lengua zombie” (muerta en vida), “lengua en la UVI” (a punto de morir) y también “lengua agónica” (que irremisiblemente, muere). Y, a la inversa, ¿qué sería, pues, una “lengua viva”? Respuesta: la que vive en los labios de los ciudadanos de manera natural. Este es el fondo de la cuestión lingüística que nadie parece atreverse a afrontar en Cataluña.
Vaya, por delante, que soy de los que cree —y lamenta— que la
lengua catalana esté muriendo. Era la lengua que, según mi árbol genealógico,
hablaba mi familia desde principios del siglo XVI. Era el lenguaje de mi
infancia. Que el catalán retrocede es algo que resulta innegable para mí. Todos
mis recuerdos de infancia, allá por los años 50, están vinculados al catalán
del Penedés. En esa misma zona, hoy, es más frecuente oír hablar en árabe o en
jergas africanas que en catalán. Y no exagero. Así pues, la desaparición real y
progresiva del catalán en la sociedad catalana es un hecho preocupante y
contradictorio: porque nunca el catalán estuvo más protegido, subsidiado y
apoyado oficialmente que ahora, legislado e, incluso, impuesto a martillazos.
MEDIOS EN CATALÁN = MEDIOS SUBSIDIADOS
Para los que no viven en Cataluña, les explicaré que la
totalidad de los programas de TV3 y de los canales de radio oficialistas, la
programación es 100% en catalán. Y no es lógico, ni razonable, porque esta
lengua, en la actualidad, es utilizada sólo habitualmente, por un 30-35% (como
máximo) de la población residente en Cataluña. Pero, más sorprendente aún
es que, hoy, TV2, la segunda cadena de RTVE, emita en un 75% en lengua catalana
y que en el canal 24 Horas, se esté próximo al 50%, incluso en la primer
canal contine “apartes” solo en catalán y, como esto, se ve que no era
suficiente, El País anunció el 29 de enero de 2025, que “la
Generalitat anuncia un nuevo canal de RTVE “íntegramente” en lengua catalana”…
en un plazo de dos años (TV2, en concreto, se transformará íntegramente en un
“canal en catalán”). Así pues, las horas de programación de RTVE en catalán,
superan ya a las que emite en la lengua del Estado -a pesar de ser una
televisión “del Estado”- y del hecho incuestionable que el catalán es solamente
la lengua en la que se comunica en torno a un tercio -¡sí, un tercio apenas!-
de la población que vive en Cataluña. Menos aún entre los jóvenes.
Pero, el problema con la prensa escrita no es menor. En el mes de
diciembre, el semanario “El Temps”, confeccionado en Valencia, pero que,
en su mancheta, orgullosamente, luce el distintivo de ser pagado por la
Generalitat de Catalunya, anuncio su transformación en revista mensual. Desde
hace veinte años, el semanario había sufrido distintas modificaciones: renunció
a ser vendido en kioscos, se servía solo por suscripción, especialmente a
bibliotecas pública y, a pesar de que llegó a declarar “25.000 ejemplares” de
tirada en 2000, es probable que en 2024 no pasaran de 5.000. Es, igualmente,
significativo, que, en el editorial de despedido, anunciaran que seguían “al
pie del cañón” en Internet. La pena —para ellos— es que sus audiencias en la
red están por los suelos, infinitamente por debajo de los denostados “tabloides
digitales” a los que aludiera Perro Sánchez y que nadie, por cierto,
subvenciona.
La situación de otros medios de comunicación en catalán no es
mucho mejor. La Vanguardia, declara una “difusión” de 51.940
ejemplares en sus dos ediciones convencionales. Este diario, junto con El
Periódico, publican una edición en catalán y otra en castellano. En ambos
casos, la edición en catalán se vende menos que en castellano. Y, de hecho,
cuesta ver a un ciudadano en la calle comprando, no solo estos, sino cualquier
diario, en catalán o en castellano. Pero lo cierto es que, la prensa
específicamente catalana, El Ara y El Punt/Avui, tienen
tiradas casi anecdóticas. En el caso de El Punt/Avui, su existencia,
desde el origen, se debe al apoyo “económico-militante” de la Generalitat de
Cataluña que lo riega con cantidades muy superiores a lo que correspondería por
sus lectores. En 2015, la subvención de este medio fue un 20% mayor que las
subvenciones recibidas por TV3 (la mujer de origen rumano de Puigdemont
trabajaba entonces en ese diario…). En cuanto al diario Ara,
propiedad de la familia Carulla (Gallina Blanca, Pans&Company, Bocatta),
se mantiene, así mismo, a base de subvenciones (como se indica en la misma
edición digital).
Solamente durante el “procés” la gencat desvió 181 millones
para los medios de comunicación favorables (según El Mundo… pero ¡hasta
el 8 de septiembre de 2014! Y sin contar desde esa fecha hasta 2017 cuando el
“procés” concluyó en el ridículo más espantoso que se haya generado en alguna
región europea). Este dinero, que se empezó a distribuir desde 2008, procede de
ayudas directas y publicidad institucional… desigualmente repartida.
Hay que recordar que, en esas fechas, y desde 1988, el gobierno
del Estado no daba subvenciones directas a los medios. Pero, la gencat desde
1983 amamantaba a la prensa publicada en Cataluña y en catalán. Fue así
como convencieron a los propietarios de La Vanguardia y de El
Periódico para que publicaran ediciones en catalán.
En la radio ocurre otro tanto. Desde el período de Jordi Pujol,
se impusieron “cuotas lingüísticas” a las cadenas que emitían en territorio
catalán, especialmente en prime time, mientras que la gencat subvencionaba
(directamente o a través de publicidad) a grupos afines. Otro tanto,
ocurrió en lo que se refiere a TV3 y a los canales periféricos. El
presupuesto de la Corporación Catalana de Medios Audiovisuales en 2023, era de
386.237.717 euros con 2.445 funcionarios.
De los libros publicados en catalán, existe la sospecha —hoy
cuando se pueden lanzar ediciones de 25, 50 y 300 ejemplares— de que muchas
editoriales publican ediciones limitadas a lo que adquieren las bibliotecas
públicas. No vale la pena adentrarse en este terreno vidrioso: un pueblo
lee lo que habla y si en Cataluña, el uso del catalán es limitado y
minoritario, en la lectura lo será igualmente. Y, a todo esto ¿qué habla la
sociedad catalana?
EL USO DEL CATALÁN EN LA SOCIEDAD CATALANA
Todo lo dicho en el parágrafo anterior parece superfluo: muy pocos
compran medios de prensa convencionales. De hecho, en la ciudad de
Barcelona, prácticamente han desaparecido los kioscos de venta de revistas
(están reconvertidos en kioscos de gadgets para el turismo). Las
audiencias de las televisiones convencionales van irremisiblemente
descendiendo. Los espectadores prefieren streamings, youtube y pirateo
antes que la mediocridad de los canales generalistas. Así que el hecho de
que el presupuesto faraónico de TV3 no consiga remontar la audiencia, no es una
excepción: eso mismo le ocurre a TVE.
Ahora bien, lo más preocupante —y significativo— para
la gencat es que el uso del catalán en redes sociales, no desciende: más bien,
se desploma.
El uso habitual del catalán en chats y foros ha pasado del 24% en
2017 al 16,7% en 2021. En las redes sociales, el retroceso ha sido igualmente
significativo: del 31% se pasó al 24% en apenas cuatro años.
La difusión del cine en catalán está aún peor y registra
audiencias residuales (en 2018, solamente asistieron a sesiones de cine en
catalán un 2’18% de espectadores) a pesar de los cientos de millones invertidos
en los doblajes y subtitulaciones. La gencat pone
las campanas al vuelo cuando alguna película catalana logra superar estás
audiencias medias (tal ha sido el caso de La Casa Quemada en 2024 que se
aproximó al millón de espectadores, excepción histórica y sin precedentes).
La realidad actual es que no se sabe, ni aproximadamente,
cuantos catalanes ven TV3: el sistema de audiencias, a nivel de Estado,
favorece al fraude y no existe un sistema de medición específicamente regional.
Y es muy posible que la audiencia real esté entre un 30 y un 40% por debajo de
la estimada. Pero discutir sobre esto sería desviarnos del tema central
(las televisiones en cualquier otro idioma están sometidas a las deficiencias
de un sistema de medición de audiencias absurdo y diseñado solamente para
elevar los precios de la publicidad). El problema central, ahora, cuando la
gencat cumple ya más de cuatro décadas y su política de “inmersión lingüística”
más de tres, es valorar sus resultados.
Y el resultado no puede ser más desolador. La generación de
niños educados en la “inmersión lingüística” (algunos ya por encima de los
treinta) ha reaccionado mal a aquel sistema que todavía sigue vigente.
Cifras cantan.
“El catalán busca hablantes: es minoritario en las redes y
se usa cada vez menos en Barcelona”, titulaba El País un artículo
publicado el 3 de mayo de 2024. Apenas lo habla el 25% de los jóvenes frente
al 48,8% que se expresa en castellano. En la ciudad de Barcelona es donde
el desplome del catalán ha sido más evidente. Un estudio de los Servicios
Municipales de Barcelona, realizada en 2023, reconocía que apenas el 36,5% de
la población de la Ciudad Condal habla en catalán, casi el mismo porcentaje que
cinco años antes. Sin embargo, en el ya lejano (pero no tanto) 1989 la
utilización del catalán llegaba al 49%: 13 puntos perdidos desde entonces y a
pesar de la obligatoriedad de la “inmersión lingüística” y de la catarata de
subsidios a los medios de comunicación.
El diario independentista Ara, el 23 de marzo de 2024,
reconocía dramáticamente que solo uno de cada cuatro jóvenes residentes en
Cataluña, habla habitualmente el catalán. Bajo el título de “Los jóvenes
se pasan cada vez más al castellano”, trataba de dar una respuesta a por
qué el 28% de catalanohablantes lo abandona a menudo en la vida cotidiana.
El problema, al parecer, torturaba al redactor que, al menos, tenía el valor de
reconocerlo: “Dos primos adolescentes hablan castellano mientras en la
comida familiar todo el mundo habla en catalán”. El artículo reconocía que “el
cambio más relevante de los últimos cinco años es que el catalán tiene una capacidad
de atracción para vez más limitada”. Según la Encuesta en la
Juventud de Cataluña el uso del catalán como lengua habitual entre los
jóvenes de 15 a 35 años ha caído en los últimos 15 años a un ritmo de un punto
por año a favor del castellano.
Los medios independentistas son los primeros en proclamar estas
cifras que son todavía más preocupantes en algunas localidades concretas: en la
“montaña” catalana, la Cataluña interior, el uso del catalán es mayoritario
entre autóctonos, pero es ahí, en zonas como Vic o Ripoll, o en la provincia de
Lérida, e incluso en la Costa Brava gerundense, en donde han ido a parar
contingentes inintegrables de inmigración magrebí y africana. En algunas zonas
como Hospitalet de Llobregat y en el cinturón industrial de Barcelona, el
catalán es la ¡tercera lengua! en utilización, por detrás del castellano y del
árabe.
Así que sí: es rigurosamente cierto que el catalán está en
riesgo de desaparecer en Cataluña.
LENGUA SUBVENCIONADA = LENGUA MUERTA
Lo que vive de manera natural, se espabila, por sí mismo, para
encontrar la forma de satisfacer sus necesidades. Lo que vive de forma
subvencionada, solamente satisface sus necesidades de manera artificial y, es
frecuente que, con el tiempo, vaya viendo como se le atrofian determinadas
cualidades.
El subvencionado, siempre, deja de “luchar por la vida”. Recibe
todo a cambio de nada. Esto vale para las
personas tanto como para los organismos e instrumentos creados por la
civilización, la lengua incluida.
La prensa subvencionada es la prensa que no se esfuerza en obtener
informaciones. Se limita a ser la voz de su amo.
Por eso, algunos medios convencionales, han visto como se derrumbaban sus
ventas, no solo por la crisis de la prensa impresa, sino sobre todo por su
conformismo. Le ha pasado a El País y le ha pasado antes a La
Vanguardia, por citar solo unos ejemplos. Ha pasado en Cataluña, en España
y en EEUU, donde las audiencias de la otrora “prestigiosa” CNN se han
desplomado.
Se atribuye el descenso en ventas a la “digitalización”, pero el
problema es mucho más complejo. Y en lo relativo a los idiomas, las ayudas
que ha recibido la lengua catalana desde el regreso de la gencat, han sido de
tal calibre, que explican parte del déficit en el gasto público de la
administración autonómica, la necesidad de aumentar más y más el presupuesto mediante
un “concierto” y el deseo de que la extorsión fiscal pase a manos de la gencat.
Porque, como hemos visto, para aumentar artificialmente el uso y
conocimiento de la lengua catalana, se han impuesto cuotas lingüísticas en las
radios, se ha introducido la figura del “censor lingüístico” en las redacciones
que determina cuál es la palabra más adecuada para que no se deslicen
“castellanismos” y/o “barbarismos”, se ha subvencionado prensa en catalán, se
ha creado un ente dependiente de la gencat del que dependen los medios de
comunicación del organismo, se ha impuesto la “inmersión lingüística”, algunos
maestrillos indepes, incluso, han propuesto que el catalán sea obligatorio en
los recreos, se han comprado miles y miles de libros editados en catalán que
languidecen en las estanterías de las bibliotecas públicas, se han creado
decenas de chiringuitos, ongs y grupos de “activistas lingüísticos”, y paro
aquí por puro cansancio... Traducir esto en millones de euros es algo a lo que
dentro de poco responderá una Inteligencia Artificial bien entrenada.
Y todo esto ¿para qué? ¿Cuál ha sido el resultado de esta
política de apoyo inconmensurable y (no hay que tener miedo en emplear la
palabra) autoritario a la lengua catalana? Hemos visto la respuesta: un tercio
de habitantes residentes en Cataluña, después de casi medio siglo, hablan
catalán; su uso llega a una cuarta parte del total entre los menores de 35 años.
Hoy se habla menos catalán en Cataluña que cuando empezó este régimen de
subsidios e imposiciones. ¡Cómo para estar orgullosos de esta política y de
sus resultados!
Y lo peor no es el fracaso de estas políticas, sino su insistencia
en ellas:
– Casi nadie parece querer reconocer que la política de “inmersión lingüística” ha constituido un doloroso fracaso y que es la primera causa (junto con otros lastres de la enseñanza en España, inspirada desde la transición por principios socialistas) de que la región catalana esté a la cola de Europa en programas de medición de la eficiencia educativa.
– Casi nadie reconoce que los medios controlados por la gencat cada vez pierden más audiencia, a medida que va aumentando su presupuesto. Se buscan razones justificativas pero se evita coger el toro por los cuernos.
Sorprende que los propios autores en lengua catalana queden
decepcionados de la política lingüística de la gencat. No hace mucho, un amigo
vio como su libro, era descartado de los premios de literatura catalana, por
dos motivos: contener algunas frases en castellano y haber sido publicado,
paralelamente, en lengua castellana. Hace más de tres décadas, otro amigo,
propietario de Ediciones Thor, inició la publicación de una colección de libros
en catalán, pensando que podría acceder a las, ya por entonces, jugosas
subvenciones a la edición en esta lengua. No obtuvo nada a pesar de que la
colección incluía biografías de nacionalistas y regionalistas. La colección
siguió, pero subvencionada por La Caixa. ¿El motivo? La gencat de
CiU, más que apoyar la edición en catalán, apoya a “los amigos que editan en
catalán”. Me lo contó, y me lo creo. La lengua, se ha transformado para
la gencat, en un big business.
Como si los médicos de la UCI, procuraran desviar pacientes a su
unidad, no para salvarles la vida, sino para cobrar una prima por dedicación.