miércoles, 19 de febrero de 2025

TRUMP UN MES EN EL GOBIERNO (I): EL FINAL DEL CONFLICTO UCRANIANO Y LA UE

 

La gira de J.D. Vance, vicepresidente de los EEUU, en Europa y sus dos conferencias han supuesto un electroshock para la “élite” europea. Hasta no hace mucho se daba por cierto que el candidato Donald Trump prometía en campaña electoral lo que no estaba dispuesto a hacer desde el despacho oval. Se creía, incluso, que el programa de Trump iba a tener dificultades en elegir para los cargos relevantes a personalidades con suficiente preparación como para sacarlo adelante. Sin embargo, el primer mes de gobierno de Donald Trump ha desmentido estas esperanzas. Y, el envío de Vance a Europa, ha demostrado que los peores augurios, incluso los que la propia “élite” de la UE era incapaz de suponer, se están cumpliendo inexorablemente.

UNA GUERRA QUE LA ADMINISTRACION BIDEN
GENERÓ Y PROLONGO ARTIFICIALMENTE

Es algo bien conocido que Donald Trump no es amante de las guerras. Fue el primer presidente norteamericano en más de un siglo que no inició ninguna agresión armada. Y nadie (nadie con una mínima inteligencia, claro está) dudaba que, al regresar al poder, el conflicto ucraniano tardaría poco en extinguirse. Resumamos, en pocas palabras, lo ocurrido en Ucrania…

Tras ocurrió el golpe de Estado en Ucrania en 2013, conocido como el “euromaidan”, instigado por los EEUU y amplificado por los mass-media occidentales, Rusia -reconstruida tras el período de desintegración política capitaneado por Boris Eltsin- respondió facilitando, al año siguiente, la secesión de las repúblicas del Dombass y la incorporación directa de Crimea. Se trataba de las zonas mineras más ricas de Ucrania (el Dombass) que, para colmo, eran rusoparlantes y nunca habían formado parte de Ucrania hasta el estalinismo (Crimea). En estas zonas, la inmensa mayoría de la población se sentía rusa. Desde entonces y en los siete años siguientes, el gobierno ucraniano alimentó actos de terrorismo en estas repúblicas, continuar incursiones armadas sugeridas por la CIA, provocando sin cesar a Moscú. Se trataba de una guerra “secreta” que no ocupaba las primeras páginas de los diarios.

Cuando la administración Biden llegó a la Casa Blanca elevó el tono de la discusión: Ucrania debía entrar en la OTAN y en la UE. Para cualquier analista medianamente despierto, esto suponía que los misiles de EEUU se situaban a menos de 15 minutos de Moscú, lo que ponía en grave riesgo la seguridad rusa. Era algo parecido a lo que había ocurrido durante la “crisis de los misiles de Cuba” en octubre de 1962. Demasiado cerca del territorio nacional como para no ver en ello una amenaza. Y Moscú respondió ocupando las zonas del territorio ucraniano que ya habían decidido ser rusas y ampliándolas a la franja costera del Mar Negro que unía el Dombass con Crimea. Este proceso es lo que hemos llamado “el conflicto ucraniano” que, en realidad era un conflicto artificial tramado por la administración Biden y la camarilla Zelensky.

La interpretación que dio la prensa occidental es que la agresión había sido injustificable y que Moscú mostraba con ello su intención expansionista en Europa… Esta versión, imaginativa, malintencionada y, a todas luces, falsa, se mantuvo durante toda la presidencia de Biden. Y con muy escasas excepciones -Hungría y Eslovaquia- generó un torrente de ayudas de la UE a Ucrania, que se unían a las sanciones económicas contra Rusia que los EEUU habían convertido en obligatorias para Europa.

A partir de los seis meses del inicio del conflicto, las posiciones quedaron estancadas: las ofensivas ucranianas chocaron con los muros defensivos rusos y el ejército de Putin cambió la “guerra de movimientos” por “guerra de posiciones” y así ha seguido con muy leves cambios en los tres años siguientes. Para Rusia no fue una “guerra total”, fue un conflicto limitado en el que los objetivos fueron cubiertos en los primeros meses y lo que siguió fue solamente una serie de represalias a los ataques con drones ucranianos o bien a actos de terrorismo instigados desde Kiev. Esto explica la magnitud de las destrucciones en las infraestructuras ucranianas, el desmantelamiento de la red de comunicaciones y de energía y, también, el que ayuda militar enviada por la UE fuera mucho más adecuada para una “guerra de movimientos” que para una “guerra de posiciones”. La UE, que sometía a la OTAN, esto es, al Pentágono, sus iniciativas de ayuda, nunca se ha enterado, en realidad, de qué iba esta guerra, ni siquiera cómo se estaba librando.

HAY OTRO SHERIFF EN LA CIUDAD
(LÉASE: "HAY UN CAMBIO GEOPOLÍTICO")

El resultado ha sido que trece años después del “euromaidan” y tres del inicio del conflicto, ni el pueblo ucraniano quiere seguir poniendo los muertos para mayor gloria y lucro del complejo militar-industrial norteamericano, ni los gobiernos de la UE consiguen entender los cambios que se han operado en la política exterior norteamericana. Por no entender, ha tenido que ser el vicepresidente de los EEUU, James David Vance, quien se lo ha tenido que recordar en la reciente Conferencia de Seguridad de Múnich, con palabras muy claras, textualmente: “Hay otro sheriff en la ciudad”. Se puede decir más alto, pero no más claro.

Si esta conferencia sembró el pánico entre la “élite europea”, las noticias de la hora y media que tardó Trump en pactar la celebración de una Conferencia de Paz con Putin, situaron a la UE ante el abismo. La situación, a partir de ese momento, está demasiado clara para poder seguir ignorándola: la guerra la inició la OTAN, dirigida por una administración norteamericana con una orientación completamente diferente a la actual. Y la guerra se inició contra Moscú. Así pues, cambiadas las preferencias geopolíticas de la nueva administración norteamericana, ya no tiene sentido proseguir un conflicto en el que los EEUU no pueden obtener ninguna ventaja, sino un mero frente de desgaste y pérdida de vidas humanas. Por primera vez en décadas -prácticamente desde Eisenhower a finales de los 50- se reconoce explícitamente que los intereses del complejo militar-industrial de los EEUU no son los mismos que os del pueblo norteamericano. Lo que no es poco.

Este cambio en la doctrina geopolítica responde a una lúcida consideración de las fuerzas que entran hoy en juego en la escena internacional. Mientras que, desde la administración Truman (1945), la URSS primero y luego Rusia, eran el “enemigo geopolítico” de los EEUU, que se atenía a la geopolítica clásica y veía en Rusia una “potencia continental”, opuesta de manera determinista a la “potencia oceánica” de los EEUU, la administración Trump ha actualizado estas ideas con olor naftalina: Rusia ya no es un enemigo, ni siquiera para Europa, es, mas bien un socio comercial, mientras que China, aspirando a la hegemonía mundial a través del comercio, es el nuevo adversario.

Esto implica un desplazamiento del área de interés geopolítico norteamericano, que hasta ahora estaba situada en el Atlántico Norte, a la zona Asia-Pacífico. Es en esa zona en donde se librará la lucha por la hegemonía económica mundial. Puestas así las cosas -y poco importa que ni los gobiernos de la UE, ni los medios de comunicación occidentales lo vean así- Europa debe garantizar su propia defensa y actuar en consecuencia, al menos si quiere seguir siendo “aliado preferencial” de los EEUU.

LA INSULTANTE LEVEDAD DE EUROPA

Los gobiernos europeos no han advertido que ya no pesan absolutamente nada en política internacional y que, países como India ganan cada vez más protagonismo. La culpa es, por supuesto, de la “élite europea” demasiado ligada al “dinero viejo” (procedente de los consorcios empresariales y a la actividad especulativa y financiera convencional y sin prácticamente relación con las nuevas tecnologías) y que ha cambiado la “democracia”, por una “partidocracia” corrupta y corruptora.

Para esa élite, lo importante es “distraer” la atención del electorado con proyectos finalistas de altos vuelos: la globalización, la paz mundial, la Agenda 2030, la igualdad, el multiculturalismo, la inmigración, la “huella de carbono”, las energías alternativas, la “transición energética”, el wokismo y demás cantinelas del viejo estribillo.

Pero, en las dos conferencias públicas que ha dado el vicepresidente Vance en Europa en la segunda semana de febrero de 2025, todos estos mitos han caído, sin compasión. Vance ha demostrado en estas dos intervenciones, realizadas sin leer largos y farragosos discursos, que la administración Trump sabe perfectamente por qué camino está circulando y, para colmo, está haciendo justo lo que había prometido al electorado que haría.

En estas dos conferencias, Vance ha puesto el dedo en la llaga, ante un auditorio de la “élite europea” que ponía cara de no saber de lo que les estaba hablando. Especialmente en materia de Inteligencia Artificial. Para Vance, la IA es el futuro y se puede aplicar en todos los órdenes de la actividad humana. Pero en la UE hay un problema: la IA consume cantidades ingentes de energía; no puede haber desarrollo de la IA fiándolo todo a turbinas eólicas o a energía solar. Y, en esto hace falta ser muy claro. Quien quiera jugar un papel en el mundo futuro, deberá, como mínimo, prever el consumo de energía que absorberá la IA y que en los próximos diez años la demanda energética crecerá un 160%. Y, a fecha de hoy, solamente la energía atómica está en condiciones de aportar esas cantidades necesarias, ya sea por fisión o por fusión… Así que, todos aquellos gobiernos que hayan elegido desmantelar centrales nucleares y sembrar turbinas eólicas y huertas solares, están llamados a fracasar estrepitosamente. Pero, claro, la “élite” europea vive del “dinero viejo”, de operaciones especulativas y del préstamo con interés, de programas estatales de ayuda a sectores energéticos “alternativos” y el miedo difundido durante décadas en torno a las centrales nucleares y a sus riesgos, no se corrigen de un día para otro…

En cuanto a las reservas de Europa ante la IA, Vance las ha demolido, incluso con cierto humor. Garantiza, por ejemplo, que la IA nunca servirá para falsificar la historia, mencionó expresamente las fotos creadas por IA en las que aparecía un George Washington negro y unos miembros del cuerpo de operaciones especiales USA durante la Segunda Guerra Mundial, todas mujeres... Nunca más, se podrá jugar con estas bromas. Y esto es lo que debería preocupar a Europa que, sin embargo, no está demostrando preocupación porque hoy, casi un 30% de la población europea que vota a opciones “populistas” (y Vance recordó, "de extrema-derecha” o “de extrema izquierda”) no sea tenida en cuenta gracias a la doctrina del “cinturón sanitario”. Y Vance preguntaba: ¿Cómo ustedes que se preocupan por las “libertades”, condenan al silencio a un tercio de sus electores? Y recordó la anulación de las recientes elecciones presidenciales en Rumania por el simple hecho de que el candidato vencedor era anti-UE y la excusa una simple y mínima cantidad que invirtió en “redes sociales”… Recordó también que los propietarios de las redes sociales habían sido presionados por el gobierno Biden para que difundiera las noticias que interesaban a la OMS durante la pandemia y “velara por la neutralidad de las informaciones” a través de censores.

Los gobiernos europeos no han advertido que ya no pesan absolutamente nada en política internacional y que, países como India ganan cada vez más protagonismo. La culpa es, por supuesto, de la “élite europea” demasiado ligada al “dinero viejo” (procedente de los consorcios empresariales y a la actividad especulativa y financiera convencional y sin prácticamente relación con las nuevas tecnologías) y que ha cambiado la “democracia”, por una “partidocracia” corrupta y corruptora.

Para esa élite, lo importante es “distraer” la atención del electorado con proyectos finalistas de altos vuelos: la globalización, la paz mundial, la Agenda 2030, la igualdad, el multiculturalismo, la inmigración, la “huella de carbono”, las energías alternativas, la “transición energética”, el wokismo y demás cantinelas del viejo estribillo.

Pero, en las dos conferencias públicas que ha dado el vicepresidente Vance en Europa en la segunda semana de febrero de 2025, todos estos mitos han caído, sin compasión. Vance ha demostrado en estas dos intervenciones, realizadas sin leer largos y farragosos discursos, que la administración Trump sabe perfectamente por qué camino está circulando y, para colmo, está haciendo justo lo que había prometido al electorado que haría.

En estas dos conferencias, Vance ha puesto el dedo en la llaga, ante un auditorio de la “élite europea” que ponía cara de no saber de lo que les estaba hablando. Especialmente en materia de Inteligencia Artificial. Para Vance, la IA es el futuro y se puede aplicar en todos los órdenes de la actividad humana. Pero en la UE hay un problema: la IA consume cantidades ingentes de energía; no puede haber desarrollo de la IA fiándolo todo a turbinas eólicas o a energía solar. Y, en esto hace falta ser muy claro. Quien quiera jugar un papel en el mundo futuro, deberá, como mínimo, prever el consumo de energía que absorberá la IA y que en los próximos diez años la demanda energética crecerá un 160%. Y, a fecha de hoy, solamente la energía atómica está en condiciones de aportar esas cantidades necesarias, ya sea por fisión o por fusión… Así que, todos aquellos gobiernos que hayan elegido desmantelar centrales nucleares y sembrar turbinas eólicas y huertas solares, están llamados a fracasar estrepitosamente. Pero, claro, la “élite” europea vive del “dinero viejo”, de operaciones especulativas y del préstamo con interés, de programas estatales de ayuda a sectores energéticos “alternativos” y el miedo difundido durante décadas en torno a las centrales nucleares y a sus riesgos, no se corrigen de un día para otro…

En cuanto a las reservas de Europa ante la IA, Vance las ha demolido, incluso con cierto humor. Garantiza, por ejemplo, que la IA nunca servirá para falsificar la historia, mencionó expresamente las fotos creadas por IA en las que aparecía un George Washington negro y unos miembros del cuerpo de operaciones especiales USA durante la Segunda Guerra Mundial, todas mujeres... Nunca más, se podrá jugar con estas bromas. Y esto es lo que debería preocupar a Europa que, sin embargo, no está demostrando preocupación porque hoy, casi un 30% de la población europea que vota a opciones “populistas” (y Vance recordó, "de extrema-derecha” o “de extrema izquierda”) no sea tenida en cuenta gracias a la doctrina del “cinturón sanitario”. Y Vance preguntaba: ¿Cómo ustedes que se preocupan por las “libertades”, condenan al silencio a un tercio de sus electores? Y recordó la anulación de las recientes elecciones presidenciales en Rumania por el simple hecho de que el candidato vencedor era anti-UE y la excusa una simple y mínima cantidad que invirtió en “redes sociales”… Recordó también que los propietarios de las redes sociales habían sido presionados por el gobierno Biden para que difundiera las noticias que interesaban a la OMS durante la pandemia y “velara por la neutralidad de las informaciones” a través de censores.