lunes, 6 de enero de 2025

EL FINAL DEL PRIMER CUARTO DEL SIGLO: LO QUE NOS TRAERÁ 2025 (2 de 4). EUROPA


2. EL FUTURO DE EUROPA EN 2025

Lo que se le viene encima a la Unión Europea no es mucho mejor.

La política europea está marcada por la deriva impresa por una corte de funcionarios atrincherada en las instituciones europeas, sin orientaciones precisas y a remolque, especialmente de la Agenda 2030 y el Acuerdo de París sobre el cambio climático, confusos porque su proyecto -convertir a la Unión Europea en la “pata” regional de la globalización, puede darse por fracasado. En efecto, la guerra de Ucrania, especialmente, pero también la locura impresa en cada uno de los diecisiete “objetivos” y las ciento sesenta y cuatro “metas” de la Agenda 2030 y sus resultados absolutamente adversos para los intereses europeos e identificados con el “ultraprogresismo”, han cogido a contrapié a los funcionarios de la UE que se resisten a variar el rumbo de la federación, a pesar de que cada día el “euroescepticismo” amplía sus bases en todos y cada uno de sus países integrantes. La mala gestión de la UE en todos los terrenos ha sido capaz de volvernos “antieuropeos” incluso a los que desde muy jóvenes veíamos en la “nueva dimensión nacional de Europa” una necesidad para competir en el mundo bipolar surgido de la Segunda Guerra Mundial y de la derrota de los países europeos (incluidos Francia y Gran Bretaña).

Se suele creer que la UE es gobernada por un “consejo de ministros” dirigido por un “presidente de la UE”. En realidad, no es así: el gobierno efectivo lo forma una corte de funcionarios, los únicos que conocen bien el denso entramado de “directivas”, “leyes”, “normas” y “principios de acción”, “tratados” y “acuerdos” que, en la práctica, constituyen un corsé de acero para la gestión efectiva y positiva de la UE. En cuanto al Parlamento Europeo, sus poderes son limitados, tanto como ilimitado es su presupuesto; su función es de “válvula de seguridad democrática”, pero sin poderes efectivos y sin posibilidades reales de modificar la trayectoria emprendida desde la Conferencia de Maastrich. 

Hoy, más que nunca, puede decirse que la Unión Europea es la institución más antieuropea jamás creada. Además, es una institución suicida: cuando se pactan acuerdos para traer alimentos del Mercosur o de África, lo que se está haciendo es condenar a muerte a la agricultura europea y, en el caso de los países africanos, ofrecerles una posibilidad de chantajear a Europa con la amenaza de cortar suministros alimentarios y, sin contar, que a partir de enero de 2025, los alimentos procedentes de esos países no serán sometidos a controles sanitarios, aun a sabiendas que pesticidas, herbicidas, fungicidas, prohibidos por tóxicos en la UE, se utilizan masivamente en África. Sin mencionar que las políticas energéticas, industriales y económicas, unidas a la permisividad en materia de inmigración, en apenas 20 o 30 años, harán que la UE y todos y cada uno de sus miembros, sigan descendiendo en los niveles de industrialización y superados por países de los cinco continentes: tal es la tendencia actual (por ejemplo, el nivel de industrialización, armamento y eficacia en la gestión del gobierno es muy superior en Marruecos que en España, con lo que podemos imaginar cómo quedarán hacia 2.050 la situación de Ceuta, Melilla y Canarias, incluso de zonas del territorio peninsular). Lo más terrible es que, anualmente, decenas de jóvenes universitarios europeos abandonan el continente agobiados por la inestabilidad laboral, los impuestos y la falta de oportunidades, para radicarse en países que prosperan a mucha más velocidad, con una estabilidad creciente, planificación y garantía de futuro… mientras llegan a la UE millones de inmigrantes de muy escasa formación cultural y de nula preparación laboral, procedentes de otras culturas y religiones (con un alto porcentaje de revanchismo y de parasitismo económico).

Cabría recuperar la consigna de “Si a Europa, pero no así”. E incluso la idea mucho más drástica, pero seguramente mucho más efectiva, de “resetear” la UE y partir de cero nuevamente en la construcción europea, a la vista de que ahora ya tenemos muy claro lo que ha fracasado en el proyecto. Digámoslo de otra manera: “Si persiste la UE en la línea adoptada desde Maastrich, Europa muere” o, finalmente, de manera aún más clara: “La UE debe morir, para que Europa pueda vivir”.

Este 2025 se inicia con inestabilidad política en las dos “locomotoras europeas”, Francia y Alemania. En Alemania cayó la “coalición imposible” formada por socialdemócratas, liberales y ecolocos. Se han convocado nuevas elecciones para febrero. Todo el misterio de estas elecciones es el resultado que obtendrá AfD como media en todo el país. Sabemos que, en las últimas elecciones regionales en los länders del Este, la AfD se ha configurado como la opción preferida por el electorado y la duda es si esta tendencia se afirmará también en el Oeste. Todo induce a pensar que, en cualquier caso, la AfD subirá electoralmente. Y la pregunta es: ¿hasta cuándo el centro-derecha democristiano podrá mantener el “cinturón sanitario” frente a la AfD sin experimentar una merma en su propio electorado? En el momento de escribir estas líneas el canciller austríaco ha encargado al FPÖ formar gobierno... lo que sienta un precedente peligroso para las estrategias de "cinturón sanitario".

El hecho de que partidos similares gobiernen en Italia o Hungría y tiendan a ser hegemónicos en Europa Central y del Este, incluso en Holanda y estén presentes en todos los países nórdicos, crea peligrosos precedentes para el resultado de las elecciones en las “locomotoras europeas”. En efecto, contrariamente al dramatismo de los teóricos del “cinturón sanitario ante la ultraderecha”, en todos estos países donde gobiernan estos partidos, no se han perdido libertades, ni se han hecho peligrar conquistas sociales: simplemente se ha gestionado mejor el Estado y se han abandonado “ideas marcianas” propias de los gobiernos progresistas.

En Francia, el gigantesco error de Macron de convocar elecciones legislativas anticipadas, con un resultado inesperado para él (no pudo evitar una victoria de la izquierda gracias a la “segunda vuelta” y al “cordón sanitario” frente al Rassemblement National) ha hecho que desde entonces -primera de 2024- cayeran dos gobiernos y los socialistas, encargados ahora de forma gobierno, encuentren idénticas dificultades. Parece inevitable que, antes o después, Macron estará obligado a convocar nuevas elecciones legislativas y parece difícil que, a la vista del caos étnico-social que está viviendo Francia y del fracaso que supusieron los Juegos Olímpicos (un escaparate internacional que demostró al mundo que París está completamente “arabizada” y “africanizada” y que los delirios de la progresía en la ceremonia de apertura no fueron sino un canto a la fealdad más desagradable) se mantenga el mismo resultado. Si bien, los partidos de centro-derecha siguen, oficialmente, manteniendo la política del “cinturón sanitario”, muchos son los que al constatar los resultados de esta política -iniciado en 2002 con el paso a la segunda vuelta de Jean Marie Le Pen en las presidenciales- concluyen que ha llevado a un Front National, hoy Rassemblement National, a ser cada vez más fuerte, mientras que el centro-derecha se debilita cada vez más. Es difícil que los dirigentes de los partidos de centro y centro-derecha rectifiquen esta orientación, pero es mucho más probable que el electorado si lo haga. Votar en la segunda vuelta al Nuevo Frente Popular implica votar a esa “izquierda marciana” cada vez más alejada de la realidad y sumida en su propio pozo de delirios de “ingeniería social”.

Sean cuales sean los resultados de estas dos citas electorales, a ello habrá que añadir los cambios que van a tener lugar en la política internacional, incluso en la “cultura” hegemónica. Cada vez parece más claro que el péndulo, que llegó con el “wokismo” al límite extremo y que había comenzado su trayecto con la “corrección política”, está iniciando su cambio de dirección. Y esto tendrá consecuencias en los países europeos. Por otra parte, es inevitable que el resultado de las elecciones norteamericanas repercuta inmediatamente sobre Europa. Y, en este terreno, la primera consecuencia será el aumento de gasto en defensa. La segunda, hacerse a la idea de que lo quede de Ucrania después del final de la guerra, nunca entrará ni en la OTAN, ni en la UE. Y, por lo mismo, dicho antes, si bien Europa precisa de una “defensa común”, la OTAN no es, desde luego, el instrumento más adecuado. Su “reseteado” es tan necesario como el de la UE. Lo que implica adoptar una nueva política exterior: dejar de mirar a Rusia como un “enemigo” y empezar a verlo como un “vecino” con el que nunca deberían de haberse cortado vínculos comerciales y económicos

Las consecuencias de estos dos procesos electorales no se escapan a nadie: 

- por un lado, si avanza de manera arrolladora AfD en las elecciones alemanas, el “cinturón sanitario” frente a la “extrema-derecha” solo podrá mantenerse en el tiempo, a costa de que la coalición que gobierne asuma parte de los presupuestos de este partido, especialmente en materia de inmigración, seguridad, energía y disciplina presupuestaria. Y otro tanto en Francia. 

– por otro lado, también puede ocurrir que el “cinturón sanitario” se rompa y la derecha asuma la realidad: en el siglo XXI y, ante la Agenda 2030 y los delirios ultraprogresistas solamente hay dos posiciones posibles, o con el nuevo conservadurismo (regeneración + tradición) o con el viejo ultraprogresismo (siempre adelante hacia el precipicio). No hay “terceras vías”, salvo en el plano ideal.

Lo que se nos viene encima en 2025 (1 de 4). España

Lo que se nos viene encima en 2025 (2 de 4). Europa

Lo que se nos viene encima en 2025 (3 de 4). Iberoamérica

Lo que se nos viene encima en 2025 (4 de 4). Las superpotencias