Se diría que, desde 2000 vivimos un “seculus horribilis”, particularmente en España y, por esta lógica, deberemos de admitir que 2025 tampoco va a ser un buen año (particularmente, difícil para España). Para algunos es el “zeitgeist” de la época, para otros, el “karma”; en realidad, en esto como en todo, quien da la clave es el refranero español cuando dice aquello de “tenemos lo que nos merecemos”. Pero tampoco pueden ignorarse los cambios sustanciales que van a tener lugar en todo el mundo y que, inevitablemente, repercutirán en España. Dicho lo cual, vamos a intentar resumir en cuatro apartados, lo que -creemos- nos espera para 2025: en España, en Europa, en Iberoamérica y en el Mundo.
1. ESPAÑA: AÑO DE JUICIOS Y DE REALIDADES
Algún amigo nos ha reprochado que últimamente no escribamos nada de política nacional. Respuesta: la política nacional es plana y aburrida, desde que Sánchez se ha instalado en el poder, se reduce a sólo tres palabras: corrupción, mentira y traición. Las tres operan el milagro de que Sánchez siga siendo presidente, pero no pueda salir de Moncloa sin recibir abucheos. Cada día, desde hace un año, los medios digitales independientes -los únicos creíbles en este momento, en detrimento de los medios convencionales y subvencionados- nos ponen al día de lo que legítimamente podemos pensar que es sólo una mínima parte de las corruptelas, mentiras y traiciones del pedrosanchismo, hasta el punto de que ya sabemos que mañana nos informarán de latrocinios mayores a los desvelados hoy. ¿Resulta, pues, aceptable escribir sobre lo que todos suponemos? A estas alturas ¿podemos dudar, a estas alturas, de que el “PSOE” sea una “organización criminal” (esto es, un grupo que se ha formado para delinquir)? Creo que, incluso, los votantes tradicionales y cerriles del “PSOE”, lo saben desde hace décadas, pero justifican su voto por el “miedo a la derechona” ya desde los tiempos del tándem Guerra-Felipe. Escribir sobre eso, no es la función de un blog, sino de un juzgado que, como se ve, va a remolque de medios periodísticos independientes.
El drama de Sánchez es que está obligado a mantenerse contra viento y marea en el poder, porque, de perderlo, si hay justicia, todos intuimos que terminará en Alcalá-Meco. Él y su entorno. Y el drama de España es justamente el mismo: con Sánchez en el poder, España carece de futuro -España, los españoles y los futuros españoles-, pero con Sánchez en Alcalá-Meco, habrá que confiar en el PP. Y, si bien en este caso, el refrán español “más vale malo conocido que bueno por conocer” es difícil que se cumpla (las cotas de corrupción del sanchismo sin impensables en un país civilizado), lo que tememos es que a Feijóo le falte carácter y redaños para que situaciones como las que está viviendo España en estos momentos no se repitan y lo que es peor aún: para que España pueda remontar. A no olvidar que su “primera opción de pactos” sigue siendo el “PSOE liberado del sanchismo”. Terrorífico. ¿Existirá un “PSOE” más allá de Sánchez? Respuesta: difícilmente (esa es la esperanza de todos los que conocemos la historia del PSOE).
Todo esto marca lo que va a ser 2025 para España: el año más “judicializado” que cualquier otro de nuestra historia. Y me temo que ni la justicia, ni la prensa han llegado al fondo de las corruptelas del poder.
Sánchez caerá, eso está claro. Depende de Junts y viceversa. Claro está que Junts y ERC están viendo, horrorizados, como se van desleyendo como un azucarillo en beneficio de Alleança Catalana de la Orriols. El error de los indepes es no recocer que el “procés” fue una triste patochada a la que ha seguido un error no menor, no hacer autocrítica y, sobre todo, mantener a las dos cabezas visibles de aquella mascarada caricaturesca, Junqueras y Puigdemont, al frente de sus formaciones desde 2017, cuando se hizo visible el fracaso de esta iniciativa (por lo demás, destinada a fracasar). Para colmo, ambas formaciones son cómplices del sanchismo al que apoyan desde el principio. No así la Orriols que, hoy por hoy, es el único voto decente en el campo independentista y que ya no es un fenómeno exclusivo de la “muntanya catalana”.
Decíamos que Sánchez caerá y la duda es si su caída arrastrará a su sigla con él y para siempre. No se ve claro quién puede sustituirle. Ha hecho todo lo posible para eliminar competencias y cuando caiga, casi todas las direcciones de las federaciones regionales caerán con él. No parece tampoco muy halagüeño el futuro de Sumar, coalición prácticamente zombie y que durará lo que duce el sanchismo. Luego, oscuridad y muerte. Todo el problema de Sumar es si le “sobrepasa” Podemos, una competición por liderar el espacio ultraprogresista; pero lo cierto es que ambas coaliciones son castillos de naipes que hablan un lenguaje casi extraterrestre. Lo más probable es que, después del sanchismo, aparezca la “Unidad de la Izquierda” que subsuma a todas estas siglas (incluido el PSOE) olvidables unas y corruptas otras.
Sánchez no caerá por las denuncias de corrupción (España se ha habituado a la corrupción en 50 años de postfranquismo), sino más bien por su fracaso económico. El “cohete” pedrosanchista estallará este año cuando todos y cada uno de los contribuyentes comprobemos este año que nos han subido impuestos, nos ha bajado la calidad de los servicios públicos, los aumentos de pensiones y salarios se alejan cada vez más del alza del coste de la vida y aumentan aún más las retenciones. A Sánchez le pasará como a Jimmy Carter, recientemente fallecido. Carter fue una tragedia americana, sobre todo en política exterior, pero no cayó por eso, sino porque la economía norteamericana y las familias vieron recortados sus ingresos. Y aquí no importa que el Banco de España, los medios de comunicación y los tertulianos que comen de la teta del sanchismo, enmascaren la realidad y presenten el vaso vacío como si estuviera repleto de buen Rioja: el ciudadano que paga impuestos y le roban entre el 15 y el 60% de su sueldo para pagar corruptelas y chiringuitos, lo va a ver de otra manera.
La estrategia de Sánchez para 2025 la conocemos todos:
1) Aguantar en el gobierno concediendo a Junts y ERC todo lo que le exijan por mucho que estos partidos ya ni siquiera son hegemónicos en Cataluña y su peso político decrece día a día.
2) Aumentar el control sobre los medios de comunicación independientes con su “ley sobre bulos”, permitiendo solamente los bulos lanzados desde Moncloa y persiguiendo noticias auténticas definidas como “bulos” por el gobierno.
3) Aumentar el control sobre la judicatura haciendo que la instrucción corra a cargo del os fiscales, dependientes del fiscal general, en lugar de en los jueces.
4) Aumentar el número de “nuevos españoles” que voten al sanchismo solo porque les prometa subsidios y subvenciones ad infinitum.
5) Seguir falseando la situación económica, afirmando que el país va en cabeza en Europa en todo (cuando es justamente lo contrario y el PIB solo aumenta porque cada año aumenta la población a causa de la inmigración ilegal y masiva).
6) Crear “diversiones” que entretengan a la opinión pública y lo alejen de los titulares de denuncia de la corrupción, el nepotismo, el amiguismo, la presión fiscal y el caos económico y político: Barbara Rey, polémica antimonárquica, Lalachus de turno, memoria histórica unidimensional, jubileo franquista, etc.
Pero el problema de esta estrategia es que, si falla solamente un solo punto, resulta inviable y abocada al fracaso. Por mucho que Sánchez haya pactado con Belcebú y con todos los primeros espadas de la corte diabólica, en realidad, es un pobre diablo que está cayendo por una pendiente a velocidad creciente. Digámoslo ya: Sánchez es el primer jefe de gobierno español que ha comprado todos los números de la lotería para entrar en la cárcel.
Es más probable que, a lo largo del año, el panorama judicial del sanchismo se vaya oscureciendo, sus aliados empiecen a “oler a muerto” y a temer que apuntalarlo permanentemente en el poder, les termine perjudicando electoralmente en sus regiones. Una parte del electorado, asfixiado por impuestos, reaccionará de manera imprevista, esperando que aparezca un Milei con testículos suficientes para decir alto y claro, “ché, se acabó la plata” y Sánchez no puede esperar el voto de ni un solo trabajador o empleado al que se le quede más de una cuarta parte de su sueldo. En cuanto a los “nuevos españoles”, Sánchez se equivoca pensando que siempre le van a votar: los que han venido a trabajar son los primeros en saber que como sigan llegando inmigrantes -atraídos por los subsidios, con nula voluntad de trabajo y de dudosas intenciones- ellos mismos que llevan una vida de trabajo, van a sufrir xenofobia y racismo. Y solamente con el apoyo de okupas, carteristas, ni-nis, ONGs, chiringuitos, LGTBI (sin la Q y sin el +) y la especia en vías de extinción de los “progres”, no se logra una mayoría social suficiente para gobernar por mucho tiempo. Así que puede ocurrir como en Francia, en donde el voto al Rassemblement National está formado en buena medida por inmigrantes de primera generación. En cuanto a las leyes y reformas que quiere aprobar con la intención de limitar el derecho a la libertad de expresión y modificar los procedimientos judiciales en beneficio propio, va a ser difícil que sean aprobados en un parlamento que en esta legislatura no ha podido aprobar ni una sola ley propuesta por el gobierno.
Los grandes problemas que va a enfrentar España en este 2025 son:
1) Una quiebra técnica del Estado que se producirá en el momento en el que lleguemos a dos billones de euros de deuda pública, impagable por mucho que vaya aumentando la presión fiscal.
2) El fracaso de las maniobras de distracción (el año jubilar de la muerte de Franco que se puede volver en contra de su promotor), las provocaciones contra la Iglesia y contra la Monarquía que se seguirán sucediendo para crear falsas polémicas. En diciembre, habrá bajado incluso el caché de Bárbara Rey en las televisiones generalistas.
3) El desprestigio creciendo de los dos grandes partidos y la falta de confianza en el PP como alternativa, con el alejamiento entre el “país real” y el “país legal”, con el consiguiente desplazamiento del voto a la derecha de la derecha.
4) Los cambios internacionales que van a aislar todavía más al sanchismo y situarlo en el “paquete” de los “malditos”.
5) La fractura vertical de la sociedad entre una mayoría social situada cada vez más en el conservadurismo y una minoría progresista cada vez más “marciana”, cuyos proyectos de ingeniería social se traducen en fracasos sonados y solo están avalados por la Agenda 2030.
6) Una situación de inestabilidad política creciente que se viene arrastrando desde los orígenes mismos de la legislatura y que irá avanzando a medida que el sanchismo se vea abocado a su fin. Una situación de agonía, en definitiva.
7) Un orden público más deteriorado y una inmigración cada vez más descontrolada, ocultada por Marlaska, pero visible y perceptible para un número creciente de ciudadanos.
Y el gran problema que va a arrastrar España en 2025, es que la agonía de un gobierno dirigido por una coalición de los psicópatas, los corruptos y los ineptos, apoyada por los fracasados del “procés”, termine arrastrando a un país y a una sociedad por entero. Es probable que, a pesar de los pesares, Sánchez termine 2025 en La Moncloa, pero sus “idus de marzo” le esperan inexorablemente al final del recorrido. Vale la pena si España, mejor dicho, el electorado español, aprende finalmente la lección: no votar nunca más a un psicópata integrado, no votar nunca más a una sigla que a lo largo de su historia ha sido responsable de no pocas tragedias, golpes y desgracias, exigir que el depositario de nuestro voto no vuelva a ser nunca más un ególatra enfermo al que no le importe nada más que sus enfermizas satisfacciones personales. Por el momento, como dice aquel, “disfruten de lo votado”… Tal es el panorama nacional para 2025.
Lo que se nos viene encima en 2025 (1 de 4). España
Lo que se nos viene encima en 2025 (2 de 4). Europa
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Lo que se nos viene encima en 2025 (4 de 4). Las superpotencias