jueves, 28 de mayo de 2020

José Antonio y la monarquía. Una posición no tan diáfana… (8 de 10) – Los monárquicos en Falange hasta la escisión jonsista (A)


Cuando tiene lugar el mitin del Teatro de la Comedia el 29 de octubre de 1933, ya están convocadas las elecciones generales para el 12 de noviembre, hasta el punto de que no puede olvidarse que el acto de fundación de Falange Española (o en el que se sella la transformación del MES–Fascismo Español en Falange Española) es, en definitiva, un acto electoral.

Las derechas se presentaban con el nombre de Unión de Derechas y Agrarios (CEDA, más los monárquicos alfonsinos, más la Comunión Tradicionalista, más el Partido Agrario, más algunos independientes) en torno a un programa mínimo de tres puntos: revisión de la Constitución de 1931, abolición de la Ley de Reforma Agracia y amnistía para los delitos políticos (aspirando con ello al retorno de los exiliados y de los presos por la “sanjurjada”). La CEDA destacó por la abundancia de medios empleados en la campaña. Obviamente, el tono de la coalición eran conservador y, más que conservador, incluso reaccionario. El otro bloque que se presentaba a las elecciones estaba encabezado por Alejandro Lerroux y el Partido Republicano Radical que se presentó como centrista resumiendo su lema con las palabras de “República, orden, libertad, justicia social y amnistía”. Constituyó candidaturas junto con el Partido Republicano Liberal Demócratas de Melquíades Álvarez y el Partido Republicano Progresista de Alcalá–Zamora entonces presidente de la República. En aquellas circunscripciones en las que se requirió una segunda vuelta, los lerrouxistas pactaron con la CEDA y los agrarios. El PSOE rompió con los republicanos de izquierdas y se presentó en solitario siguiendo a Largo Caballero y en contra de Indalecio Prieto y Fernando de los Ríos. La CNT, por su parte, realizó una agresiva campaña a favor de la abstención.

Las izquierdas republicanas, socialistas incluidos, resultaron derrotados, entre otras cosas por el voto masivo de 6.800.000 mujeres que votaron por primera vez y lo hicieron contra las izquierdas que tantas veces habían reivindicado su derecho al voto. Las derechas no republicanas obtuvieron 200 diputados de los que 115 eran de la CEDA, 30 agrarios, 20 tradicionalistas, 14 alfonsinos, 18 independientes y 2 “fascistas” (José Antonio Primo de Rivera y el doctor Albiñana). Los partidos de centro derecha obtuvieron 170 diputados, de los que 114 correspondían a la coalición lerrouxista, 11 eran del PNV, 24 de la Lliga Regionalista catalana, 17 del Partido Republicano Conservador y 6 del Partido Republicano Gallego. En cuanto a la izquierda a duras penas llegó a 100 diputados distribuidos entre 59 del PSOE, 17 de ERC, 3 de la Unión Socialista de Cataluña, 5 de Acción Republicana, 4 federales y 3 del Partido Republicano Radical Socialista Independiente.

Era evidente que se había producido un vuelco espectacular respecto a las constituyentes y que la atomización del parlamento haría difícil que se pudieran forjar coaliciones estables que garantizaran la gobernabilidad del país. El cambio masivo de voto y su fragmentación demostraban que la república distaba mucho de estar consolidada. Pero el elemento más significativo era el impresionante ascenso de la derecha “accidentalista”, especialmente porque en ningún momento había manifestado su lealtad, ni su aceptación de la república. La derrota de las izquierdas fue clara y rotunda. Los lerrouxistas se hicieron dueños del centro político. En cuanto a la campaña abstencionista de la CNT, es evidente que tuvo algo que ver con la derrota de la izquierda.

En estas condiciones, era evidente que con el triunfo de los “partidos de orden”, el nuevo partido, Falange Española, no tenía mucho sentido. En toda Europa, los fascismos avanzaban solamente cuando existía un riesgo de que el Estado no pudiera contener la subversión procedente de las izquierdas y existía una amenaza real del bolchevismo. Si este estaba ausente, era evidente que partidos que se identificaban con ese sector político carecerían, sino de razón para existir, si al menos de excusa para interesar a grandes masas populares. No es raro, por tanto, que, a partir de ese momento, el escenario preferencial y casi único de actividad del nuevo partido, fuera la Universidad. En los centros de estudios, después de la primera euforia por la proclamación de la República, a partir de mediados del curso 1932–33, las organizaciones estudiantiles de izquierdas, con la Federación Universitaria Escolar (1) (FUE) en pérdida de vigor. Especialmente activos antes de la aparición de los falangistas, fueron los estudiantes católicos de la AEC en Valladolid, Salamanca y Zaragoza, y los tradicionalistas de la AET, también los jonsistas empezaron a crecer en las aulas a partir de ese momento  (2). A partir del curso siguiente empezaría la verdadera batalla para los falangistas en la universidad.

A pesar de que estando el poder en manos de “partidos de orden”, los falangistas no dudaron en constituir una organización paramilitar desde los primeros momentos. La inmensa mayoría de sus miembros fueron estudiantes, pero la organización estuvo en manos de conocidos monárquicos: Luis Arredondo Acuña (comandante de infantería), Ricardo Rada Peral (teniente coronel) y Román Ayza (coronel retirado de Estad Mayor), cada uno de los cuales se hizo cargo de una de las tres zonas en las que había sido dividido Madrid. Los tres eran monárquicos alfonsinos, retirados de la milicia activa por la Ley Azaña. No eran los únicos militares de estas características que se habían afiliado al partido. Otros muchos primeros afiliados eran también alfonsinos activos y algunos de ellos militares: Rodríguez Tarduchy, Emilio Alvargonzález, el doctor Manuel Groizard, Alfonso Zayas, José Luna, y Julio Ruiz de Alda (3).

A poco de ser constituido el embrión de las milicias se demostró que cualquier operación de propaganda e incluso la más mínima distribución del semanario FE iba a ser una “operación de guerra”. A finales de 1934, cuando se distribuyó en diciembre el primer número del semanario se produjeron violentísimos incidentes en Cuatro Caminos y en la Puerta del Sol. Los voceadores de la revista fueron estudiantes del SEU protegidos por escuadradas de protección. José Antonio estaba allí presente también (4). No tardarían en producirse los primeros muertos. El 2 de enero de 1934, repartiendo todavía el número 1 de la revista se produjeron algunos incidentes que propiciaron un registro en la sede de Falange, clausurando el local de Eduardo Dato. El día 8, se reprodujeron los incidentes al salir el número 2 de FE. El 11, Francisco de Paula Sampol, fue asesinado después de comprar un ejemplar de la revista (5).

En 1934, la FUE perdió el control de la universidad y los grupos estudiantiles anticomunistas (SEU, AET y FEC) tendieron a actuar solidariamente. En Zaragoza se produjeron disturbios universitarios en operaciones de propaganda en las aulas falleciendo el estudiante Manuel Baselga de Yarza (6). Como represalia por este crimen, Narciso Perales dirigió a los estudiantes del SEU a un asalto contra el local de la FUE (7).

El rector de la Universidad de Zaragoza había clausurado los locales de la FUE de madrugada del 24. En represalia, la FUE decretó 48 horas de huelga general en todas las universidades. Resultaron apaleados varios estudiantes del SEU de medicina y a algún profesor que se resistía a abandonar las clases. Por la tarde del 24 de enero en el domicilio de Ruiz de Alda, se reunieron representantes del SEU y de la AET (Agrupación de Estudiantes Tradicionalistas, afectos al carlismo, no se olvide) para planear el asalto al local de la Asociación Profesional de Estudiantes de Medicina, rama de la FUE en la Facultad de San Carlos que, efectivamente, tuvo lugar al día siguiente (8). En esos mismos días el diario Luz publicó unas Instrucciones para la Primera Línea, al parecer redactadas por el comandante Arredondo, sin duda por la fuga de información de algún mercenario infiltrado en la milicia falangista. Se trataba solamente de fragmentos que unos días después el diario del PSOE, El Socialista, publicaría íntegramente: su texto se había encontrado en el cuerpo de Matías Montero, el primer dirigente relevante del SEU asesinado (9). Al funeral por Matías Montero asistieron relevantes personalidades monárquicas: el Conde de Rodezno por los carlistas, Goicoechea por los alfonsinos d Renovación Española e incluso algunos militantes de las Juventudes de Acción Popular. A partir de ese momento, Falange Española se vio envuelta en una espiral de represalias de la que ya no le sería posible salir hasta la sublevación cívico–militar de julio de 1936 y que explica, por sí misma, el elevado martirologio falangista.

Hasta ese momento, José Antonio se había negado a realizar el “ojo por ojo” después de cada asesinato. Hasta ese momento, en el entorno de José Antonio imperaba un sentido mucho más idealizado de la política hasta el punto de que hay que pensar, por varios testimonios, que anímicamente José Antonio no estaba preparado para soportar este aluvión de muertos y el que, a su vez, sus subordinados le pidieran (y sus financiadores le exigieran) represalias sistemáticas. Álvaro Alcalá Galiano, marqués de Castel Bravo y Conde del Real Aprecio, pidió desde las columnas de ABC “algo más que la “enérgica protesta” de rigor en los periódicos, unas represalias inmediatas. Y nada… por eso mucha gente empieza ya a considerarlo más bien como una forma de vanguardismo literario, sin riesgo alguno para sus adversarios ni peligro para las instituciones” (10).


Antes de seguir, vale la pena situar a Álvaro Alcalá Galiano. Se trataba de uno de los más próximos colaboradores de Alfonso XIII del que había sido Mayordomo de semana y Maestrante de la Real de Zaragoza. Destacó como artista y, además de asiduo colaborador de ABC, organizó exposiciones en toda España y fue presidente de la Asociación de Pintores y Escultores Españoles. Se familiarizó especialmente con pintura francesa y destacó como uno de los mejores paisajistas y muralistas de la primera mitad de siglo. Fue uno de los fundadores de la revista Acción Española y resultó asesinado en Paracuellos del Jarama siete días después del fusilamiento de José Antonio. Así pues, se trataba de un peso pesado de la causa monárquica que afeaba a José Antonio, públicamente la falta de iniciativa (de “vindicta”) ante los asesinatos.

José Antonio replicó al día siguiente en el que se reiteraba la “combatividad” falangista, pero se añadía que “entre los adversarios hay que incluir a los que, fingiendo acuciosos afecto, apremian para que tome las iniciativas que a ellos les parecen mejores” (11). El ABC añadía un comentario favorable a Falange y a su negativa a sistematizar las represalias, pero al mismo tiempo sostenían que no era la intención de Alcalá Galiano estimular la violencia entre las partes. Lo cierto es el día antes Alcalá Galiano ya había negado que existiera menosprecio en lo que había desencadenado la polémica, pero reiteraba su “asombro” por la “indefensión en que Falange Española deja a sus militantes”. Se refería en esta ocasión al asesinato de Matías Montero como “vergonzoso y cobarde” y sentenciaba que “un fascismo teórico, sin violencia como medio táctico, será lo que se quiera, pero no es fascismo” (12).


En el origen de la polémica estaba un artículo de Alcalá Galiano publicado en el mismo diario el 10 de febrero titulado La república de “oportunistas” (13) que no dejaba de ser un comentario a un trabajo de El Caballero Audaz titulado República de Monárquicos. Una vez entrado en materia, escribía Alcalá Galiano: “El órgano del partido, FE, se dejó de publicar después del primer número y al reanudarse parece una interesante exposición del ideario fascista y del Estado corporativo, pero en modo alguno un órgano de combate. ¿Puede llegar de ese modo a ser una realidad el fascismo en España? No; observa con razón el Caballero Audaz, porque sin milicias dispuestas a la defensiva y sin violencia el fascismo renuncia de antemano a los métodos que en otros países le dieron el triunfo”. En el mismo número, en la página 5, aparecía la noticia, con foto incluida, del asesinato de Matías Montero.

El asunto llegó a los tribunales y José Antonio acusó a Alcalá Galiano de incitación al asesinato. Pero el asunto terminó complicándose cuando Ernesto Giménez Caballero escribió un artículo en el diario Informaciones (propiedad de Juan March, alineado con los alfonsinos) titulado (14) “Ante la temporada taurina. Se buscan cuadrillas”.

Giménez Caballero, en aquel momento, estaba en Falange y la impresión que da la lectura del artículo es que conocía la financiación que los alfonsinos daban a Falange Española, de ahí su alusión a los que “pagan cuadrillas” y “permanecen en los tendidos”.

Lo cierto es que hay un antes y un después en la historia de Falange a partir del asesinato de Matías Montero y de esta polémica. A pesar de que José Antonio se resistiera a organizar represalias sistemáticas, cada vez se veía más arrastrado por los partidarios de responder a cada asesinato con “vindictas”. Lo significativo es que eran, precisamente, los procedentes del sector alfonsino que figuraban en el partido, quienes parecían más interesados en abordar las represalias más contundentes.


José Antonio sabía que, por ahí podía perder el control del partido. No se trataba de un pequeño grupo de presión en el interior del partido, sino que englobaba lo esencial de la militancia en aquellos primeros pasos. La polémica con Alcalá Galiano tenía importancia en la medida en que podía llegar un momento en el que los alfonsinos considerasen que Falange Española no tenía suficiente agresividad y demostrase que su “inversión” no era políticamente rentable. El otro riesgo es que, la indiscreción de Giménez Caballero –y las sospechas que ya por entonces tenías las izquierdas para las que el fascismo era “el brazo armado de la reacción”– podían dar la impresión a la opinión público de que Falange Española, al estar compuesta en buena parte por dirigentes, cuadros y bases procedentes del alfonsinismo, se nutría económicamente de estos, siendo nada más que una correa de transmisión de los sectores monárquicos más radicales. De ahí la importancia de la polémica con Alcalá Galiano.

Los nombres de los monárquicos en ese momento dentro de Falange Española era especialmente el círculo que se movía en torno a Julio Ruiz de Alda. Hombre sin muchas complicaciones ideológicas, héroe del Plus Ultra que había recorrido en ese avión junto con Ramón Franco los 10.000 km que median entre Palos de la Frontera y Buenos Aires, era otro alfonsino galardonado por el rey con el título de Gentilhombre de cámara. Como presidente de la Federación Internacional Aeronáutica, recibió de manos de Mussolini la Encomienda de San Gregorio Magno. A partir de ese momento, conjugó sus lealtades monárquicas con una admiración creciente hacia el fascismo. Ruiz de Alda se hacía una imagen de “partido fascista” análoga a la que aludía Alcalá Galiano (y seguramente a la que tenían todos los monárquicos y no pocos falangistas de la época): sería un movimiento de “lucha callejera”. El problema era que las derechas estaban en el poder y que disponían de todos los recursos del Estado para mantener el orden sin necesidad del concurso de milicias falangistas. De ahí que los acuerdos suscritos con los monárquicos en agosto de 1933 debieran renegociarse y también, a causa de la doble tenaza entre la presión de los que mantenían económicamente el partido en ese momento (alfonsinos todos) y de la presión de las izquierdas, José Antonio, a quien algunos llamaban ya “Juan Simón el enterrador” y a su partido “Funeraria Española”, diera vía libre a las “vindictas” después del asesinato de Juan Cuellar. David Jato lo narra así:

El domingo siguiente a la concentración de Carabanchel, el 10 de junio, moría asesinado en El Pardo el estudiante Juan Cuéllar. Se había planeado que dos centurias hicieran acto de presencia en las reuniones de los «chibirís». Juan Cuéllar, con otros dos de su escuadra, en las primeras horas de la mañana, se dedicó a localizar y observar los grupos socialistas de los alrededores de la Playa de Madrid.
Uno de ellos les preguntó:
—Y vosotros, ¿cómo no cantáis la Internacional?
—Porque no queremos —contestó Cuéllar.
—–¿Sois cenetistas?
—No, somos la Falange.
Inmediatamente fueron atacados por una partida números; mientras trataron de pedir auxilio a otros camaradas, Cuéllar fue asesinado a navajazos; cerca, otro del S. E. U., José Costas, hijo único, huérfano de padre, que se hacía ingeniero industrial mientras trabajaba en el Banco Hipotecario, herido, presenció impotente cómo se profanaba el cadáver de su camarada y amigo íntimo. Juanita Rico, de la Juventud Socialista, llegó a orinar encima de la víctima. Tarde para evitarlo, llegaron otros estudiantes: Miguel Primo de Rivera, primo de José Antonio; Guillermo Aznar, Escartín, Palao, Allánegui; la presencia de la Guardia Civil terminó la pelea, en la que resultó herido Allánegui. El padre de Cuéllar, agente de Policía, apenas pudo reconocer el rostro, pisoteado, de su hijo; a su madre se la evitó ver el cadáver en el Depósito Judicial.
José Antonio no pudo mantener su actitud de no responder con violencia al asesinato. Poco antes había escrito en F. E.: «Una represalia puede ser lo que desencadene en un momento dado, sobre todo un pueblo, una serie inacabable de represalias y contragolpes. Antes de lanzar así sobre un pueblo el estado de guerra civil, deben los que tienen la responsabilidad del mando medir hasta dónde se puede sufrir y desde cuándo empieza a tener la cólera todas las excusas.» Un sector encabezado por el monárquico Ansaldo instaba al jefe de la Falange para que tomara decisiones enérgicas. Era cierto que se respiraba un ambiente de guerra civil y bien pronto lo probó la sesión del Congreso del 4 de julio, en la que relucieron numerosas pistolas en manos de los diputados. La Falange hubiera perdido su moral de quedar la triste jornada de El Pardo sin una adecuada réplica. Más tarde, José Antonio contaría a Francisco Bravo: «Mis escrúpulos morales y religiosos fueron también tiroteados por los pistoleros en una larga lucha interior».
Ansaldo dio la orden para una inmediata represalia (15).
Cuando eso ocurría, los jonsistas ya se habían integrado en Falange (15 de febrero de 1934, coincidiendo con el asesinato de Matías Montero) y había tenido lugar la primera “concentración de milicias” en Carabanchel (de la que se han dado distintas cifras, pero todo induce a pensar que no fueron menos de 600 ni más de 2000 los allí concentrados, lo que da muestras de la debilidad del partido, celebrada el 3 de junio de 1934). La fusión se había acelerado a instancias de los alfonsinos. Estos, como hemos confirmado gracias al testimonio de Ansaldo, venían subvencionando a ambas organizaciones. Pero en el momento en el que las derechas ganaron las elecciones de noviembre de 1933, fueron los primeros en darse cuenta de que ni “los fascistas” (Falange Española), ni los “jonsistas”, podían aportar mucho a la nueva situación. A esto se añadió la polémica sobre la “falta de combatividad” de las huestes de José Antonio. Los alfonsinos, durante un tiempo, creían que podrían participar en un gobierno de coalición de derechas junto a la CEDA y esto hizo que su interés por ambos grupos disminuyera.


No hay constancia de que en ese período los alfonsinos dieran algún apoyo a los jonsistas, más allá del dinero que utilizaron para lanzar la revista teórica JONS. En los meses previos a la fusión con las JONS, Falange siguió recibiendo las 10.000 pesetas mensuales. Existían diferencias entre ambas organizaciones: en la primera generación de falangistas existía una abundancia de militantes, cuadros y dirigentes procedentes de las filas monárquicas (17), mientras que en las JONS, la composición sociológica era completamente diferente.

Lo cierto es que la fusión entre ambas formaciones arranca de la reunión que tuvo lugar en San Sebastián en agosto de 1933 entre el grupo alfonsino (representado por Ramos y Areilza) quienes convocaron a Primo de Rivera, Ruiz de Alda, García Valdecasas y Ramiro Ledesma a una reunión. Sea cual sea la importancia que tuvieron los alfonsinos en la aproximación entre Falange y las JONS, lo cierto es que la reunión se realizó a sus instancias y, por otra parte, si Ledesma fue llevado a sentarse en la misma mesa con José Antonio (del que le separaba el que en ese momento no aspirase a nada más que a formar una copia del fascismo italiano sin esfuerzos por “nacionalizarlo”) fue precisamente porque el cierre del grifo que había interrumpido el flujo de fondos a las JONS era el mejor método para presionar en dirección a un acercamiento a Falange: o fusión o asfixia económica. Optaron por la fusión. La nueva situación política creada con el resultado de las elecciones de noviembre, hizo lo demás.

El tiempo que media entre la reunión de agosto en San Sebastián (agosto 1933) y la fusión efectiva (febrero 1934) es el tiempo en el que se produce de manera trepidante un cambio de perspectiva: los alfonsinos que miraban hacia la resistencia armada y el golpismo y, por tanto, precisaban, fuerza activista, miran ahora de llegar a un acuerdo con la CEDA en el poder. Su interés por “los fascistas” y “los jonsistas”, disminuye. La falta de combatividad de Falange, les crea dudas sobre si la “inversión” que han realizado, tiene un rendimiento aceptable. Pero la presión de la izquierda obliga a José Antonio, finalmente, a decidir devolver golpe por golpe. Pero quienes han constituido lo esencial de la milicia en ese momento son… los monárquicos alfonsinos que alberga dentro del partido. Se próxima el momento en el que la influencia de los monárquicos dentro de Falange alcanza sus más altas cotas.


NOTAS

(1) En la actualidad no existen monografías accesibles dedicadas a la historia y orientaciones de la FUE. Puede leerse, sin embargo, La España de Primo de Rivera. La modernización autoritaria 1923-1930, Eduardo González Calleja, Alianza Editorial, Madrid 2005, págs. 89-95. El libro de David Jato (op. cit.) a pesar de ser una historia del SEU aporta muchos y muy interesantes datos sobre la situación de la universidad durante la Segunda República y las luchas entre facciones estudiantiles.
(2) Cf. David Jato, op. cit., págs. 46-56.
(3) E. González Calleja, op. cit., pág. 207.
(4) En el número 2 de la revista, apareció un artículo, sin duda escrito por el propio José Antonio en el que explicaba las vicisitudes de aquella primera edición de la revista: Cómo hizo FE su primera aparición, Madrid, 11 de enero de 1934, nº 2, pág. 6-7. Una parte del artículo alude a cómo fue el reparto en la calle: “Nuestros muchachos de la Falange están en la calle disciplinadamente desde primera hora para proteger la venta de «F. E.». Los socialistas también han prohibido que el periódico se venda. Ellos y los comunistas han anunciado que impedirán la venta airadamente. No llegará la sangre al río. Pero, previsores, los mozos que participan en el espíritu de nuestra Falange están en la calle desde temprano. Se esperaba que saliera el periódico a las once. Dan las once, las doce, las doce y media y el periódico no sale. Nuestros muchachos dan prueba de la mejor disciplina: no se impacientan, ni murmuran, ni desconfían de quienes les han dado las órdenes. Comprenden que ha pasado algo fortuito. Y permanecen en sus puestos. A las once y cinco minutos se ha presentado el nuevo número, sin los artículos denunciados, al Gobierno civil. Manda la ley que entre la presentación y la salida transcurran dos horas. A la una y cinco minutos, en punto, invade las calles nuestro grito: ¡«F. E.»!, ¡«F. E.»! El público arrebata los ejemplares. Sujetos sospechosos miran de soslayo a los vendedores. Pero la debilidad de los vendedores va protegida por la fortaleza serena de nuestros muchachos. No ocurre el menor incidente. La edición se agota en pocos minutos. El viernes, por la noche, se vendió una segunda edición. Alcanzó su mayor éxito en Cuatro Caminos. Mal día para los magnates del enchufe. ¡Ya verán en cuanto los trabajadores nos conozcan y los conozcamos! En la Puerta del Sol unos grupos de jóvenes comunistas, preparados desde mucho antes, se lanzaron sobre algunos voceadores. Los muchachos de «F. E.» intervinieron de modo severo y resuelto. Los otros abandonaron el campo, después de llevar su merecido. No hubo un ejemplar del periódico quemado ni roto”.
(5) Sampol no era miembro de Falange y se le ha dado erróneamente también como miembro del SEU. David Jato dice al respecto: “El día 11 de enero de 1934 caía herido por la espalda, en la calle de Alcalá, esquina a la de Sevilla, el estudiante Francisco de Paula Sampol, cuando leía un ejemplar del segundo número de F. E., que acababa de adquirir. No estaba afiliado al Movimiento, pero a él pertenecía y en él moría. (…) De Sampol, que hacía posible sus estudios trabajando como mecánico en la Telefónica, escribió F. E.: «La muerte le ha traído a nuestras filas, haciendo barro rojo con su herida.» (op. cit., pág. 62-63)
(6) David Jato, siempre la mejor fuente para una historia del SEU cuenta: “El 18 de enero uno de los más esforzados del Sindicato de Zaragoza, Manuel Baselga, recibía de noche dos balazos disparados por la espalda. Los estudiantes de Zaragoza reaccionaron vigorosamente, y ante su actitud el rector clausuró los locales de la F. U. E., dejando en suspenso la representación escolar. De esta forma el S. E. U. ganaba su primera huelga” (op. cit., pág. 63).
(7) En Sevilla no quisieron ser ajenos al atentado de Baselga, y tres escuadras, mandadas por Narciso Perales, Benjamín Pérez Blázquez y Rafael García Saro, asaltaron los locales que la F. U. E. tenía en la Universidad y en el Instituto. «El mobiliario quedó destruido y su prestigio hecho astillas, pues desde entonces comenzó contraria influencia en la Universidad, y tras de escasos incidentes de clausuras y tumultos, a principios de marzo ya estaba asegurado en ella el absoluto imperio de la Falange» 86. Saro, uno de los asaltantes, había sido precisamente el jefe del sector del bachillerato fueísta” (D. Jato, ídem.). Tiene gracia que Eduardo González Calleja, obviamente historiador favorable a la izquierda, cuente esta historia de manera inversa a cómo ocurrió dando la sensación de que primero fue el ataque a de Perales a la FUE y, luego, en represalia, el asesinado del seuista Baselga (ver, cómo explica las cosas en Contrarrevolucionarios… pág. 203. Hay que decir que su libro fue financiado por el Ministerio de Educación durante el zapaterismo, tal como se indica en la página 6 de la obra. Así se “investiga”…).
(8) Jato lo cuenta así: “Los falangistas decidieron no dejar impune lo sucedido; incluso estaban ansiosos de hacer una demostración de fuerza. En la casa de Julio Ruiz de Alda, que en los primeros momentos vigiló la marcha del Sindicato, se preparó el asalto al centro neurálgico de la F. U. E., el de Medicina. Se encargó de la dirección Agustín Aznar, famoso en la Facultad por su enfrentamiento con Montes, presidente de aquella F. U. E., y más aún por los golpes con que arrinconó a Mascaró, un fenómeno del rugby, jefe de deportes de la Federación; Agustín era campeón de Castilla de grecorromana. Se fijó el día 2 y se movilizaron las tres centurias. Más que un secreto plan, se trataba de un público desafío, y los contrarios se prepararon. Temerosos, cerraron las puertas de la Facultad. Agustín entró solo por el hospital, pero antes de abrir el portalón de Atocha para dar paso a los suyos necesitó empujar a un bedel y al catedrático señor Covisa, que trataron de oponerse. Los fueístas se refugiaron en su local, en el que penetró tumultuosamente un grupo de falangistas, entonces, parapetados tras dos ventanillas de la oficina, abrieron fuego de pistola contra los asaltantes. Los que no presenciaron aquello sólo podrán imaginárselo gracias a algunas escenas de películas del Oeste americano. El herido más grave, de la F. U.E., tenía una herida en el cuello. Agustín Aznar recibió un tiro en la muñeca, y por una especial circunstancia resultó leve. Su reloj estaba estropeado, y para realizar el golpe con exactitud, su hermano Guillermo le dejó el suyo; era de pulsera y sobre él recibió la bala. Después del asalto, alrededor de Agustín se creó una aureola que le llevaría a la jefatura de todas las milicias falangistas. En San Carlos participó Manolo Valdés y Víctor d'Ors, y también estudiantes tradicionalistas. En lo sucesivo esta coincidencia en la acción con la A. E. T. sería frecuente. El claustro condenó a Aznar a pérdida de carrera, y reconocido por el bedel y Covisa, fue además procesado. Detuvieron también al estudiante de Medicina José Miguel Guitarte, que días más tarde había de sustituir a Zaragoza en el triunvirato central” (op. cit., pág. 63-64). Como anécdota complementaria a la nota 50 podemos añadir que en el relato que hace González Calleja de este período elude decir que el asalto fue una represalia por el apaleamiento de varios seuístas… (op. cit., pág. 204). En “compensación”, Jato no alude a las heridas recibidas por el estudiante Antonio Larraga, ni da una versión sobre de quien pudieron partir los disparos. Lo cierto es que afloraron armas de fuego y se produjeron numerosos disparos por ambas partes, lo que indica la violencia de los enfrentamientos.
(9) Cf. Gil Pecharromán, José Antonio Primo de Rivera, retrato de un visionario, Temas de Hoy, Madrid 1996, págs. 240-241.


(10) ABC, edición del 10 de febrero de 1934.
(11) ABC, miércoles, 14 de febrero de 1934, pág. 17.
(12) ABC, martes, 13 de febrero de 1934, pág. 3.
(13) ABC, sábado, 10 de febrero de 1934, pág. 3.
(14) Informaciones, 15 de febrero de 1934, pág. 6.
(15) D. Jato, op. cit., pág. 79.
(16) F. Bravo da la cifra de 3.000, añadiendo en el capítulo de su obra Una concentración en Carabanchel: “También de por entonces fue un acto de exhibición de la fuerza que iba adquiriendo la Organización. El día 3 del citado mes, en un aeródromo de Carabanchel se celebró por sorpresa una concentración, a la que asistieron unos tres mil camaradas de las milicias falangistas. A una Empresa de autos que faltó a su compromiso y se negó a transportar a otros cientos de falangistas se le incendiaron, en represalia y aquel mismo día, dos autobuses, para que dejara de intimidarse por los rojos. La Prensa de izquierdas se alarmó extraordinariamente ante el suceso. La Dirección General de Seguridad multó con diez mil pesetas a los camaradas José Antonio, Ruiz de Alda, Fernández Cuesta, Ledesma Ramos y Ansaldo. Por cierto que estos últimos aparecían como en rebeldía en la notificación oficial de la sanción. El diario de izquierda Luz publicó una información sensacional de la concentración, a toda plana y con fotografías. Contribuyó de esta manera a su éxito en todo el país. Y en la misma decía este párrafo, indudablemente justo: "Al amparo de la frivolidad o de la inhibición del Poder público, Falange Española de las J. O. N. S., que después de la fusión ha sido nutrida por el espíritu revolucionario de los jonsistas, está propagándose y reclutando adeptos, sobre todo entre los jóvenes. Lo que ayer pudieron llevar a cabo hubiera parecido absolutamente imposible hace muy pocos meses." (Francisco Bravo Martínez, Historia de Falange Española de las JONS, Ediciones del Movimiento, Madrid 1940, pág. 49). Cabe decir que las fotos y las informaciones de la concentración habían llegado a la redacción de Luz gracias a una “fuga controlada de información” realizada por Ramiro Ledesma quien, a través de Agripino Cormín, vendieron las fotos al diario (Cf. Milicias Falangistas y violencia política en la segunda república, Eduardo González Calleja, artículo on line publicado en: http://www.sbhac.net/Republica/Introduccion/Conspira/Falangistas.htm) David Jato, en cambio, prefiere hablar de un millar: “Para comprobar el grado de organización de las Milicias madrileñas se acordó una concentración, pese a estar declarado el «estado de alarma», que administraba mal que bien el Gobierno presidido por Samper. Se fijó la fecha del domingo 3 de junio, y como lugar de reunión, un campo de aviación situado en Carabanchel. Los preparativos se llevaron a cabo con el mayor secreto. La noche del viernes, los jefes de centuria recibieron la orden de tener dispuestas sus escuadras para la mañana del domingo. El sábado, la sección de transporte dispuso el traslado por medio de autobuses alquilados, tranvías y marchas a pie. Ese mismo día, los escuadristas eran enterados sobre el medio de locomoción que habían de utilizar y de qué lugar de la capital partirían. En la mañana del domingo, los enlaces solamente conocían una dirección: carretera de Carabanchel. En ella, en un punto determinado, los distintos grupos recibirían indicaciones precisas sobre el traslado al campo de aviación designado. A última hora, una de las agencias de transporte falló, perturbando el plan inicial. Lo importante, conocer el estado de flexibilidad de las Milicias, lo probaban los mil camaradas que formaron. Después de una arenga de José Antonio: «Sois pocos aún —dijo—, pero ya más de los que acompañaron a Hernán Cortés en su epopeya mejicana.» Disuelta la concentración por la Guardia Civil, se emprendió el regreso, desperdigados en grupos. Rompiendo periódicos comunistas. Distribuyendo pasquines o pintando letreros en tapias y paredes. Una de las centurias más afectadas por el fallo de los autobuses fue la de Fanjul. Al regreso quemaron dos coches de la empresa desertora. El éxito de la movilización puede estimarse por la respuesta dada a varios periodistas curiosos que preguntaban en la Dirección General de Seguridad, cuando ya las Milicias se dirigían de regreso a Madrid: «¿Creen ustedes que si se hubiera llevado a cabo una concentración de esa naturaleza no lo sabríamos a estas horas?». Por influencia directa de Ledesma Ramos, el periódico republicano Luz, publicó una aparatosa información en la que aludía a veintiocho centurias, desgraciadamente inexistentes, con grandes titulares y fotografías que sirvieron de magnífica propaganda” (op. cit., pág. 209-210). La cifra menor la da Ansaldo (op. cit., pág. 75): de 500 a 800 falangistas.
(17) Así lo reconoce Ximénez de Sandoval (op. cit., pág.205) cuando escribe: “Entre los primeros falangistas había un grupo de muchachos caballerescos y valientes que deseaban -como la distinguida señora de Bilbao- que José Antonio se declarase monárquico. Su ideal hubiera sido que José Antonio se declarase monárquico y se hubiese unido a Calvo Sotelo, recién llegado de París amnistiado y con ideas de corporativismo y Estado fuerte, dentro del régimen monárquico.”