martes, 12 de mayo de 2020

ISRAEL, CAPITAL TANANARIVE. EL "PLAN RADEMARK" Y SUS ANTECEDENTES (1 de 3)


El estallido de la guerra en Europa el 1º de septiembre de 1939 hizo imposible proseguir con el plan de repatriación de los judíos alemanes a Palestina. Sin embargo, la victoria sobre Francia y la creación del gobierno de Vichy, abrieron la posibilidad de aplicar un Plan B: la evacuación de los judíos europeos a Madagascar. Se trataba de un viejo proyecto que había nacido antes de la formación del III Reich y que se había intentado poner en práctica previamente en otros países europeos. Varios antes que Hitler pretendieron hacer de Tananarive la capital de Israel. Y los propios judíos estuvieron de acuerdo.

> La historia de una isla perdida

Madagascar es un lugar recóndito en relación a Europa, situada frente a las costas africanas de Mozambique y distanciada del continente 416 km en su punto más próximo y a 5.500 km de la isla indonesia de Siberut. Tiene población desde el siglo IV y, a pesar de su proximidad a África, fue colonizado inicialmente por asiáticos (por ello los autóctonos conservan rasgos étnicos, costumbres y lengua malaya–polinésica, incluso su animal doméstico es el cebú). Los africanos (especialmente bantúes) llegaron mucho más tarde, mezclándose con la población local. En la edad media desembarcaron contingentes persas que poblaron la parte norte de la isla en donde todavía hoy se practica el islam.

La colonización europea fue difícil y sucesivas expediciones españolas, portuguesas, francesas y británicas fueron rechazadas por los nativos. Finalmente, los franceses consiguieron establecer factorías durante el siglo XVII. Durante las guerras napoleónicas, los británicos entrenaron a los indígenas malgaches incitándoles a que se sublevaran bajo el mando del rey Radama I. Sin embargo, en el período inmediatamente posterior los propios nativos expulsaron a los ingleses y la isla vivió una etapa de inestabilidad interior durante 30 años hasta que los franceses en 1895 la incorporaron completamente a su imperio colonial y fijaron su capital en Tananarive.

En 1916, sociedades secretas nacionalistas empezaron a actuar contra la colonización pero, mal que bien, Francia consiguió mantenerse como potencia colonial hasta la Segunda Guerra Mundial. En 1942, los británicos ocuparon la isla temiendo que los japoneses intentaran saltar a ella para dominar el Océano Índico. Es decir, que entre 1940 y 1942 la isla estuvo administrada por el gobierno francés de Vichy y fue durante ese tiempo que cobró forma la posibilidad de deportar allí a los judíos europeos (1) en el proyecto que se conoció como “Plan Madagascar”.

Este Plan no era nuevo. Tenía raíces profundas en el tiempo y en el espacio, casi a modo de idea recurrente que en un momento u otro fue defendida en varios países europeos para resolver lo que se llamaba “problema judío”. Franz Rademark, el funcionario del Ministerio de Exteriores del Reich encargado del proyecto en 1940 no hizo nada más que beneficiarse de ideas elaboradas previamente, actualizarlas y contar con una situación político–militar favorable para que fueran tomadas en serio (victoria sobre Francia que detentaba la soberanía sobre Madagascar) y con la firme voluntad de las autoridades alemanas para dar el carpetazo final a la presencia de judíos en Europa.

> Una vieja idea alemana

La historia de la idea de crear un “hogar judío” en Madagascar arranca con Paul Anton de Lagarde, uno de los fundadores del moderno antisemitismo y teórico de la “colonización de la frontera de expansión” que ideó una “Germania” ampliada hasta el Adriático y el mar Negro en el sur
(2).

Lagarde, a lo largo de sus escritos demostró ser profundamente antisemita; consideraba a los judíos como un “cuerpo extraño” a la nación alemana. George L. Mosse dice que para él fueron “la encarnación del mal”. Lagarde, en realidad, fue el primero en superar el viejo antisemitismo que derivaba de principios religiosos y darle un enfoque étnico–nacional. La Revolución Francesa había iniciado la marcha hacia el laicismo y abatido tanto el poder de la nobleza como el del clero, sin embargo, esto no fue suficiente como para que el antisemitismo desapareciera de Europa, simplemente se reconvirtió. Lagarde fue uno de los que operaron esta transformación.

A partir de Lagarde ya no se trató de que los judíos estuvieran “malditos” por la muerte de Cristo, ni que se obstinaran en practicar el pecado de la usura (de hecho la burguesía triunfante en la Revolución Francesa consiguió que algunos de los rasgos propios de la mentalidad judía –y entre ellos el afán de lucro y de usura– se extendieran a la nueva clase hegemónica a partir de entonces), sino que la burguesía, que había dado lugar a la creación de la “Nación”, veía en el judío como algo exterior a ella. Además, en esa época, especialmente en la segunda mitad del siglo XIX, aparecieron las ideas racistas, no de la mano de grupúsculos de extrema–derecha, sino de los sectores más liberales del momento que estaban exportando el imperialismo inglés a todo el mundo (3). De hecho, el imperialismo inglés tuvo como trasfondo ideológico una pretendida superioridad de la raza anglosajona sobre las razas nativas. Así pues, el tradicional antisemitismo que siempre había estado latente en Europa, a partir de ese momento terminó convergiendo y confundiéndose con las tesis racistas.



El propio Lagarde enarbolaba un antisemitismo proclamado, no en nombre de la religión o de la tradición, sino de la Nación y del Volk, el pueblo, y no le interesa tanto que el judío pertenezca al que hasta entonces era generalmente considerado como “pueblo deicida” sino en tanto que “cuerpo extraño al Volk”. Además, Lagarde estaba especializado en religiones orientales y empezó a interesarse por el “problema judío” como derivación de su interés por la antropología religiosa. Creía firmemente que era preciso construir una “religión nacional alemana”, paso necesario para rematar la construcción de la “nación alemana”. Se interesó por el Talmud, lo leyó y creyó percibir en él aspectos negativos que le indujeron a pensar que los judíos tenían una “influencia corrosiva sobre el pueblo alemán”. Cuando intentó completar su doctrina sobre la construcción nacional de Alemania, Lagarde propuso un Drag nach Osten (Marcha hacia el Este) esto es, la conquista de espacios en el mundo eslavo. Sería en el Este en donde el pueblo alemán encontraría su “espacio vital” (4) y su área de expansión y para llevarla a cabo era preciso “limpiar” esa zona de “canalla judía”.

En 1885 escribió una obra en la que ya recomendaba como solución del “problema judío” (5) la deportación de los judíos alemanes a Madagascar. Las razones para ubicarlos allí eran tres: la lejanía de Europa, lo grande de una isla escasamente poblada y el escaso interés que Francia demostraba en su colonización.

Lo sorprendente es que esta idea no se oponía a las concepciones sionistas de la época. El propio Thedor Herzl, fundador del movimiento sionista, estaba preocupado porque advertía que los judíos europeos, especialmente los alemanes, cada vez eran menos judíos y se sentían más alemanes: en pocas décadas el judaísmo podía verse disuelto en el cuerpo de la nación alemana, así pues, en principio, el sionismo no tuvo inconvenientes en crear un Estado judío –sino era posible en Palestina– en cualquier lugar de África. Cualquier cosa antes que asistir a la asimilación completa del pueblo judío por el Volk alemán.

Durante un tiempo Herzl fue favorable a una “solución B” que suponía el establecimiento del Estado Judío en “Kenya”, que en la terminología de la época abarcaba todo el espacio situado entre Guinea y Uganda (6). El propio Herzl había propuesto también la Tripolitania líbica como “hogar nacional judío”. Herzl, sin embargo, no mencionó como opción Madagascar (a pesar de que sin duda la conocía (7).

Entre finales del siglo XIX y hasta 1940 pareció existir una coincidencia –impensable hoy- entre el criterio sionista de establecer un “hogar judío” en no importa qué lugar del planeta y el afán de los antisemitas de desembarazarse de los judíos europeos facilitándoles el establecimiento fuera del continente. . En realidad, los judíos europeos parecían estar cansados de pogroms y dificultades, especialmente en Europa Central y en los Cárpatos. Lo ocurrido en Polonia fue emblemático y su repaso nos confirmará que esa coincidencia de criterios entre ambas partes existía.

> El antisemitismo polaco y la “solución Madagascar”

Se debe a un judío español, natural de Tortosa en el siglo X, Ibahim Ibn Jakob, la primera referencia a la presencia de judíos en Polonia. Al parecer, hasta el siglo XIV no existió ningún tipo de segregación, ni de hostilidad hacia los judíos en aquel país. Se cree saber que poco antes de esa época llegaron a Polonia masas de judíos “rodanitas”, habitantes del valle del Ródano, coincidiendo con refugiados judíos del Reino de los khazaros (o “jazaros”, pueblo situado entre el Volga y el Don en el que los judíos gozaron de una posición preponderante hasta el siglo XIV (8) que había resultado destruido; se ha dicho que los judíos asquenazíes son descendientes de los khazaros) que llegaron en diferentes oleadas entre los siglos XII y XV. A partir de esa fecha aparecen fricciones con la población eslava: Por rivalidades y envidia, fueron acusados de competencia desleal en comercio y artesanía”.

En el período siguiente se produjo una gran acumulación de población judía en Polonia y se cree que a mediados del siglo XVI, el 80% de los judíos del mundo, vivían en aquel país considerado en rigor como “el centro del judaísmo mundial” (9). En el siglo siguiente Bohdan Chmielnicki se hizo con el poder inaugurando una época en la que la Iglesia Católica y los jesuitas modelaron la vida y las costumbres del país. La expansión de la Iglesia Ortodoxa que presionaba por el Este y del protestantismo que lo hacía desde Alemania, fue contenida y a través de la Iglesia Católica se extendió cierta hostilidad hacia los judíos: es en este período en el que la “nación polaca” en su totalidad empezó a identificarse con la fe católica que desde entonces constituye la médula del nacionalismo polaco del siglo XIX. Y a este nacionalismo ya le acompañará inseparablemente el antisemitismo.


A partir de 1897, el INDECJA (Partido Nacional Demócrata Polaco, liderado por Román Dmowsky) representante del nacionalismo conservador se declaró abiertamente antisemita y constituyó durante décadas el eje de la política polaca. Después de sucesivos desmembramientos, finalmente en 1919 se creó la República Polaca bajo el mando del mariscal Joseph Pilsudsky que gobernaría, con alguna interrupción, hasta su muerte en 1935. Pilsudsky no fue en absoluto antisemita pero a su muerte y siguiendo las leyes de exclusión de los judíos que se estaban aplicando en Alemania, Polonia los excluyó también de muchas actividades y favoreció su emigración a otros países. También se establecieron cuotas de judíos en la universidad y en distintas profesiones.

Fruto de esa agitación antisemita dirigida por el gobierno fue el intento de resolver la “cuestión judía en Polonia” mediante la repatriación de los judíos fuera del país. Era difícil: en el Oeste el gobierno del III Reich no lo permitía y otro tanto ocurría con la URSS a donde, por lo demás, se negaban a ir la mayoría de judíos salvo los que habían asumido el stalinismo como doctrina. 

El primer ejemplo de aplicación de una legislación antisemita en Polonia fue el proyecto de ley presentado el 1 de enero de 1937 conocido como Ley Kosher que limitaba la práctica del ritual de sacrificio judío de animales y fue muy mal acogido por la comunidad judía. A esto siguieron en poco tiempo medidas para excluir o limitar la presencia de judíos en distintas profesiones; en agosto de 1936 el gobierno obligó a las tiendas a incluir en el rótulo el nombre del propietario, en mayo de 1937 se excluyó a los judíos del ejercicio de la medicina y de la abogacía. Al año siguiente, los periodistas judíos no pudieron pertenecer a la asociación profesional. Dos meses después fueron excluidos de la mayor institucional bancaria polaca. Finalmente, en marzo de 1938 la Ley de Ciudadanía establecía que quienes habían vivido más de cinco años fuera del país perderían la nacionalidad si no habían conservado una casa, medida que apuntaba directamente contra los judíos.

Y en este contexto nació el Plan Madagascar con marchamo polaco.

Tras la muerte de Pilsudsky (1935) sus sucesores aspiraban a convertir a Polonia en “gran potencia” y, para ello, el ministro de Exteriores polaco Jozef Beck, trazó un plan de expansión colonial en África capaz de convertir al país en un imperio (Mussolini, justo en esas mismas semanas insistía en imponer su presencia desde Somalia hasta Abisinia e invadiría este país en octubre de 1935) y, de paso de solucionar el “problema judío”. En esta óptica, Polonia reivindicó ante la Sociedad de Naciones el 10% de las antiguas colonias alemanas en África.

Cuando los polacos vieron defraudadas sus ambiciones imperialistas a causa de la actitud de Francia y especialmente del Reino Unido, plantearon la solución malgache. En efecto, el plan consistía en trasladar a África a 3.000.000 de judíos polacos a Madagascar para de crear allí una “colonia judía”. La excusa de la deportación de judíos serviría para “abrir las puertas” a otras adquisiciones coloniales en África. No fue una propuesta extemporánea. Se planteó a partir de unas declaraciones del Ministro de Colonias francés, Marius Moutet que ocupó la cartera durante 1936–1938 durante los gobiernos del Frente Popular. Moutet había sugerido que una de las posibilidades para evitar que los judíos fueran objeto de persecuciones en Alemania y Polonia era enviarlos a distintas colonias, entre ellas a Madagascar, territorio administrado por Francia.

La idea de Lagarde había llegado a Polonia a través de distintas reuniones internacionales que habían convocado a representantes de las organizaciones antisemitas europeas (10) en el curso de las cuales se intercambiaron ideas. A partir de la muerte de Pilsuldsky, los judíos polacos dejaron de sentirse seguros en el país y muchos optaron por la vía del exilio (algunos, incluso prefirieron trasladarse al III Reich a la vista de la virulencia del antisemitismo polaco).

El 6 de enero de 1936, David Karten, de Myslenice en la Alta–Silesia polaca, agente de la Asociación de Ciudadanos Judíos de Polonia envió al Ministerio Francés de Colonias una carta en la que pedía autorizar la inmigración masiva de judíos a Madagascar. Decía entre otras cosas: “… El pueblo judío disperso tiene hombres que pueden financiar la empresa y brazos que pueden realizarla”.

El Ministro de Colonias transmitió la propuesta al Gobernador General de Madagascar que esperó instrucciones de París en donde se estaba tratando el tema. Finalmente, León Blum entregó el proyecto a su ministro Marius Moutet que respondió favorablemente a la oferta polaca. La vieja idea de Paul de Lagarde había terminado materializándose y… a iniciativa de los judíos polacos.

El Congreso Mundial Judío y el Comité de Defensa de los Derechos Israelitas en Europa Central y Oriental apoyaron la iniciativa y se entrevistaron con el Gobernador General de Madagascar de viaje en París. Los primeros contactos entre franceses y polacos (5 de mayo de 1937) fueron positivos. Se creó una “comisión polaco–francesa” dirigida por Mieczyslaw B. Lepecki que presidiría la delegación que partió a Madagascar desde el puerto de Marsella (11).



En ese encuentro aportaron detalles sociológicos sobre la migración: se trataría de un contingente multiclasista con agricultores, obreros, artesanos y pequeños comerciantes. Sin embargo, el Gobernador replicó que había suficientes artesanos en la isla (de origen indio y merina) y que los artesanos judíos no podrían sobrevivir e incluso que si intentaban abrir talleres se enfrentarían a la oposición violenta de los merina. Los agricultores, en cambio, serían bien recibidos porque había zonas agrícolas por colonizar, siempre y cuando dispusieran de capital para poner en marcha sus explotaciones. Los representantes judíos aseguraron que las asociaciones judías europeas y americanas se habían declarado dispuestas a aportar gastos y capitales para la migración y el arranque de las empresas judías.

Después de meses de conversaciones, partió la misión oficial polaca a Madagascar, presidida por el comandante Lepecki. Éste era Presidente de la Sociedad Polaca de Colonización. Le acompañaba Salomón Dyk que unían a su condición de experto en colonización agrícola el de ser miembro de la comunidad judía, Léon Alter, Director de la Sociedad de Emigración Judía “Jess” y Arkady Friedler, periodista polaco, igualmente judío. Llegaron a Tananarive el 3 de junio de 1937.

Durante las semanas que la Comisión Lepecki permaneció en la isla, se estudiaron varias regiones de la isla para determinar cuántas personas era viable que pudieran vivir allí. Revisaron tres zonas de la isla susceptibles de acoger a cierto número de inmigrantes (entre 10.000 y 30.000) que serían instalados al Oeste de la capital, entre Soavinandriana y Tsiroanomandidy, el segundo al Sur del país entre Ihosy y Betroka y el tercero en el Borte en Ankaisina. Las tres zonas eran salubles y disponían de buenas tierras para cultivar.

La misión duró tres meses y el estudio final indicó que podían utilizarse 30.000 hectáreas que “ofrecían posibilidades económicas inmensas”. Sin embargo, ni los polacos, ni los sionistas, ni el gobierno francés, habían contado con la opinión de los isleños. La prensa local malgache, enterada de la misión, la acogió con curiosidad preguntándose sólo si se trataba de una propuesta con visos de convertirse en realidad y si una migración así era posible y tendría éxito. Algunos malgaches se alarmaron por la habilidad de los judíos para dedicarse al comercio.

El silencio del Gobernador francés hizo que en las semanas siguientes el tono se agriara y cuando trascendió la cifra de 3.000.000 de judíos polacos algunos medios hablaron de “invasión” mientras que otros temieron que la “sacro–santa colonización francesa” en la isla peligrara. El Gobernador francés se vio obligado a publicar un desmentido oficial y situar el número máximo de inmigrantes judíos en 30.000. El comunicado no logró calmar los ánimos y los medios locales destilaron una creciente oleada de antisemitismo: “No queremos que Madagascar se convierta en el vertedero de contingentes de judíos indeseables procedentes de países que quieren desembarazarse de ellos”. Otro medio comparó la migración con “las siete plagas de Egipto”. Las Cámaras de Comercio isleñas protestaron también y propusieron sustituir a los judíos propuestos por artesanos y comerciantes tonquineses, zona superpoblada y también bajo administración francesa (12).

A la vista de la reacción popular suscitada en la isla, las autoridades locales de conformidad con el gobierno francés decidieron retirar el proyecto. Tras regresar a Europa la comisión publicó poco después un informe firmado por Lepecki compuesto por 250 páginas y que resultaba decepcionante para los promotores del proyecto: éste, en efecto, no era factible. A pesar de la superficie de la isla solamente podrían asentarse entre 40 y 60.000 judíos polacos del total de 3.000.000 y además los costes de la operación eran exorbitantes (30.000 francos por familia). La conclusión a la que llegaba abatido Lepecki era irrefutable y bien documentada: no solamente no se solucionaría el “problema judío” sino que además, con tales costes lo más posible era que el Estado polaco entrara en bancarrota.

El hecho de que Madagascar estuviera débilmente poblado y tuviera una escasez endémica de mano de obra era el motivo por el que la administración francesa hubiera dado el visto bueno. Lepecki, en la introducción a su informe aludía expresamente a Paul de Lagarde como inspirador de la idea originaria (13).


Notas : 

(1) En 1943, los ingleses hicieron oficialmente entrega de la isla a la administración gaullista representante de la “Francia Libre”. Hasta entonces Madagascar había sido considerada como “colonia”, pero a partir de 1946, acabada la guerra y con los primeros vientos de la descolonización, fue convertida en “departamento de ultramar” lo que no impidió que pocos meses después los independentistas se sublevaran. La metrópoli concedió la independencia en 1960 siendo dirigida por un gobierno socialdemócrata más o menos estable durante 15 años. Sin embargo, entre 1975 y 1992 se hizo cargo del gobierno una dictadura militar. La presión internacional obligó ese año a la celebración simultánea de elecciones presidenciales y legislativas. Las primeras las ganó el candidato opositor y las segundas el antiguo dictador Didier Ratsiraka. La situación de inestabilidad que se gestó a partir de entonces, precipitó al país al borde de la guerra civil en 2002. A partir de ese año se consiguió estabilizar la situación con el reconocimiento de la jefatura de Marc Ravalomanana, empresario y predicador evangélico que gobernó hasta 2009 cuando fue derrocado por un golpe de Estado.

(2) Paul Anton Bötticher, también conocido como Paul de Lagarde (apellido materno), nacido en 1827 estudió en el Friedrich–Wilhelm–Gymnasium de Berlín, estudió teología protestante y cultura orienta en la que finalmente se especializó. Viajó a Londres y París (donde conoció a Ernest Renan). En marzo 1869 fue nombrado profesor de la Universidad de Göttingen donde enseñó lenguas orientales hasta su muerte. Falleció de cáncer poco después de regresar de un viaje de estudios a Italia el 22 de Diciembre de 1891. Paul de Lagarde es prácticamente desconocido en España incluso entre los historiadores y ninguna de sus obras ha sido publicada en nuestro idioma. En la obra Dios en el exilio: lecciones sobre la nueva mitología, escrito por Manfred Frank y Agustín González Ruiz (Ediciones Akal, Madrid 2007, págs.. 87–90) se realiza una pequeña exposición de las ideas políticas de Lagarde. En cuanto a sus ideas religiosas puede consultarse La crisis de la razón, John W. Burrow , Editorial Crítica, Barcelona 2001, págs. 192 y sigs. La mejor obra sobre Lagarde es La pensee de Paul de Lagarde, 1827–1891: Contribution a l'etude des rapports de la religion et de la politique dans le nationalisme et le conservatisme allemands au XIXeme Siecle, Jean Favrat, Librairie H. Champion, París 1979. 


(3) Cfr. El racismo, génesis y desarrollo de una ideología de la modernidad, Carlos Caballero, reproducido en varios sitios web entre otros: http://www.arbil.org/%2822%29raci.htm; el artículo demuestra que el caldo ideológico del racismo se dio en aquellos países en donde había crecido el protestantismo y el liberalismo.
(4)  El concepto de “espacio vital” (o Lebensraum en alemán) no era de Lagarde, sino que había sido inicialmente elaborado por uno de los fundadores de la ciencia geopolítica, Friedrich Ratzel, contemporáneo del primero. La idea central era que existía una relación entre dos conceptos cuantificables: “espacio” y “población”. La existencia de un Estado digno de tal nombre –es decir, de un Estado que corresponda a un Pueblo– solamente quedaba asegurada en cuanto existiera “espacio suficiente” (vital) para albergar a la población y atender a sus necesidades. Tanto Ratzel como otros miembros de aquella generación de geógrafos (Rudolf Kjellén o Hilford Mackinder) consideraban que la región vital del planeta se encontraba entre el cuadrilátero de Bohemia–Morabia y Asia Central y sostenían que quien dominara esta zona (el Heartland, literalmente, el “corazón de la tierra”), dominaría el mundo. En el Capítulo XIV de Mi Lucha, (véase http://www.radioislam.org/historia/hitler/mkampf/pdf/spa.pdf, pág. 112–121) Hitler recupera esta tesis (que con posterioridad a Lagarde había sido desarrollada por especialmente por Karl Haushofer, amigo íntimo de Rudolf Hess, lugarteniente de Hitler). En su análisis, Hitler escribe: Si en conexión con estos antecedentes, examinamos los acontecimientos políticos de nuestro pueblo durante los últimos mil años, rememoramos las numerosas guerras y luchas libertarias y, por último, analizamos el resultado de toda esta historia, tendremos que confesar que de este mar de sangre, emergieron, propiamente, sólo tres realidades culminantes que bien merecen considerarse como los frutos perdurables de sucesos perfectamente definidos de la política exterior y de la política alemana en general: I) La colonización de la Marca Oriental llevada a cabo principalmente, por los Bayuwares. II) La conquista y la penetración del territorio al Este del Elba. Y III) la formación del Estado de Prusia y, con ello, el fomento sistemático de un especial concepto político y del instinto de la propia conservación y defensa del ejército alemán, a base de organización y de acuerdo con las necesidades de la época” (op. cit., pág. 113). Esto le lleva a ver que el Volk alemán sigue una tendencia expansiva hacia el Este. En definitiva, su idea no era restaurar las fronteras anteriores a 1914 sino conquistar “espacio vital” y nuevos territorios en el Este para garantizar el sustento de la población y la adquisición de nuevas tierras para colonizar. No es raro, pues, que la obra de Paul de Lagarde experimentara un inesperado revival durante el III Reich y que con su caída se olvidara completamente.
(5) Cfr. Über die nächsten Pflichten deutscher Politik, Paul de Lagarde, reimpreso en Schriften für Deutschland (Stuttgart: Kroener, 1933).
(6) Cfr. la obra revisionista La controverse de l’extermination des juifs par les allemands, Jean Marie Noidefeu, http://www.vho.org/aaargh/fran/livres2/bdf2.pdf, pág. 14, nota 3.
(7) La famosa obra de Theodore Herzl Der Judenstaat: Versuch einer modernen Lösung der Judenfrage (El Estado judío: ensayo de una solución moderna de la cuestión judía), que se publicó en febrero de 1896 apareció nueve años después de que Lagarde hiciera pública su propuesta malgache. Existe una traducción francesa accesible de la obra de Herzl: L’État Juif, L’Herne, París 1970. Es probable que Herzl desconsiderara precisamente la ubicación del “hogar nacional judío” en la isla sencillamente porque Lagarde era ya en esos momentos un notorio antisemita y asumir sus propuestas no hubiera sido entendido por sus propios partidarios.
(8)  Para una historia breve de los khazaros, cfr. Khazares (Jázaros) & Ashekenazim, David Defranc, publicado en  http://beisashkenaz.blogspot.com/2010/01/khazares–jazaros–ashkenazim.html
(9) Cfr. Breve historia de los judíos de Polonia, Paul Ludsgarten, http://www.generaciones–shoa.org.ar/espanol/textos/textos_ot_breve_historia.htm
(10) Sobre la situación del antisemitismo polaco en esa época cfr. Los judíos en la modernidad europea: experiencia de la violencia y utopía, Victor Karady, Siglo XXI de España Editores, Madrid 2000, pág. 230 y sigs.
(11) Cfr. Antisemitism in interwar poland 1919–1939, por World Future Foudation, http://www.worldfuturefund.org/wffmaster/Reading/Total/Polish%20Antisemitism.htm
(12) Le pouvoir colonial et les communautés étrangères à Madagascar de 1896 à 1939, Tesis doctoral de Sophie Salomone, 1990, Aix en Provence, reproducido en http://www.lemedicaldelareunion.com/tmc.htm, entre otros méritos, ésta tesis establece las vicisitudes concretas y el contexto histórico por el que atravesó el proyecto polaco.
(13) Datos extraídos de Le pouvoir colonial… op. cit.