miércoles, 20 de mayo de 2020

José Antonio y la monarquía. Una posición no tan diáfana… (2 de 10) - LA MONARQUÍA EN LAS OBRAS COMPLETAS


En las Obras Completas de José Antonio la palabra “monarquía” aparece en 44 ocasiones, “Alfonso XIII” en tres ocasiones. La prueba del nueve sobre la posición de José Antonio ante la monarquía lo constituye el análisis pormenorizado de esas 44 referencias: si existe una posición doctrinal contraria a la monarquía, ésta aparecerá entre ellas. En caso contrario, podremos afirmar que José Antonio no defendía particularmente a la monarquía, pero tampoco la atacaba y, en este caso, a tenor de su formación doctrinal y de los primeros pasos de su carrera política, de la amistad que mantenía con monárquicos durante su período como dirigente de la Unión Monárquica, deberemos concluir que su posición de silencio ante la monarquía era, fundamentalmente, táctica, en absoluto doctrinal.

Las cuatro primeras referencias que encontramos en las Obras Completas tienen que ver con la introducción escrita por Agustín del Río Cisneros y fechada el 10 de noviembre de 1976. Por lo demás, esa introducción se limita a citar episodios históricos protagonizados por la monarquía de Alfonso XIII y episodios relativos a la historia reciente de España, así que nada pueden aportar a nuestro estudio. La primera referencia que cuenta es la contestación al cuestionario que le envió a José Antonio el diario El Pueblo Manchego, de Ciudad Real (1). Es un texto interesante escrito pocas semanas después de la caída del a monarquía y de la instauración de la República:
“Ahora, que los peores enemigos de la Monarquía son los monárquicos del estilo caciquil anterior al año 23. Esos –como ha puesto de relieve en certeros artículos José Pemartín– no pretenden sostener a la Monarquía, sino sostenerse de la Monarquía; descansar en el arraigo histórico de la Monarquía para no tener que ganarse el respeto público con su propio eficaz esfuerzo; encubrir con un "¡viva el rey!", como los cómicos malos del siglo XIX, sus componendas y sus desaciertos. Todo lo que se haga por destruir a los supervivientes de tal escuela será buen servicio que se preste a la causa monárquica.”
La mayúscula de la palabra “Monarquía” es significativa e indica un respeto a su naturaleza histórica, respeto que mantendrá hasta el final de su vida. En el texto no hay crítica a la institución monárquica, pero sí desconfianza hacia los monárquicos que pretenden “sostenerse de la monarquía”. Habla de ellos como de caciques y oportunistas y alude a que su destrucción será el mayor servicio que pueda prestarse a la monarquía. Ataque sí…, a los monárquicos, no a la monarquía como tal.


La siguiente mención a la monarquía se produce unos días después durante un discurso pronunciado en Bilbao en un mitin organizado por Unión Monárquica Nacional de la que José Antonio era vicesecretario (2). Obviamente, en un discurso de este tipo no podía hacer gala sino de una acendrada fe monárquica. Buena parte del discurso constituye una defensa de la gestión de su padre, enumera en la primera parte (“la Dictadura avivó a la ciudadanía”) los logros de aquel período. Luego sostiene una posición decididamente anticomunista (“No hay más que dos caminos: con Moscú o contra Moscú”), pide una derecha “fuerte, resuelta, intransigentemente derecha”, si bien en el parágrafo siguiente matiza y da un giro social poniendo a la dictadura como ejemplo (“nunca ningún gobierno pensó tanto en los trabajadores como la Dictadura”). Es significativo que sea la parte en la que se anotan “grandes aplausos” en dos ocasiones acompañando al párrafo. Cita a Maeztu (“todo Estado que aspira a perpetuarse forma a sus generaciones en los principios mismos que lo sustentan: así el Soviet forma comunistas y el Fascio, fascistas”). Y, finalmente, termina con un llamamiento: “O con la revolución o contra la revolución, en una fuerte unión de derechas. Es esto tan importante, que la Unión Monárquica Nacional, para la que el único interés es que España sea bien gobernada, cedería cuanto fuera preciso”.

He aquí, pues, a un José Antonio monárquico, radical de derechas y ovacionado por conservadores de la misma orientación. No hay duda posible: la “iniciación política” de José Antonio se realizó por la senda monárquica. El discurso será publicado por varios diarios y medios monárquicos y conservadores. La referencia siguiente (3), tendrá lugar dos meses después y en él la actitud de José Antonio en relación a la monarquía parece más distante. Dice: “…los muchachos de izquierda escriben en periódicos revolucionarios y los de la derecha organizan mítines monárquicos” llegando a una conclusión bastante desesperanzada y escéptica respecto a las soluciones de uno y otro bando: “Por este camino, lo mismo da la Monarquía que la República que la revolución. Con el régimen presente o con otro seguirá España inficionada de su malestar

Pasan apenas unos meses y José Antonio habla en un mitin de la Unión Patriótica (4). Es, sin duda, la más monárquica de sus conferencias. Empieza mencionando a Santo Tomas y a su doctrina del fin del Estado, el “bien común” y dice: “Santo Tomás prefiere la Monarquía, no por razones dogmáticas, sino porque entiende que la unidad de mando es favorable para el bien común”, algo que define como “Vida en común no sujeta a tiranía, pacífica, feliz y virtuosa”. Pero, a partir de este principio se producen desviaciones, una de las cuales es la del “derecho divino de los Reyes” que vincula a la aparición del absolutismo francés: “Los Reyes se suponen investidos de poder directamente por Dios, sin mediación del pueblo (…) no es la doctrina católica la que lo propugna” y cita a Suárez, Belarmino, Santo Tomas, León XIII y el Código Social de Malinas concluyendo: “nadie defiende ya esa doctrina”. Igualmente refutada queda la idea de monarquía constitucional que fija la idea “igualmente dogmática de la soberanía popular”. Dice José Antonio al respecto: “Lo más importante de las ideas de Rousseau es la afirmación de que el Soberano no puede querer nada contrario al interés del conjunto de asociados, ni de ninguno de ellos, por lo cual el particular, al ingresar en la asociación, no se reserva derecho alguno. Esto quiere decir que toda resolución de la voluntad general soberana es legítima por ser suya”. En los últimos párrafos del discurso se resumen la condena a estos “caminos equivocados” y la necesidad del “estudio perseverante, con diligencia y humildad”. Si aceptamos que la principal influencia doctrinal de José Antonio era el tomismo, entenderemos porqué esta es la única posición que José Antonio no critica sino que exalta: “He ahí señalado como aspiración de la ciencia jurídica un "contenido de vida" que pudiéramos llamar, en el sentido ético que se dijo al principio, democrático. Vida en común no sujeta a tiranía, pacífica, feliz y virtuosa”. Tal es el concepto tomista que apunta hacia una “monarquía social”, concepto que no criticará en lugar alguno de sus Obras Completas. José Antonio, no lo olvidemos, era tomista (5).

Pero el realismo político de José Antonio se impone cuando, una vez caída la monarquía, todas sus intervenciones no van en contra de la institución sino que apuntan a la imposibilidad de su restauración en aquel momento (inicio de la República). En la primera nota en la que se percibe esta tendencia es cuando envía una nota a la prensa (6) en la que niega que tuviera participación en una reunión en la que un periodista denunció, además de la suya, la  presencia de un comandante y de un sacerdote y que la prensa de izquierdas consideraba como una “conspiración para restaurar la monarquía”. José Antonio lo niega con energía (“Lo que no es compatible con mi formación profesional, con mi apellido, con la estimación social que me rodea y con la seriedad en que trata de inspirar mis actos, es la participación en conspiraciones de sainete”).


A finales de 1932, José Antonio asume la defensa del que fuera ministro de su padre, Galo Ponte, viejo monárquico aragonés, unido en estrecha amistad con el dictador. Al día siguiente de pronunciar esta defensa (7), extremadamente detallada, dedica un ejemplar de la misma a su defendido: Para don Galo Ponte, a quien debo tanta gratitud por su bello ejemplo de lealtad y por haberme deparado la ocasión de dar salida a muchas cosas que me pesaban en el alma". En el abultado texto de la defensa buscaríamos vanamente una crítica a la monarquía (crítica que en aquel primer año de República era habitual incluso entre la derecha). En una parte de esa pieza ironiza incluso sobre la legalidad Republicana. Recuerda que el “comité revolucionario” nombró presidente de la República a Alcalá Zamora y que éste en el siguiente decreto nombraba ministros a los miembros del comité revolucionario que acababan de investirle, y a partir de ahí hace su particular pirueta irónica: “La República española es jurídicamente inexistente; y como también lo fue la Dictadura, resulta que España sigue siendo una Monarquía constitucional regida por el Código del 76”.

Apenas doce días antes de la fundación de Falange Española, José Antonio pronuncia una conferencia en Sanlúcar invitado por la Agrupación Local Independiente (8). Un párrafo nos permite intuir cuál era su posición en la época: España, dice la Constitución, es una República de trabajadores; pues bien: España, ni es República, ni es Monarquía; es una unidad permanente al servicio de todos los españoles, trabajadores y capitalistas”. La imposibilidad de una restauración monárquica en aquella España que acababa de estrenar régimen republicano, es lo que le induce a superar esta dicotomía en algo que es superior a ambas formas de gobierno: “España”, entendida como “unidad de todos”. Es posible que José Antonio se inspirara en el orden en que el tradicionalismo carlista ordena los elementos que forman su tetralema: “Dios, Patria, Fueros, Rey”. La Patria es anterior a los Fueros y al Rey y solo tiene por encima a Dios. Así pues, a partir de ahí y con José Antonio no vale aquello de decir que “todo lo que no es monarquía es república” y, por tanto, si José Antonio no se presentó como monárquico es porque sería… republicano: al contrario, lo que ha encontrado es una fórmula para eludir la espinosa cuestión y situarse por encima de los dos términos (aquel con el que se siente más ligado, la monarquía, y aquel otro que no puede atacar frontalmente todavía porque aún existía un sector de la población y de la intelectualidad que se había ilusiones con el reciente advenimiento de la República). “España” le facilita la salida airosa en aquel momento.

Pero un año después, el tono ya ha cambiado de nuevo. Falange Española ha sido creada doce días después del discurso de Sanlúcar. Y el partido no se siente en absoluto parte de la República. Es por eso que escribe en el primer semanario de Falange: “Desde el 14 de abril de 1931 han corrido tres años. Los gobernantes de la República se las arreglaron para hacerla pronto inhospitalaria. Lo que pudo ser un régimen nacional fue achicado por sus guardianes hasta trocarlo en régimen de secta. Fue puesto en uso, como casacón apolillado, al que se acudía a falta de mejor ropa, el más rancio anticlericalismo. Y, lo que es aún peor, se empezó a pagar con trozos de España, traicionando la voz de lo nacional, servicios prestados a la secta. La que iba a ser República de todos los españoles ya estaba casi reducida a República de antiespañoles” (9). Las primeras simpatías que podía haber cosechado la República especialmente entre los jóvenes intelectuales como José Antonio, se estaban disipando rápidamente. La creación de Falange Española supone, desde el primer momento, la aparición de un partido anti–republicano, sin complejos, en beneficio de una alternativa que irá ganando radicalismo y que a partir de la reunión del Parador de Gredos adoptará una estrategia insurreccional contra la República.

Siguen una serie de intervenciones parlamentarias en las que se menciona solamente de pasada a la monarquía y que no tienen el más mínimo interés para el análisis que estamos realizando. Pero al llegar al discurso pronunciado en Córdoba en 1935 (10), dijo ya en el primer párrafo: España perdió primero su misión imperial; perdió después, al caer la Monarquía, el instrumento con que había realizado esta misión imperial. Hoy no tiene ninguna misión que cumplir, ni un Estado fuerte que la realice, frase que nos sitúa en las preocupaciones intelectuales de José Antonio en la época: 1) la plenitud histórica de España es el Imperio, 2) el Imperio se realiza mediante el instrumento de la monarquía, 3) la imposible restauración de la monarquía hace que sea preciso forjar un nuevo instrumento para la recuperación del Imperio, 4) Ese instrumento es Falange Española. Una vez más, José Antonio elude la crítica a la institución monárquica y mira atrás, a la historia de España, manifestando el más absoluto respeto a la misión histórica de la monarquía.


Así se llega al discurso más importe de José Antonio, el Discurso sobre la Revolución Española (11) en cuyos párrafos iniciales se recoge la famosa frase que ha sido interpretada abusivamente por la izquierda falangista como el punto de apoyo para sus elucubraciones antimonárquicas: “El 14 de abril de 1931 –hay que reconocerlo, en verdad– no fue derribada la Monarquía española. La Monarquía española había sido el instrumento histórico de ejecución de uno de los más grandes sentidos universales. Había fundado y sostenido un Imperio, y lo había fundado y sostenido, cabalmente, por lo que constituía su fundamental virtud; por representar la unidad de mando. Sin la unidad de mando no se va a parte alguna. Pero la Monarquía dejó de ser unidad de mando hacía bastante tiempo: en Felipe III, el rey ya no mandaba; el rey seguía siendo el signo aparente, más el ejercicio del Poder decayó en manos de validos, en manos de ministros: de Lerma, de Olivares, de Aranda, de Godoy. Cuando llega Carlos VI la Monarquía ya no es más que un simulacro sin sustancia. La Monarquía, que empezó en los campamentos, se ha recluido en las Cortes; el pueblo español es implacablemente realista; el pueblo español, que exige a sus santos patronos que le traigan la lluvia cuando hace falta, y si no se la traen los vuelve de espaldas en el altar; el pueblo español, repito, no entendía este simulacro de la Monarquía sin Poder; por eso el 14 de abril de 1931 aquel simulacro cayó de su sitio sin que entrase en lucha siquiera un piquete de alabarderos”. Lo que reprocha José Antonio a la monarquía es que renunciara a su misión y al ejercicio del poder. Resulta significativo que en uno de los párrafos en los que critica al capitalismo llegue a defender a la sociedad feudal: “Hay por ahí demagogos de izquierda que hablan contra la propiedad feudal y dicen que los obreros viven como esclavos. Pues bien: nosotros, que no cultivamos ninguna demagogia, podemos decir que la propiedad feudal era mucho mejor que la propiedad capitalista y que los obreros están peor que los esclavos. La propiedad feudal imponía al señor, al tiempo que le daba derechos, una serie de cargas; tenía que atender a la defensa y aun a la manutención de sus súbditos. La propiedad capitalista es fría e implacable: en el mejor de los casos, no cobra la renta, pero se desentiende del destino de los sometidos”. La predisposición joseantoniana a ver en la monarquía el mejor momento de nuestra historia le lleva también a considerar que el feudalismo era superior al capitalismo y, especialmente, más justo. No en vano, la monarquía está vinculada a la aristocracia y ésta derivaba del feudalismo histórico. Es normal que la predisposición hacia la monarquía, la pertenencia por derecho de sangre del título de Marqués de Estella, le hiciera ver las ventajas del feudalismo (el señor protege al vasallo), frente al capitalismo (el señor del dinero depreda a la sociedad).

Luego vuelve a la introducción del discurso y a plantearse el problema de la caída de la monarquía y repite el análisis histórico: “Fijaos en que, ante el problema de la Monarquía, nosotros no podemos dejamos arrastrar un instante ni por la nostalgia ni por el rencor. Nosotros tenemos que colocamos ante ese problema de la Monarquía con el rigor implacable de quienes asisten a un espectáculo decisivo en el curso de los días que componen la Historia. Nosotros únicamente tenemos que considerar esto: ¿Cayó la Monarquía española, la antigua, la gloriosa Monarquía española, porque había concluido su ciclo, porque había terminado su misión, o ha sido arrojada la Monarquía española cuando aún conservaba su fecundidad para el futuro? Esto es lo que nosotros tenemos que pensar, y sólo así entendemos que puede resolverse el problema de la Monarquía de una manera inteligente. Pues bien: nosotros –ya me habéis oído desde el principio–, nosotros entendemos, sin sombra de irreverencia, sin sombra de rencor, sin sombra de antipatía, muchos incluso con mil motivos sentimentales de afecto; nosotros entendemos que la Monarquía española cumplió su ciclo, se quedó sin sustancia y se desprendió, como cáscara muerta, el 14 de abril de 1931. Nosotros hacemos constar su caída con toda la emoción que merece y tenemos sumo respeto para los partidos monárquicos que, creyéndola aún con capacidad de futuro, lanzan a las gentes a su reconquista; pero nosotros, aunque nos pese, aunque se alcen dentro de algunos reservas sentimentales o nostalgias respetables, no podemos lanzar el ímpetu fresco de la juventud que nos sigue para el recobro de una institución que reputamos gloriosamente fenecida”. Sin sombra de irreverencia, de rencor, de antipatía y con mil motivos de afecto… La segunda parte reitera la ausencia de condiciones objetivas para una restauración de la monarquía.


En este discurso, la palabra monarquía es utilizada en quince ocasiones, la tercera parte de todas las ocasiones en las que aparece en las Obras Completas. Es pues un gran discurso, pero un discurso sobre todo en el que se toma posición ante la monarquía.

La monarquía aparecerá todavía en seis ocasiones más en las Obras Completas pero no se añadirá nada sustancial a lo ya expuesto. Existe una extraña alusión recogida por un periodista de El Sol en el curso de una entrevista en la que la pregunta final es precisamente sobre si los partidos de derechas “consolidan la República”, a lo que contesta: “En esto de República o Monarquía tengo mi opinión clara; pero no iba a parecerlo así si la expusiese, y por ello vale más dejarlo” (12). Pero en otra entrevista unos días después, un periodista portugués (13) logra que concrete un poco más su posición:
– ¿En cuanto a la cuestión del régimen?El hijo del último Dictador de la Monarquía española responde:– ¿Para qué una restauración?... ¿Con qué monárquicos? ¿Con los que contribuyeron al derrumbamiento de las instituciones monárquicas y, consecuentemente, a la implantación de la República, el 14 de abril?...
Una vez más vuelve a la inexistencia de condiciones objetivas para la restauración monárquica, pero es significativo que, a la pregunta sobre la forma del régimen entre directamente en la valoración de la monarquía, reconociendo que no hay monárquicos con los que colaborar.

Vale la pena aludir, por último, a otro documento aparecido en las Obras Completas en el que se menciona directamente la posición ante la monarquía. Se trata de una carta dirigida a Manuel Delgado Barreto (14), director del diario La Nación. Hasta ese día, José Antonio había colaborado con cierta asiduidad en La Nación (no menos de 80 artículos a partir del 27 de mayo de 1929). Sin embargo, en mayo de 1930, este diario publicó un artículo en el que se aludía que el “batallador Jefe de Falange Española defendía con ardimiento en 1930, próxima la proclamación de la República, la supervivencia de la Monarquía en los actos resonantes de la Unión Monárquica". Esto no pareció agradar a José Antonio que envió una carta de réplica a su director en la que decía:
“Otro cualquiera podría echarme en cara mi paso efímero y sacrificado por aquella errónea tentativa de la Unión Monárquica Nacional fundada por los ex ministros de la Dictadura; pero... ¿usted? ¿Usted, confidente de tantas intimidades espirituales de mi padre y mías? ¿Usted, que sabe hasta qué punto fui ajeno al bautismo y al programa de aquella tentativa, a la que me uní  – ¡Dios y usted saben con cuánto esfuerzo interior!– para defender la obra de mi padre y de sus colaboradores, atacada entonces despiadadamente? Repase usted las reseñas publicadas en La Nación misma de los actos celebrados por la Unión Monárquica y a ver si encuentra un solo párrafo pronunciado por mí –ardiente o tibio– que denuncia contradicción con mi actitud de ahora. Me duele que quede este recuerdo de una amistad larga. No le envidio en su situación de ahora, pero tampoco le guardo rencor”.
La carta encierra un poso de verdad (José Antonio había hablado en muchos “actos resonantes” de la Unión Monárquica de la que, incluso era su vicesecretario y nunca parece haber auspiciado el retorno de la monarquía) pero se aferra a algo que La Nación no parece haber dicho (que existiera contradicción entre la actitud de aquel momento, 1929–30, y la actitud que sostenía en 1935). Da la sensación de que José Antonio repruebe el que alguien haya podido insinuar incluso remotamente que ha cambiado en tan poco tiempo de pensamiento y que de monárquico fervoroso ha pasado a ser otra cosa. Y tiene razón en que participó en política para defender la memoria de su padre y que lo hizo a través de organizaciones monárquicas (Unión Monárquica y Unión Patriótica). Pero también aquí podemos hablar de “predisposición” hacia la monarquía, en la medida en que podía haber defendido la memoria de su padre desde una fundación, un círculo cultural, una asociación de intelectuales, y el hecho es que lo hizo desde tribunas monárquicas, lo que indica cierta proximidad a las mismas y cierta sensibilidad. Era evidente que la fundación de Falange no se había hecho bajo la perspectiva de una restauración de la monarquía, por lo tanto, es comprensible la reacción ante un artículo que le recuerda su pasado político en unos términos exagerados en cuanto a su activismo pro–monárquico.


NOTAS

(1) Cf. El Pueblo Manchego, publicada el 24 de junio de 1930 y reproducida en La Nación el 25 de julio de 1930. Recogido en las Obras Completas con el título de El momento político. Dicho artículo contiene cuatro referencias más a la monarquía en el mismo tono.
(2) Discurso pronunciado en Bilbao, en el mitin organizado por la Unión Monárquica Nacional en el Frontón Euskalduna, el domingo 5 de octubre de 1930. Reproducido en La Nación (edición del 6 de octubre de 1930) y en Unión Monárquica, número 98, 15 de octubre de 1930.
 (3) Artículo España: la lanzadera duerme en el telar, publicado en Unión Monárquica, nº 102, 15 de diciembre de 1930.
 (4) Conferencia pronunciada en Madrid, en el local de la Unión Patriótica, sobre el tema La forma y el contenido de la democracia, el 16 de enero de 1931.  Reproducida inicialmente en La Nación, edición de 17 de enero de 1931. Y en Unión Monárquica, nº 105, 1 de marzo de 1931.
 (5) José Antonio y los no conformistas, op. cit., pág. 176 y sigs
 (6) Una nota de prensa, firmada por José Antonio Primo de Rivera y publicada en La Nación, el 12 de noviembre de 1931.
(7) Dedicatoria del ejemplar impreso del Informe de Defensa del ex ministro de la Dictadura don Galo Ponte. Cit., por F. Ximénez de Sandoval, en Biografía apasionada de José Antonio, pág. 115. Recogido en las Obras Completas, 27 de noviembre de 1932.
 (8) Resumen del discurso pronunciado en Sanlúcar de Barrameda, Cádiz, en el Teatro victoria, el 8 de noviembre de 1933, con los auspicios de la Agrupación Local Independiente. Publicado en La Unión, de Sevilla, 11 de noviembre de 1933. Recogido en las Obras Completas.
 (9) Artículo La República de orden, artículo publicado en FE, nº 10, 12 de abril de 1934.
(10) Resumen del discurso pronunciado en el Gran Teatro de córdoba el día 12 de mayo de 1935. Publicado en Arriba, nº 9, 16 de mayo de 1935.
 (11) Discurso sobre la Revolución Española. Pronunciado en el Cine Madrid, en Madrid, el día 19 de mayo de 1935.
 (12) Elecciones y Parlamento – Triunfarán las derechas, dice el Señor Primo de Rivera, El Sol, 9 de febrero de 1936.
(13) “El problema político no es de régimen” – El Diario de Noticias de Lisboa, publica una entrevista con Don José Antonio Primo de Rivera – La refrenda el periodista Armando Boaventura. Texto incluido en las Obras Completas y extraído del libro de Armando Boaventura: "Madrid–Moscovo. Da Ditadura á República e á guerra civil de Espanha". Lisboa, 1937, c. XIII, págs. 160–65.
(14) A Manuel Delgado Barreto, carta obtenida por deferencia de Don Mariano Rodríguez de Rivas, fechada el 21 de mayo de 1935, incluida en las Obras Completas, edición digital.