jueves, 31 de octubre de 2019

Crónicas desde mi retrete (40) ¿QUÉ LE PASA AL PSC Y EN QUÉ PIENSA EL SOCIALISMO?


Históricamente, cuando más catalanista se ha presentado el PSC ante su electorado, más votos ha perdido. Esta actitud es dependiente de su origen: durante los años del franquismo, los únicos que se decían “socialistas” en Cataluña eran hijos de la alta burguesía, los padres de muchos de ellos habían sido “lliguistas” o, simplemente, habían colaborado con el franquismo, mientras los hijos formaban parte -para mayor inri- del Front “Obrer” Català (FOC), compuesto casi completamente por estudiantes...

En 1975, la Federación Catalana del PSOE (que no tenía nada que ver con todo ese ambiente) era poco menos que inexistente y de no ser por la unión entre el PSC (reagrupament), los más nacionalistas, y por el PSC (convergencia), los antiguos FOC más sectores de la “gauche divine”, el PSOE en Cataluña hubiera estado prácticamente ausente de la transición.

El PSC, finalmente, terminó surgiendo de la unión de las tres fracciones (Federación Catalana del PSOE, PSC(r) y PSC(c). Solía tener mayoría en las elecciones generales y quedaba rebasado por CiU en las autonómicas. Los socialistas nunca parecieron preguntarse el por qué. Su clientela procedía, al alimón, de las clases medias urbanas y de los barrios obreros que, poco a poco, se habían ido desencantando del PSUC. Cuando Santiago Carrillo, realizó la última traición de su vida (liquidar deliberadamente al PCE para asegurarse la vejez a cuenta del PSOE), el PSC vivió sus momentos de mayor seguimiento. Pero lo que ocurrió luego fue significativo.

En los años 90, el PP empezó a subir electoralmente en Cataluña, especialmente, en zonas obreras. Los votos procedían de sectores que hasta ese momento habían votado al PSC y antes al PSUC. Esta tendencia siguió hasta 2003, cuando los votantes procedentes de la izquierda catalana rechazaron la política absurda de Aznar de alineamiento con Bush en el latrocinio de Irak. Antes, el flujo ya se había ralentizado cuando Aznar desplazó a Vidal-Quadras a Madrid y manifestó que hablaba catalán “en familia”. Desde entonces, el PP catalán tiene dificultades para afirmar su credibilidad.

Para el observador atento las cosas estaban claras: la clase obrera catalana nunca ha sido nacionalista, ni mucho menos independentista. Hoy mismo, la afiliación a los sindicatos mayoritarios en Cataluña es inferior a la que se da en otras partes del Estado, simplemente por la actitud ambigua de las direcciones de UGT y de CCOO respecto al independentismo. Cuando más ha insistido un partido de izquierdas en el “nacionalismo catalán”, más votos ha perdido hacia su derecha. Sobre el “izquierdismo” de ERC habría mucho que hablar: su nacionalismo independentista es anterior y superior a los elementos “de izquierdas” de su programa y, de hecho, el futuro -cantado- de ERC, será o morir en la pira de la independencia frustrada u ocupar el espacio del nacionalismo moderado. ¿Izquierda en ERC? Más bien clase media y “Cataluña profunda”.

El PSC, deliberada o inconscientemente, ha ocupado un papel objetivo en Cataluña: tratar de neutralizar a la clase obrera catalana, evitar que surgiera, como en el primer tercio del siglo XX, un “lerrouxismo” obrero que combatiera frontal y radicalmente al nacionalismo. El PSC no eran más que los hijos de la alta burguesía catalana dirigiendo a los obreros castellano-parlantes y conduciéndolos como ganado hacia los pastos cercados ofrecidos por la gencat.


De ahí el papel extraordinariamente ambiguo del PSC: “socialista”, pero no nacionalista, aunque sus dirigentes siempre han manifestado que Cataluña es una “nación”. Contrarios al “procés”, pero sin ocultar una predisposición hacia el “derecho de autodeterminación”. No “independentistas”, pero partidarios de que Cataluña alcance sus “más altas cotas de autogobierno”. Y, por supuesto, ni un solo socialista ha dicho nada sobre la “inmersión lingüística”, ni sobre el derecho de los ciudadanos que viven en Cataluña a recibir enseñanzas en el idioma que elijan. Ni chicha, ni limoná o, si se prefiere, eclecticismo ambiguo, oportunista y timorato.

El error táctico del PSC consistió durante todo el ciclo de Pujol en querer competir con él en “nacionalismo”. Esto le costo a Obiols y a Maragall varias derrotas inexorables. Cuando el electorado catalán ya no tuvo dudas de que el “pujolato” había convertido a Cataluña en la región más corrupta del Estado (a corta distancia y compitiendo con el socialismo andaluz), Maragall logró para el PSC una victoria circunstancial en las autonómicas. El Pacto del Tinell, un acuerdo anti-PP, suscrito con ERC y con ICV, fue el origen del “tripartito”. Maragall encontró a su mejor aliado en un Carod-Rovira que ya por entonces pronosticó la independencia catalana para el 2014. El “nou Estatut” debería ser el paso previo. Y Maragall -ya por entonces con el cerebro desbaratado, hay que recordarlo, incluso disperso y enfermo antes desde finales de los 90- encontró en ERC a su aliado natural, convencido de que había que “ser más nacionalista que CiU” y rebasar a CiU en búsqueda de la autodeterminación. Los “lodos” independentistas de hoy son, directamente, el resultado de las apuestas erróneas del PSC en 2003.

Maragall quiso dar una forma doctrinal a este proyecto tan simplón. Y un buen día, sin consultarlo a nadie, se sacó de la manga el “federalismo asimétrico”: España seguiría siendo un Estado, pero no unitario, sino federal. La asimetría vendría porque Cataluña sería “más” que el resto de federaciones regionales… La única forma de encajar esta concepción excéntrica dentro de un programa político era olvidando la “asimetría” y rescatando el término “España federal”.

¿Qué es el federalismo? Algo muy simple: se coge una nación, se la trocea en tantos fragmentos como sea menester, se le dice a cada fragmento que son un “Estado” y luego se les asocia… ¿En España? ¡Todavía más fácil! Bastaría con dar rango de “Estado” a las 17 autonomías y luego reunirlas de nuevo… Absurdo desde todos los puntos de vista. Por lo demás, si bien es cierto que existen “Estados Federales”, también es cierto que nunca han surgido del desmantelamiento de un Estado unitario, sino de la agregación de piezas que inicialmente eran independientes.

Lo que el PSC proponía no era más que el proyecto de un cerebro que cuando lo elaboró estaba enfermo. Pero entre 1998 y 2003, el PSC no tenia otro líder visible y en condiciones de batir a Pujol que Maragall y nadie se atrevió a desmentirle. Primero hacía falta llegar al poder autonómico y luego colocar a un “charnego” tapado al frente del PSC que se popularizara desde el poder y que luego lo sustituyera (Montilla, en concreto).


La cosa no fue bien, ni para el PSC, ni para Cataluña. En primer lugar, porque en el primer tripartito de Maragall, no gobernó éste, sino Carod-Rovira, como “primer conseller” y luego, tras su ignominiosa reunión con los etarras de Perpiñán (“no atentéis en Cataluña, matad más allá del Ebro”), desde la sombra. Y el proyecto de Carod era mucho más claro: “independencia en el 2014 y, para ello, nou estatut”. El programa del PSC era “autodeterminación versus federalismo en todo el Estado”.

La crisis económica iniciada en 2008, relanzó el independentismo y el PSOE se olvidó del federalismo que era como echar leña al fuego. El horno no estaba para bollos. Incluso el PSC puso en barbecho tan peregrina idea. Sin embargo, ayer se supo que el programa original del PSOE para estas elecciones no incluía el federalismo. Iceta montó en cólera (dentro de lo que Iceta puede montar en cólera) y telefoneó directamente a la Narbona para que introdujera sin más dilación la referencia al “federalismo”. Sánchez dijo que la omisión se debía a que el documento estaba inacabado.

La suerte para el PSOE es que nadie se preocupa por leer los programas políticos y que el discurso socialista en Cataluña será “federalista” (especialmente de cara a los medios regionales), pero en el resto del Estado será “unitarista, democrático y constitucionalista”.

Lo peor para el PSOE es que, si aspira a obtener buenos resultados electorales precisa de una “buena tajada” de diputados catalanes. Es muy posible que en estas elecciones se produzca un desplazamiento de votos del Cs al PSC e, incluso de ERC al PSC. Pero el verdadero drama del PSOE consiste en que mientras piense que su crecimiento en Cataluña se debe a su “federalismo” y no adopte una postura clara en materia de vertebración del Estado (y sólo hay una: o Estado unitario o centrifugación indepe), siempre será vulnerable en el resto del Estado e incluso esta temática supondrá un germen de disolución interior.

Está claro, por lo demás, que la dirección nacional del PSOE no tiene la más mínima intención de embarcarse en una “reforma federal del Estado” que no haría más que añadir problemas y que está destinado a defender la unidad del Estado o arriesgarse a entrar en crisis en el resto de España (incluso en Cataluña).

Yo me pregunto, si los electores piensan antes de votar. Creo que la inmensa mayoría no lo hacen. Pero de lo que no me cabe la menor duda es que los dirigentes de los partidos políticos tampoco piensan mucho más allá de tratar de contentar a lo que ellos creen que es su electorado natural lanzando mensajes en los que ni siquiera ellos mismos han meditado.

En cualquier caso, ese intento desesperado del PSC por mantener la equidistancia entre independentismo y unionismo, empieza a resultar de un patetismo y de una fatuidad exasperantes. Sobre todo, porque estamos en 2019 y la monserga de “federalismo y plurinacionalidad” empieza a ser tan cargantes como una docena de críos cortando una autopista en nombre de un proyecto independentista fracasado, pan de cada día en esta Cataluña crepuscular.