miércoles, 16 de octubre de 2019

Crónicas desde mi retrete (30) CATALUÑA Y VALLE DE LOS CAÍDOS, ¡QUE SIGA EL ESPECTÁCULO!


Desde que Guy Debord escribió en 1967 La sociedad del espectáculo, se sabe que la gran característica de la ordenación socio-económico-cultural de la modernidad es la reducción de cualquier actividad humana a “espectáculo”, es decir, a “mera representación”. O lo que es más simple: el “parecer” es más importante que el “ser”. El “look” se superpone a la personalidad. La pose al valor. Lo estamos viendo día a día y mucho más en días en los que todo parece crisparse, cómo estos en los que parece hacerse desatado la “cuestión catalana” y, a falta de razonamientos, objetividad y reflexión, comparte actualidad y se solapa con las noticias que llegan sobre el Valle de los Caídos. No crean nada: ni Cataluña está al borde de la secesión, ni mucho menos de la guerra civil, ni el traslado de los restos de Franco es una más que un chou inútil y frívolo.

Lo diré y lo repetiré de manera lo más vulgar y grosera posible para hacerme entender sin sombra de dudas: los indepes no tienen media hostia. Pueden ampararse en la masa, poner colegios enteros de niños al frente, incendiar éste o aquel contenedor, tumbar de una hostia a una entrañable abuela o tratar de estrangular a una chica que no comparte sus ideales tribales, puede cortar carreteras, una vía o un aeropuerto, especialmente cuando quienes deberían disolverlo, tienen la orden taxativa de no emplear fuerza excesiva y evitar al máximo choques y conflictos, pero no pueden gran cosa más. Especialmente, desde que hace quince días se les hundió el “plan estratégico” con la detención del “núcleo duro”, aquellos CDR encargados de dirigir la toma del parlament cinco días y colocar algunas bombas de termita. Pero, repito, no tienen eso que se dice media hostia. Basta que un par de uniformados saque la porra y amague una carga para dispersarlos.

De hecho, si en el aeropuerto del Prat los incidentes fueron verdaderamente graves fue por la acumulación de manifestantes. El mismo carácter masivo impidió las estampidas: los que tenían a los de la porra delante no podían correr porque la masa que les empujaba detrás se lo impedía en una zona cerrada. Pero cuando, ayer se produjeron incidentes en las inmediaciones del Paseo de Gracia, corrieron arriba y abajo, quemaron contenedores e hicieron el indio a gusto. Parece una revuelta, da la sensación de que es un motín. No se equivoquen: es cosa de niños díscolos que creen que tienen un “ideal” (el independentismo), cuando, en realidad, demuestran que en la escuela no les enseñaron lógica aristotélica, sentido común ni capacidad crítica. “Parecen” peligrosos, pero en absoluto “son” peligrosos salvo para sí mismos.

TORRA PERDIENDO LA "BATALLA DE LAS IMÁGENES" 

Torra no se da cuenta, pero está perdiendo lo que puede ser calificado como “la batalla de la sentencia”. Algo parecido, ocurrió con “los indignados”: los primeros días de aquella protesta, mostraron que algunos sectores de las clases medias y de la gente “normal” se habían sumado, pero, a medida que avanzaba la protesta, estos sectores se retiraron y entonces fue el apogeo del perroflautismo. Aquellas aguas han traído a los Unidas Podemos o a los Mas País: poco, casi nada. Bastaron algunas declaraciones maximalistas, choques con la policía, para que, junto con el inexorable paso del tiempo, todo declinara. Esto de ahora no va a ser diferente.

Decía Debord que “el espectáculo es una colección de imágenes”. Torra está perdiendo la batalla de las imágenes. La del humo de los contenedores ardiendo es la más celebrada. La vista desde la Montaña Pelada (el Park Güell) nos muestra la misma imagen que durante la Semana Trágica de 1909. Lo que arde, de hecho, es la crónica de un siglo: antes se quemaban conventos, ahora solo contenedores de basura. No me negarán que hemos mejorado. Pero la imagen desde la Montaña Pelada es la misma.

La otra imagen es la de la “casa regional” de la gencat en Alemania (eso que el Diplocat llama pomposamente “embajada”). Cuatro panolis a sueldo de la gencat explicando a un solitario periodista en una sala vacía "lo intolerable de la sentencia y cómo será la venganza catalana". 

O la otra foto de Torra bajo el titular de “La Generalitat desconvoca la reunión con los cónsules extranjeros para evitar un fracaso”. Y ¿qué me dicen de la noticia sobre la prohibición del Parlamento Europeo a la entrada del apestado de Waterloo? Ni siquiera una voz de solidaridad internacional con los condenados. Torra y el independentismo han perdido la batalla de la imagen en el exterior: la creencia en que se podría “internacionalizar el conflicto” se ha saldado con cuatro titulares despiadados.


TORRA PERDIENDO LA "BATALLA DEL SENY"

¿Y qué me dicen de la “batalla del seny”? Verán: desde hacía tiempo, los últimos mohicanos del independentismo se preparaban para “solidarizarse con los condenados”… ¿Quién se acuerda de esto desde el día de ayer? No han podido imponer la imagen de Junqueras y de la Forcadell con traje a rayas, tras rejas y alambradas: gana por goleada la foto de la abuelita tumbada por un porrero y la de una chica de buen ver medio estrangulada por un neanderthal

El regionalismo catalanista del XIX logró imponer la idea de que Cataluña era la “tierra del seny”. No era cierto: en cualquier lugar en el que un ser humano ha construido algo que pueda llamarse civilización, ha existido alguna forma de “seny” (sentido común). Pero, a medida que el regionalismo se fue convirtiendo, primero en nacionalismo y acto seguido, por simple inercial, en independentismo, el “seny” fue siendo sustituido por el irracionalismo primero y luego por el mero desenfoque completo (querer abordar la “construcción nacional de Cataluña” con formas medievales en el mundo postnacional en los albores de la cuarta revolución industrial).

El catalán de hoy no es muy diferente a cualquier otro pueblo europeo: quiere paz, orden, estabilidad y seguridad. Lo que el "gobierno autonómico", Torra, los CDR, el “procés”, y sus formas más extremas, le están dando es justo todo lo contrario. Las imágenes de estos días lo certifican

COSA DE GENTE JOVEN CON GANAS DE DESCARGAS ADRENALÍNICAS

Las fotos de los contenedores incendiados le enseñan a tontos cum laude como Torra y a tontorronas diplomadas como la Colau, que una cosa es “llamar a la movilización en defensa de la democracia y de la libertad de expresión” y otra cosa es esperar que las masas, una vez en la calle, sepan qué hacer, dónde ir y cómo comportarse. Porque, cuando se ha crispado a la propia parroquia hasta más allá del límite -para esto está TV3 y los almogávares mediádicos, mercenarios a sueldo de la gencat- siempre ocurre lo mismo: el más exaltado da la nota, deja huella y queda en el recuerdo, gracias a una simple imagen.

Internet, los videomóviles, las redes sociales muestran, con relativa fidelidad, lo que está ocurriendo: las manifestaciones de ayer no estaban protagonizadas por “la sociedad catalana”, sino por grupos de jóvenes salidos de las escuelas de la gencat y, como todo joven, con ganas de tener una “experiencia adrenalínica” en su vida. Antes se corría delante de los “grises”, ahora perseguido por los “Mossos”. Es el gran logro del “estado de las autonomías”. 

Son como los “revolucionarios de mayo del 68" dispuestos a cambiar el mundo a golpe de barricada, coctel molotov, manifestación y pedrada. Pero al llegar los exámenes de junio, se fueron a casa y luego de vacaciones. Así son las revueltas de escolares, meros ritos de tránsito de la infancia a la madurez.

DEL PLAN INICIAL A LA REALIDAD ACTUAL. LA BÚSQUEDA DEL MUERTO

El plan inicial preveía otra cosa: ocupar el parlament(ito) unos días y esperar que la solidaridad internacional les echara una mano. Pero se fue al traste con las detenciones de hace quince días. Ahora, todos los capitostes de la gencat rezan a la moreneta o al dios de las poltronas, para que el viernes 18 las masas no falten a la cita, y puedan aprovechar la convocatoria de “embotellamiento general” para que su causa no se archive en el olvido.

Falta el muerto en el imaginario colectivo de los indepes: alguno ha bromeado con el “potato indepe”. De momento, ya tienen a un par de infortunados que han perdido un ojo y un testículo. Pero es poco para victimizarse. ¿Las condenas? Poco más de cien años para 12 acusados de generar más de una década de inquietud y crispación, haber dividido a la sociedad catalana y desviar fondos públicos para una locura privada. Tejero se llevó treinta años por desconchados en la escayola del parlamento. Ni siquiera hay material suficiente para una victimización efectiva.

Todo esto ha ocurrido en Barcelona el 15 de octubre de 2019. ¿Qué queda por llegar? La gencat calcula que la semana siguiente podrá sentar al gobierno a negociar. Se equivoca: las elecciones están demasiado cerca y PP y PSOE luchan ahora por ver quien se queda los despojos de Cs y eso implica “firmeza ante el independentismo”. También aquí hay mucho de pose y espectáculo.


LO VOLATIL Y CAÓTICO DEL PROYECTO INDEPE: UN FUEGO DE PAJA

Pero, sobre todo, lo que juega en contra de Torra es la inexistencia de un “frente político indepe” y el que, no solamente, cada partido (y son tres) vaya  por su parte, sino que dentro de cada partido haya  tres o cuatro ideas diferentes de lo que hay que hacer, otras tantas de lo que puede hacerse y también de lo que se está dispuesto a hacer. Los sectores más radicales han emprendido la senda del no-retorno y los más guasones ya piden que Guardiola sea “president”.

La sentencia ha operado el milagro de que el conseller independentista Buch, duro entre los duros, permita a los mozos dar estopa a los más suicidas de la CUP y del CDR, olvidando que, en el fondo, es el único apoyo real con el que cuenta Torre. Desde Waterloo, el chalado de los pies veloces y el cerebro vacío, exige la cabeza de Buch. Torra alude a la contradicción entre llamar a la movilización y luego enviar a los mozos, reconociendo que los manifestantes son sólo y nada más que carne de cañón para unos fines que ya ni él mismo sabe cuáles son (¿negociar? ¿independencia? ¿reconocimiento de los resultados del 1-O? ¿nuevo referéndum? ¿indulto de los presos? ¿simple supervivencia?).

Completar el “potato indepe” o el muerto providencial, avivarían su causa… sólo que ya no tiene muy claro cuál es. Su corazón está con los CDR, su culo con la poltrona, su miedo acabar en Waterloo y su cartera, segura mientras tenga las llaves de la caja de la gencat. Vamos que el hombre, cada día que pasa, está más perdido y ni siquiera recuerda ya cuál es su “imagen”, ni a qué parecerse, ni qué espectáculo ofrecer a la parroquia.

Por si las cosas se desmadran, el artífice de la tramoya en funciones, Pedro Sánchez, tiene programada la profanación de la tumba de Franco, que siempre le garantizará el apoyo del “izquierdista fiel” y tener distraído a su rebaño.

Todo esto resulta tan absolutamente ridículo que induce a la indiferencia y al hastío. En un momento dado de la que, en mi juicio, es la mejor película de Sylvester Stallone, La Cocina del infierno (1978), uno de los protagonistas se pregunta antes de arrojarse a las aguas del East River, “¿Qué quedará de todo esto dentro de cinco años?”. La respuesta es, nada. Vivimos un tiempo en que, incluso los dos espectáculos que se nos ofrecen son banales. No me extraña que Netflix se haya convertido en un fenómeno social más que en ningún otro país europeo…