martes, 1 de octubre de 2019

Crónicas desde mi retrete (17) MOSOS: ¿O CON EL ESTADO O CON LOS INDEPES?



La pregunta del millón es: ¿cuánto tiempo tardará Torra en ser vecino de Puigdemont en Waterloo o tendrá su celda en Can Brians? Cuanto más tarde en resolverse esta cuestión, más degradada estará la situación del orden público en Cataluña. Una muestra de eficiencia del orden público en Cataluña que prestigiaría a los Mossos d’Escuadra, sería algo tan simple como que fueran ellos los que arrojaran a la mazmorra fría al lunático que hoy se hace llamar “molt honorable president”.

Parece increíble que en estos momentos en los que estamos situados en el atrio de una nueva crisis económica (prolongación de la anterior, es decir, de la gran crisis de la globalización), este país esté preocupado por lo que ocurre en una Cataluña dirigida por fanáticos, ineptos e incapaces a los que todavía hay que explicarles que la quimera de la independencia y de los nacionalismos pertenece al siglo XIX y no al que vio la caída de las  Torres Gemelas. Parece increíble que, a estas alturas, la falta de temple político de los distintos gobiernos del Estado Español, se combine con la irresponsabilidad del independentismo.

Habrá malpensados que sostendrán que el “gobierno en funciones” prefiere que, en un período pre-electoral, miremos hacia la tensión independentista (una tormenta en un vaso de agua que puede resolverse aplicando, simplemente la ley), antes que a la tormenta perfecta que se está generando en la economía mundial y me merece en España un espacio secundario en los medios, que regala a Torra y a sus mamelucos prioridad en la información.

La gencat independentista siempre ha sostenido la quimera de que los Mozos de Escuadra, policía catalana, sería también algo parecido a la “guardia nacional” de algunos países bananeros que se jactan de carecer de ejército. Y no era eso, ni nadie, salvo los cerebros calenturientos del nacionalismo radical, querían que lo fuera: porque los nacionalistas lo que querían era disponer de una POLICÍA POLÍTICA a su servicio. Pero las cosas fueron mal desde el principio. De hecho, fueron mal, históricamente.

Tras el franquismo, en el que los Mozos siguieron siendo una especie de cuerpo de honores (me contaron que el 23-F, a ellos les correspondía detener a Jordi Pujol…), hasta que las negociaciones de “Mr. 3%” con Felipe González y con Aznar, los convirtió en la “policía de Cataluña”.

El tránsito de poderes fue largo, prolongado y absurdo (para cualquier gestión, durante un período, iban juntos un Mozo y un Policía Nacional, incluso para gestiones irrelevantes). Luego, los Mozos adquirieron en Cataluña, especialmente en las carreteras, fama de rígidos y de que, cuando te paraban, no dejaban de escarbar hasta que encontraban algún motivo para multarte (la falta de una bombilla de repuesto era un clásico). Entre las otras policías, incluso entre la guardia urbana de Barcelona, se les criticaba, simplemente, por ineficientes. Se consideraba una fortuna el que la Policía Nacional retuviera las competencias en inmigración lo que les daba excusa para justificar su intervención en asuntos de delincuencia y narcotráfico. Luego vinieron “consellers” de Interior de Iniciativa per Catalunya, más interesados en salvaguardar los derechos de los detenidos que los de las víctimas. Hubo sanciones a Mozos particularmente duros con la delincuencia y esto contribuyó a desmotivar a muchos. Cuando empezó la coña marinera del “procés”, casi existía un consenso generalizado en el que la experiencia de los Mozos había sido un fracaso.

Pero la gencat alegaba que necesitaba más y más medios. El problema, a partir del “procés” fue que no estaba claro a quién servirían esos Mozos, si al orden público en Cataluña o al proyecto independentista. La gencat los consideraba, no como una policía al servicio del ciudadano, sino como SU POLICÍA AL SERVICIO DE SU PROYECTO POLÍTICO.

Inicialmente, mientras no existían tensiones, la cosa era, incluso asumible para los Mozos. Eran los tiempos del “nacionalismo moderado” que no comprometía a nada ni a nadie y bastaba una simple negociación entre el baranda de la gencat y el poncio de Madrid, la inyección de unos cientos de millones de euracos, para que todo volviera al orden. Pero luego vino el “procés” y el empleo de los Mozos a cubrir acciones ingratas y consideras ilegales desde el punto de vista de la legislación vigente. Y, a partir de ahí, vino el descuadre.

Porque los profesionales de los Mozos, lo que quieren es que no se les mezcle en aventuras políticas -que, por lo demás, solamente los ciegos, sordos y tontos no terminan de dar por finiquitadas- Soy de los que opinan que los Mozos de a pie son chicos jóvenes, conscientes de que han sido contratados para que la sociedad catalana no se vea azotada por la delincuencia y no ejecutores de los designios políticos de una banda de chalados irresponsables. Trapero ya lo sufrió el drama en su propia carne el 1-O.

Y ayer se lo tuvieron que recordar al director de los Mossos: “Usted dedíquese a la política que nosotros garantizaremos la seguridad”, fue la idea que trasladaron los mandos de los Mozos a su director, Andreu Martínez. Los mandos no podían permitir que, en los próximos días, el orden público se resienta de las acciones de los últimos mohicanos del independentismo radical y de sus llamamientos a la “huelga general” (que siempre terminan siendo embotellamientos que pueden solucionarse a manguerazos). Los mandos han advertido que las indicaciones del “jefe político” tienden a permitir que los CUPs, CDRs y demás, hagan lo que les dé la gana en las calles, para revitalizar el proyecto independentista.

La dimisión de Martínez se ha producido tras una semana en la que los Mozos han tenido que soportar el bochorno de que las detenciones de radicales del CDR les fuera ocultada para evitar filtraciones y fugas de información, incluso ¡para evitar que el “jefe político” de los Mozos advirtiera a los implicados! Andreu Martínez estaba solo desde hacía tiempo. Sus subordinados ni siquiera le hablaban, se veía incapaz de cumplir las órdenes perentorias de su jefe el “conseller Buch” de “dejar hacer a los ciudadanos pacíficos de la CUP-CDR”. Además, sabe que, como Trapero, puede sentarse en el banquillo de los acusados a la que no cumple la legislación vigente. Sus mandos ya le advirtieron: “Los Mossos no hacen política”. Y le presentaron un despliegue, acertado desde el punto de vista técnico, para restablecer la normalidad, allí donde los radicales la rompan. El miedo, la pusilanimidad y la falta de apoyos, han forzado su dimisión.

Triste: por ahí anda un Mozo de Escuadra independentista, Alberto Deinaire, con aspecto de julay que se cree que la independencia es para pasado mañana, verdadera caricatura de lo que Torra y Buch quieren para el cuerpo. Afortunadamente, en los Mozos va ganando pasos, la necesidad de profesionalidad y de alcanzar un prestigio que el cuerpo precisa para afrontar la delincuencia.

Esta crisis ha demostrado que el espacio vital de los indepes se va a acortando cada vez más. En noviembre les sorprendió que los Mozos -y no la Policía Nacional- les dieran fuerte y flojo. Con el orden público fuera de control en Cataluña a causa de una criminalidad de espectacular crecimiento, ahora lo único que falta es un “poder político” que permita un mes de octubre de “vía libre” a los indepes. Los mandos de los Mozos son conscientes que el prestigio del cuerpo, ya actualmente erosionado, no soportaría un “octubre indepe”. Y parece claro que Torra y sus últimos mohicanos están buscando el muerto que les facilitaría el relanzar el “procés”.