sábado, 11 de octubre de 2025

Julius Evola - El Cetro y la Llave : el capítulo IX del "Rivolta contro il mondo moderno", desaparecido de las reediciones posteriores a 1951.

En el libro Feu Secret, lettres, entretiens, documents, témoignages, publicado por Ars Magna, en su colección Evoliana (2025), se incluye un texto curioso por su historia. Inicialmente fue incorporado en la Primera Parte del Rivolta contro il mondo moderno, como capítulo IX, en su segunda edición (1951). Pero en la tercera (1969), el capítulo desapareció. A pesar de la eliminación de este capítulo, decidido por el propio Evola, su lectura nos ha parecido interesante desde el punto de vista esotérico y político. El texto fue recuperado por la revista La Citadella (nº. 55, enero-marzo de 1998). Podemos entender las causas que aconsejaron la eliminación de este capítulo, tanto por la reiteración de algunos temas, presentes en otras partes de la obra (especialmente en el capítulo VIII, Las dos vías de ultratumba, como en su relativa necesidad de explicaciones más amplias que se incluyeron en otros capítulos de la Primera Parte del Rivolta..., algo que se percibe inmediatamente al leer el capítulo desconectado de la edición de 1951.

El Cetro y la Llave

Julius Evola

Esta serie de consideraciones concluirá mencionando el simbolismo de Jano, una de las representaciones de la realeza divina, al tiempo que es el dios de los «cuatro comienzos» y, en un sentido eminente, el dios de la iniciación, en virtud de una convergencia de significados que a partir de ahora resultará clara para todos.

La tradición presenta a Jano como el primer rey de Italia que, junto con Saturno-Cronos, descendió al Lacio y habría reinado durante la Edad de Oro. Virgilio asocia Latium con latere[1], es decir, con la idea de una residencia oculta. Según Hesíodo, la raza inmortal de la edad de oro, de la que Saturno era rey, habría comenzado a gobernar invisiblemente a los hombres; de modo que la tradición del reinado común de Saturno —latens deus— y Jano no es, en el fondo, más que un símbolo de un tipo de realeza, un reflejo de la soberanía oculta y universal.

Jano estaba representado generalmente con dos rostros: lo que implica que tenía dos aspectos, y que se le podía considerar como poseedor de sus dos llaves, una de oro y la otra de plata. A veces, en lugar de la llave dorada, se le representa con un cetro[2]. Mientras que, en el simbolismo sucesivo aplicado directamente a la función real o imperial, aparece el cetro, mientras que la otra llave es reemplazada por una esfera, símbolo del “Mundo” (en Roma con una “Victoria” alada en la parte superior, reemplazada durante el cristianismo por una cruz). Pero, a través del antiguo simbolismo, las dos llaves estaban asociadas a la “puerta de los cielos” y a la “puerta de los infiernos”, es decir a las dos vías mencionadas anteriormente[3], pero también a los grandes y pequeños Misterios, destinados, según la idea antigua, a ponerse en contacto respectivamente con las fuerzas del supramundo y las de la «naturaleza», con el principio «olímpico» y el principio «ctónico».

En el rey Jano, las dos posibilidades estaban, por tanto, unidas: puede equivaler al tipo capaz de evocar los poderes telúricos, vitales y naturales (llave de plata o lunar, esfera del «mundo»), y a dominarlas sobrenaturalmente (llave de oro y solar, el cetro, la «Victoria» o la «cruz» que domina el mundo). La tradición, transmitida en forma religiosa en el catolicismo, hablará del doble poder pontificio que consiste en «atar y desatar», cuya interpretación potencial es precisamente la inmovilización del elemento inferior y, por otro lado, la liberación, el desvelamiento de la Janua Coeli [puerta de los cielos]. La posibilidad de hacer volver la fuerza dominada a un estado libre es evocada por el hecho de que el templo de Jano, durante la antigüedad romana, se abría únicamente en tiempo de guerra, y desencadenaba contra el enemigo el demonio que el poder del dios, en tiempo de paz, se mantenía sujeto, según la interpretación de la tradición predominante[4].

Pero, a fin de no alejarnos de las referencias directamente regias, y en la idea de encontrar otra correspondencia con el simbolismo de Jano, es posible hacer referencia al soberano egipcio. Aquí, los dos símbolos de Jano corresponden visiblemente a los dos atributos «fuerza vital» (llave) y «estabilidad» (cetro), considerados anteriormente[5]. Otro de sus títulos principales era el de «dominador de las dos tierras», «del Norte y del Sur», o «Señor de las dos Coronas» (nebti[6]). En la tradición egipcia, las dos tierras, o dominios, son expresiones que contienen significados reales y, al mismo tiempo, transposiciones analógicas espirituales. Las dos tierras, el Norte y el Sur, el Alto y el Bajo Egipto, valían simultáneamente como las regiones de Seth y Horus, siendo Seth la fuerza infernal y demoníaca, la que redujo a Osiris en pedazos, que es el equivalente más cercano a ese animal[7] que, en el símbolo helénico mencionado anteriormente, corroe la cuerda de Oknos; Horus es el Osiris resucitado y victorioso. Por otra parte, uno de los momentos fundamentales del rito real era aquel en el que se realizaba la «unión de las dos tierras» — sam Taui. Entonces se proclamaba: «El Sur está unido al Norte», o «El cielo se une a la tierra», y el rey asumía tanto la corona roja del Norte como la corona blanca del sur[8]. Se trata de una expresión diferente del significado contenido en el simbolismo del Jano bifronte, mencionado anteriormente: una síntesis de la fuerza primordial ctónico-vital y del principio que trasciende y domina esta fuerza determinando la unidad de los dos poderes.

Además, siguiendo la transposición de esta función de la realeza al orden concreto mencionado anteriormente, hay que reconocer en el soberano tradicional a aquel que, en lugar de ser una simple y caduca manifestación, personifica íntegramente la fuerza totémica (de ahí las numerosas transposiciones de símbolos y atributos totémicos a los reyes solares, muy aptas para reforzar interpretaciones absurdas y hacer caer en la ambigüedad a quienes no poseen las bases doctrinales necesarias), al tiempo que modifica su polaridad y le confiere un nuevo centro.

Privado de demonio, porque se ha convertido en sí mismo en su propio demonio, habiendo borrado la frontera entre el «yo» y el genio, y por tanto entre la vida mortal y la vida eterna, el rey era individualmente inmortal[9] en comparación con los simples hombres. Representaba la fusión de ese «individuo individualizante» que cada uno de ellos solo podía realizar en forma del «otro» de su propio yo, cuando les quedaba, literalmente, el «acto» en relación con el «poder», de modo que la tradición inca concebía que solo el rey solar existe y vive, en el sentido más eminente; los demás casi son solo apariciones, como lo son sus sombras, al igual que los simples hombres lo son en relación con el tótem[10]. Pero en él, este principio único y profundo, asociado a la personificación —recordemos el paso de la «fortuna» de una ciudad determinada a la «fortuna real», de ahí el sentido objetivo de la divisa: «donde está el emperador, allí está Roma»—, había sufrido la transformación. Por ello, en tradiciones como la romana, precisamente, el emperador pudo asumir, además del título de aeternitas, de sacratissimus, invictus o victor, el de salus generis humani[11] a través de su «victoria», este no era solo la «vida», sino también la «salud» de toda vida.

Expresiones aún más características —una vez evocado el «doble»— son las de las inscripciones egipcias, en las que el poder sobrenatural de «fuerza-vida-estabilidad» se refiere al rey «a la cabeza de todos los dobles vivos, él y su doble, como rey del Sur y del Norte, en el trono de Horus, eternamente como el sol»[12]. La expresión «dobles vivos» o «dobles de los vivos» puede, en efecto, adquirir aquí este significado particular, según el cual los inmortales por antonomasia, a menudo y tradicionalmente llamados «los Vivientes», en oposición a los demás, los «muertos».

Así, se puede pensar en una influencia oculta inmortalizadora que, a partir del doble transformado y «osirizado» del soberano, irradia sobre sus súbditos. Concebido como «el que es eminente», en la tradición indo-aria el rey aparece, en efecto, como aquel que «inyecta en los seres el fluido de la vida, la fuerza»[13]. Pero no solo eso: siempre según la tradición egipcia, el rey era aquel que, con su «virtud», podía eminentemente «alimentar» a los muertos convertidos en dioses, que podía, por consiguiente, confirmar y desarrollar las influencias sobrenaturales de los héroes primordiales, que sostenían las tradiciones familiares individuales y favorecían, para los individuos, y con vistas al más allá, el camino de la inmortalidad. Así, en Egipto, cada culto familiar se polarizaba en torno al soberano; y una de las consecuencias fue precisamente la idea de que el rey, directamente en favor de los vivos, podía donar una vida sustraída a la muerte. Ya hemos mencionado[14] el hecho de que el origen de una casta de seres «fieles» al rey, en Egipto, pero también entre los incas, no era en absoluto diferente, precisamente debido a esta «participación mística»[15].


Esto permite aclarar al mismo tiempo esa misteriosa «virtud» — te' — cuya característica es el «actuar sin actuar», atribuida al soberano por la tradición extrema oriental. Si el tótem, genio, o demonio, es la raíz de las fuerzas profundas —hoy hablaríamos de fuerzas subliminales— que dirigen, entre bastidores, la mayor parte de las intenciones, los pensamientos, las pasiones y, por tanto, también las acciones de los individuos, se comprende hasta qué punto el Jefe puede encarnar y dominar, real y sobrenaturalmente, toda la energía totémica desde un único punto, disponiendo de la ciencia y ejerciendo el poder sobre diversos órdenes de causas sutiles que se vinculan a él, razón por la cual estaba «internamente» asociado, de manera oculta, a la vida de todo ser individual y a lo que podemos llamar, en el sentido más amplio, el «destino» de esa vida, sin referirse al post mortem. Y al igual que un color inyectado en una fuente acaba difundiéndose por todas las aguas, se puede pensar que el comportamiento del jefe, a través de las vías del inconsciente colectivo, puede influir en el conjunto de los individuos, hasta el punto de presentarse como la causa real de un ethos social determinado y de acontecimientos que implican a todo el reino»[16].

Por cierto, cabría señalar que los modernos, que descubrieron el «psicoanálisis» y el «subconsciente» con un retraso de mil años con respecto a los conocimientos tradicionales, serían una vez más incapaces de percibir el misterio que se esconde detrás de todo esto, y que podrían poner en común todas sus tonterías sobre la «libido», la «horda primigenia» y el «superyó». Estos apenas han comenzado a intuir las fuerzas oscuras y los conjuntos ancestrales activos detrás de la conciencia común, pero también todo lo que estas fuerzas son capaces de hacer en la vida cotidiana y en los supuestos «estados de masas». Por eso podrían también admitir con relativa facilidad la posibilidad de determinar, en esa misma zona «subliminal», influencias de un tipo diferente, superior, aunque, en una civilización como la actual, debido a la ausencia total de un verdadero Líder y a una relación truncada con la realidad metafísica, una posibilidad de este tipo sigue siendo totalmente improbable. Por otra parte, habría que ser capaces de reconocer en el poder de sometimiento y animación de ciertos líderes todo aquello que no puede explicarse «psicológicamente», ni siquiera psicoanalíticamente, y por lo tanto lo que implica un orden de fuerzas y leyes que no tienen nada que ver con las que caen bajo la luz de una conciencia limitada, esa parte tan insignificante del ser integral del hombre, es decir, la conciencia del hombre contemporáneo. Así pues, la sutil pero sustancial diferencia que existe entre el prestigio natural de un príncipe consagrado y un líder popular o un condottiero napoleónico, según su «telurismo», debe remitirse al plano mencionado anteriormente, y esto ha sido probada desde una época relativamente reciente.



[1] Eneida, VIII, 322.

[2] Véase Ovidio, Fastos, I, 99, 177, 228, 254; Macrobio, I, 7, 9, Arnobio, VI, 25.

[3] Alusión al capítulo VIII, “Las dos vías de ultratumba”, que en la 2ª edición del Rivolta… precedía a estas páginas [NdT]

[4] Véase Virgilio, Eneida, 1, 293; VII, 607

[5] Véase Zervan Akarana, el Kronos iraní, que gobierna con un cetro en la mano derecha y un rayo, o una llave, en la mano izquierda (F. Cumont, Les Mystères de Mithra, Bruselas, 1913, p. 106-110).

[6] Expresiones de antiguas inscripciones faraónicas «Brillas como rey del Sur y del Norte» «Surgió como dominador de las dos tierras, para gobernar en el ciclo solar; el Sur y el Norte son (para él) los dos destinos de Horus y Seth» — «Rey de la doble corona» (A. Moret, Du caractère religieux de la royauté pharaonique, París, 1902, p. 28, 29, 30).

[7] Alusión al asno. Durante el Periodo Tardío de la historia egipcia, Seth comenzó a ser representado como un asno o como un hombre con cabeza de asno [NdT].

[8] A. Moret, Du caractère religieux de la royauté pharaonique, op. cit., p. 32-36, 241).

[9] En la tradición romana, un significado particular podría rodear el paso del culto al genius principis, parte divina de la persona imperial con la que esta se identificaba solo después de la muerte, al culto profesado directamente como si fuera íntegramente realizado en él este genius (ver É. Beurier. La culte imperial, París, 1891, pág. 45-51)

[10] Un dicho asirio incluso afirmaba: «El hombre es la sombra de un dios, el esclavo la sombra de un hombre, pero el rey es como un dios», citado de C. Dawson, Age of the Gods, Londres, 1943, VI.

[11] G. Costa, Giove ed Ercole, Contrib. allo studio della religione romana nell'impero, Roma, 1919, p. 15-16. Naturalmente, las diferentes atribuciones se consideran aquí según su potencialidad esotérica, refiriéndose a la función en sí misma, y no a tal o cual César en la historia.

[12] Véase Moret, Royaut. Phar., op. cit., p. 77; véanse las páginas 219 y 231.

[13] Atharva-Veda, 1V, 8, 1.

[14] En el capítulo Las dos vías de ultrtumba [NdT]

[15] Véase Moret, ibíd., p. 182, 200, 206.

[16] Nitisara, VI, 1-2, se dice que el reino consiste en «una parte interna y una parte externa». «La parte interna es el rey, la parte externa es el pueblo». De modo que, «cuando el rey duerme, todo el mundo duerme; pero si el rey se despierta, todo el mundo se despierta, como una ninfa que se abre al sol» (ibíd., IV, 42). Ya se ha recordado, en particular, que el rey era tradicionalmente considerado como el verdadero vencedor de una guerra concluida favorablemente. Para Egipto, véase Moret, op. cit., p. 2, 78; para Irán, F. Spiegel, Eranische Altertumskunde, Leipzig, 1871, v. III, p. 634. Si los griegos, y después los romanos, atribuían a los dioses y semidioses la verdadera causa de sus victorias sobre los bárbaros (véase Heródoto, VIII, 109; Jenofonte, Cyneg., 1, 17), a los reyes y jefes a su vez se les consideraba muy a menudo manifestaciones de esas entidades: especialmente en el momento de su victoria. Véase, más arriba, I, § 19 [es decir, el capítulo 18 («Juegos y victoria») de las ediciones de 1969 y 1998 (NdC, Sando Consolato)]. Que el destino de los pueblos esté condicionado por el de sus soberanos, que los primeros vivan y mueran con los segundos, es una tradición que se mantuvo viva en Occidente durante toda la Edad Media (véase Huillard-Bréholles, Hist. clipl. Friederici secundi, IV, p. 106; V, p. 275; VI, p. 441).








lunes, 6 de octubre de 2025

GAZA: AFINIDADES ELECTIVAS Y SOLIDARIDADES HUMANITARISTAS (2) - LOS COMPAÑEROS DE VIAJE DE LOS "SOLIDARIOS CON GAZA"


GAZA: AFINIDADES ELECTIVAS Y

 SOLIDARIDADES HUMANITARISTAS

(2)


3. Un problema de “afinidades electivas”

“LO SEMEJANTE SE UNE A LO SEMEJANTE”

El gran problema de la “solidaridad humanitarista” son los “compañeros de viaje”. Esto tiene mucho que ver con las “afinidades electivas”. Obviamente, un militante de izquierdas, que crea en el wokismo, que considere como iguales a las oleadas de inmigrantes que llegan para sustituirnos, que considere que el cristianismo ha sido un muro contra el “progreso”, que juzgue que la Europa del siglo XXI está dominada por “los americanos”, que sea anticapitalista, que no experimente ninguna reserva mental hacia el terrorismo yihadista y que tienda a justificar cualquier forma de lucha contra “el capitalismo”, “la burguesía”, “el imperialismo”, etc, se pondrá inmediatamente de lado de Hamás (que es, repetimos, quien controla la totalidad de la vida en Gaza en tanto que organización armada) y mostrará una “solidaridad” con Gaza y una condena al Estado de Israel. Esa es una “afinidad electiva” o, como dice, el viejo refrán español “Dios los crea y ellos se juntan”, o el viejo adagio hermético “lo semejante se une a lo semejante”

Hay contradicciones, por supuesto: los tiempos van cambiando y la realidad del mundo en 1989 cuando cayó el Muro de Berlín no es la misma treinta y tantos años después. Ya no puede hablarse del “capitalismo” como un todo, sino más bien de “bloques”: uno que retrocede, el “capitalismo occidental” y otro que se amplía “el capitalismo estatal chino”. ¿El imperialismo? Es algo más difícil aún de definir: nada que ver con las proclamas antiimperialistas de las guerrillas castristas de los años 60, ni con los movimientos “antiimperialistas” de los 70 (recomendamos, a este respecto, la lectura del libro de Daniel Inmerwahr Cómo ocultar un imperio para tener una visión global del problema). ¿La “burguesía”? Una clase social ya muy difícil de definir que busca paz, tranquilidad, prosperidad y estabilidad en un mundo en el que todos estos valores burgueses ya no tienen cabida a medida que cada día surge nuevos elementos de inquietud, conflictos, dudas ante el futuro, racket fiscal y falta de perspectivas. El mundo de hoy es completamente diferente al de hace 40 años. Y la “izquierda progre” ha optado por practicar la política de la caña al viento: según hacia donde sople, hacia allí se inclina. Y los vientos, como se sabe, pueden ser contradictorios. Hoy con Ucrania y contra Putin, mañana con Palestina y contra Israel, pasado contra Trump y contra su plan de paz, siempre contra el capitalismo y contra los especuladores, salvo con Soros, por supuesto, del que se alaba su “filantropía”

EL TRISTE PAPEL DE CIERTA EXTREMA-DERECHA CLÁSICA

Más triste es todavía el papel de los solidarios de extrema-derecha clásica. Sin ningún apoyo, con razonamientos que no pasan de la consigna de una línea, sin poder realizar acciones concretas para cristalizar su “solidaridad”, hecho de emotividad y romanticismo sentimental, solos, en una inmensa y triste soledad, viendo conspiraciones y “sionistas” por todas partes, se arriesgan a aparecer con símbolos propios en una manifestación pro-palestina y ser linchados tanto por miembros de la extrema-izquierda como por inmigrantes musulmanes instalados en Europa; sin poder ni siquiera mostrar su “solidaridad humanitarista” más allá de una web o de una red social, nunca en las calles, nunca con rostro propio, nunca tomando iniciativa alguna, sólo recordando anteriores muestras de solidaridad de hace 30 o 40 años (que tampoco fueron importantes, sino reiteraciones de temas panfletarios de antes).

Y todo ¿por qué? En primer lugar, porque entienden que si se es de extrema-derecha, forzosamente hay que ser “antisionista”. Ya se sabe: si Abascal o Silvia Orriols, Marina Le Pen u Orban, Nigel Farage o Alice Weidel, muestran algún tipo de reticencia o, incluso, de solidaridad con Israel, es que han sido “comprados” por el “sionismo”, son “títeres del sionismo”, “traidores”… Para deslegitimar a cualquier partido euroescéptico y anti-inmigración (a estas alturas, ¿todavía habrá alguien que dude de que el principal problema para el futuro de Europa es el cambio del sustrato étnico?), para olvidar que la extrema-derecha clásica ha sido rebasada y anulada por partidos de nuevo cuño (cuyo último éxito fue ayer de de octubre de 2025 en Chequia), se alega que en tal o cual ocasión, alguno de sus dirigentes viajó a Israel o se entrevistó con algún judío, y se olvida lo que para la mayoría es esencial: que son partidos comprometidos especialmente en la lucha contra la inmigración en Europa. Existen y son seguidos para cumplir esa idea-fuerza. Si traicionasen pasarían al estado gaseoso en el mismo momento.

“DO UT DES” – YO TE DOY, TU ME DAS

Pero estábamos hablando de “solidaridades”. La solidaridad unilateral es algo que nunca ha existido en la historia. La historia de la política universal se basa en el “do ut des”, literalmente “doy para que des”. Se espera siempre una acción recíproca: “yo te doy mi solidaridad, para que tú me des algo a cambio”. La noción se remonta al derecho romano y parte de la base de que nadie da algo a cambio de nada. Nadie salvo los ingenuos que creen en la idea estrábica de “bondad universal”. Intuimos lo que reciben de Soros los miembros de la “flotilla Sumud”: la mayoría se contentan con sus quince minutos de fama, y para las “figuras”, una remuneración contante y sonante, para todos, un crucero inolvidable de 40 días de vacaciones pagadas y, como peaje obligatorio, 48 horas en una celda judía (en el que una silla dura es considerada como “tortura”).

Nos equivocaríamos si considerásemos a Soros como único culpable. Desde el año 2000, la UE ha entregado 1.440 millones de euros a la Autoridad Nacional Palestina y una ayuda adicional de 472,9 millones para el período 2024-2026… sin recibir nada a cambio. No hay peor forma de educar a un pueblo que hacerle pensar que se lo merece todo y al que no se le exige nada. Y ¡claro que los palestinos podían dar algo en su desgracia!: el reconocimiento de los errores cometidos, la renuncia al terrorismo, por citar unas pocas contrapartidas.

Una parte importante de ese dinero europeo se ha perdido en la corrupción que ha protagonizado la ANP, la corrupción nepotista y sin descaro que rodea a Mahmoud Abás el presidente de la entidad palestina. Si alguien creía que esos fondos iban a servir, como sirvió la inyección alemana de fondos a Israel entre 1948 y 1962 para construir un Estado y una industria próspera y competitiva, para crear un Estado Palestino viable, simplemente, se ha equivocado. Así pues, a la ayuda de la UE (procedente de nuestros impuestos, por cierto) la contrapartida, el “do ut des”, es, simplemente, “tu me das dinero, yo lo utilizo para corromperme, como haces tú en tu tierra”, con añadido de, “además, no tengo que darte explicaciones de lo que hago con tu ayuda”. Y volvemos así al popular axioma de la Ley de Mahoma: tan culpable es el que da como el que toma.

Con una Autoridad Palestina corrupta, una franja de Gaza controlada por islamistas radicales chiitas de Hamás, con Hezboláh aplastado y deportado al norte del Líbano, con la OLP y Al Fatah, en Cisjordania tratando de controlar más fondos “humanitarios” que se pierden por el camino, ¿dónde está el “pueblo palestino”? Respuesta: aprisionado en la pinza formada entre el proyecto del “Gran Israel” a un lado y al otro su odio secular al judío, sus décadas de errores en la defensa de su causa, la corrupción ejercida gracias al dinero descontrolado que corre a espuertas por manos de la ANP ¿cómo ayudar a ese pueblo? Lo ignoro. Dudo incluso que, aparte del “Plan Trump”, hoy por hoy, se pueda hacer algo más.


LAS AFINIDADES ELECTIVAS EN ASUNTOS SOLIDARIOS

¿Solidarizarse con los palestinos? Si tenemos en cuenta, literalmente, el “ganado” que recibe estímulos para solidarizarse con Palestina (de Soros y de su entorno, especialmente) formado por “profesionales de la solidaridad” (las Thunbergs o las Colaus), o procedentes -a falta de algo mejor- de la “izquierda caviar”, por mujeres islamizadas y casadas con marroquíes, por activistas multiuso capaces de movilizarse no importa si es por una dana, por un bosque en llamas y unirlo al “cambio climático”, por Irak o por Ucrania, por cualquier cosa que se presente con la sola intención de encontrar un modus vivendi incrustándose en alguna ONG subsidiada, con presencia de restos de la extrema-izquierda en putrefacción o con antiguos terroristas o simpatizantes del terrorismo, con incautos que hace dos días colocaban pancartas de “Welcome refugies” y todavía no se creen que han perdido el favor popular y, para colmo, con inmigrantes musulmanes instalados en España, todos ellos con escasos conocimientos sobre la génesis del conflicto árabe-israelí… amén de buena gentes de almas sensibles, con una conciencia humanitaria tan grande como mínima es su capacidad crítica…, este es el personal junto al cual hay que solidarizarse.

¿Tiene usted ánimo para figurar en este pelotón? ¿Es que hay otro digno de mención? ¿Asume usted la “afinidad electiva” de solidarse junto a esta peña…? ¿Pueden estos “extraviados de la vida” reconocer una “causa justa”?

Claro está, que además siempre hay partidos políticos que temen ir en contra de lo que, en un momento dado, parece la “voluntad popular”. Por algún motivo, el “genocidio de Gaza” llama la atención mas que los 56 conflictos armados que se están desarrollando en este momento en el planeta (ver el Indice de Paz Global 2025). Y esto cuando los conflictos armados más importantes en este momento, se dan en países islámicos (Yemen, Sudán, Sudán del Sur, Afganistán, Libia) o a causa del incremento de la yihad (como es el caso de las constantes masacres que cristianos en Nigeria). ¿Por qué sólo Gaza? La respuesta es: gracias a los fondos movilizados por Soros que apunta contra el conservadurismo de Trump. “Yo practico la solidaridad que pides y tú me pagas por ello”. Ya hemos explicado el motivo.

4. Dónde queda el “pensamiento objetivo”

La peña solidaria, amamantada por Soros, tiene rasgos muy característicos que han sido estudiados por la psicología. El “complejo de dios” (ver artículo de divulgación en psicoactiva), y, entre otras cosas, consiste en “la creencia inquebrantable y exagerada de una persona en su propia capacidad, privilegio o infalibilidad, a menudo acompañada de un sentido de superioridad moral y dogmatismo en sus opiniones”. 

El aquejado del “complejo de dios” tiende a creer que sus intuiciones siempre son justas y que eso le exime de un conocimiento profundo de los problemas. Se cree amparado por la “opinión de la mayoría” y, por tanto, está donde cree que va a estar la mayoría o lo que percibe como mayoría. En algunos casos, se trata de personalidades narcisistas, que nunca han sido nada, nunca han hecho nada de valor, con una baja autoestima, que intenta compensar con grandes palabras, consignas megalómanas y una fuga evidente de la realidad.

El aquejado por el “complejo de dios” describe a personas que no desean aprender, que tienen pereza para cambiar de opinión, o cuestionarse las propias ideas o adaptarlas a tiempos cambiantes. Buena parte del desencadenante consiste en una esclerosis del cerebro, un decir “sobre este tema lo conozco todo y nadie me puede decir nada nuevo (por mucho que mis conocimientos sean panfletarios). De hecho, siempre hay alguien más indocumentado que yo…”.

La posibilidad de diálogo, de contraste de ideas, se excluye de partida: “si dudas de tal o cual tema es que estás ‘comprado’ o que has ‘traicionado’”, “si vas en contra de mi opinión es que te has aliado con mi enemigo”. Palabras rotundas que delatan inseguridad, negativa a dialogar, repetición verdaderos panfletos parlantes de temas mal aprendidos en otra época. Y lo peor de todo: pensamiento subjetivo.

Julius Evola afirmaba que la única forma de “ser uno mismo” es estar permanentemente en guardia (Gustav Meyrink había escrito en su novela El rostro verde: “Velar lo es todo”) realizar un esfuerzo continuo por la búsqueda de la objetividad, el tratar de ver el mundo y a uno mismo tal como son, sin distorsiones generadas por las sombras del pasado, por los miedos del presente, por un futuro preconcebido sin aportación de datos objetivos, por ambiciones insatisfechas o por la presión de fracasos propios. En la juventud, esto puede disculparse, pero cuando se ha adquirido cierta experiencia en la vida, esa subjetividad denota ese “complejo de dios” al que me he referido y que se manifiesta estos días en la cuestión de Gaza ¡como si un problema que dura 100 años pudiera despacharse en una consigna de media línea!

Es difícil solidarizarse de forma efectiva con Gaza a la vista de las “afinidades electivas” y fuera de la extrema-izquierda. A quienes lo intenten, les deseamos la mejor de las suertes. Pero esa lucha no es nuestra lucha. Nuestra lucha está aquí en la sagrada tierra de Europa, en su defensa y en sus valores. Y quien diga que ambos temas son compatibles, le instamos a que nos lo demuestre de manera práctica…

 

 










 

GAZA: AFINIDADES ELECTIVAS Y SOLIDARIDADES HUMANITARISTAS (1) - Soros contra Netanyahu, El por qué de una escisión en el judaísmo mundial,,,



GAZA: "AFINIDADES ELECTIVAS" Y "SOLIDARIDADES HUMANITARISTAS" 
(1)
 

Me explico: “afinidades electivas” es un tema que trata Evola en varios de sus libros y artículos, alude al viejo principio de que “lo semejante se une con lo semejante y lo semejante se reconoce en lo semejante”. Sin embargo, el creador del concepto no es Evola, sino Goethe, en su novela del mismo título que fue llevada al cine en 1996 de forma bastante mediocre. En cuanto a las “solidaridades humanitaristas”, son aquellas en las que (a diferencia de la “solidaridad humana”), primero se toma partido y luego se exige “solidaridad” con el partido tomado. Es, por tanto, un “humanismo” desviado en el que lo “ideológico” pesa mucho más que lo “humanitario”. Por eso le llamamos “humanitarismo”.

Y, claro está, todo esto viene a cuento de la “flotilla Sumud” y de sus personajillos.

1. La orgía de la confusión…

Lo que pasa en Gaza es algo que sólo lo saben los habitantes de Gaza. Si tenemos en cuenta que el “gobierno de Gaza” es un simple eufemismo para encubrir que allí el único gobierno que existe es el de los lunáticos religiosos de Hamás, habrá que concluir que absolutamente todas las informaciones que salen de Gaza con el sello de “gobierno de Gaza”, son interesadas y manipuladas. Desde que se estrenó la película Cortina de humo (1997) conocemos los extremos a lo que se puede llegar con la manipulación de las imágenes. La Inteligencia Artificial ha ampliado incluso esas posibilidades hasta el extremo que hoy ya no nos podemos fiar ni siquiera de las imágenes que vemos en movimiento en un informativo. Todos, unos y otros, pueden manipular -y, de hecho, manipulan- imágenes con procedimientos al alcance de cualquier usuario de internet.

Luego está la otra parte cuyo objetivo final no hay que perder de vista: “el Gran Israel”, esto es, un Estado de Israel desde Líbano hasta el Mar Rojo y desde el Jordán hasta el Mediterráneo. Las justificaciones son varias: la primera de todas que Israel exige una zona de “seguridad” y el arrinconamiento de los palestinos. Con la frontera egipcia no hay problema: ahí está el desierto del Sinaí, toda una península, que Israel ya conquistó a Egipto en la Guerra de los Seis Días (1967) y que devolvió quince años después en virtud de los acuerdos firmados en septiembre de 1975. Con Siria, el problema hoy es cómo reaccionará el nuevo gobierno islámico cuando se estabilice la situación interior del país tras la reciente guerra civil. Surge la duda de si el nuevo gobierno de Damasco reivindicará la región de los Altos del Golán, conquistada por Israel en la Guerra de los Seis Días y que se anexionó en 1981. Y, en cuanto a Cisjordania, también conquistada en aquel conflicto, Jordania renunció a la soberanía de la región en 1988 de acuerdo con el tratado de paz jordano-israelí. La realidad actual de Cisjordania es que la zona está dividida en tres, una de mayoría judía, otra de mayoría palestina (en donde reside la Autoridad Nacional Palestina) y otra mixta.

Ya hemos dicho en muchas ocasiones que la “resistencia palestina” no ha sabido defender su causa: ha hecho causa común con el terrorismo, se ha enajenado simpatías de todos los países árabes de la zona: ha generado problemas al considerar a Siria, Líbano y Jordania como “santuarios” desde los que se podía lanzar ataques contra Israel y, por ello mismo ha sido responsable del “septiembre negro” de 1970 (guerra civil en Jordania entre el gobierno y la OLP), de todos los incidentes que han tenido lugar en el Líbano desde mediados de los años 70 hasta 1990, que generó también la intervención siria en el Líbano (entre 1976 y 2005).

Con un tablero cambiante en el que lo único que persiste es el odio mutuo entre judíos y palestinos, resulta imposible dar la razón a una u otra parte: es cierto que el territorio, inicialmente, estaba poblado por árabes y pertenecía al imperio otomano. Pero ese imperio desapareció y el gobierno británico prometió la creación de un “Estado Judío” durante la Primera Guerra Mundial: pero no cumplió. Por otra parte, como resultado de las ideologías nacionalistas, Theodor Hertz, creó el movimiento sionista que, a partir de finales del siglo XIX inicio la compra (compra en contante y sonante, financiada por algunas fortunas judías de la época, no okupaciones, ni exacciones, sino compra a terratenientes árabes y turcos) de parcelas en territorio palestino donde se asentarían los primeros kibutz. Como ocurre con dos pueblos entre los que existen brechas antropológicas (culturales, religiosas, psicológicas), la convivencia resultó imposible y hace justo 100 años ya estallaron los primeros incidentes.

Desde el final de la Segunda Guerra Mundial, cuando Palestina estaba todavía bajo administración británica, los contingentes judíos ascendían a 300.000 personas y sus kibutz eran mucho mejor administrados y gestionados que las propiedades palestinas. Además, las organizaciones sionistas habían creado organizaciones terroristas que golpearon tanto a palestinos como a ingleses, hasta que en 1948 el Reino Unido dio la independencia al Estado de Israel. Esa independencia no fue reconocida por los Países Árabes, generándose a partir de ese momento, la primera de las cuatro guerras árabe-israelíes que se prolongaron hasta 1973 y que culminaron con sucesivas derrotas árabes.

En 1973 (en realidad, después de la Guerra de los Seis días en 1967) ya era imposible cuestionar la existencia del Estado de Israel: se había consolidado, en gran medida, especialmente en los 15 primeros años posteriores a la independencia, gracias a la ayuda de la República Federal Alemana. Así pues, desde entonces la alternativa es: o guerra permanente (en la que cada bando tiene razones para odiar al enemigo) o negociación (en la que todos tendrán que renunciar a algo y la parte más débil (los palestinos), aceptar el resultado o desaparecer.

Vale la pena recordar que el artífice de las negociaciones que se están iniciando en estos momentos en Egipto, no es otro que Donald Trump y que la iniciativa no ha partido de ninguno de los dos actores principales: Hamás y Netanyahu y que Egipto puede considerarse territorio neutral en la disputa de Oriente Medio.

2. El “relato humanitarista”…

La oleada de fervor solidario a favor de “Gaza” demuestra muchas cosas:

1) En primer lugar, que la penetración del “sionismo” en los medios de comunicación ya no es lo que era y que la reconversión del sector periodístico ha sustraído a los magnates de la prensa de origen judío amplias parcelas de la información.

2) En segundo lugar, resulta evidente que se ha producido una ruptura en el interior del judaísmo internacional ante el cual los alegatos clásicos del antisemitismo (hoy abusivamente llamado “antisionismo”) han resultado desarmados: el judío Soros trabaja contra el judío Netanyahu. No es la primera vez que ocurre algo parecido, pero nunca los argumentos “antisionistas” se han visto tan perjudicados, pues, no en vano, la condena al Estado de Israel ha sido tan extendida como hoy. Luego explicaremos a qué se ha debido esta actitud de Soros.

3) En tercer lugar, que en la época de las redes y en momentos en los que la circulación de la información es libre, hoy más que nunca la información está mediatizada y los “fake news” favorecidos por décadas en los que en la enseñanza de todos los países se ha hurtado enseñar a los alumnos a tener capacidad crítica.

3) Esta falta de capacidad crítica genera el fenómeno al que hemos aludido al principio del post; a saber: que, desconociendo la totalidad de los elementos de la ecuación, el individuo está predispuesto a “creer” antes una versión que la del contrario. Se trata, pues, de un asunto de “fe”. Y esa fe hace que los discursos sean panfletarios, a veces demostrando una ignorancia supina, otras cometiendo errores garrafales y eligiendo a uno de los dos bandos como “el propio”. Es así como la “solidaridad humana” que debería estar presente en todo conflicto armado, se convierte en “humanitarismo”: la “fe” en un bando hace que se atribuya a éste una naturaleza angelical, mientras que el otro está aureolado de pestilente olor a azufre.

El “relato humanitarista” dice: “el genocidio del pueblo palestino, realizado por el Estado de Israel es intolerable y debe ser condenado por la comunidad internacional”. De hecho, la flotilla Sumud Global, financiada por George Soros a través de su fundación Open Society, tenía como objetivo, más que la ayuda a los gazatíes (ahora lo sabemos, no llevaban ni provisiones, ni ayuda, ni medicamentos, ni alimentos, nada), el escenificar la “represión judía”.


¿Existe, pues, una “escisión” en el judaísmo internacional?

De hecho, siempre ha existido, incluso en los momentos en los que los legionarios de Tito Flavio Vespasiano sitiaban Jerusalén y en el interior de sus muros, idumeos, saduceos y zelotes andaban a palos. Luego, desde el siglo VIII en adelante, con la conversión de los jázaros, devenidos judíos de religión, pero no de raza, el conflicto se amplió entre sus descendientes askenazíes y los judíos de raza y de religión, los sefarditas. Quinientos años después, la aparición del “sionismo” (que no es nada más que el nacionalismo judío aplicado por Theodoro Hertz a la creación de un Estado Judío), generó otra escisión múltiple: entre judíos ultraortodoxos que sostenían manejando la Torah que el mesías no vendría mientras existiera un “Estado judío”, sería el mesías el que lo crearía; por no hablar de la escisión entre judíos sionistas y no sionistas que sentían como inútil la creación de un “hogar nacional judío” puesto que se consideraban integrados en las naciones sobre las que habían nacido, o entre judíos practicantes de su religión, habituales de las sinagogas y judíos indiferentistas religiosos que solamente acudían a la sinagoga una vez al año y para festividades sociales (así es la mayor parte del judaísmo norteamericano), judíos que se convertían al catolicismo sinceramente o para mejorar su posición social, judíos cuya conversión era falsa (“marranos”), judíos militantes para la causa sionista, judíos adinerados surgidos de la banca y judíos proletarios más pobres que una rata, judíos de la industria del cine, propietarios de cadenas de información, cada uno con intereses propios, egoístas y que, incluso, aprovechaban su “identidad racial” para estafar y timar a otros judíos (caso de Bernard Madoff), etc, etc, etc.

Hace unas décadas todo esto era conocido por historiadores e, incluso, por antisemitas, pero estos últimos no le atribuían gran importancia. El antisemitismo clásico sostenía que la revolución rusa de 1917 había sido orquestada por judíos y que estos dominaban también en el mundo capitalista, por tanto, la Guerra Fría no era nada más que un “combate con tongo”. La incapacidad del antisemitismo para interpretar la modernidad, le llevó a considerar “pro-sionista” a cualquier movimiento en el que estuviera presente un judío. Así era imposible entender nada de lo que ocurrió entre 1948 y 1989. El “antisemitismo” pasó a ser “antisionismo” sin plantearse siquiera lo que Theodoro Hertz tuvo en mente. El “sionismo” fue considerado una  “conspiración” y a ser compartido tanto por sectores de la extrema-derecha como por sectores de la extrema-izquierda, estos últimos, paradójicamente, con un altísimo porcentaje de judíos de raza, pero no de religión. La “cuestión judía” es fascinante, tanto en la historia como en la actualidad, revisarla con amplitud de miras es casi una obligación para toda persona que aspire a entender nuestro tiempo y nuestra historia.

¿Cómo encajar el juego personal de George Soros
dentro de la promoción del “antisionismo propalestino”?
 

Es tan simple que sorprende que ningún comentarista lo haya planteado. Soros ve en sus últimos años como su proyecto mundialista está embarrancado cada vez más: la llegada de Donald Trump a su segunda presidencia, rodeado de un equipo que ha identificado con extrema claridad al “enemigo principal”, hace que todos sus esfuerzos vayan dirigidos contra la política exterior de Trump: especialmente en el conflicto árabe-israelí y en la guerra de Ucrania.

No es que a Soros le importe mucho la suerte del “pueblo palestino”. Lo que le importa es debilitar a la administración Trump y a sus políticas antimundialistas. Esta es otra de las novedades del “tiempo nuevo”: mientras que, hasta ahora, el antisemitismo consideraba que los EEUU estaban dominados por “los judíos”, ahora resulta que un presidente que se ha propuesto luchar contra la “ideología woke”, contra los “estudios de género”, que no tiene empacho en cortar los flujos migratorios ilegales, que prohíbe los excesos trans y se muestra combativo con la ideología LGTBIQ+ y ha abordado una lucha sin perdón contra la delincuencia y el narcotráfico, que alerta sobre la pérdida identidad de Europa, que se muestra a favor de una “paz armada” y de que cada Estado asuma sus compromisos en la OTAN en lugar de limitarse a beneficiarse del paraguas protector del Pentágono, que no tiene empacho en denunciar en la Asamblea General de la ONU, tanto la Agenda 2030 como la irrelevancia del organismo para solucionar problemas internacionales y su habilidad para crear otros, todo esto es suficiente como para que Georges Soros y, con él, el capital especulativo y las redes del comercio mundial que precisa de un sistema globalizado para obtener los mayores beneficios, su red de fundaciones, la administración funcionarial de la ONU y de la UNESCO, considere a Trump como la “bestia negra” y el muro de piedra al que se enfrenta su proyecto de ingeniería social.

Dentro de la administración Trump hay judíos (Stephen Miller, asesor en cuestiones de inmigración, y Lee Zeldin, asesor en materia medioambiental, Steve Witkoff, enviado para Oriente Medio, Boris Epshteyn, enviado especial a Ucrania, Howard Lutnick, etc, información más amplia en lapaginajudía) como los hay en la oposición demócrata (en total hay 10 senadores judíos y 25 miembros de la Cámara de representantes), pero no puede decirse que ni unos ni otros obedezcan a toque de pito a “superiores desconocidos”, ni mucho menos que actúen solidariamente representando dos papeles antagónicos en la misma “conspiración”.

Para Soros y su camarilla, lo importante no es apoyar a los gazatíes, sino más bien escenificar mediante representaciones cuidadosamente teatralizadas, la “perfidia judaica”, para debilitar al principal aliado de EEUU en Oriente Medio: el Estado de Israel y así tratar de que la segunda “era Trump” no tenga continuidad.

Y para esta operación de desgaste de Trump y de movilización pro-mundialista y globalizadora era preciso un elemento emotivo y sentimental: "los sufrimientos del pueblo gazatí". Soros sabe que, para la opinión pública, él es un “maldito”: si fuera él quien pidiera “solidaridad con Palestina”, su llamamiento tendría poco eco, incluso los “progres” de la flotilla Sumud, nunca se hubieran comprometido con un especulador que ha desatado conflictos internacionales, estimulado la prolongación de guerras, todo para salvaguardar sus intereses económicos. Por eso, Soros ha ayudado y animado a la “flotilla” a llegar hasta las costas de Gaza. Y, por eso, ha recurrido a tres tipos de individuos:

- ex políticos de izquierda radical que fracasaron en sus gestiones y debieron retirarse de la política, pasando a vivir de ONGs ultrasubvencionadas (Ada Colau),

- muñecos rotos de la Agenda 2030 (Greta Thunberg),

- y activistas no muy inteligentes, “progres”, que defendían situaciones personales (la “Barbi Gaza”, convertida al islam y casada con un marroquí y con seis hijos de nombres musulmanes).

No era mucho, pero, aprovechando las dificultades de la mayoría de gobiernos de Europa Occidental, podía esperarse -como de hecho ha ocurrido- que la atención mediática estuviera centrada en ellos para cubrir las gravísimas crisis de Estado (más que de gobierno) de España, Francia, Alemania, Reino Unido, Irlanda

Así también puede entenderse la prisa de Trump en la apertura de negociaciones y los plazos, extremadamente breves dados a Netanyahu y Hamás para decidir sobre el inicio de las negociaciones. La inversión de Soros quedará desactivada en el momento en el que Hamás libere a los rehenes e Israel se deshaga de unos cuantos miles de presos de Hamás.

Sabemos lo que ocurrirá después: en el momento en el que los rehenes sean liberados, cada uno será interrogado por la inteligencia hebrea que tendrá un mapa más preciso de las responsabilidades sobre los ataques del 7 de octubre y sobre el entramado de Hamás: y volverá a ocurrir lo que históricamente ha ocurrido siempre: eliminación sistemática de responsables. En otras palabras: aplicación por enésima vez de la ley del talión.