sábado, 14 de septiembre de 2019

CRÓNICAS DESDE MI RETRETE (3): LA INMIGRACIÓN COMO PRIMER PROBLEMA


Cuando se aproximan nuevas elecciones vale la pena recordar cuáles son los problemas reales y las fantasías imaginarias que afronta el país. Y esto es esencial para realizar una opción de voto (o de abstención que también es una opción). En esta legislatura que no ha servido ni para elegir presidente del gobierno se han producido algunos debates y presentado proyectos de ley, especialmente por parte del PP y del PSOE. En estos proyectos se demuestra cuáles van a ser las orientaciones electorales de estos partidos. El PP sigue empeñado en “vitalizar la economía” utilizando las mismas fórmulas que ya empleó Aznar hace más de veinte años y que nos precipitaron a la mayor crisis (hasta ahora) vista en nuestro país: estimular el ladrillo, abrir el crédito, contener salarios y mirar a otro lado ante el problema de la inmigración. En cuanto al PSOE, ya se sabe: vender igualdad, ideología de género, “Welcome refugies”, derechos humanos y cualquier otra memez que encuentre eco en un electorado privado de capacidad crítica por el sistema educación socialista generado desde la transición y nunca alterado por el PP. ¿Y Ciudadanos? Equidistantes políticamente de unos y de otros, pero ambiguos en sus propuestas de fondo que contienen tanto de lo uno como de lo otro. ¡Qué lejos están los tiempos en los que se sabía que votando a Cs se votaba contra el independentismo catalán!


Seamos claros: la crisis que se asoma por las ventanas y que terminará cristalizando en el 2020, no es nueva, es la anterior crisis, la crisis de la globalización, a la que se van añadiendo incrustaciones cada vez más profundas. Hasta ahora no hay ningún partido que confiese públicamente que la globalización es inviable, que afecta a unas economías más que a otras, que aumenta las desigualdades y que genera una pequeña cúpula de corporaciones y una élite financiera extremadamente acomodada y genera una miseria creciente en pueblos y poblaciones. Así pues, todos aquellos partidarios de una economía mundial globalizada no son más que distintas opciones incapaces de identificar el gran mal de nuestro tiempo. Si no lo hacen, no es solamente porque ellos mismos no lo adviertan, sino porque la población tiene una percepción muy débil de lo que implica la globalización y para ella no es un tema capital.

Pero la globalización cristaliza en dos direcciones: de sur a norte en flujos migratorios tendentes a abaratar salarios y destruir la identidad de los pueblos, y de norte a sur en forma de deslocalización en busca de abaratar costes de producción y aumentar los beneficios de las inversiones. Y estos elementos si que son, necesariamente, muy visibles para la población: el primero porque altera el sustrato étnico de los países y su perfil identitario, generando, además, todo tipo de disfunciones y patologías sociales (empezando por la inseguridad y terminando por el choque de etno-cultural). El segundo, la deslocalización, porque reduce los puestos de trabajo de la economía real y los traslada a otros horizontes.

En este mismo blog existen decenas de artículos sobre esta temática. Si hoy volvemos a recordar lo que ya hemos dicho es, precisamente, porque estamos ante unas nuevas elecciones y hace falta decantar posiciones: aunque un partido político se niegue a ir en contra de la corriente en materia de globalización, alegando que no es tema sobre el que la población esté particularmente sensibilizada, hace el mismo trabajo oponiéndose a las deslocalizaciones empresariales y a la inmigración masiva. Y la pregunta es: ¿algún partido tiene claro los riesgos de estos dos fenómenos? Gracias a ellos, España ha pasado de ser un país productor de manufacturas industriales a un país importador de esas mismas manufacturas. Y, por otro lado, un país homogéneo en su población, se ha convertido en un damero multicultural de grupos inintegrables que generan disfunciones en materia de seguridad (lo hemos dicho muchas veces: a pesar de que la mayoría de inmigrantes hayan venido aquí para trabajar, lo cierto es que la mayoría de delitos son cometidos por inmigrantes), por no hablar de la ruptura etno-cultural que se está produciendo especialmente en las grandes ciudades. Sin olvidar que la comunidad que más crece es la islámica que no comparte ni uno solo de los principios de organización y valores del mundo occidental.

Si existe un problema de seguridad en las grandes ciudades es SOLO porque se ha producido un aluvión migratorio. Si existe un problema irresoluble generado por los menas es SOLO porque a la falta de respeto por la ley de inmigración se une una ley del menor contemplada para NUESTROS MENORES, no para miles y miles de niños enviados por sus padres a un país en el que les está permitido hacer cualquier cosa que se les ocurra. Si existe violencia doméstica y agresiones sexuales en manadas, es porque, en su inmensa mayoría estadística, están protagonizadas por inmigrantes que han entrado sin respetar la legalidad vigente en materia de inmigración y que, a partir de ahí, creen tener patente de corso para cualquier exacción, capricho o perversión. Y si existe un lastre para los servicios sociales y para los presupuestos es por los costes de una inmigración íntegramente subsidiada: todo euro de ayuda a la inmigración masiva es un euro que se retrae a los que hemos construido este país durante generaciones.

Ni era necesaria la inmigración cuando fue favorecida para el aznarismo, ni lo es ahora, cuando, cada vez es más evidente que, se trata de un grupo social subsidiado que crea más problemas de los que resuelve y que, para colmo, tal como se acaba de demostrar en Hungría, hubiera bastado con una simple campaña demográfica y de estímulo a la natalidad, para que hubiera sido innecesaria. Pero, para eso, hubiera sido preciso que la clase política pensara en España y en su futuro, no en los cuatro años que dura una legislatura y con una ignorancia absoluta de cualquier perspectiva a un plazo más largo.



Mirad las calles y mirad vuestra sociedad: resolviendo el problema de la inmigración masiva, el mercado laboral volvería a la normalidad, las cargas sociales del Estado se verían liberadas de esa inmensa aspiradora de recursos que es la inmigración masiva. Las calles se verían libres de delincuentes en un 85% y solamente permanecerían entre nosotros aquellos inmigrantes necesarios que han llegado para trabajar y ganarse honradamente la vida.

Quedaría pensar sólo en cómo “relocalizar” la industria y eso es algo que no compete solamente a España, sino que debería realizarse en el marco de la Unión Europea. No es tan difícil: comercia con aquellos países que mantienen el mismo sistema jurídico, social y productivo. En realidad, existen problemas irresolubles (como el agotamiento de recursos o el aumento de la población), pero otros sí tienen fácil solución: la lucha contra la inmigración ilegal y masiva pertenece a estos últimos: basta con ligeros cambios legislativos para desembarazarnos de legiones de delincuentes y desincentivarlos de actuar en España, basta con algo tan simple como entregar a los miles de niños marroquíes a su embajada para que los reúnan con sus padres, basta con hacer pasar por la puerta de salida a los que han cruzado la valla de Ceuta o Melilla y basta, con hacer abandonar el país a inmigrantes que hayan delinquido, no demuestren un trabajo estable en los últimos años o células familiares que hayan recibido más subvenciones y generado más gastos públicos que ingresos. Bastaría con que se cumpliera la ley de inmigración, en lugar de aceptar el chantaje de ONGs subsidiadas con dinero público y campañas de pobres tontos estilo “Welcome refugies” o “ningún ser humano es ilegal”. No hace falta construir muros sino solamente garantizar la integridad de nuestras fronteras. Eso es todo. Y esto compete a las autoridades españolas. Si Hungría ha resuelto el problema ¿acaso España no lo podría resolver igualmente?

Así pues: no estoy dispuesto a votar, ni siquiera a considerar el voto a ningún partido, que no presente en primer lugar, en letras bien grandes y destacadas, las propuestas para resolver la cuestión de la inmigración. El tema del independentismo catalán ya ha sido redimensionado a su tamaño de “tigre de papel”, el resto de los problemas -incluso el económico- están vinculados, directa o indirectamente, a la inmigración masiva. Así que recomiendo votar solamente a opciones que tengan MUY CLARO como actuar ante este problema, sin miedo a vulnerar la corrección política y a reconocer aliados en Europa

La ambigüedad ya no puede ser una opción electoral.