lunes, 23 de septiembre de 2019

Crónicas desde mi retrete (10) “PROYECTOS TERRORISTAS CON FINES SECESIONISTAS”


Francamente, no me creo que detrás de la noticia publicada por varios medios de que la Audiencia Nacional ha ordenado la detención de nueve independentistas en posesión de “precursores de explosivos”, haya nada serio, ni nada sobre lo que nadie deba preocuparse. El terrorismo independentista en España es un asunto resuelto. Tanto el vasco como el que apenas existió, el catalán. Si hay alguien que le ha pasado por la cabeza resucitarlo, merece antes un tratamiento a base de reforzantes cerebrales, que un pase por la Audiencia Nacional.

El terrorismo independentista en Cataluña siempre ha sido un “tigre con barretina”. Nada serio. ¿Hacemos un repaso?

Es rigurosamente cierto que una parte del independentismo catalán ha sido “militarista” y dado a asumir pomposamente, “la lucha armada”. El problema es que siempre, siempre, le han faltado condiciones, capacidad y carácter. Hace casi 100 años, se inició en el llamado “Complot del Garraf” mitificado por la historiografía indepe. Se trataba de volar uno de los túneles del Garraf cuando pasara el rey Alfonso XIII en el tren. De paso, claro está, morirían sus acompañantes, el séquito, quizás maquinistas y personal ferroviario y las mascotas. Era terrorismo de la peor especie programado por quinceañeros o poco menos. Uno de los comprometidos se lo contó a su padre, el cual, con buen criterio, lo encerró en su casa. El que tenía que llevar los útiles para colocar el explosivo en el túnel, se le olvidaron. Otros perdieron el tren y llegaron tarde… En fin, que, finalmente, la policía, alertada desde hacía semanas por otro de los componentes del “escamot”, los detuvo a todos, entre ellos el que sería luego “jefe de la policía catalana”, Miguel Badía. Casi una travesura infantil.

A pesar de lo anecdótico y chusco de la peripecia, el “complot del Garraf” condicionaría los planes de Francesc Macià, entonces exiliado en Francia y que pretendía “invadir Cataluña” con 140 independentistas exiliados en Francia y una patulea de italianos dirigida por Riccioti Garibaldi, sobrino-nieto del unificador de Italia y exiliado en París. La acción, conocida en la mitología independentista como “la heroica gesta de Prats de Molló” fue del mismo jaez que el “complot del Garraf”. 


Macià, antiguo teniente-coronel retirado del ejército español, planificó la “gesta” con la precisión del ingeniero militar que era. Hacían falta 8.000.000 de pesetas y 4.000 militantes armados para “invadir” Cataluña desde Francia, por la zona de Olot. Para ello lanzó unos “bonos patrióticos” titulados “Pau Clarís” que no lograron el milagro de que los independentistas abrieran su cartera (no se vendió ni el 5% de los bonos emitidos y los compraron catalanes instalados en Cuba, por cierto). Tampoco aparecieron los 4.000 activistas. Y el día en que Macià dio la orden “de ataque”, todos los comprometidos fueron detenidos. La mayoría, italianos. Es más, Macià dio la orden cuando la policía francesa ya había realizado las primeras detenciones. Buscaba el martirio. De hecho, él mismo alegó que temía que alguien, más osado que él, protagonizara una acción como el “complot del Garraf” que tuviera éxito y le robara el protagonismo en el área independentista.

Lo mejor de la “heroica gesta de Prats de Molló” era que la policía francesa estaba al corriente desde el primer momento. Garibaldi trabajaba, además, para Mussolini. La Tercera República Francesa, dirigida por masones (lo eran el presidente Doumerger y sus ministros del interior y de justicia, habían aceptado la presencia de exiliados españoles en su territorio, dado que Primo de Rivera había pactado un acuerdo con la Italia fascista en caso de conflicto. Pero no estaban dispuestos a que un anciano aventurero agriara definitivamente las relaciones con España. Así que dejaron conspirar al pobre Macià y luego lo detuvieron. Como dijo Macià: "Perdent, guanyarem", resumiendo su ideario (que es como decir "tengo vértigo; pues subo más alto para que el tortazo sea mayor")

Durante la República fueron varias las siglas independentistas que aspiraban a seguir la “vía irlandesa” en la época: hubo muchas (Bandera Negra, la Societat d’Estudis Militars, la Organització Militar Catalana, el Grupo 1640…). Muchas siglas y ni un atentado. A pesar de que Estat Catalá y Josep Dencàs, mantuvieron contactos con el consulado italiano en Barcelona antes de la sublevación de octubre de 1934, lo cierto es que la escasa capacidad de pegada que demostraron en aquella ocasión, les enajenó el interés que podían tener en aquel momento, especialmente tras la sorpresa de que 8.000 escamots desfilaran en Montjuic en noviembre de 1932, uniformados y paramilitarizados a la moda fascista.


Las cosas empeoraron durante la guerra civil. Los independentistas pusieron toda la carne en el asador en las primeras semanas de conflicto y se fueron a conquistar Mallorca, prefiriendo dejar atrás una Cataluña arrasada por la FAI, con 9.000 asesinatos en 60 días,  y ante la debilidad de Companys que dejó hacer a unos y a otros y, de paso, aprovechó la confusión desde la primavera de 1936 para resolver algunas pendencias personales (ordenar, por ejemplo, a la FAI el asesinato de Miquel Badía por una “cuestión de faldillas”… la frase es de Tarradellas que conocía bien el asunto). En Mallorca les dieron fuerte y flojo y, para colmo, al retirarse en barco, la CNT-FAI desarmó a los “temibles escamots de Estat Catalá” en la pasarela del buque. El partido se quedó sin un miserable pistolón. Y, aun así, hablaron de asesinar a Companys en lo que se conoció como “el asunto Revertés”. El propio Revertés, descubierto, fue asesinado por orden de Companys, mientras que el principal conspirador, el presidente del parlamento de Cataluña, ponía tierra de por medio y el secretario general de lo que quedaba de Estat Catalá, se disculpaba.


Luego nada. En los 40 años de franquismo, las siglas independentistas que sostenían la posibilidad de una “lucha armada” se fueron sucediendo desde los años 60: el PSAN, el FAC… ya no se trataba de imitar el “modelo irlandés”, sino el “modelo vasco”, ETA. Todos, regularmente fracasaron, tras poner alguna bomba e intentan su peripecia terrorista.

Cuando los vientos de la democracia soplaban por estos lares, el “mito ETA” seguía vivo y un puñado de indepes optaron por ella. No servían para eso. El más bragado le pegó un tiro en la pierna a Losantos facilitando con ello su salida de Cataluña, el dejar atrás su etapa marxista y el reinventarse en Madrid como azote de la izquierda desde las ondas de la Conferencia Episcopal. Inútil recordar que “Terra Lliure” es la única organización terrorista en el mundo que ha sufrido más víctimas por “fuego amigo” que bajas causadas a sus adversarios. En efecto, las bombas tenían una extraña tendencia a explotarles entre las manos. La policía acabó con la aventurilla antes de que los supervivientes se hubieran hecho daño. Su “capitán araña”, Carles Castellanos, nunca fue molestado y, cubierto por la gencat, pudo pasar el verano del 92 en Francia y terminar finalmente en los pastos de la Asamblea Nacional de Cataluña.

Y eso es todo el balance del “terrorismo independentista”. Apenas un conjunto de anécdotas chuscas. Por eso, cuando hoy leo en mi retrete que la Audiencia Nacional ha ordenado la detención de julays con “material para fabricar explosivos”, sonrío. A ver quién les dice a estos chicos que eso terrorismo e independentismo catalán nunca han funcionado bien, salvo como caricatura. Dicen que son de Arran, o de la CUP, o del CDR que, en el fondo, es lo mismo. Creo que el porro ha hecho estragos en .cat…

Lo único que le faltaba el independentismo catalán para rematar su crisis es que aparecieran los iluminados de la “lucha armada” intentado repetir los “éxitos” del pasado.