Lo más sorprendente es que el pensamiento de Teilhard, leído hoy,
a pesar de su retórica y de sus ínfulas teológicas y de su loable afán de
conciliar “ciencia” y “catolicismo” (que sería algo parecido a querer conciliar
la geometría plana con la hidráulica), parece hoy un “pensamiento mágico” en el
peor sentido de la palabra. Sin olvidar los puntos negros (o como mínimo
conflictivos) de la trayectoria humana de Teilhard (especialmente, su
proximidad a fraude del “Hombre de Pildtown” e incluso al casi seguro fraude
del “Sinantropus Pekinensis”, no demostrado por “desaparición” de los restos).
El caso es que, a pesar de que el pensamiento de Teilhard parezca
(y sea) de otra época, no termina de ser enterrado del todo: en los años 50,
cuando el Cardenal Ottaviani ya había abierto “investigación” sobre la obra de
Teilhard (en la película -y novela de Morris West- Las sandalias del
pescador (1968), su figura aparece como “padre David Telemond”,
interpretado por Oskar Werner), su pensamiento estaba “desahuciado” por la
Iglesia; lo que no era obstáculo, sino más bien un aliciente, para que Teilhard
cimentara su amistad con Julien Huxley, entonces director de la UNESCO. Stanley
Kubrick lo rescató como temática de fondo de su película 2001 una odisea
espacial (1968): el nacimiento del “niño cósmico” es una idea teilhardiana.
Estas dos películas y una promoción en semanarios progresistas, fue lo que
aumentó su fama… cuando ya sus teorías eran consideradas por quienes las
conocían, como hojarasca intelectual. Al hablar de “nueva era” y evolución,
uniendo jerga científica y teológica, interesó a los que se reclamaban de esta
corriente, que incorporaron algunas de sus ideas en los años 80. Pero el fondo
de las mismas seguía careciendo de bases sólidas. Para colmo, el movimiento
transhumanista, ha reavivado la fama de Teilhard. Hoy, puede ser considerado
como uno de los vectores del pensamiento moderno. Teilhard es la “medicina”
para que los católicos converjan con el transhumanismo.
Inicialmente, Teilhard, teólogo y paleontólogo, afirmaba querer
hacer digerible el evolucionismo darwinista con el catolicismo. Faltaba el
“eslabón perdido” y se dedicó a buscarlo. De ahí que se viera implicado en el
fraude de Pildtown y en el “presunto” fraude del “Sinantropus Pekinensis”.
Recibió dinero para sus investigaciones de las grandes fundaciones
norteamericanas ligadas a las dinastías económicas, especialmente a los
Rockefeller. Su idea era que la evolución de la humanidad no ha terminado,
sino que prosigue… ¿hasta cuándo? Hasta que la humanidad alcance el “punto
Omega”, fin de la evolución. ¿Y cuándo será eso? Cuando la totalidad de la
humanidad se identifique con “el Cristo cósmico”. A esta evolución hacia el
“punto Omega”, Teilhard le llamaba “cristogénesis”. ¿Cómo la concebía?
Respuesta: Cristo encarnado en una humanidad que, teniendo conciencia de sí
misma, y siguiendo la lógica evolutiva -siempre en busca de estadios más
avanzados y perfeccionados de desarrollo- termina identificándose con Dios. Del
“alfa” (el primate), hemos acabo en el “omega” (el cristo cósmico o la
perífrasis simbólica de una “humanidad cristificada”). No hay, pues, problema,
porque la “evolución” hará que todos, usted y yo, y el vecino del quinto, nos
convirtamos en “Cristo”, de aquí a poco…
El problema no es solamente que, tal como declaró la Iglesia en 1962, “... en el plano filosófico y teológico, sus obras están repletas de ambigüedades e incluso errores graves que ofenden a la doctrina católica”, sino que, ni siquiera era un pensamiento original, sino que había surgido de distintas fuentes que, o bien eran prácticamente desconocidas en Europa (porque procedían de círculos rusos poco accesibles) o bien eran de matriz ocultista (como veremos), o bien eran meras divagaciones personales (como su idea de que el “espíritu” -el alma- es “materia evolucionada”).
- La noción de “noosfera” (la “esfera del pensamiento”), en la que, según Teilhard, se desarrolla la actual etapa de “evolución” de la humanidad, no es suya. Ha sido tomada prestada -como hemos visto- del cosmista Vladimir Ivanovich Vernadski.
- La noción de “Cristo Cósmico” y de “Punto Omega” deriva de otro sacerdote católico, atraído por el ocultismo en el siglo XIX, el abate Roca, hoy completamente desconocido y que resultó suspendido a divinas tras el Vaticano I al declararse contrario al dogma de la infalibilidad papal.
Roca, en efecto, pertenecía a los círculos
rosacrucianos franceses de finales del XIX. Sacerdote en Francia, al
proclamarse la Tercera República pasó a Barcelona, cuando ya había adquirido
ideas liberales, socialistas y anticatólicas, por las que sería sancionado por
el obispado de la Ciudad Condal. Al volver a Francia, ya desvinculado de la
Iglesia propuso ideas en las que auguraba la llegada de un “mundo nuevo” a
través de un proceso de renovación a través de la “ciencia” (positiva y
“oculta”). Roca aludía al “Cristo esotérico”, pero su concepción era muy
parecida a la de Teilhard. Al morir, los medios ocultistas parisinos
colocaron está lápida sobre su tumba: “Abate Paul Roda – Apóstol y mártir de
Cristo Espíritu de la Humanidad”. Pues bien, esa idea del “Cristo Espíritu de
la Humanidad” fue recuperada por Teilhard, enunciada de nuevo con mayor
elegancia, presentada como una confluencia, no entre “Cristo” y el “ocultismo”,
sino como la unión de la idea científico-evolucionista con la idea
teológico-religiosa. Roca podría firmar el Himno a la Materia
escrito en 1961 por Teilhard: “Bendita seas,
universal Materia, duración sin límites, éter sin orillas, triple abismo de las
estrellas, de los átomos y de las generaciones, tú que desbordas y disuelves
nuestras estrechas medidas y nos revelas las dimensiones de Dios”.
En El fenómeno humano,
escrito en 1955, Teilhard menciona a Julien Huxley: “El hombre descubre, según la
vigorosa expresión de Julien Huxley, que
no es otra cosa que la evolución que llega a ser consciente de sí misma…”.
Teilhard comparte esta visión en esa época: ha conocido personalmente a Huxley
y ambos están unidos por una sensación de ser “almas gemelas”: el
materialista ateo cientifista y el cientifista creyente teólogo, tienen
conciencia de ir en la misma dirección. ¿Cuál? Que nos acercamos a una “nueva
era” en la que la “evolución” proseguirá hacia su fin último: uno lo llamará
“Cristo cósmico” y el otro considerará que, mediante la “eugenesia” puede
acelerarse la evolución y mejorar sus performances físicas, intelectuales y
biológicas. En ambos casos, de lo que se trata es de que la “humanidad” tome el
“control de su desarrollo evolutivo”.
Teilhard y Huxley se conocieron en
1946 en París. Huxley dice de aquel encuentro: “él y yo estábamos en la
misma búsqueda y habíamos estado persiguiendo caminos paralelos desde que
éramos jóvenes a los 20 años”. Ambos son, en efecto, “humanistas”, ambos
son “progresistas”, y, además, “evolucionistas” y “cientifistas”. Huxley
atribuye a Teilhard la invención del término “noósfera” (cuando, la paternidad indiscutible
corresponde a Vernadski). Hicieron buenas migas a partir de entonces. No es
raro que, décadas después, la organización fundada por Huxley, dedicara un
número de su revista, El Correo de la UNESCO, a Teilhar (el
correspondiente a noviembre de 1981, año XXXIV)
La idea dominante en ambos y lo
que, en el fondo, les hermana es que comparten su “fe” en el “padre” (el
materialismo y/o la materia) y en el “espíritu santo” (el progreso).
Teilhard (a diferencia del abate Roca, que se declaraba “socialista”), evitó
asumir el socialismo y el marxismo como doctrina (si bien el Partido Comunista
Francés, mediante su, entonces, ideólogo, Roger Garaudy, intentaron “recuperar”
y “reciclar” a Teilhard). A pesar de no militar en el marxismo, había escrito
en 1933: “En mi opinión es el comunismo el que, cada vez más, en la hora
actual, representa y monopoliza el verdadero crecimiento humano”. Muere
interesado por el marxismo, pero no como un movimiento “obrero revolucionario”,
sino ¡porque es una doctrina que alude al “aspecto evolutivo” de la sociedad
humana! No considera que el “hombre” y el “obrero” estén alienados, como
pensaba Marx, sino que están “inacabados”. No importa: la evolución concluirá
su obra. Si la obra de Huxley puede resumirse en uno de sus títulos,
“religión sin revelación”, la obra de Teilhard podría resumirse así: “teología
evolutiva”. No es raro que ambos se entendieran bien: sus pensamientos eran
complementarios, solo que cada uno enunciado para un tipo diferente de
“audiencia”.
Todo esto explica la posición que
ocupa el pensamiento de Teilhard en la encrucijada de ideas de la modernidad:
1) De Teilhard al mundo católico -> Por una parte, su pensamiento arranca del materialismo y el evolucionismo a los que presenta de una manera que resulta aceptable para los católicos. Y esto es importante, porque en Occidente y, a pesar del creciente debilitamiento de la Iglesia desde el Vaticano II, la principal fuerza de oposición al materialismo y al progresismo, era el universo católico.
2) De Teilhard hacia la “contracultura”, luego a la “New Age” y, finalmente al “Trans-Humanismo” -> Sorprendentemente, a pesar de su endeblez doctrinal y teológica, el pensamiento de Teilhard, una vez fallecido, fue aupado por sus partidarios primero hacia la “contracultura”, por sus connotaciones progresistas y su augurio de una “nueva era”, y, finalmente, por una visión del Punto Omega que es, justamente, la misma que han adaptado los doctrinarios transhumanistas: la evolución sigue, ahora somos dueños de la evolución y “la vamos a acelerar”. Esta idea es la que, enunciada de distintas formas, une a estos tres movimientos
3) El pensamiento de Teilhard se forma a partir de tres fuentes esenciales:
- el “ocultismo cristiano” (Abate Roca, que fue el primero en soñar la posibilidad de encajar progresismo, evolucionismo y “cristianismo auténtico”),
- las ideas evolucionistas de Darwin (que aspira a enlazar con la teología) y
- aspectos del “cosmismo ruso” (la idea del a “noósfera” de Vernadski) que quería hacer encajar con su “cristología” evolutiva.
Por todo ello -insistimos, a pesar de la
debilidad estructural de su pensamiento, Teilhard, sigue inspirando -y es el
recurso habitual- para los doctrinarios de la modernidad que utilizan su jerga
para vehiculizar sus ideas, en especial, hacia sectores católicos, tratando de
darle algo de “profundidad” y solvencia.
Dentro del movimiento Trans-humanista, Teilhard
ha influido en el llamado “sector post-humanista” que ha recuperado sus tesis
sobre el Punto Omega, limitándose a eliminar la referencia al “Cristo Cósmico”,
pero manteniendo el mismo concepto teilhardiano: la humanidad evolucionará en
la cuarta revolución industrial hacia el trans-humanismo, pero en el límite de
este, será posible prescindir del cuerpo físico, para crear una “conciencia
colectiva” que esté en contacto con el Universo y podamos tener acceso a “universos
paralelos”. Lo que para Teilhard es la “humanidad cristificada” y llegada al
punto límite de la evolución, se convierte en “información” para los post-humanistas:
allí en donde ya no interesa lo humano, sino los “datos”, lo importante no será
la biología, ni la espiritualidad, sino los bytes y la conciencia colectiva de
la humanidad, trasladada a través de interfaces, de la conciencia individual de
cada uno de sus integrantes, a la “nube” que terminará fusionando todos los “datos”
de todos los, hasta ese momento, humanos, se transformará en “conciencia
colectiva” y se fusionará con el universo permitiendo conocer todos sus
secretos y posibilidades. ¿Y “lo humano”? ¿para qué querríamos lo humano que ha
quedado atrás en el proceso evolutivo? Más allá de lo humano están los datos,
la información, los bytes.
Se entiende el por qué Teilhard y Huxley
sintonizaron tan bien: Huxley identificaba a “Dios” con la “conciencia del
universo” y buscaba unificar al ser humano con la divinidad. Su único problema
es que era ateo… Y entonces llega Teilhard y le plantea: El “universo” es Dios
Padres, el Hijo son los “seres humanos”, el Espíritu Santo es el progreso que
inevitablemente terminará llevando a lo humano hasta su plenitud: Dios. Huxley
identificó esta misma idea en su obra Religión sin revelación. Ambos lo
que pretenden es que, a través de la “evolución” y del “progreso”, el Homo
Sapiens, se transforme en Homo Deus. Y así, ambos se dieron la mano
y mantuvieron una estrechísima amistad que se prolongó hasta la muerte de
Teilhard en 1955.