viernes, 12 de octubre de 2018

365 QUEJÍOS (166) – VOX Y FUERZA NUEVA A 40 AÑOS DE DISTANCIA

Parece casi obligado hablar de Vox. Si la década se inició con el fenómeno “Podemos”, parece que terminará bajo el signo de “Vox”. Vale la pena entender e interpretar el fenómeno. Lo he dicho en muchas ocasiones: si el régimen que nació en 1978 está muerto es porque las componentes que facilitaron su creación están agotadas (la vitalidad del capitalismo español, la necesidad de que España abriera de par en par puertas a los inversores extranjeros, la curiosidad que sentía buena parte de la sociedad por las elecciones, los partidos y todo lo que suele llamarse “libertad de expresión”),  han desaparecido (la necesidad de entrar en la OTAN y en la Unión Europea, el capitalismo que en la transición se encontraba todavía en su fase multinacional), están en vías de entonar el morituri (grupos mediáticos, PRISA, Z, ambas en crisis, o Cadena 16 ya fenecida) o, simplemente, es que han derivado hacia posiciones insostenibles y rupturistas (el nacionalismo catalán devenido independentismo).

La democracia española atraviesa una crisis que nadie quiere reconocer, pero que está ahí. Es normal que las fuerzas políticas que facilitaron la transición y que todavía subsisten se vayan debilitando cada vez más. La izquierda se fracturó en un mosaico incomprensible hoy orbitado en torno a Podemos y a un PSOE cada ves más alejado de su identidad originaria. La derecha resistió mejor el golpe, pero, finalmente, también muestra signos de erosión. Una de ellas es el ascenso de Vox hacia su derecha. Como para cerrar el ciclo iniciado en 1978, es significativo que otra fuerza ascendente sea Ciudadanos, un revival del viejo centrismo ecléctico que alumbró Suárez. Y así están las cosas.

La democracia española parece un circuito cerrado en donde, cuarenta años después de la euforia constitucional de 1978, nos encontramos como en el punto de partida: sin salida. En 1975 el franquismo ya no podía seguir tal como lo habíamos conocido antes del 20-N; ahora es el “régimen constitucional” que, o se reforma, o muere, o, lo que es peor aún, mata a este país. Ya hemos dicho que lo que ayer era nacionalismo, hoy es independentismo, que lo que era centrismo vuelve a serlo, que lo que se llamó PCE ahora es Podemos y que lo que en su momento fue Alianza Popular y el PSOE, las dos columnas del régimen constitucional, siguen siéndolo, pero a título póstumo y a costa de parecerse cada vez más y tener cada vez menos identidad.

Quedaría hablar de la extrema-derecha o, si se prefiere, de la derecha nacional. ¿Lo que entonces fue Fuerza Nueva es hoy Vox?

http://eminves.blogspot.com/2018/10/la-trayectoria-de-la-falange-historica.html

La respuesta es ampliamente negativa. Nada que ver Vox con la formación que en otro tiempo estuvo dirigida por Blas Piñar, aunque si es cierto que las dos tienen un punto fuerte: Madrid. Por lo demás, cuesta encontrar cualquier otra similitud. Pasemos revista.
El partido fundado por Blas Piñar era nacional-católico, incluso mucho más que franquista (a fin de cuentas, el nacional-catolicismo fue sólo un “momento” del franquismo -1942-1956- no la totalidad del franquismo que, antes fue “falangismo imperial” y después sería “tecnocracia desarrollista”). Vox está contra el traslado de los restos de Franco y contra la memoria histórica, pero no ha hecho declaración alguna de franquismo. Por lo demás ¿a quién podría extrañar que un régimen que duró 40 años no tuviera aún hoy “simpatizantes”? ¿alguien cree que el franquismo se mantuvo cuatro décadas solamente por que el Romerales de turno iba deteniendo a los opositores? Algo debió hacer bien en ese tiempo y en algún lugar tienen que estar los que tengan una opinión favorable sobre aquel régimen. En la transición estaban en Fuerza Nueva, en FE-JONS de Raimundo, en la Unión Democrática Española de Fernández de la Mora, en Alianza Popular. Luego desaparecieron como por ensalmo. Supongo que alguno debe crear y el hecho de que Madrid sea la plaza fuerte de Vox, como en su tiempo lo fue de FN, sugiere cierta correlación. Pero no nos equivoquemos: Vox no defenderá públicamente la gestión de Franco, ni adoptará como FN hace 40 años el nacional-catolicismo como doctrina y modelo.

Luego está la imagen externa: uno de los motivos del fracaso de FN fue esa imagen que daban sus juventudes como “ejército de Pancho Villa”, con uniformes, formaciones paramilitares, banderas al viento, cantos con ritmo de uno-dos, desfiles y organización jerarquizada. Eso, incluso en 1975 pertenecía a otra época. Hoy estará por completo ausente de Vox. Ni punto de comparación. Vox no exige a sus afiliados ni uniformidad, ni ideología, ni disciplina de los años 30.

Liderazgo. Fuerza Nueva se caracterizó por disponer de un líder indiscutible, acaso el mejor orador de la transición, cuyo verbo era el que movilizaba a las masas. Luego resultaba que a los asistentes les gustaba más cómo lo decía que lo que decía en realidad. Y, sobre todo, ese verbo florido careció de desembocadura estratégica y todo en Fuerza Nueva se convirtió en un simple ejercicio táctico basado en la explotación del activista. El estilo de Vox difiere por completo. Su líder no es un orador consumado (en los últimos 40 años, ningún líder político de ninguna formación hubiera alcanzado el nivel de meritorio en una escuela de oradores) pero es, como en el caso de Blas, indiscutible dentro de su formación.

Vox tiene cierta derivación tacticista que Blas; por poner un ejemplo: es cierto que Vox propone la “desaparición de las autonomías”… pero no dice cómo. Para ello debería tener una amplia mayoría parlamentaria, no sólo en el parlamento, sino en las regiones en las que está mas arraigado el régimen autonómico. Algo que, de momento, es quimérico. Era como cuando Blas proponía en 1979 el retorno al régimen anterior. Bien, ¿y eso cómo se hacía? Algunos pensaron que por la vía golpetera. Hoy, incluso esa vía está cerrada.

Programa. En FN jamás hubo un programa propiamente dicho. El programa quedaba sustituido por el “providencialismo” religioso: “el bien siempre triunfa sobre el mal y, por si fuera poco, tenemos el apoyo del Espíritu Santo, así que ¿para qué preocuparse por un jodido programa político”? Por caricaturesco que parezca, esa era la opinión de muchos cuadros y dirigentes de Fuerza Nueva. Vox se mueve en un terreno bastante más realista.

División de opiniones en el interior. A pesar de lo que pareciera FN jamás fue un partido completamente unificado en ningún sentido. Los había franquistas, los había carlistas, los había ultracatólicos, los había falangistas y los había piñaristas. Como jamás hubo cuadros preparados, ni estrategia definida, cada cual tenía el derecho a tener su visión particular en cualquier terreno. Y luego pasaba lo que pasaba. Leo por encima el programa de Vox y me temo que algo de eso hay también en este partido. Indudablemente, lo más polémico son los “puntos económicos” de su programa electoral. Leo, por ejemplo, “Punto 47. Liberalizar el suelo…”. Es el viejo mito aznariano el que sigue presente: “pónganse a construir como locos y la economía mejorará”… hasta que la burbuja nos deje atarantaos. Esto me confirma en mi primera impresión de que en Vox están todos los que consideraron a Aznar como el “rien ne va plus” de la política española, un punto y aparte digno de encomio. Así que me temo que en su interior hay liberales, ultra-liberales, anti-liberales, contra-liberales, neo-liberales que opinan muy diferente en materias básicas. La buena noticia es que Vox se encuentra a mucha distancia de ser decisivo en alguna combinación de gobierno y, por tanto, todo esto pesará poco en su proyección exterior. Aunque puede generar conflictos interiores. Por lo demás, el crecimiento del partido en las últimas semanas, parece demasiado rápido como para evitar que aumente en su interior la tendencia a que cada nuevo afiliado llegue ya con una idea preconcebida de lo que es el partido.

El espacio que se aspira a ocupar. FN nunca tuvo claro cuál era su espacio dentro del sistema de partidos, porque, en el fondo, sus militantes aspiraban a que viniera el ejército y tirara el castillo de naipes, restableciendo el régimen anterior al 20-N de 1975. Así pues, FN era un partido que, en realidad, no tenía acomodo “dentro del sistema”. En realidad, tampoco lo tenía “fuera del sistema”. Lo suyo era el “sistema anterior”. Vox, en cambio, ha nacido como un partido más, da por hecho que estamos en democracia y su propuesta aspira a mejorarla. No es, desde luego, una formación “antisistema”. Su gran problema -ya lo he comentado- es que, por el momento está compuestos por una amplísima mayoría de “nostálgicos del PP aznariano”. Esto hace que su techo sea muy bajo y que se sitúe automáticamente, a la derecha de la derecha del arco de partidos políticos. FN, por boca de Blas, aceptaba la “legalidad vigente” (no así buena parte de sus bases) pero quería cambiarla por otra legalidad que suponía una ruptura con el régimen recién estrenado en 1978. Vox, en cambio, se inserta en la legalidad vigente, no la discute, pero presenta fórmulas para mejorarla, completarla y restructurarla, sin que venga un espadón y de el carpetazo final. Su futuro dependerá de que se abra hacia otros sectores no estrictamente pepeteros. O trasversalismo o gueto a la derecha de la derecha, tal es el dilema con el que se encontrará Vox.

Por último. Relaciones internacionales. Blas participó en la operación de la “euroderecha”. Algunos pensamos que era bueno porque, tanto el MSI como el Parti des Forces Nouvelles tenían una amplia experiencia en lucha política en un régimen de partidos y podían aconsejar lo que se podía hacer y lo que no se podía hacer. Pero el PFN era pequeño y Giorgio Almirante se dejó seducir por las “masas oceánicas” que podía movilizar FN en aquel momento. Hoy, la situación es diferente: aquel espacio político ha desaparecido en gran medida y sus restos han mutado. Han aparecido otras formaciones a las que se suele llamar “populistas”, “identitarias”, “neoconservadoras”, etc, que ya están muy por delante de las izquierdas clásicas y que en casi toda Europa están tienen una cuota electoral superior al 15%.

Definir a estas fuerzas, con sus matices y su polimorfismo no es la intención de este artículo, pero sí dejar claro que no son ni “fascistas”, ni “neofascistas”, sino otra cosa. Ni la AdF, ni el Ressemblament National (ex Front National), ni la Lega Nord, ni el FPÖ, ni el UKIP, ni los nacional-demócratas nórdicos, ni los partidos ya mayoritarios en Hungría y Polonia, son ni “fascistas”, ni “neo-fascistas”, y resulta una simplificación abusiva (habitual en los despojos de la izquierda), definirlos como tales. Y lo mismo podría decirse de Vox, a diferencia de FN que, en su época, fue, repetimos, un partido nacional-católico situado en el ámbito del franquismo nostálgico y con unas juventudes que encajaban  dentro del neo-fascismo europeo a (y más exactamente, con el neo-fascismo europeo de los años 50).

Créanme que en la Europa “identitaria” o “populista” están desesperados con lo que ocurre en España y con lo que hay en España: el partido que obtenga algún éxito, por pequeño que sea, aunque esté dirigido por el Diablo en persona, será el que, finalmente, se convierta en el interlocutor válido de los varios grupos de esta corriente representados en el parlamento europeo.