Me quejo de que lo peor
que podría ocurrir es que remitiera la crisis independentista catalana y todo
quedara como si aquí no hubiera pasado nada. Y claro que ha pasado: ha pasado
que una banda de irresponsables, arrastrados por la irracionalidad y la locura,
han roto a la sociedad catalana en dos, tienen paralizadas a las instituciones
catalanas desde hace más de una década y se niegan a reconocer la realidad: que
se han quedado solos, que el proyecto ha embarrancado y que, mientras ha durado
esa fiebre, Cataluña se ha empobrecido, su sociedad se ha debilitado y, paradójicamente,
ha terminado siendo “menos catalana”. Como para que ahora venga el “negociador”
de turno y todo concluya con unos millones de euracos de más para compensar la
sensación de fracaso de los indepes.cat y se ponga de nuevo en contador a cero.
Tal es la salida por la que opta, inequívocamente, Pedro Sánchez y por la que
los indepes.cat menos enloquecidos firmarían también.
Pues bien, de todas las salidas posibles a la crisis indepe,
esta es la más onerosa: pan para hoy y hambre para mañana. Un Estado moderno, debe tender a la estabilidad e impedir, ante todo,
los sobresaltos que suponen el que cualquier banda de indigentes mentales,
generen. En España, tenemos una amplia experiencia. El tema ETA no se trató
de manera conveniente... por tanto, su resolución se demoró medio siglo. Y
todavía colea. Otro tanto puede decirse de la
crisis indepe.cat que jamás hubiera existido si en 1978 la ponencia
constitucional hubiera colocado como irrenunciable e irreversible la “unidad
del Estado”, por más que les molestara, especialmente a nacionalistas catalanes
y vascos. ¡Hacía falta ser irresponsable para confiar el papel moderador en
el régimen de bipartidismo imperfecto creado entonces, a nacionalistas
catalanes y vascos! Era un simple suicidio cuyas consecuencias estamos pagando.
Bien ¿y ahora qué? Sánchez es partidario de declarar la
partida en tablas y cambalachear uno o dos años de congelación del “procés” a
cambio de unos milloncejos de nada a repartir en Cataluña. Error. Hace falta tener el valor de adoptar
medidas correctivas para que esta situación -en donde, finalmente, es el vecino
el que termina enfrentado con el vecino y la familia o el grupo de amigos el
que se rompe- no se vuelva a repetir nunca más. Y, para ello, hace falta
tener claro, como hemos llegado hasta este extremo y apuntar soluciones concretas:
1) El “nacionalismo
moderado” ni existe, ni puede existir. Como máximo puede existir el “regionalismo”
(enfatizar los rasgos e proximidad), pero, o nos situamos ahí o nos situamos en
el independentismo. La Lliga de Cambó no era la CDC de Pujol. Una era “regionalista”
y la otra “nacionalista”. Sí, los dos eran “moderados”, pero el “nacionalismo”
opinando que, Cataluña es una “nación”, lleva directamente a la exigencia de
dotarla de un “Estado” (una nación sin Estado es una nación oprimida, por
tanto, la exigencia de construcción de un Estado Nacional es inseparable de la
de nacionalismo). Así que lo que ha ocurrido ahora, era previsible desde 1978.
Así pues, lo primero que una “reforma
constitucional” debe de realizar es introducir de manera clara e inequívoca la
afirmación de unidad del Estado y no basta con el eufemismo de decir que la “soberanía
corresponde al pueblo español”, sino que hay que ser más precisos,
precisamente, para evitar la ambigüedad. La palabra “unidad del Estado”
acompañado del adjetivo “irreversible” parece mucho más retunda y corta
cualquier discusión.
2) La Generalitat ha fracasado en su intento de “nacionalizar” a toda la población catalana. Hoy, solamente habla catalán como lengua vehicular el 35%, apenas un poco más que en 1975. Se enseña en las escuelas y es la única lengua utilizada en las oficinas de la gencat. Pero no prospera a pesar de que se trata de una lengua subvencionada. La cuestión lingüística es clave porque desde el siglo XIX los primeros catalanistas reconocían que el único “factor diferencial” en Cataluña era la lengua (diferencia muy relativa porque el catalán como el castellano son lenguas hispano-romances). Parece natural que en Cataluña se enseñe en lengua catalana… a los que estén interesados en ello. Pero también parece lógico que en una parte del Estado exista enseñanza en la lengua vehicular de ese mismo Estado. Especialmente, cuando el castellano tiene una indudable mayor proyección mundial y hoy es ya una de las tres lenguas más habladas del mundo (junto al inglés y al mandarín). Así pues, en esta materia, lo normal hubiera sido la enseñanza, preferentemente en catalán o en castellano, pero en absoluto esa odiosa inmersión lingüística que ha operado la salvajada de que muchos padres y abuelos no puedan ayudar a sus hijos o nietos en sus estudios. Así pues, aquí y ahora, tenemos dos opciones:
- la “moderada” consiste en establecer una “línea de enseñanza en castellano” en las escuelas catalanas. En las escuelas privadas que cada centro elija su “línea”, en las escuelas públicas, o bien la gencat acepta que en cada barrio el 50% de los centros ofrezcan una “línea en castellano” o bien el Estado crea en Cataluña una red de escuelas propias en lengua castellana.
- la “radical” que consistiría en que el Estado, a la vista de los problemas creados, no solamente en Cataluña, sino de las desingualdades en materia de enseñanza entre las distintas regiones (ayer se publicaba que en Andalucía los niños de 10 años saben lo que en Castilla corresponde a niños de 8 años), recuperara íntegramente las competencias en materia de educación y el sistema de enseñanza pasara al Ministerio de Educación.
3) Hoy, cuando se ven
los informativos de TV3 o se escucha Catalunya Radio, se entiende el porqué las
cosas han llegado hasta el extremo límite actual: simplemente, las emisoras de
titularidad pública -al igual que las propias instituciones de la Generalitat-
se han convertido en portavoces partidarios de una opción política concreta: el
independentismo. Y pueden hacerlo, simplemente, porque son medios
subvencionados. Ahora bien, si se apoyan en el dinero de todos… es evidente que
deberían de responder a la realidad de la sociedad catalana:
- esta sociedad no es ni siquiera mayoritariamente independentista, sino que, además, del independentismo, existen otras opciones que nunca en 40 años han tenido acogida en los medios de comunicación de la gencat.
- lingüísticamente, estos medios se han expresado solamente en catalán, cuando hay una masa de población que se expresa en Cataluña en otra lengua.
Lo sorprendente es que la actitud de la gencat ha consistido en decir: “subvencionamos a lo que se escribe y dice en catalán porque es la lengua oficial de Cataluña”… Eso está bien y estaría mucho mejor si no se vehiculizara -tal como se hace hoy- el nacionalismo ayer y el independentismo en la lengua. Pero, por lo mismo, los medios de comunicación del Estado estarían obligados a emitir en la lengua vehicular de ese Estado en lugar de hacer que TVE tenga espacios en catalán… en donde la presencia independentista es notable.
¿Medidas en este terreno?:
- La primera medida sería declarar inconstitucional la política de cuotas lingüísticas que estableció la gencat a mediados de los años 80 y que obligaba a las radios a emitir programación en catalán, reforzado con el reparto de licencias de radiodifusión “a los amigos”.
- La segunda medida saludable sería que los medios de comunicación, no solamente de Cataluña, sino de todo el Estado, dejaran de estar subvencionados. Medios de comunicación subvencionados, implica, medios de comunicación sometidos. Inaceptable. ¿Qué se hundirían algunos medios de comunicación? Evidentemente… es lo que tiene el “mercado” que hace falta ser competitivo y quien está subvencionado juega con ventaja.
- -la tercera medida, la exigencia a la gencat de que los medios de comunicación catalanes estuvieran al servicio de la totalidad de Cataluña y de su población, no al servicio de una opción partidaria.
5) Reconsideración
del papel de las autonomías. En 1975 era frecuente aludir al “centralismo”.
En la transición se vendieron los regímenes autonómicos como formas de “descentralización”.
Bien, era una opción aceptable: pero las
administraciones de “proximidad”, infectadas por el nacionalismo, se
convirtieron pronto en taifas autonómicas impulsadas por clases políticas
parasitarias. Hoy, en 2018, no basta con proponer -como hace Vox- un irreal
e inviable “supresión de todas las autonomías”, sino más bien, retornar al concepto inicial: las
autonomías son entidades colaboradoras del Estado en la administración de las
regiones que componen la Nación. Y esto es lo que debería figurar explícitamente
en la constitución. Porque, el examen de las reivindicaciones
independentistas desde los años 20 demuestran que, cuando los indepes.cat
hablan de “Estatuto de Autonomía” lo consideran como una especie de “pre-constitución”
cuyo único sentido es allanar el camino para la independencia. Y esto ha vuelto
a ocurrir nuevamente, como ocurrió ya con el Estatuto de 1932 que fue percibido
por Macià como el paso previo a la independencia o como una especie de
independencia atenuada.
Estas son algunas de las medidas que impedirían que de aquí
a unos años volvieran a repetirse crisis como la que arrastramos en la última
década. Actualmente, Cataluña está gobernada por obtusos que todavía no han
advertido la envergadura y la naturaleza de su fracaso. Pero es cuestión de
tiempo el que caiga la venda y alguien en el medio indepe acepte la realidad de
los hechos: han jugado, se han lanzado a
la partida basados en una mala interpretación de la situación, pensando que
tendrían más apoyos internacionales y más soporte de la población… y han
perdido. O se despiertan de su fantasía o -como ha ocurrido en Québec- el
electorado lo hará. Pero, en cualquier caso, el Estado tiene la responsabilidad de que no vuelvan a producirse crisis
similares y para ello, las medidas apuntadas contribuirían a evitarlo¡, pero
mucho más, a clarificar la situación. Porque, esta crisis ha enseñado la
necesidad de hablar claro y de no tener miedo a tomar decisiones enérgicas.