domingo, 21 de octubre de 2018

365 QUEJÍOS (174) – INDEPES.CAT DE ESPALDAS A LA BELLEZA


No me voy a quejar de que la estética que ha acompañado al proceso independentista oscile entre el amarillo (habitualmente asociado a la mala suerte), las cruces amarillas (ya de por sí suficientemente siniestras), el flequillo de Puigdemont, y el flequillo cortado al hachazo de algunas exponentes antipatriarcales de la CUP, o la cara de energúmenos de algunos y algunas (aquí si que vale la pena hacer el distingo), exponentes del proceso soberanista. Y no me voy a quejar de eso, porque hacer broma con el aspecto de la gente se puede volver contra lo que se defiende: en todas partes cuecen habas y la fealdad parece acompañar a la modernidad, tanto como el look, los latigazos de botox, los remiendos estéticos de tetas y culo o los braquets. No; me voy a quejar, ya que en el proceso soberanista casi todo es simbólico, de que también los símbolos apuntan contra él. Y me refiero a los símbolos de la belleza.

Dos cosas me han llamado particularmente la atención en dos lugares de la ciudad de Barcelona asociados a la historia del independentismo. Sería difícil encontrar un monumento más feo y más mazacote en la Ciudad Condal que el alzado en recuerdo de Francesc Macià en la Plaza de Cataluña. El monumento, fue realizado por Josep Maria Subirachs en 1991 y está situado en el centro neurálgico de la ciudad. Casi en la desembocadura con Las Ramblas.

Se trata de una peana de hormigón armado en la que puede leerse “Catalunya a Francesc Macià”, aunque debería decir “Algunos catalanes a Francesc Macià, que, por cierto, se creyó representar a toda Cataluña cuando sólo representaba a una parte”. Pero, en fin, ahí está. Lo sorprendente es lo que se levanta sobre la peana: un segundo mazacote de hormigón, triangular, con el perfil de una escalera en la parte inferior e inacabado en la superior. Decía el escultor -porque el monumento hacía falta explicarlo- que eso era “Cataluña” (y, ciertamente, algunos dirigentes nacionalistas están hechos de la misma materia: hormigón armado, en especial su rostro). La escalera era una alegoría para decir que “Catalunya estaba siempre en marcha” y la parte superior, como inacabada, sugiriendo que la “construcción nacional de Cataluña” es la historia interminable. Delante de estos metros cúbicos de hormigón está un pequeño monolito con el rostro de Francesc Macià, del que Vázquez Montalbán me decía que parecía inspirado en el monstruo del Doctor Frankenstein. Algo de eso hay, en efecto. En la parte trasera del triángulo superior, se encuentra una placa de hierro, con las cuatro barras. Decía el pobre Subirachs que era el símbolo y el escudo de Cataluña…



Item más: miren el monumento -o sus fotos- y miren la escalera que colocó Subirachs. ¿No les parece que al estar en la parte inferior, no es una escalera “ascendente”, sino “descendente”, como si en lugar de llevar a lugares más elevados, condujera precisamente a los abismos y al inframundo?  

Pero esto no es lo más sorprendente. El monumento, en sí mismo, es horrible, un verdadero pegote en la plaza de Cataluña; sin más. Pero oculta algo mucho más importante: detrás, dándole la espalda se encuentra una de las más hermosas estatuas que puedan verse en la Ciudad Condal: “La Diosa” de Josep Clará. Se encontraba desde hacía muchos años en aquel espacio, pero en 1991, el alcalde de Barcelona -Pascual Maragall- en algún estado de euforia tan habitual en él desde primera hora de la mañana (era famoso que sus mejores ideas se le ocurrían con un gin-tonic a primera hora de la mañana en su despacho del ayuntamiento), se le ocurrió instalar el mazacote allí. De espaldas a la diosa. Si ustedes miran esa estatua de belleza clásica, de frente, lo que verán es el “símbolo” del “escudo de Cataluña” que puso Subirachs, protegiéndolo de… la Belleza: de espaldas al fundador del independentismo político, Francesc Macià.

Es como para meditar. Pero, ya se sabe, que “testimonio único, testimonio nulo” y que, solamente esto no bastaría para establecer una ley estética aplicable a Cataluña: “la Belleza y los indepes.cat se dan la espalda”. Otra estatua merece ser tenida en consideración.

Ignoro los motivos por los que el llamado “Parlament de Catalunya”, que debería ser más bien, “el parlamentito que utilizan algunos catalanes para apretar las clavijas a otros”, se encuentra en el Parque de la Ciudadela. Supongo que los indepes lo habrán elegido por aquello de los símbolos que tanto les motivan. Allí, hasta mediados del siglo XIX estuvo instalado el fuerte de la Ciudadela construido después de la derrota del candidato austriacista en la Guerra de Sucesión y tras la caída de Barcelona en manos borbónicas. En la zona del Barrio de la Rivera, cuentan, que tuvieron lugar los combates más duros y que, en represalia, al triunfar los partidarios de la Casa de Borbón sobre la Casa de Habsburgo, parte del barrio fue derribado y sobre sus ruinas se construyó la fortaleza. No estoy seguro de si esta leyenda es cierta, porque, más bien, la Ciudadela estaba algo así como 100 metros más allá de la zona derribada (lo que hoy es el Borne), pero, en fin, pecata minuta en cualquier caso. Sea como fuere ahí está instalada la institución, en un edificio que conocí cuando era Museo de Arte de Cataluña y que ahora es para los indepes.cat el símbolo de la “soberanía del pueblo catalán” y, para otros, un lugar que sirve para poco y que en sus cuarenta años de existencia, ha hecho poco, pero, eso sí, ha facilitado una vida tranquila y próspera a los que han calentado sus bancadas.



Y lo sorprendente viene a ser, aquí también, que justo en medio del estanque que se encuentra ante este edificio, otra estatua, igualmente sugerente, está instalada: El Desconsol, también de Josep Llimona que recibió un premio en la V Exposición Internacional de Arte de 1903. Es un desnudo femenino en posición de increíble tristeza y abandono. Ni siquiera tiene fuerza y ánimo para mostrar su rostro cubierto por una larga melena lacia. Es la melancolía y la tristeza personificada. Hubiera sido difícil encontrar una estatua más adecuada para instalarla justo delante de esa institución que jamás ha gozado de excesivo prestigio y que el poco crédito que tenía lo ha dilapidado en el malhadado “procés”.

¡Ah, y lo más importante! El Desconsuelo está también, como no podía ser de otra manera, de espaldas al parlamentito.

Así que si los indepes.cat quieren símbolos y todos sus gestos son simbólicos (Macià apareció por la ventana del Ayuntamiento y desde ahí proclamó la “República Catalana” el 14 de abril de 1931, creyéndose que, a partir de ese día, Cataluña ya sería una “república independiente” y teniendo, ominosamente, que declarar cuatro días después que se había tratado de un “símbolo”… ¿a que les suena la situación?) y, si para ellos, los símbolos son el amarillo y sus colgajos, los sellos con la imagen del Rey invertidos y las declaraciones rimbombantes pero “simbólicas”… ahí tienen otros símbolos: dos estatuas de espaldas a lo que representa para los indepes.cat el rien ne va plus de la excelencia: Macià y el parlamentito.

Para mí, estos dos símbolos son el indicativo de que la Belleza y el “procés” se llevan mal y se dan la espalda uno al otro. El símbolo es la expresión sensible de una idea y estos dos símbolos me parecen mucho más contundentes y universales que si tal o cual “lideresa” indepe se corta el flequillo al hachazo, no se depila y considera el támpax como un símbolo patriarcal o si esta o aquella no han llegado tarde al reparto de caras, o si Quim Torra hubiera podido presentarse al concurso de Mister Neanderthal con sólidas esperanzas de alzarse con el galardón, o si la Gispert hubiera ganado el casting de madre de Dani de Vito en Tira a mamá del tren

¿De verdad creen que un proceso “simbólico” puede tomarse en serio? ¿Sí…? Pues también en este terreno pueden dar la batalla por perdida.