lunes, 2 de enero de 2023

CRONICAS DESDE MI RETRETE: EL MINISTERIO QUE DEBE DESAPARECER

No hay nada más inútil que un almirante de marina suizo y que el ministerio de la igualdad español. La pequeña diferencia es que, así como el primer término de la comparación es un absurdo inexistente, el segundo, como el desierto de Nietzsche, crece. Él y sus consecuencias: vale la pena recordar que el ministerio nació durante el zapaterismo con la intención de impulsar políticas “de igualdad” y contra “el machismo y la violencia doméstica”, encomiables tareas ante las que la sociedad española debería decir: “Virgencita, que me quede como antes”. Si un ministerio se valora por su eficiencia, el de igualdad está próxima al cero absoluto. Todo tiene una explicación. Y no se trata de practicar el pim-pam-pum con la lamentable Irene Montero, verdadera tragedia del anecdotario español, sino de establecer la naturaleza del problema-

Los males no pueden remediarse sin un diagnóstico correcto y el “ministerio de igualdad”, nunca ha formulado un análisis de las causas que generan “violencia machista”. Ni siquiera se ha planteado si este tipo de violencia es privativa del “varón” y el otro sexo no ejerce una violencia exactamente similar en sentido opuesto. Tampoco el ministerio ha dicho nada sobre el origen de esta violencia: ¿somos los españoles los que matamos a nuestras mujeres? Es algo que el ministerio parece dar por sentado. Tampoco se ha preocupado nada sobre la significativa distribución de los “crímenes machistas” en el mapa autonómico. Y, lo peor de todo, es que ha silenciado las causas que generan violencia y, por tanto, todas las campañas para prevenir este tipo de asesinatos y comportamientos, se ha demostrado -como no podía ser de otra manera- inútil.

DATOS ESTADISTICOS REVELADORES

Es fácil entender que el chiringuito de la Montero prefiera ignorar que, en 2020, según el informe de la judicatura, Melilla esté en cabeza de la violencia doméstica con un 9’60% de casos denunciados, y Ceuta lo esté con un 3’6%, Baleares y Canarias se sitúen con un 4,8% y Valencia, Cataluña y Andalucía oscilen entre un 3,67 y un 3,00%. Parece, bastante claro que la violencia machista está vinculada a la inmigración, al menos en gran medida. La comunidad con menos violencia es precisamente la que tiene menos porcentaje de inmigrantes: Extremadura con un 1’3.

Según el informe de la judicatura, el 39% de los agresores son “extranjeros” y el 60% “españoles”. Pero a comienzos del año 2021, la población española nacida en el extranjero suponía el 15,22% del total de población en España (7.214.878 personas por la población total de 47.398.695), según datos del Instituto Nacional de Estadística. En términos de población con residencia fija, el porcentaje de personas extranjeras residentes era del 11,33%. Estas cifras sugieren claramente que el fenómeno de la violencia “machista” ha ido creciendo a medida que ha ido creciendo la presencia de determinadas comunidades de inmigrantes. Lo sabemos todos… salvo el chiringuito de la igualdad. Concretamente, las que más violencia machista han generado son marroquíes, rumanos y ecuatorianos que, por lo demás, son también las comunidades extranjeras con más presencia en España.

El informe del INE es interesante porque recoge los datos que no engloba el de la judicatura: éste presenta al 69’&% de los agresores como “españoles” y al 30’4% “extranjeros”. Si esto fuera así, supondría que la inmigración está tres veces más presente entre los “agresores”. Pero no es así: habría que calcular, cuáles de los considerados como “españoles”, han nacido verdaderamente en España. Y estas cifras no son públicas, incluso es posible que ni siquiera se hayan recopilado.

Otro tema a tener en cuenta -que, por supuesto, el chiringuito de la igualdad no incorpora- es el número de hombres asesinados por mujeres, ni el de parejas gay o lésbicas que también han protagonizado este tipo de crímenes. Simplemente, el axioma es “la violencia doméstica es violencia del varón heterosexual sobre la mujer, nunca a la inversa”.

Ninguna encuesta oficial, ni estadística, alude tampoco a los motivos por los que la violencia de género no remite, sino que tiende a aumentar. Ya hemos demostrado suficientemente la incidencia de la inmigración. En segundo lugar, todo induce a pensar, que la “informalidad” de las relaciones entre hombres y mujeres tienden a aumentar los episodios de violencia: en la práctica, el 39% de los asesinatos son cometidos dentro del matrimonio, pero, a decir verdad, las parejas casadas tienen un índice menor de este tipo de delitos que el resto de relaciones en las que no existe el vínculo matrimonial: un 61%.

¿Y LAS CAUSAS? ¿QUÉ PUEDE RESOLVERSE CUÁNDO SE IGNORAN LAS CAUSAS?

Pero falta algo en la ecuación: y ese algo es el proceso de brutalización de las sociedades modernas. Un proceso innegable que aparece espontáneamente cuando una sociedad pierde sus valores de referencia, cae el nivel cultural y educativo de las masas y se entra en un proceso de primitivización justificado como muestras de “libertad”, “placer” y “satisfacción personal”. En el terreno de la violencia sexual este proceso esta vinculado directamente a dos factores, por orden de importancia:

- la irrupción masiva de la pornografía a través de la Internet, gratuita, accesible para todas las edades y desde todas las terminales informáticas.

- el fracaso de la educación sexual en las escuelas que ha servido únicamente para forzar el despertar de la sexualidad mucho antes del momento en el que la maduración del cerebro lo podía asumir.

El hecho de que se empiece a hablar de sexualidad a niños de 6 años explica, por sí mismo, porqué a los 9 ya realizan búsquedas de pornografía en Internet. Y, porqué, a los 12 ya se han formado una idea del sexo en función de la pornografía y no de la realidad. Esto explica, así mismo, porqué, a medida que aumenta la “educación sexual”, aumentan asindóticamente los casos de disfunciones y… violencia sexual. Para algunos adolescentes, lo más normal en una relación sexual es asfixiar a la compañera (o al compañero). Lo han visto en Internet, así que debe ser “normal”…

Obviamente, el chiringuito de la igualdad, calla: actuar contra la pornografía (y es falso que no pueda hacerse) sería un incalificable atentado a las libertades. Modificar, o simplemente eliminar la asignatura de “educación sexual” es algo que presentan como un rasgo de “fascismo para perpetuar los arquetipos machistas”. Y alertar de que cabría más dar cursos de educación contra la violencia a los grupos que demuestran mayor propensión (marroquíes, rumanos y ecuatorianos, según las estadísticas), daría alas a la “criminalización” de colectivos inmigrantes.

Y todo esto es lo que explica, porqué la violencia “machista” no deja de crecer (como crece, igualmente, la violencia “hembrista” si es que el neologismo podría aceptarse).

¿Qué puede hacerse con los entes que no sirven absolutamente para nada? Respuesta: reconvertirlos o disolverlos. El ministerio de la igualdad con sus 190 funcionarios, es un ente absurdo, incapaz de reconocer la etiología de los problemas que presenta como razón de su existencia. Prefiero no entrar en los casi 200 violadores que han visto reducidas sus condenas por la “ley montero”, resultado que, por sí mismo, justificaría una destitución de la titular, o el hecho de que el chiringuito haya cambiado de Ministerio de Igualdad (2008-2010), con José Luis Rodríguez Zapatero; a Ministerio de Sanidad, Política Social e Igualdad (2010-2011), también con ZP; para pasar luego a depender del Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad (2011-2018), con Mariano Rajoy; Ministerio de la Presidencia, Relaciones con las Cortes e Igualdad (2018-2020), con Pedro Sánchez y, en su forma actual a Ministerio de Igualdad, emblema y buque insignia del pedrosanchismo vertiente podemos. Todo este trasiego ha servido para poco. Para nada, en realidad: lo que nació siendo un chiringuito para subsidiar amigas, lo es todavía más en nuestros días. Carente de éxitos, incapaz de establecer las causas de los problemas, es la imagen misma del sistema nacido en 1978: el elogio de lo inútil. Un ministerio que debería desaparecer.

ANEXO:

UN ARTÍCULO PUBLICADO HACE 15 AÑOS

El 28 de febrero de 2007, en el info-krisis, publicamos este artículo. Han pasado quince años desde entonces, nada ha cambiado. Pero era posible preverlo todo cuando, tanto el problema de la inmigración, como el de la “educación sexual” y el de la pornografía en internet todavía eran incipientes.

VIOLENCIA DOMESTICA E INMIGRACION

Infokrisis.- He visto violencia contra las mujeres en todos los países andinos, sin excepción y en algunos países centroamericanos, no digamos en el Magreb o en África subsahariana. Por tanto, no es de extrañar que en 2004 las denuncias puestas por mujeres inmigrantes por violencia doméstica de manos de sus esposos, también inmigrantes, llegaran a las 14.340. En años siguientes estas cifras han ido creciendo. La violencia doméstica está ligara íntimamente a la inmigración. El artículo está colgado todavía en https://infokrisis.blogia.com/, una plataforma española de blogs hoy abandonada a su suerte y que se ha tragado miles de blogs que confiamos en ella desde 2003.

La violencia doméstica era uno de los puntos del programa socialista que ZP abordó con más énfasis. Fruto de ello fue la Ley de Violencia Doméstica, probablemente, una de las leyes más inútiles en la historia de España. Inútil porque el delito ya estaba contemplado en el Código Penal (delito de agresión con violencia) y por qué solamente consideraba a la mujer como víctima, sin preocuparse de ancianos, niños e, incluso de varones que también son víctimas de ese tipo de violencia. La Ley zapaterista fue un aborto jurídico, inútil, contra el que nadie se atrevió a levantar el dedo. Vergüenza para unos diputados más preocupados por su imagen que por defender causas justas.

LA OPINIÓN DE UN SOCIÓLOGO

Poco después de la promulgación de la malhadada ley, el sociólogo Amando de Miguel relacionó la violencia doméstica y la inmigración, suscitando el encono más virulento de las tribus “progres”. Y lo que decía De Miguel, apoyado por estadísticas irrefutables era lo mismo que veníamos sosteniendo desde 2003: que el único motivo que explica el aumento desmesurado de la violencia doméstica en España, es la llegada masiva de inmigrantes desde 1997. De Miguel añadió otra cosa: la diferencia en el número de casos de violencia doméstica de una región a otra, se explica, sencillamente, por la diferente implantación de la inmigración, irregularmente distribuida sobre el territorio nacional. En el curso de esta misma conferencia, De Miguel aludió también de manera tangencial a la vinculación entre delincuencia e inmigración y entre el déficit fiscal y la llegada masiva de inmigrantes que absorben ayudas sociales y no pagan impuestos… No es nada que no hayamos dicho antes, pero el prestigio de De Miguel contribuye a darle una credibilidad incuestionable.

Para colmo, De Miguel, pronunció la conferencia abriendo las “Jornadas sobre Inmigración y Sociedad: un compromiso social desde el poder legislativo”, organizadas por las Corts Valencianes. Su conferencia se titulaba gráficamente: “El componente migratorio en la sociedad española: complementos y cambios”.

De Miguel señaló que en Galicia se dan menos caso de violencia de género "por el tipo de inmigración", y por la escasa inmigración residente en esa autonomía y en la cornisa cantábrica. Sus dotes reconocidas de sociólogo le obligaron a reconocer que "los nativos también somos violentos" pero matizó que "ni punto de comparación con la presencia de extranjeros en este aspecto".

En esa ocasión aprovechó para añadir que "al derecho de todo el mundo a emigrar a cualquier país no le corresponde la obligación de un país a admitir a todos los que quieren llegar" y precisó que "controlar no quiere decir nada represivo" sino de "ayuda a los inmigrantes". Se refirió así a la integración y advirtió de que esta ha de ser "en dos direcciones", facilitando el acceso a nuestra cultura y respetando la de quienes vienen de fuera y apostó por que la sociedad valenciana sea "más heterogénea".

EL INICIO HISTORICO DEL PROBLEMA

En diciembre de 1997, Ana Orantes, una mujer granadina maltratada, fue quemada viva por su marido tras relatar su historia en televisión. La difusión del suceso a través de los medios de comunicación puso de manifiesto el drama de las víctimas del terrorismo doméstico en toda su crueldad. A partir de ese momento, la violencia doméstica se instaló en los informativos, con un crecimiento cada vez más preocupante.

Las cifras eran todavía bajas, pero, a partir de 1997 empezaron a crecer. Entre 1999 y 2003, 246 mujeres murieron a manos de sus maridos, parejas o excompañeros (315 si atendemos a la red de organizaciones feministas). Solamente en 2006 la cifra de asesinatos superó con mucho el centenar. Solamente en los dos primeros meses de 2007 se han producido 17 asesinatos, lo que induce a pensar que también este año se superará el centenar.

En 2004, uno de cada 4 denuncias por violencia doméstica había sido presentada por una mujer inmigrante, es decir, un 25% del total, cuando la población inmigrante solamente ascendía a un 8%, es decir, la violencia doméstica entre inmigrantes era algo más de tres veces superior a la que correspondía. Pero eso no es todo. El Instituto Elcano reconocía en 2003 que: “Existe también un tipo de homicidios en el que se da una importante presencia extranjera y que presenta la particularidad de que en la casi totalidad de los casos el homicida resulta identificado. Se trata de los fallecimientos por violencia doméstica, un tema que preocupa especialmente a la sociedad española y acerca del cual el Consejo Superior del Poder Judicial ha publicado recientemente un detallado informe (…)”.

Las cifras son suficientemente elocuentes. Los extranjeros representan el 4 o el 5 % de la población total, casi el 9 % de los condenados y el 27 % de los detenidos por delito en el año 2001 y, en el caso de la violencia doméstica, el 29 % tanto de los homicidas como de las víctimas fatales en el año 2002. Claramente estamos ante un problema, o mejor dicho ante varios, porque los ejemplos hasta ahora mencionados presentan etiologías diversas. Los homicidios en ajustes de cuentas suponen un índice de la penetración de la delincuencia organizada transnacional, mientras que los homicidios domésticos implican una mayor propensión a la violencia en la pareja de los residentes extranjeros”.

LAS DISTINTAS COMPONENTES DEL PROBLEMA

Bajo el rótulo de “violencia doméstica” se dan cuatro fenómenos completamente diferentes: de un lado el ya mencionado del aumento de la inmigración, de otro el hecho de que toda sociedad desarrollada tiene entre un 2 y un 5% de psicópatas, maníacos obsesivos, alcohólicos y toxicómanos, y, por tanto, predispuestos a ejercer la violencia en cualquier marco, incluida la familia; en tercer lugar, es evidente que en los casos de violencia doméstica de los que da constancia la prensa aparece con mucha frecuencia el caso de parejas de ancianos en las que una de las partes está aquejada de una dolencia degenerativa y  el marido prefiere asesinarla y suicidarse, antes que ver a su cónyuge en un estado de salud cada vez más degradado y tampoco se ve con fuerzas de seguir viviendo. Resulta evidente que este caso tiene muy poco que ver con la violencia doméstica. Finalmente, se advierten muchos casos de trastornos mentales transitorios, gentes que, en un acceso de locura, asesinan a su mujer o a quien tengan más cerca.

Pues bien, de todos estos casos, puede deducirse que una sociedad siempre tendrá un cierto grado de violencia doméstica y que ese número será menor, si esa sociedad mantiene ciertos niveles de orden y autoridad. Existe una violencia de género que SI puede controlarse (la de inmigrantes, mediante repatriaciones, la de ancianos desesperados por la salud de sus esposas, mediante la asistencia del Estado, la de los resultados de trastornos mentales transitorios, mediante una educación adecuada), pero hay una violencia residual imposible de erradicar completamente (la de psicópatas, alcohólicos y drogadictos que, como máximo, puede reducirse en cierta medida).

El problema de la Ley sobre Violencia Doméstica es que no identifica los distintos tipos de problema, y les depara a todas esas formas un mismo tratamiento penal que, por lo demás, excluye a niños, ancianos, maridos, hermanos, víctimas de la violencia en el hogar.

VIOLENCIA E INMIGRACION

Cuando se desconoce la etiología de un problema se está incapacitado para ofrecer el tratamiento adecuado. En una Web del Ministerio del Interior, entre otras cosas se responde a la pregunta de “¿Cómo se reconoce a un maltratador?”, de la siguiente manera: “Son hombres fundamentalmente posesivos que ejercen mucho control sobre la mujer: si entras, si sales, con quién vas cómo vistes, cuánto dinero gastas, si tienes haces o recibes llamadas —ya sea de amigos o familiares—, si te desvalora, desautoriza o insulta en público... E incluso antes, en la etapa del noviazgo, hay síntomas que pueden poner en alerta a una mujer: antecedentes de conductas violentas con otras mujeres, familiares o amigos; accesos de cólera repentinos y sin sentido; actos de crueldad (por ejemplo, con animales); falta de arrepentimiento ante sus propios errores; una forma de pensar excesivamente rígida, convencido de que siempre está en posesión de la verdad...”. Como se ve, se evita recordar que algunos grupos étnicos y religiosos son mucho más propensos a la violencia doméstica y al alcoholismo que conduce a la violencia doméstica (no solo contra mujeres, sino contra niños; recientemente, la policía detuvo a una pareja boliviana que sometía a su hija a crueles tormentos). Pero, lo sorprendente es que la pregunta siguiente es: “Soy extranjera maltratada y sin papeles ¿qué hago?”…  

La triste realidad es que desde el Ministerio del Interior se niega la realidad y se evita, por todos los medios que se asocie “delincuencia” e “inmigración” e “inmigración” y “violencia doméstica”. Haciéndolo, se consigue no reconocer en el ordenamiento jurídico, la naturaleza del problema y, por tanto, prevenirlo. Lo normal sería que extranjeros acusados de violencia doméstica fueran juzgados inmediatamente y, si en su caso, son condenados, sean repatriados tras extinguir la condena. Sin embargo, ocurre justamente lo contrario, el agresor no es sometido a ningún tipo de castigo especial que disuada a otros de su misma nacionalidad a agredir a su esposa. Resulta sorprendente en las cifras dadas por el Instituto Elcano que las condenas a extranjeros denunciados sean tres veces menos que el número de denuncias presentadas, lo que indica que buena parte de las denuncias son retiradas dada la situación de sometimiento de las mujeres andinas y magrebíes a sus varones.

Es significativo que las estadísticas de interior demuestran que la violencia doméstica prevalece sobre todo en países europeos con alto grado de inmigración y en países como Rumanía con una fuerte componente étnica gitano-romaní. La prevalencia de la violencia contra la mujer en Rumania es, por ejemplo, del 30’87, mientras que en España es de 9’42 (incluida la practica por la comunidad romaní inmigrante en nuestro país).

COMPARACIONES ¿ODIOSAS O ESCLARECEDORAS?

Según las estadísticas del Instituto de la Mujer, entre 1999 y 2003, 246 mujeres murieron a manos de sus maridos, parejas o ex compañeros (315 según la red de organizaciones feministas). En 2004 se contabilizaron casi 45.000 denuncias por violencia doméstica, de los que algo más de 14.000 (el 25%) tuvieron como protagonistas e inmigrantes (el 9% de la población en aquel momento). Ese año fueron asesinadas 72 mujeres de las que 20 eran extranjeras y sus asesinos también, es decir, un 28%, algo más de tres veces de la tasa que le correspondería según el porcentaje de inmigrantes en aquel momento.

Pero lo sorprendente de las cifras son las estadísticas anuales entre 1999 y 2006. En 2005 se alcanzó la cuota máxima de violencia contra la mujer protagonizada por inmigrantes, alcanzando a un 57% por ciento del total. Estas son las cifras que demuestran lo que hemos dicho siempre: que la violencia contra la mujer en España alcanzaría unos mínimos imposibles de rebajar debidos a la presencia de alcohólicos, psicópatas y toxicómanos, si la inmigración no hubiera irrumpido.

 

1999

2000

2001

2002

2003

2004

2005

2006

Españoles

41

44

32

37

58

50

38

50

Extranjeros

13 (31%)

19 (43%)

18 (52%)

17

(45%)

12 (20%)

22 (44%)

22 (57%)

18 (36%)

A poco de ser nombrado presidente del gobierno, ZP reunió al Consejo de Ministros el 7 de mayo de 2004 para aprobar un paquete de medidas “urgentes” para paliar el fenómeno: reasignación de 200 policías y 250 guardias civiles para proteger a las víctimas, la implicación de la Policía Local en dicha protección y la petición a la Fiscalía General del Estado de que extreme las medidas de vigilancia. La Ley Integral de medidas de protección contra la violencia doméstica fue aprobada el 22 de diciembre y entró en vigor en enero de 2005. Así pues, resulta todavía más incomprensible que ese mismo año, 2005, no se rebajaran los asesinatos de mujeres, sino que aumentaran especialmente en 2006, cuando se alcanzó un record de 68. Menos sorprendente resulta que en 2005 el 57% de las asesinadas a manos de sus maridos, fueran inmigrantes, record histórico no superado hasta ahora.

La situación es todavía más grave si tenemos en cuenta que los expertos calculan que solamente se denuncia un 10% de las agresiones… pero esta cifra también es engañosa. Ese cálculo se ha realizado sobre la base de los hábitos de la sociedad española anteriores a la llegada masiva de inmigrantes. Estas estadísticas ignoran las tradiciones antropológicas de las comunidades andina y magrebí, en donde la mujer es mucho más sumisa y el marido ejerce sobre ella un poder de coacción mayor que en la sociedad española.

Vale la pena decirlo en voz bien alta: el gobierno de “cuota”, el gobierno de la debilidad, la demagogia, la mediocridad y la sumisión al lobby gay, no pueden eludir el hecho esencial de toda esta historia; los varones españoles no tenemos que avergonzarnos ni ser señalados como maltratadotes: el “monstruo de Machala” no pertenecía a nuestra comunidad, las estadísticas demuestran que deduciendo la cifra de inmigrantes, las cifras de violencia doméstica en nuestra comunidad son las mínimas inevitables en una sociedad desarrollada. El gobierno –también aquí- miente, elude reconocer la realidad y afrontar el toro por los cuernos.

El toro terminará por cornear al gobierno de incapaces.