Se entiende que las medidas propuestas por el vice de la Junta de
Castilla y León no gusten al “bloque progre” compuesto por el PSOE y la galaxia
Podemos. Lo que ya no se entiende es cómo la dirección del PP se ha opuesto a
unas medidas que parecen lo suficientemente razonables, al menos como para tomarlas
en consideración. La conclusión inevitable es que, o bien a Feijóo le falta
cuajo o bien que trata de sumarse al “bloque progre”. La sospecha queda
confirmada, además, si tenemos en cuenta que Feijóo, mientras estuvo al frente
de la autonomía gallega, insistió no sólo en la vacunación anti Covid, sino en
que esta fue OBLIGATORIA. Sí, esas vacunas loadas ayer y que hoy son
sospechosas de haber causado esa sobretasa de 40.000 muertes…
LA NOTICIA QUE DESENCADENÓ EL PROBLEMA
Este lunes pasado debía haberse estrenado el nuevo protocolo para
mujeres embarazadas que soliciten abortar y que había sido anunciado el 12 de
enero por el vicepresidente de la Junta de Castilla y León, Juan García-Gallardo.
Este protocolo incorporaba tres novedades: 1) una cuarta ecografía en el primer
trimestre de embarazo para que los progenitores puedan escuchar el latido fetal,
2) Una ecografía en 4D ante del aborto y 3) Derivar a “salud mental” a las
mujeres que lo requieran.
No parece una negativa rotunda a abortar, sino, más bien, se trata
de medidas encaminadas a reflexionar sobre la importancia de lo que se pretende
hacer. En otras palabras: se intenta aportar a los solicitantes elementos
necesarios para valorar lo que pretenden.
Abortar no es quitarse un problema de encima: es anular una vida.
No es un juego, como tampoco equivale a una operación de trámite como operarse
un juanete o quitarse una verruga. Viendo la ecografía y oyendo el latir del
feto, el efecto es iluminador: entonces -y solamente entonces- se es consciente
de lo que se va a hacer.
LA RESPUESTA DEL PEDROSANCHISMO
Desde el momento en el que se conoció este nuevo protocolo, se
produjo una movilización general del “bloque progre”: unos, unilateralmente, insistían
en que el “aborto es un derecho humano”, los otros que “se niega un derecho
básico”. El chiringuito de la igualdad, dirigido por Irene Montero, tronó
contra el retorno del “fascismo y de todo lo que queda de retrógrado en la
sociedad española”.
El fin de semana, el pedrosanchismo remitió un requerimiento a la
Consejería de Sanidad de la Junta de Castilla y León para que se abstuviera de
poner en marcha el protocolo. En un primer momento, la Junta defendió su “plena
autonomía” en materia de sanidad, para implementarlo e instó al Gobierno a abstenerse
de dirigir requerimientos que “vulneren su autonomía y sus competencias, recogidas
en el Estatuto de Autonomía”.
El escrito de la Junta incluía este protocolo dentro de las
medidas de “fomento de la natalidad y de apoyo a la familia”. Y garantizó que
estas medidas, incluidas en su programa de gobierno, se realizarían 1) “con
absoluto respeto a la ley”, 2) teniendo en cuenta “los derechos de la mujer
embarazada” y 3) considerando los derechos de los profesionales sanitarios.
LA REACCION DEL PP
La lectura del comunicado de la Junta de CyL era lo suficientemente
tibio como para contrastar con las declaraciones del vicepresidente de la
Junta, Juan García-Gallardo. En declaraciones posteriores, el propio Alfonso
Fernández Mañueco, dejó entrever que el nuevo protocolo no sería “obligatorio e
imperativo” para los profesionales de la salud, o si quedará a criterio del
sanitario sin ser preceptivo.
Cuando se llegó a ese punto, ya estaba claro que las diferencias
de criterio entre los dos partidos que conforman la junta de CyL era evidente:
el PP ponía reticencias al protocolo, mientras que Vox se erigía como defensor.
Poco a poco, estas diferencias se fueron agrandando hasta convertirse en brecha
abierta.
Vox afirmó que el protocolo es una “respuesta provida a la agenda abortista
de la izquierda”, mientras que el PP afirmó que no se trata de medidas
antiabortistas sino de “apoyar la natalidad” y que, en cualquier caso, se trata
de un protocolo de aplicación “voluntaria” por parte de profesionales y de
solicitantes de aborto. Tal era la posición en el fin de semana del 14-15 de
enero.
Reforzado por esta polémica interior, el pedrosanchismo pasó a la
carga. Su titular proclamó en Sevilla el domingo que “con gobiernos socialistas
no habrá ni un solo retroceso” en materia abortista y que los socialistas no
permitirán ninguna regresión en materia de aborto. La ministra de Sanidad por
un lado y la vice del gobierno, Yolanda Díaz (PCE), por otro, insistieron en
esa misma línea, mientras las asociaciones subsidiadas por el chiringuito de Igualdad,
se movilizaban definiendo el protocolo como una “coacción”.
En principio, las cosas parecían claras: el PP se había decantado
a favor de la propuesta de Vox y ésta expresaba la opinión del gobierno. Esto
quedaba reforzado por el hecho de que cuando García-Gallardo realizó el anuncio,
estaba acompañado por el portavoz de la Junta y secretario de Economía y Hacienda,
Carlos Fernández (PP). Pero, los hechos, posteriormente, han demostrado la “falta
de cuajo”, tanto de Fernández Mañueco como del propio Núñez Feijóo.
Éste último ha callado, consciente de que buena parte de su
partido aprueba, acepta y elogia las medidas contenidas en el “protocolo sobre
el aborto” de la Junta de CyL. Sin embargo, la nueva “cara amable” del partido,
Borja Semper, se ha declarado contrario, indubitablemente, a las medidas
propuestas. Y esto ocurre, cuando Díaz Ayuso ha puesto en marcha en Madrid
medidas tímidas, pero medidas, al fin y al cabo, para reducir el número de
abortos y estimular la reflexión antes de abortar (un “teléfono de la vida”
para mujeres dubitativas).
Así pues, en este momento, la sensación que el ciudadano tiene es
que el PP está partido en dos almas: un “alma progre” y un “alma conservadora”.
La primera estaría representada por el propio Feijóo, a pesar de su silencio (que,
en el fondo, indica pusilanimidad en el mejor de los casos, o bien desinterés
por la cuestión, o en el peor de los casos, identidad con la política proabortistas
del pedrosanchismo), la segunda sería mayoritaria en algunas regiones y
especialmente en el bastión madrileño (que estaría próximo a las posiciones de
Vox en esta materia).
¿ABORTISMO O ANTIABORTISMO?
La biología ha demostrado desde hace poco que, desde el momento
mismo de la primera partición celular, ya hay un “ser en potencia” en el
vientre de la madre. Desde ese mismo momento, lo que porta una mujer en su
vientre no es un amasijo anárquico de células, como podría ser un tumor, sino
que es posible identificar de qué célula derivará el cerebro, de que otra los
miembros, de donde saldrá el futuro corazón. La vida, la vida humana, ya está
ahí presente. En potencia, dispuesta a convertirse en acto. Si esto es así -y
la biología ha demostrado que es así- no estamos hablando de “la madre”, sino
de un “nuevo ser”. Abortar, es destruir todas sus potencialidades futuras.
Si hay un derecho en todo esto, el de proteger la vida del feto,
se sitúa por encima del derecho a disponer libremente de su destino. El
protocolo de CyL parece, pues, razonable y, en absoluto, se trata de una medida
“extremista”, ni mucho menos de la privación de un “derecho fundamental”. En
realidad, las medidas propuestas tienden a que la elección sea consciente y se realice
teniendo en cuenta todos los elementos y no el simple deseo de quitarse un
engorro de encima.
Entonces ¿a qué se debe esa ambigüedad de unos y esa hostilidad
manifiesta de otros en el PP?
No basta atribuirlo a “intereses electorales”. Estos, ciertamente,
existen, y de ahí el silencio de Feijóo, pero también las evidentes reticencias
de la dirección central del PP.
ALGUNAS CONCLUSIONES
No debemos olvidar que, tras el ascenso de Feijóo a la dirección
del PP, su programa fue tender una mano al pedrosanchismo. Esto duró hasta que
se interrumpieron las negociaciones para la renovación de la cúpula del poder
judicial, cuando Feijóo entendió que el pedrosanchismo estaba negociando a sus
espaldas con ERC la tabla rasa por la cuestión del “procés”. Hasta ese momento,
su política era: “la única política de alianzas que valoramos es con el PSOE”.
A partir de entonces, se introdujo una rectificación: “sólo pactaremos con un
PSOE renovado” en alusión a los presuntos disidentes de la “línea Sánchez”.
Pero, la posibilidad de un “PSOE renovado”, sin Sánchez, solamente se daría en
el caso de que el hundimiento electoral de este partido fuera absoluto
(similar, por cierto, al que se ha producido en la Comunidad de Madrid). Y eso
no es evidente.
Puede entenderse que Feijóo quiera cultivar el aspecto “centrista”
de su partido y atraer los restos del Cs y votos socialistas horrorizados por
la deriva del pedrosanchismo. Pero, a estas alturas, ese nicho de votos es muy
pequeño y es por donde ha ido creciendo el PP estos últimos meses: hoy,
verosímilmente, ya no da más de sí.
Entonces ¿a qué se debe esta postura de la dirección del PP?
La dirección de este partido no ha entendido la tendencia general
de las sociedades más desarrolladas: enfrentarse sin miedo, directamente y sin
más tapujos, medias tintas y actitudes timoratas al “bloque progresista” que ha querido ir demasiado lejos y demasiado rápido en sus medidas de "ingeniería social". Ha
ocurrido en EEUU, acaba de ocurrir en Brasil, en Europa ha ocurrido en Francia
y en Italia. Estas sociedades están, literalmente, fracturadas en dos: a un
lado el “bloque progre”, al otro el “bloque conservador”.
Es cierto que los primeros tienen con ellos, a las instituciones
internacionales, responsables de las “agendas” (ONU y UNESCO), es cierto que las
grandes acumulaciones de capital se sitúan a su lado… pero también es cierto
que, a este bloque, la guerra de Ucrania, le ha restado buena parte de su base
y que los “países BRICS” están hoy fuera de su órbita. También es cierto que el
“bloque progre” en EEUU solamente ha logrado presentar a un anciano aterosclerótico,
con las facultades mentales muy mermadas, para las elecciones de 2020 y no
parece que tengan en el bolsillo a otro para las de dentro de dos años; o que
en Brasil solamente han encontrado a un chorizo convicto como presidente; o que
en países como Canadá, Francia o Italia, incluso en Ucrania, los líderes del “bloque
progre”, sean actores con muchas ambiciones y pocas ideas, que se mueven como
veletas ante las directivas de las “agendas”. Sin olvidar que en parte de
Europa, ya gobiernan y en Francia, Macron no podrá resistir mucho tiempo el
caos social que ha heredado y que él mismo genera. De momento, la sociedad
francesa, como demostraron las últimas elecciones presidenciales, está partida,
también en dos, con la diferencia de que el bloque que apoya al presidente es
variopinto y el que se le opone resulta mucho más homogéneo.
En España, se da la circunstancia de que vivimos los hechos
políticos con una década de retraso. Aquí, desde la transición se vive el “sueño
del centrismo” (que fue válido en la transición, pero que se desmoronó cuando
concluyó). Desde entonces, el PP ha intentado conquistar el espacio centrista y
esto ha falseado la realidad política española: la tendencia general en Europa -y
en todo el mundo- es a la desaparición del “centrismo” y a la decantación entre
“progres” y “conservadores” (con todos los matices que se quiera).
En realidad, una mirada del PP en la actualidad indica la
naturaleza del problema: el partido tiene dos almas; de hecho, las ha tenido
siempre: ha podido mantenerse hasta la segunda década del milenio simplemente
porque Fraga, renovando a Cánovas, había decretado: “sin enemigos a mi derecha”.
Pero, ahora, ya no se da esa situación: ahora existe Vox. La lógica sugeriría
que Vox y el sector conservador del PP, terminasen formando un único partido y
que el sector “progre” de la derecha adquiriera su verdadera dimensión y se
encaminara hacia donde lo han hecho todos los “centrismos” en nuestro país: al
basurero de la historia.
Y, si se nos apura, estamos convencidos de que esto ocurrirá en
menos de 10 años. Quizás en 5, tras un nuevo paso del PP (“sólo o en compañía
de otros”) por el gobierno de la nación. Entonces se percibirá la incapacidad y
el desinterés del PP con resolver los grandes problemas del país (educación,
inmigración, delincuencia, sanidad, paro) con la excusa de dar prioridad a la
solución de los problemas económicos, herencia del pedrosanchismo, como Rajoy
debió resolver la papeleta heredada del zapaterismo. Pero esto es poco, muy
poco: y la sociedad va a demandar mucho más.
El caso del “protocolo sobre al aborto” y de la crisis generada en la Junta de CyL es un síntoma, el epicentro de un fenómeno que tiene causas profundas.