miércoles, 16 de febrero de 2022

CASADO: LA OTRA PATA DE LA “AGENDA 2030”

 

Llama -y mucho- lo ocurrido tras las elecciones de Castilla y León. El PSOE histérico, no tanto por su inapelabre derrota, como porque el gobierno que pudiera salir de esas elecciones pudiera contar con la presencia de Vox o el apoyo, o depender de los votos de la formación de Abascal. Los voceros del PSOE ya lo han advertido por activa y por pasiva: si el PP pacta con Vox se describirá a sí mismo como un partido “fascista y anti Agenda 2030”. Incluso algunos dirigentes socialistas están dispuestos a abstenerse en la votación para elegir presidente, facilitando la investidura de Mañueco. Esa misma ha sido la reacción del “sector casadista” del PP: hay que huir de cualquier acuerdo con Vox. Vox tiene que aparecer siempre como partido apestado, extremista, ultra y… anti-agenda 2030, por tanto, cualquier pacto con esta formación será desaconsejado por Génova.

No todos, desde luego, están de acuerdo con este criterio que generará una polémica interior insoportable para el PP y, mucho más, en estos períodos pre-electorales y de crisis del pedrosanchismo. Pero, claro está, cada “barón del PP” tiene sus propios intereses que, por supuesto, están por encima de los de la sigla azul. Ayuso, por ejemplo, no puede prescindir del apoyo de Vox. El primer toque de atención fue ayer la enmienda a la totalidad a la Ley de Defensa de la Autonomía Financiera con la que Ayuso quiere “blindarse” ante las subidas de impuestos sistemáticas del pedrosanchismo. Para Vox eso equivaldría a crear un “independentismo” fiscal madrileño, al estilo de las aspiraciones de los nacionalistas catalanes o vascos. La cosa no es importante porque lo más probable es que una ley así fuera recortada por el Tribunal Constitucional, pero, en cualquier caso, el choque es significativo y hay que leerlo como un toque de atención a Ayuso y, más que a ella, al PP de Casado: “si proseguís con la política de demonización de Vox, lo tendréis grave para gobernar, incluso allí donde habéis ganado las elecciones”.

La postura de Vox es bastante lógica, pero la del PP de Casado era la esperada y a la que está obligada la derecha liberal: para ella, todo lo que se decide en el Foro Económico Mundial es “palabra de ley”, no queda más remedio que seguirla o integrarse en el pelotón de los marginados (los Orban, los cristiano-nacionalistas polacos, los populistas, la extrema-derecha). Y Casado no quiere esa ubicación: lo suyo es el “centrismo”, perfectamente acorde con la Agenda 2030: avances mesurados en las leyes LGTBIQ+ y en la temática “igualitaria”, inmigración masiva y sin límites, cambio climático como prioridad, no modificar los planes de estudio de los colegios, no revertir las medidas de ingeniería social aplicadas desde la llegada de ZP al poder, procurar que los progresos hacia los objetivos fijados por el Foro Económico Mundial se realicen a paso “lento pero seguro”, no tocar nada de la vertebración del Estado Español y, por supuesto, administrar con más racionalidad los fondos europeos que el pedrosanchismo. Eso es todo. Aquí empieza y terminan los objetivos del PP. Claro que hay más diferencias, pero palidecen ante lo esencial.

Y esto ocurría ya en 2019 cuando, tras los resultados electorales, creíamos que era posible una coalición PP-PSOE, inducida por la Merkel. Pero la opinión pública no estaba preparada. No se había realizado la consabida tarea de “adoctrinamiento” en esa dirección. Ahora se está empezando a trabajar. Todo pasa por la “demonización” de Vox y la creación de un esquema políticos similar al francés (en donde los “populismos” nunca pueden acceder al poder por que en las “segundas vueltas” electorales se manifiesta la “gran coalición” que siempre genera un “tercio excluso” (Marine Le Pen) o al alemán (en donde cuando se prevé un ascenso de los populismos o en momentos de crisis, basta con que los dos grandes partidos pacten su “gran coalición” uniendo a socialdemócratas y democristianos). En ambos casos, de lo que se trata es de estructurar provisionalmente un “partido único” que pueda actuar como rodillo para cortar cualquier posibilidad de disidencia efectiva, incluso de tímidas disidencias.

Los escenarios para nuestro futuro político, tras las próximas elecciones generales son tres:

- Una victoria del PP que nunca podrá ser por mayoría absoluta y que requerida para gobernar el concurso de Vox.

- Una victoria del PP con mano tendida al PSOE para formar una “gran coalición”.

- Una victoria del PP con el “apoyo crítico”, del PSOE o de Vox, absteniéndose en la votación de investidura.

Todo, evidentemente, dependerá de las simetrías parlamentarias que resulten de un nuevo proceso electoral. Pero lo cierto es que, de todas las opciones, la que es desaconsejada por el Foro Económico Mundial y por la UE, es la primera, que, a fin de cuentas, parecería la más razonable. Porque, de momento, el partido más próximo al PP, sigue siendo Vox y esta formación, sigue siendo una especie de “PP Auténtico”.

Lo que parece claro es que las esperanzas de que se desvaneciera el “efecto Vox” (y que se conjurase lo que, en principio, no era más que una escisión, como ocurrió con el antiguo PADE), ya se han volatilizado. Vox es una realidad política, mucho más sólida que Ciudadanos, y que parece que va a prolongar su vida en el tiempo. El PP, desde su creación y desde los tiempos de la Alianza Popular de Fraga, tenía claro que su hegemonía dependía solamente de que no aparecieran enemigos “a su derecha”. Por el momento, Vox no es un “enemigo” del PP, sino más bien un “aliado” y, en cualquier caso, un rival electoral sólido… que puede convertirse en enemigo en cualquier momento.

Si se produce esa eventualidad -el choque del PP con Vox- no está muy claro cómo reaccionarán las bases del PP. De hecho, el gran problema de Casado es que resulta imposible de valorar la reacción de las bases electorales del PP ante la eventualidad de una “gran coalición”. Casado ganaría el poder, pero perdería una parte del partido. Lo que, traducido quiere decir, que un sector favorable a aliarse con Vox, se integraría en esta formación. Y ahí es donde entra en juego la polémica, la rivalidad y el instinto de supervivencia de la Ayuso. Casado debe de tener cuidado con los pasos que da a partir de ahora, porque se juega una escisión dentro de su partido y el tránsito de cuadros regionales a Vox.

POSTADA

Hasta ahora, hemos expuesto las posibilidades y las posibles evoluciones. No hemos dado nuestra opinión. Sentimos náuseas de la partidocracia (único calificativo que tiene el régimen político español), se nos revuelven las tripas ante unos partidos -todos- que anteponen sus intereses a los de la nación, sentimos asco ante el maniobrerismo y el tacticismo de unos y de otros -de todos- y, experimentamos la más profunda tristeza por una nación que se está hundiendo, que ya no puede garantizar la seguridad de sus hijos, en donde no se duda que esa generación lo pasará peor que la de sus padres y, lo peor de todo, que ni usted ni yo, ningún ciudadano de a pie, podemos hacer nada, sino soportar con resignación lo que venga.

Yo les recomendaría distanciamiento y alejamiento de la política. No es el terreno para hombres justos, ni para “buenas personas”.