La noticia no ha
ocupado ni los grandes titulares de los digitales, ni tampoco ha parecido
interesar en las redes sociales: Marruecos y Argelia han roto relaciones
diplomáticas. ¿El motivo? Una vez más, desacuerdos que se prolongan desde hace 60
años y que van in crescendo. Marruecos ha tardado en reaccionar ante Argelia
desde que el pasado mes de octubre de 2020, el Polisario, inopinadamente
decidió reemprender una guerra que tiene perdida por anticipado y que, incluso
de triunfar, se convertiría pronto en una verdadera guerra civil a la vista de
que la población actual del Sahara no es la que tenía en 1975, cuando
empezó todo.
EL SAHARA, EL
POLISARIO, ESTA ES LA CUESTIÓN
Hoy el Sahara
está poblado más por marroquíes que por auténticos saharauis. Mohamed VI y su
padre Hassan II, optaron por la “alternativa romana”, es decir, la práctica
habitual en la antigua Roma de convertir a los legionarios licenciados tras
años de servicio, en propietarios de lotes de tierra en las zonas conquistadas
del Imperio. La monarquía alauita ha hecho algo parecido: convertir a antiguos soldados
en propietarios de parcelas de arena. Esto ha contribuido a que el referéndum por
el que apostaba España desde 1973 hasta nuestros días, sea absolutamente
inviable. La única salida es la negociación y, si se nos apura, un “Estatuto de
Autonomía” (lagartuak) para la non nata República Saharaui o, casi
mejor, para la antigua provincia española del Sahara Occidental.
Como puede
intuirse, Argelia mantiene abierto artificialmente el conflicto y lo seguirá
manteniendo mientras convenga a sus intereses desestabilizar al vecino. Algo
parecido hizo Francia en los años 40-50, manteniendo fotos de terrorismo
republicano que podían moverse libremente en su territorio para tratar de
desestabilizar España y lo que hizo España en los años 60, pagando con la misma
moneda y convirtiéndose en base de retaguardia, logística y aprovisionamiento
para la OAS que luchaba, bombazo y fusil en mano por la Argelia Francesa contra
De Gaulle. Los franceses no lo olvidaron y luego utilizaron a ETA como carta
para negociar con España. Así que antecedentes históricos no faltan.
LA FALSA
ESTABILIDAD DE PAÍSES HABITUALMENTE INESTABLES
La estabilidad
de Marruecos es más falsa que unas tetas de silicona o que la vaginoplastia de
un transexual. Y la de Argelia no le va a la zaga (como unos labios de bótox o
una faloplastia construida con colgajos de aquí y allí). Ambos países
arrastran problemas internos que se remontan a varias décadas. Ni uno ni el
otro son paraísos para los “derechos humanos” que tanto preocupan a los progres.
Ambos tienen los mismos problemas: fundamentalismo islámico, un crecimiento
demográfico endiablado, falta de infraestructuras, estructuras democráticas
para satisfacer al Fondo Monetario Internacional y obtener créditos e inversiones,
pero que no se corresponde en nada con la estructura política real. La
democracia formal es en ambos países una entelequia. La falta de perspectivas
no es mayor que en cualquier otro lugar de África, pero lo que les caracteriza
es que ambos países están a dos pasos de Europa y, además de su propia
presión demográfica, deben de soportar la procedente de los países
subsaharianos.
La escalada de
tensión no es nueva. De hecho, las fronteras entre ambos países estaban
cerradas desde 1994, a pesar de que el Polisario hacía tiempo que no utilizaba
las armas. Y es que el Polisario es sólo una excusa, la verdadera fuente del
problema es la ideología del “Gran Marruecos”, la ficción geopolítica que
aspira a integrar las regiones argelinas de Tinduf y Bechar (como ha hecho con
el Sahara y con Ifni y que aspira a hacer con Ceuta, Melilla, las Islas
Adyacentes y las Canarias) y el que Argelia se sienta amenazada territorialmente.
Argelia, claro está, tampoco se ve libre de culpas: ha intentado, no en una,
sino en muchas ocasiones alimentar el fundamentalismo en Marruecos para
desestabilizar el trono de Rabat.
Cuando la
ministra española de asuntos exteriores cometió el inmenso e incomprensible
error de autorizar a que el secretario general del Polisario, Brahim Galli, entrada
en España como “personaje distinguido” y fuera tratado en una clínica riojana,
sin avisar a Marruecos, este país reaccionó de una manera desmesurada y
autorizó a que 9.000 marroquíes, literalmente, “invadieran” Ceuta y Melilla.
Estaban en su derecho a la vista de que el Polisario había declarado la
apertura de hostilidades con Marruecos desde Octubre. La metedura de pata del
gobierno español fue incalificable y Mohamed VI todavía no la considera
saldada.
¿LA “GUERRA FRÍA” ARGELINO-MARROQUÍ PASARÁ A “CALIENTE”?
Y es que Marruecos
es hipersensible en sus relaciones con España. Algo que, igualmente, ocurre con
Argelia en sus relaciones con Marruecos. En realidad, Argel no tiene
motivos suficientes para romper relaciones con Marruecos -al menos, no más que antes-
y ha tenido que alegar la “profanación de una bandera argelina en Casablanca”
¡en 2013!, y la defensa marroquí en la ONU de la independencia de la Cabilia
bereber argelina o el apoyo de Rabat a los grupos opositores, terroristas según
el presidente argelino, que operan en el país.
La tensión no es
nueva y viene repitiéndose periódicamente desde la independencia de Argelia en
1962. La diferencia estriba en que un conflicto entre ambos países, en
estos momentos, tendría consecuencias inenarrables para España y, en menor
medida, para la Unión Europea. Un conflicto de este tipo es absolutamente
posible, tal como están evolucionando las cosas en el Magreb y a tenor de los
agravios que argelinos y marroquíes se lanzan entre sí. Sin olvidar,
naturalmente, que la industria armamentística mundial exige nuevos conflictos cuando
los más añejos quedan saldados. Y el final de cuatro décadas de guerra en
Afganistán hace necesario abrir un nuevo frente de conflicto en otro escenario,
si se quiere que las fábricas de armas sigan siendo rentables…
EL PROBLEMA
ALIMENTARIO Y ENERGÉTICO EN ESPAÑA
El primer
problema sería alimentario. Los sucesivos gobiernos españoles que permitieron
que la entrada en la UE supusiera el desmantelamiento de la casi totalidad de
nuestra industria pesada a cambio de unas migajas a modo de compensación, nunca
exigió que nuestro país, ya que veía liquidada lo esencial de su industria
estratégica, a modo de justa compensación, hubiera tenido la posibilidad de
convertirse en el “granero de Europa” (lo que hubiera devuelto importancia
estratégica a nuestro país: quien controla el flujo de alimentos, controla
también la vida de los pueblos). En lugar de eso, los gobiernos, tanto del
PSOE como del PP y, por supuesto, la coalición frankensteiana que gobierna hoy,
jamás vetaron -y podían hacerlo- acuerdos en materia agrícola de la Unión
Europea con los países del Magreb y con el Estado de Israel, lo que ha
provocado el que, además de nuestra industria pesada, también nuestra
agricultura haya sido redimensionada a la baja y registre hoy una notable pérdida
de vigor. Hoy la UE es el principal socio comercial de Marruecos. Las exportaciones
marroquíes a la UE suponen casi el 70% del total de ese país. Y, de todos los
países de la UE, España es el principal receptor de productos marroquís, el 40%
de las exportaciones totales de Marruecos a la UE.
Con Argelia,
además de alimentario, el problema es también energético. Las cifras de
intercambios comerciales son algo más bajas, pero igualmente espectaculares: la
UE absorbe el 55% de las importaciones procedentes de Argelia. En lo que se
refiere a España, existe una dependencia en materia de importaciones de gas,
siendo este país, el segundo cliente africano y el tercer proveedor africano
con un volumen 3.900 millones de euros en comprar españolas. Hay que recordar
aquí que cuando se firmaron los primeros acuerdos para la venta de gas argelino
a España, durante el gobierno de Felipe González, se eligió el trazado más
absurdo para el gaseoducto que debía trasladarlo a España: ¡a través de
Marruecos! Con lo cual, el entonces rey Hassan II, podía, chantajear a España,
simplemente, cerrando el grifo. Hubo que esperar a la llegada de Aznar para que
se construyera un segundo gaseoducto que eludía el tránsito por el “enemigo del
Sur”.
En otras
palabras, un “conflicto caliente” entre Argelia y Marruecos, repercutiría,
no solamente en la bolsa de la compra y en las tarifas energéticas, sino en la
carestía de productos de primera necesidad y en la elevación de los precios de
la energía.
LA INMIGRACIÓN MASIVA CON LA EXCUSA DE LOS “REFUGIADOS”
Pero este no es
el gran problema. Este es uno más de los problemas que pueden suscitarse en
Europa a causa de un conflicto armado. El otro es la habitual “catástrofe
humanitaria” que acompaña inevitablemente a este tipo de conflictos. El
eufemismo “catástrofe humanitaria” encubre la mucho más real y cruda esencial
del problema: “inmigración masiva”, amparado en el “derecho de asilo”. Obviamente,
nadie serio puede creer que los argelinos y marroquíes que huyeran de una
eventual guerra entre ambos países, iban a establecerse en Túnez o en
Mauritania… Dado que, como dice el refrán, “la ocasión la pintan calva”, ese
sería el escenario más adecuado para que en pocas semanas llegaran a España, un
mínimo de cuatro a cinco millones de inmigrantes más. Y no solo eso, sino que
lo más presumible, a la vista de las relaciones tradicionales entre ambas
comunidades, lo normal sería que convirtiesen nuestro país en un nuevo
escenario para resolver sus pendencias y agravios mutuos. Está claro, que
los argelinos prefieren Francia (allí en más de 2.000 zonas urbanas son
mayoría, las zonas de “non droit”, o eufemísticamente llamadas por el
gobierno “zonas particularmente sensibles”) y los marroquíes se
quedarían en España (donde, por su parte, tienen numerosas comunidades poco o
nada integradas, especialmente en Levante, Cataluña y Andalucía).
Una nueva oleada
migratoria resultaría insoportable para la UE y, en especial para nuestro país.
Aumentaría asindóticamente la actividad de “bandas étnicas”, la
delincuencia, el lastre económico que supondría subvencionar a, entre cuatro y
cinco millones de inmigrantes inintegrables en el mercado laboral, obligaría a
aumentar la presión fiscal sobre las clases medias.
Lo peor es que esto
se haría aceptable gracias a campañas constante de “carácter humanitario” que evitarían
aludir a los problemas innegables que cabalgan con la inmigración masiva y
descontrolada. Este tipo de campañas, como se sabe, hacen las delicias de
progres, de partidos de izquierda, de ONGs (que se frotan las manos pensando en
un aumento de sus presupuestos) y de “humanitarios” incapaces de ver el vaso
medio vacío.
LOS “REFUGIADOS
AFGANOS”, ENSAYO GENERAL CON TODO
Así pues, es
necesario observar, día a día, la evolución de este conflicto y estar
preparados para lo peor. Igualmente, debería seguirse al día lo que ocurre en
Afganistán por motivos análogos. Dos, en realidad, comercio de la heroína y
lugares para la instalación de los refugiados. Si los talibanes tienen algún
lazo con los que gobernaron hasta 2001, lo cierto es que van a atacar el
problema de los cultivos ilícitos con fuerza. En resumen: contrariamente a lo
que dicen los medios de comunicación oficiales, perseguirán el cultivo de opio,
con el resultado de que disminuirá el tránsito de heroína por la “ruta de la
seda” que termina en el “corredor musulmán de los Balcanes” (la Tracia turca, bosnia,
Kosovo, Albania…) por el que circula esta droga. Subirán los precios de la “paperina”
y aumentará la delincuencia para poder pagarse la dosis diaria. No vale la pena
discutir cuál de las dos interpretaciones es la correcta: el mejor barómetro
para comprobar si llega más heroína (como pronostican los medios y los
gobiernos occidentales) o disminuye (como han prometido los talibanes y cómo
hicieron hasta 2001), es observar, a finales de año si el precio de esta
droga en la calle ha subido o bajado.
En cuanto a los
refugiados, lo normal hubiera sido que los “colabos” y los “traductores”
afganos hubieran pedido refugio en Pakistán, en la India o en cualquier otro
país islámico de Asia Central. Europa no les debe nada: se les ha pagado
religiosamente y arrancarlos de su entorno antropológico parece algo ilógico,
incluso por “razones humanitarias”.
Por otra parte,
no hay que olvidar que la caída del gobierno afgano se ha debido a que,
durante dos décadas ha sido una mera entelequia sostenida por los marines y por
las fuerzas de la OTAN. Cuando este ha faltado, se ha desplomado como un
castillo de naipes. El billón de dólares inyectado en aquel conflicto por
los EEUU y los 1.000 millones de euros aportados por España, no es que se hayan
difuminado, es que han ido a parar en grandísima medida a las redes de
corrupción afgana, grandes y pequeñas. Y, claro está, la llegada a Kabul de
los talibanes ha liquidado todo esto.
No es raro
que los “grandes corruptos” ya hayan huido y que entre los que esperan la evacuación,
abunden “pequeños corruptos”. Pues bien, los “grandes corruptos” parecen
decididos a quedarse en Arabia Saudí, Dubái, Qatar y demás emiratos en donde
podrán vivir como los jeques locales. En cuanto a los “pequeños corruptos”,
junto a los traductores, a sus familias, al inevitable cuñao y al amigo
del alma, son los que van a llegar ¿a Europa? No, sobre todo a España, pues
no en vano, cuando el Gran Impresentable ha conseguido hablar con el Gran Arterioesclerótico
(Sánchez y Biden) ha sido para que el primero recibiera órdenes del segundo: “Chaval:
encárgate de la evacuación”.
El primer paso
está siendo hacerlos llegar a las bases norteamericanas de Rota y de Morón.
Luego, allí se hará la selección, los que interesen por algún motivo a los
EEUU, serán embarcados y el resto se quedará en España. Personajes del
calibre de Pere Aragonés o Nuria Colau ya se han ofrecido para acoger “a los
que haga falta”. Es la eterna cantinela de los progres carpetovetónicos: cuantos
más inmigrantes acojamos, más humanitarios pareceremos. Total, la factura
la pagará el ciudadano medio.
En los próximos
meses, llegarán oleadas de afganos a la Unión Europea. Será el ensayo general
con todo para cuando se desate el conflicto entre Marruecos y Argelia. Y que
nadie lo dude, de producirse ese conflicto será la hecatombe y el final de
Europa. ¿O es que creéis que va a salir gratis? No sólo lo pagaremos con
nuestros impuestos, sino que lo pagaran nuestros hijos, porque Europa, ya no es
“nuestra”, es un engendro “multicultural”, “mestizo” y “poliétnico”, inviable,
inestable y detestable. Por este orden.