lunes, 9 de agosto de 2021

Georges Valois y el Faisceau. Primera exportación del fascismo italiano (1 DE 4) - El Círculo Proudhom

La andadura política de Georges Valois podrá parecer a algunos contradictoria e incluso excesiva e incoherente, sin embargo, a poco que se examine su origen y su desarrollo se descubre en ellos un sentido y una perspectiva que nos sitúan en el centro del drama de todas las “terceras vías”, es decir en los problemas que encuentran los “productos de síntesis”, problemas de adaptación, de comprensión y de orientación final. El Faisceaux constituido por Valois tempranamente, no fue solamente el primer partido que se declaró émulo del fascismo italiano sino el que más vivo mantuvo el recuerdo de los orígenes del fascismo originario. Más incluso que el propio Mussolini. Quien considera que el fascismo es la suma del nacionalismo y del socialismo verá en Valois la quintaesencia de este movimiento.

 

Contestar a la pregunta de “¿qué fue el fascismo?” equivale a encontrar su cuna. Desde el punto de vista doctrinal hay que dar la razón al profesor Zeev Sternhell cuando explica que el fascismo nace de la colusión entre “cierta extrema–derecha” y “cierta extrema–izquierda” y que el germen del fenómeno ya había aparecido en la Francia de finales del siglo XIX cuando el “nacionalismo” fue a confluir con el “socialismo” en el seno de círculos políticos, culturales y sindicales franceses particularmente reducidos. Ya a finales del siglo XIX tomó forma en Francia la idea de unir nacionalismo y socialismo, patriotismo y ansias de justicia social, lo que constituiría, finalmente, la “esencia del fascismo”. En el “movimiento amarillo”, en círculos neo–boulangeristas y en nacionalistas radicales estaba implícita esa tendencia.

Al mismo tiempo, el socialismo francés, a diferencia del alemán, tenía un nivel teórico relativamente bajo, no había conseguido pasar completamente de la etapa “utópica” a la etapa “científica” y los partidarios de Marx en aquel país tenían poca fuerza y un nivel teórico relativamente bajo. Así mismo, el poderoso movimiento antisemita francés de la época respondía no tanto al deseo de desvelar el supuesto papel de Israel en política y en economía, como de condenar los manejos de los financieros y de la banca considerada como “judía” que atentaban contra el bienestar y los intereses del trabajador francés. Podríamos hablar, en rigor, de un “antisemitismo de clase”, mucho más que de un antisemitismo religioso (como el originario) o de un antisemitismo “nacional” (como el que había aparecido en Alemania de la mano de Paul de Lagarde. Cfr. Israel capital Tananarive, RHF–VI, págs. 54–85).

Para Sternhell –aunque su tesis es discutida entre otros, como veremos, por Alain de Benoist– el precedente del fascismo como ideología nació en la belle époque y en un espacio que abarca desde 1870 hasta 1914 es posible detectar movimientos que pueden calificarse sin riesgo de error como “pre–fascistas”. Los viveros de esta tendencia son fundamentalmente dos: el sindicalismo y el boulangismo.

Se entiende por boulangismo al primer movimiento político francés formado en torno al general Boulanger que agrupaba a bonapartistas, monárquicos y nacionalistas de un lado y de otro a socialistas utópicos, blanquistas y radical–socialistas. La síntesis doctrinal formada por Boulanger implicaba cuatro elementos que estarán presentes como médula esencial del fascismo histórico:

- el papel del líder que se sitúa por encima de la historia y que crea la historia;

- el Estado fuerte que impone su voluntad sobre las fuerzas disgregadoras de la nación,

- el Nacionalismo que hace de la nación el sujeto histórico principal y

- las políticas sociales a favor de las clases trabajadoras.

Estos elementos, unidos a un proyecto de reforma de la sociedad y del Estado en base al corporativismo (cuyos máximos teóricos fueron de origen francés), están todos presentes en el fascismo mussoliniano de manera tan nítida que resulta imposible considerarla casual.

En lo que se refiere al sindicalismo aparecen hacia finales del XIX y principios del XX, siempre en Francia, una serie de corrientes disidentes del sindicalismo oficial que oscilan entre el nacionalismo y el socialismo. El nombre de “nacional–sindicalismo” es quizás el que más le conviene en la medida en que algunas terminan integrándose en Action Française (como el grupo de Terre Libre que se integraría en 1910, procedente del anarquismo y dirigido por Émile Janvion uniendo a su sindicalismo tres rasgos que también estarán presentes en los fascismos: antirepublicanismo, antisemitismo, antimarxismo y antimasonismo). Así mismo, la aparición del “movimiento sindical amarillo” entrará dentro de esta categoría, si bien el más centrado desde el punto de vista doctrinal será el Cercle Proudhom que aparece en 1911 de la mano de miembros de Action Française entre los que se cuenta a Georges Valois que luego sería fundador de Le Faisceau, la primera organización fascista que nació fuera de Italia, objeto de este estudio (1).

El fascismo francés nunca alcanzó el nivel de desarrollo que tuvo en otros países, pero sí demostró una inusitada riqueza doctrinal ausente en otras latitudes (como España en las que tuvo un papel histórico mucho mayor especialmente a partir del 18 de julio de 1936, pero su “calidad doctrinal” es mucho más baja). De ahí deriva su interés. El fascismo francés, a diferencia de otros fascismos, no se contaminó con el ejercicio del poder, fue un fascismo en estado puro en el que son fácilmente perceptibles sus distintas componentes. De ahí la importancia del movimiento de Georges Valois: no solamente fue el primero, sino que en su accionar se percibe un alto grado de dinamismo no condicionado tacticismos ni conveniencias que deformaron en buena medida otras experiencias fascistas (como la española, especialmente, pero también incluso la alemana o la italiana en las que los regímenes adaptaron sus principios a la realidad impuesta por las necesidades del gobierno).

El círculo Proudhon (I) La polémica

El profesor Sternhell (y no sólo él, sino también James Gregor en Young Mussolini and the Intellectual Origins of Italian Fascism, University of California, Berkeley 1979 y Robert Soucy en Le fascisme français, 1924–1933, PUF, Paris 1989) ha visto en el Círculo Proudhom un ejemplo de pre–fascismo que sería el eslabón de enlace entre la “derecha revolucionaria” francesa de finales del siglo XIX y el movimiento fascista propiamente dicho. El Círculo Proudhon está situado en uno de esos lugares privilegiados de la historia que permiten armar esta teoría de los eslabones intermedios. Para Sternhell, dicho círculo habría sido un laboratorio de ideas en el que fueron a confluir gentes procedentes de distintos horizontes: sindicalistas procedentes del anarquismo decepcionados por masas obreras volubles y sin suficiente conciencia de clase como para asumir que su destino era la destrucción del capitalismo, nacionalistas monárquicos procedentes de Action Française, socialistas influidos por corrientes utópicas pre–marxistas. La síntesis daría como resultado una forma de pre–fascismo que permitió posteriormente ya en los años 20–30 aludir a esta corriente histórica con la ecuación “Socialismo + Nacionalismo = Fascismo”, o, por utilizar palabras de Sternhell: la “síntesis socialista nacional”. 

Pero no todos están de acuerdo con este planteamiento que Sternhell analiza a lo largo de tres amplias obras de referencia. Uno de los opositores a esta tesis es Alain de Benoist quien en su ensayo Le Cercle Proudhon, entre Edouard Berth et Georges Valois (versión on line en http://www.alaindebenoist.com/pages/textes.php?cat=orientation&lang=fr) intenta desarbolarla, en nuestra opinión sin conseguirlo del todo, pero sembrando serias dudas sobre su solidez.

Empieza Benoist negando rigor al término “pre–fascismo”; para él la andadura del Círculo Proudhon es una anécdota, la experiencia personal de un grupo reducido de personas solamente una de las cuales pasará al fascismo, e incluso a un fascismo muy sui generis, Georges Valois. No se puede –para Benoist– elaborar a partir de una causa tan pequeña (la trayectoria de una sola persona), un eslabón extremadamente importante –como intentará Sternhell– que abarque tanto a Francia como a Italia y llegue hasta Mussolini.

Explica Benoist que los documentos del Círculo no influyeron decisivamente en ninguna de las corrientes del fascismo de la primera hora (véase a este respecto artículo en la Revista de Historia del Fascismo, nº III, titulado Orígenes del Fascismo, págs. 50–90). De estas corrientes, sólo una, la sindicalista revolucionaria, podía haber experimentado esta influencia, pero en lugar de formarse en función de elaboraciones intelectuales allende los Alpes, tuvo una concreción mucho más prosaica: el intervencionismo de los Filippo Corridoni, Amilcare De Ambris, Michele Bianchi, Angelo Oliviero Olivetti, Paolo Orano, Sergio Panunzio, Enrico Leone, Ottavio Dinale, Luigi Fontanelli, Tomaso Monicelli, etc. (Ver a este respecto artículo publicado en la RHF-III, titulado Fascismo uno y trino, págs. 47-99)

Benoist alude a la polisemia de términos como “socialismo” o “sindicalismo” y plantea la cuestión en relación a la “síntesis socialista nacional” de Sternhell: “Sería necesario saber lo que había en 1911 de “nacional” en Berth y Sorel y lo que había verdaderamente de “socialista” en Valois y sus amigos”. Y él mismo responde: “En ambos casos, la respuesta es poco”. El itinerario de Sorel y de Berth es el mismo (…) La experiencia de La Cité Française y del Círculo ha mostrando la gran apertura de espíritu de Georges Sorel, su independencia intelectual respecto a las nociones de derecha y de izquierda, cuya oposición le parecía no recubrir nada más que dicotomías secundarias o artificiales. Pero no basta ciertamente para hacer de él un hombre de derechas, un nacionalista y, aún menos, un “proto–fascista”. Más justa es la etiqueta de “revolucionario conservador” que le fue atribuida por Michael Freund”.

Las dos posiciones son claras: para Sternhell el Círculo Proudhon es “proto–fascista”, para Alain de Benoist está en la línea de los “revolucionarios conservadores” (cabría preguntar: ¿acaso los “revolucionarios conservadores” no eran otra forma de proto-fascismo?). Los puntos de referencia son distintos e, incluso, podíamos decir, parciales. Sternhell ha intentado explicar “todo” el fascismo a través de los movimientos de síntesis que aparecieron en Francia entre 1880 y 1914, algo que, en principio parece excesivo; pero Benoist hace otro tanto: buen conocedor de los movimientos político–culturales de los años 30 en el ámbito germano, lo que hace es atribuir al Círculo Proudhon una etiqueta cuya polisemia no es menos peligrosa: ¿qué es un “revolucionario conservador”? ¿Es Jünger? ¿Es Evola?, ambos muy diferentes entre sí pero que compartían idéntica etiqueta. Y, por otra parte, ¿la definición que hace, por ejemplo Armin Mohler de la “revolución conservadora” a quién se aplica? ¿al grupo de Jünger? ¿A los “nacionalistas revolucionarios”, a los “jóvenes conservadores”, a los “tradicionalistas revolucionarios” a lo Julius Evola? Y, para terminar, ¿acaso no es todo esto un sector político fronterizo pero anexo, en definitiva, a formas de fascismo que aparecieron en los años 20 y 30 que tenían como característica común una síntesis de patriotismo y nacionalismo con políticas sociales avanzadas y un extendido sentimiento antiburgués? Y si se admite esto último se admitirá también que las distintas interpretaciones sobre el origen del fascismo son meras trampas semánticas. Allí donde aparecen estos tres elementos (patriotismo, políticas sociales y espíritu antiburgués) allí aparecen formas más o menos definidas de fascismo que  serán fascismo propiamente dicho, pre–fascismo o neofascismo según el momento histórico en el que hayan aparecido: por pura convención, antes del Ventennio, en el Ventennio o después del Ventennio.

La tesis de Benoist tampoco parece excesivamente sólida cuando alude a Georges Sorel. En efecto, el teórico del sindicalismo revolucionario no fue un nacionalista en el sentido jacobino, es más, se opuso siempre a cualquier forma de jacobinismo, pero no así al patriotismo. Nuevamente la polisemia de los términos traiciona a los analistas: una cosa es el nacionalismo maurrasiano (basado en la tradición francesa), otra el nacionalismo jacobino (basado en el concepto del individuo como “enfant de la patrie”) y otra cosa el patriotismo (impulso natural basado en el instinto territorial modulado en forma de sentimiento de pertenencia a la tierra natal). Sorel estaba más cerca de este último y muy lejos del Internacionalismo marxista que fue uno de los motivos de su rechazo a esta ideología. Lo que separa a Sorel del fascismo es la importancia que éste atribuye al Estado (como recuerda Benoist)… pero es que si Sorel hubiera reverenciado al Estado no podría ser considerado como un precedente del fascismo, sino como un fascista pura y simplemente.

Por otra parte, los círculos de “síntesis” son proclives al mantenimiento de distintas posiciones y en absoluto se trata de organismo homogéneos. Edouard Berth, co–fundador del Círculo Proudhom no mantuvo las mismas posiciones que Valois y la prueba es que no tuvo arte ni parte en la fundación de Le Faisceau… pero, el propio Berth había escrito: “Fundando con Georges Valois el Círculo Proudhon, en el que proponíamos luchar contra la democracia desde el doble punto de vista nacional y sindical, había inventado casi un fascismo avant la lettre. Por otra parte, en Italia, el sindicalismo revolucionario soreliano sí participó en el nacimiento del fascismo (ver el artículo publicado en el nº III de la Revista de Historia del Fascismo).

El error tanto de Sternhell como de Benoist consiste en tomar al fascismo como un fenómeno monolítico, cuando en realidad sabemos que fue un fenómeno poliédrico en el que existió una “izquierda fascista”, una “derecha fascista” y un “centrismo fascista” en la medida en que al realizar una síntesis entre “lo nacional” y “lo social”, siempre existían componentes que priorizaran lo social, otras lo nacional y, finalmente, en algunas existiera un equilibrio entre las componentes. En este sentido, la política está viciada porque resulta evidente que en la constitución de la “izquierda fascista” (que fue una parte del fascismo, pero no la totalidad del mismo) el sindicalismo soreliano tuvo arte y parte y que una de sus expresiones en Francia fue precisamente el Círculo Proudhon, de lo que se deduce que en el interior de esta formación se ensayó, de manera confusa, por primera vez la síntesis entre “lo social” y “lo nacional”, el espíritu antiburgués estuvo presente y precisamente por todo esto puede ser considerado como uno de los primeros intentos de cristalizar una doctrina nueva              que si se reconoce en algún corpus ideológico a lo largo del siglo XX fue precisamente en la “izquierda fascista”.

El círculo Proudhon (II) ¿“Síntesis fascista”?

En 1913, Charles Maurrás escribía: “Los franceses que se han reunido para fundar el Círculo Proudhon son todos nacionalistas. El patrón que han elegido para su asamblea les ha hecho encontrar a otros franceses que no son nacionalistas, que no son realistas y que unen a ellos para participar en la vida del Círculo y en la redacción de los Cahiers. El grupo inicial comprende hombres de orígenes distintos, de condiciones diferentes, que no tienen en absoluto aspiraciones políticas comunes y que expondrán libremente sus puntos de vista en los Cahiers. Pero, republicanos federalistas, nacionalistas integrales y sindicalistas, habiendo resuelto el problema político o alejándolo de su pensamiento están todos igualmente apasionados por la organización de Ciudad francesa según principios tomados de la tradición francesa que reencuentran en la obra proudhoniana y en los movimientos sindicalistas contemporáneos…” (2). Con estas líneas el fundador de Action Française recuerda cinco elementos que deberemos retener:

1)   -Que el Cercle Proudhon nació en el entorno de Action Française.

2) -     Que una parte de sus miembros no eran monárquicos ni nacionalistas.

3)      Que esa parte procedía del sindicalismo y de círculos federalistas.

4)      Que existían entre todas las componentes un vínculo común: la tradición francesa tal como era recuperada por Proudhon.

5)      Que el Cercle Proudhon era un grupo de reflexión.

La fundación del círculo tuvo lugar el 17 de noviembre de 1911, cuando apenas hacía tres años que había aparecido el número y de la revista L’Action Française (21 de marzo de 1908) con la divisa de “Todo lo que es nacional es nuestro”. Los Camelots du Roi dominaban ampliamente el Barrio Latino de París y no tenían competidores en su terreno: la calle. Tampoco Maurras los tenía entre la intelectualidad francesa que en buena medida había asumido sus tesis o se situaba francamente en el entorno del movimiento. Si todo lo “nacional” era considerado como patrimonio de Action Française, también el sindicalismo revolucionario y el republicanismo federal podían ser considerados como tal. En aquella época, algunos incluso consideraban a Maurras y a su grupo como ajenos a la derecha e incluso las posiciones “sociales” que mantenían les valieron una desconfianza notoria por parte de ese sector político.

Es fácil entender por qué Maurras estaba interesado en promover un círculo de estas características y porqué consideraba que entraba dentro de la “tradición francesa”. En primer lugar, una de las instituciones de mayor arraigo en Francia, incluso en el siglo XX era el “compagnonnage”, hermandades obreras cuyo origen se remonta a la Edad Media y que desde entonces ya defendían los intereses “de clase” de sus afiliados. Organizados en gremios, se trata de organizaciones iniciáticas, verdaderos centros de formación profesional, pero también de perfeccionamiento moral de sus miembros (3). Se trataba –e incluso se trata hoy– de una de las instituciones más populares y con mayor arraigo de la Francia del siglo XIX. El “compagnonnage” había sido uno de los elementos que estuvieron presentes en la constitución del moderno sindicalismo francés, de ahí que Maurras viera en éste movimiento la quintaesencia de la “tradición francesa” y, por tanto, un sector con el que era posible entenderse.

Por otra parte, la alusión a los “republicanos federalistas” no es menos clara. La diferencia entre el nacionalismo maurrasiano y el nacionalismo jacobino residía precisamente en que para el primero Francia era la fusión de distintas regiones y, por tanto, la síntesis debía de aceptar la diversidad francesa y ser su reflejo, mientras que para el jacobinismo la unidad francesa equivalía a liquidar la autonomía de las partes constitutivas y, a fin de cuentas, no era más que el reflejo nivelador e igualitarista que consideraba a todos los ciudadanos como “hijos de la patria” y no como procedentes de las distintas regiones. Los “republicanos federalistas”, a diferencia de los “republicanos jacobinos”, salían en defensa de las características regionales y, por tanto, se situaban en el mismo campo que Action Française.

Así pues, para Maurras, el hecho de tender puentes hacia el sindicalismo y hacia el federalismo, no estaba desprovisto de sentido, sino que reflejaba las referencias doctrinales de Action Française. En su intento de ampliar su audiencia, el maurrasianismo y su “nacionalismo integral” se abría hacia aquellos sectores a los que se consideraban próximos.

El círculo Proudhon (III). Los rostros presentes

La decisión de constituir el círculo la había tomado unilateralmente Valois quien contactó con Maurras para pedir su autorización. Éste último se sentía mucho más próximo al corporativismo francés de René de La Tour du Pin (4) que a las ideas mucho más radicales de Valois y durante un tiempo le fue dando largas. Valois, por su parte, a la vista de las dilaciones intentó constituir un foro que agrupara a sindicalistas y nacionalistas en otros ambientes exteriores a Action Française. El propio Georges Sorel contactado por él, elaboró una declaración de principios para lo que debía ser La Cité Française (1910), una revista de síntesis nacionalista–sindicalista impulsada por Sorel que no llegó a ver la luz. Finalmente, Valois consiguió agrupar a los jóvenes atraídos por el contenido de Reflexiones sobre la Violencia que hasta ese momento militaban en Action Française y, junto con Henri Lagrange lograr que Maurras diera su brazo a torcer y autorizara la formación del Círculo Proudhon. En el primer número de la revista se incluyó una “declaración de intenciones” algunos e cuyos párrafos vale la pena reproducir:

Los fundadores –republicanos, federalistas, nacional integralistas y sindicalistas– han resuelto el problema político o lo han apartado de sus mentes, son todos entusiastas a favor de una organización de la sociedad Francesa de acuerdo a los principios tomados de la tradición francesa que se encuentran en los trabajos de Proudhon y en el movimiento contemporáneo sindicalista y están en completo acuerdo en los siguientes puntos: La democracia es el mayor error del pasado siglo. Si uno desea vida, si uno desea trabajo, si uno desea que en la vida social se pueda poseer la grandeza humana que garantiza la producción y la cultura, si uno desea preservar y aumentar la moral, intelectual y el capital de la civilización, es absolutamente necesario destruir todas las instituciones democráticas”. Podía decirse más alto pero no más claro…

La experiencia duraría hasta el estallido de la Primera Guerra Mundial que trastocó todo el panorama intelectual de Francia. La mayoría de miembros de círculo fueron movilizados y el propio Valois sería herido en octubre de 1916 en el frente del Epinal (Lorena) tras haber sido ascendido a subteniente y demostrar un comportamiento heroico. Durante la convalecencia escribió sus meditaciones sobre la experiencia bélica: “El siglo pasado hizo de la revuelta una diosa: el legado que recibimos de los sacrificios, es la bondad de la obediencia, madre de la paz y de la justicia. Pero ya que se nos ha enseñado la revuelta, que esta enseñanza nos salve al menos de los falsos dioses. El dinero reina aún insolentemente en este país. Que nuestra revuelta libere al hombre de esta servidumbre, a fin de que el más hermoso reino que exista bajo los cielos pertenezca a las dos fuerzas que han salvado al mundo de la barbarie: el espíritu y la sangre. Tal es la tarea de nuestro siglo”. Son las palabras de alguien que desea que el traumatismo de la guerra haya servido para algo y que cree esperanzado que servirá para algo.

Junto a Valois figura otro nombre que siempre se cita parejo al suyo como coautor de la idea de constitución del Cercle Proudhon: Édouard Berth. Berth fue sin duda el más fiel y próximo discípulo francés de Georges Sorel, como antes lo había sido de Proudhon y era, ante todo, un sindicalista que consideraba que la clase obrera debería de ser el germen de la nueva sociedad por la que luchaba. La debilidad teórica del marxismo francés en aquella época había hecho que el antiguo “socialismo utópico” (Proudhom pertenecía a esta corriente, no lo olvidemos) no hubiera sido reemplazado por el “socialismo científico” sino por distintas corrientes que no siempre tenían los contornos nítidos (y que, por lo demás, permitieron a Sternhell elaborar su tesis). Una de ellas es el sindicalismo revolucionario al que se adscribía Berth.

Hasta 1909, Berth recorre los ambientes heterodoxos del socialismo francés: el grupo formado en torno a la revista Mouvement Socialiste, luego se unirá al reformismo de Alexandre Millerand (entonces recién expulsado de la SFIO) que terminó pareciéndole excesivamente moderado, para recalar finalmente en el entorno de Georges Sorel. A pesar de ser un hombre de izquierdas, solía insistir en los aspectos “éticos” y “heroicos” de los procesos revolucionarios e incluso era un gran admirador de la antigüedad clásica, lo que, unido a su rechazo absoluto a la democracia parlamentaria y a la burguesía, lo sitúa en una corriente muy próxima al futuro fascismo. Estos ideales terminó encontrándolos en el entorno de Action Française y eso le llevó a esa organización donde conoció a Valois. La andadura del Cercle Proudhon sería inconcebible sin él.

Tras el paréntesis bélico, experimentó una breve atracción por el bolchevismo que se disipó inmediatamente terminó la guerra civil y se pudo percibir el verdadero rostro de la URSS: burocratización, despotismo, incapacidad para salir del subdesarrollo, y lo que Berth llamaba “termitismo”, esto es, la despersonalización absoluta de las grandes masas y la subordinación de todo lo humano a los intereses de la producción y del Estado. En 1935, había completado el viaje de retorno al sindicalismo revolucionario que había abandonado en 1909; fallecería poco después en 1939 (5).

La idea que lleva a Berth al Cercle Proundhom es que Sorel y Maurras se complementan e incluso los compara a Apolo y Dionisos aprovechando la mitología griega puesta de actualidad por las obras de Nietzsche: “Action Française que, con Maurras, es una encarnación nueva del espíritu apolíneo, por su colusión con el sindicalismo que, con Sorel, representa el espíritu dionisíaco, va a poder alumbrar un nuevo gran siglo, uno de esos éxitos históricos que, tras ellos, dejan el mundo mucho tiempo tanto deslumbrado como fascinado” (6).

Valois aprendió pronto que los intentos de organizar estructuras fuera de Action Française eran prematuros y estaban abocados al fracaso, especialmente cuando lo que había detrás era una voluntad, una intención, pero en absoluto, medios ni banderín de enganche. Por lo demás, en esa época, Action Française estaba considerado como un movimiento de oposición, en absoluto como un movimiento ultra–conservador como lo sería más tarde y existía una tendencia “obrerista” con la que se podía tender la mano al sindicalismo nacido a la izquierda.

Junto a Valois y Berth aparece un tercer impulsor del proyecto: Henri Lagrange, militante de choque de Action Française que había sido detenido en numerosas ocasiones. En junio de 1911 intentó agredir y logró insultar al presidente de la República en Rouan lo que le costó seis meses de prisión. Dado que cumplió su estancia en la cárcel como preso común y no político, su suerte hizo que se recogieran declaraciones de intelectuales y artistas favorables a que se la aplicara un régimen más acorde con su delito. Cuando salió de su estancia en prisión era uno de los hombres más famosos de Francia y, desde luego, el ídolo de los estudiantes de Action Française cuya jefatura asumió. En 1913 será expulsado del partido a causa de su activismo desenfrenado. Morirá en octubre de 1915 en el frente del Marne. Aún hoy se discute quién atrajo a quién a su proyecto: si Valois a Lagrange o a la inversa. El primero reconoció que Lagrange intentaba crear desde hacía años un grupo de estudios económicos dentro de Action Française, él, Valois asumió esta idea y le dio un nombre vinculado a la figura de Proudhon.


GEORGES VALOIS Y EL FAISCEAU (1 DE 4)

GEORGES VALOIS Y EL FAISCEAU (2 DE 4)

GEORGES VALOIS Y EL FAISCEAU (3 DE 4)

GEORGES VALOIS Y EL FAISCEAU (4 DE 4)

GEORGES VALOIS Y EL FAISCEAU (Anexo)

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