Podría pensarse
que la llegada de los talibanes a Kabul había puesto término a la guerra de
Afganistán (esto es, a un negocio multimillonario para los contratistas norteamericanos
que se repartieron un billón de dólares entre 2001 y 2001). Pero no, una semana
después de que pareciera que habían terminado cuarenta años de guerra, las
cosas se están poniendo -de nuevo- cuesta arriba en aquel país. Hoy la prensa
publica tres noticias que así lo presagian. Vamos a comentarlas.
1. “NO HAY
PRUEBAS DE QUE BIN LADEN ESTUVIERA TRAS EL 11-S”
Algunos, desde
el primer momento, pensamos que era imposible que un tipo perdido en cuevas en
Afganistán pusiera en marcha el mecanismo infernal que terminó desencadenando
los “extraños” ataques del 11-S a las Torres Gemelas y al Pentágono. Ni nos
lo creímos entonces, ni nunca lo hemos creído. En mayo de 2001 publicamos “La
Gran Mentira” que demostraba, con las pruebas de que se disponía en aquel
momento, que el atentado pudiera ser obra de Bin Laden y nos inclinábamos a
pensar que se trataba de la clásica operación de “bandera falsa” que sirvió
como casus belli para la invasión de Afganistán primero (con la excusa de que
allí se encontraba Bin Laden) y de Irak más tarde (con la excusa de que Saddam
Hussein manejaba las redes terroristas internacionales y disponía de “armas de
destrucción masiva”).
Hoy se sabe que
todo lo relativo a Iraq fueron mentiras trenzadas para que Bush hiciera
aceptable para la opinión pública el ataque y se hiciera acompañar en las
Azores por Blair y Aznar. Y en cuanto a la presencia de Bin Laden en
Afganistán, la lógica indica que hubiera sido mucho más efectivo, adecuado y
barato, articular una operación de comando para secuestrar a Bin Laden -si tan
peligroso era-, llevarlo a los EEUU, presentar en un tribunal las pruebas de su
participación en el 11-S, oir a su defensa y emitir un juicio. En lugar de
eso -que era algo que el Estado de Israel ya había hecho en 1961 secuestrando
ilegalmente a Adolf Eichman en Argentina y juzgándolo en Israel- se optó por la
salida más gravosa y problemática. Y, para colmo, Bin Laden ni siquiera fue
encontrado (sobre la operación que llevaron a cabo los EEUU en Pakistán durante
el período Obama, todo son sombras y ni siquiera puede tomarse en serio que el
ejecutado -si lo hubo- fuera Bin Laden.
En la primera
década del milenio los “negacionistas” lanzaron abundantes vídeos, blogs,
testimonios e informaciones, sobre lo “extraño” de los atentados del 11-S.
Pero, de entre todas las informaciones, había una que llamaba la atención: desde
el primer momento, se dio a Bin Laden como autor del crimen ¡sin que existiera
absolutamente ninguna prueba fehaciente de su participación! Más aún: ningún
tribunal hubiera admitido las pruebas que se presentaron contra la docena de rostros
árabes que aparecieron como implicados en el crimen. De hecho, a poco que
se rasque sobre el tema y se escuchen los argumentos “negacionistas”, se
percibe que aquel atentado -como tantos otros de la época- nunca fue juzgado
por los tribunales, ni existen culpables sobre los que pesen pruebas. En otras
palabras: hoy se ignora por completo, no sólo quiénes fueron los autores
materiales de la muerte de 2.977 personas, sino incluso quién fue el “autor
intelectual” del 11-S.
Pues bien, nos
habíamos olvidado ya de todos estos elementos cuando, de repente, los talibanes
entran en Kabul. Los esperábamos fanáticos, catetos y, como el mulláh Omar que
acogió a Bin Laden en su país, incapaces de entender los códigos de comunicación
occidentales. Creíamos que iban a mostrarse amenazadores, petulantes después de
su victoria, proclamando que su victoria es el primer paso para la “yihad
mundial”. Y resulta que no: estos se saben defender mejor que aquellos
primeros talibanes de hace 20 años y manejan mejor “el relato”. Verán.
El portavoz de
los talibanes, Zabiullah Mujahid en declaraciones a la NBC ha dicho
textualmente al periodista Richard Engel: “No hay pruebas de la implicación
de Bin Laden en el 11-S”, para aclarar más adelante: “No hay
justificación para esta guerra. Fue una excusa para la guerra”. El hecho de
que lo diga un dirigente talibán puede parecer una declaración interesada. La
NBC, como El Mundo que ha reproducido la noticia en España, la acompañan
del inevitable comentario de que, en un vídeo emitido el 29 de octubre de 2004,
en vísperas de las elecciones presidenciales de EEUU, un supuesto Bin Laden
declaró ser el autor del crimen. Olvidan, por supuesto, decir que el vídeo está
universalmente reconocido como falso, con un tipo malamente caracterizado como
Bin Laden, con evidentes diferencias a pesar del maquillaje, la túnica, el
turbante y la distancia desde la que fue filmado, no es la prueba que
hubiéramos esperado…
¿Por qué es
importante esta noticia? Por que los talibanes, al menos en este punto, tienen
todos los visos de tener razón. Si quitamos toda la hojarasca que cubre el 11-S,
lo que encontraremos es precisamente una falta de pruebas sobre la autoría.
Los “negacionistas” habían perdido fuelle en los últimos años. Tratar de
demostrar que hubo “operación bandera falsa” era muy difícil y, además, sus
pruebas eran circunstanciales (pero si hubieran podido ser admitidas en una
investigación judicial). Los “negacionistas” habían sido hostilizados, tachados
de “anti-americanos” e, incluso, en algún caso, asesinados. Estaban cansados de
tratar de demostrar algo que el público norteamericano se negaba a creer.
Los talibanes
tienen una espina clavada: aquel atentado justificó 20 años de guerra y muchos
muertos, la destrucción de su país y el que su nombre quedara asociado al
terrorismo internacional. Y, si logran asentarse en el gobierno, están dispuestos
a poner en marcha de nuevo el caso, con la intención de que algún juez se
decida a reabrir el sumario y a que la justica de los EEUU entre en juego para
esclarecer responsabilidad, que, estamos seguros, no hay que buscar en cuevas
afganas, sino en los corredores de la Casa Blanca o en algún rascacielos de
Manhatan.
2. BIDEN: NO
ESTÁ CLARO QUIEN ESTÁ EN EL TIMÓN EN LOS EEUU
Las noticias
de la RT rusa sobre el mal estado de salud de Biden son constantes. No son
falsas, en la medida en que siempre vienen acompañadas por filmaciones de
declaraciones del presidente. En ellas se evidencia que Biden está aquejado de alguna
enfermedad degenerativa que ya empezó a manifestar públicamente durante la
campaña electoral. No se trata de las habituales caídas al subir al
helicóptero o al bajar por una escalera, son las palabras y el contenido de muchas
de sus alocuciones públicas. Confunde poblaciones, se muestra errático, cara
abotargada, pinganillo eternamente en el oído, inexpresividad facial,
comentarios inoportunos en muchas ocasiones, erróneos en otros, repite
incoherencias de lugar y tiempo, da la sensación de que, de un momento a otro,
va a caer o a quedarse dormido… Durante la campaña electoral, se dijo que todo
esto eran artimañas del malvado Trump. Pero ahora, la campaña hace tiempo
terminó y las pruebas del mal estado mental del presidente de los EEUU no
dejan de acumularse. Quien desee verlas en youtube las puede encontrar con
facilidad y juzgar por sí mismo.
Biden, al
principio de su mandato estuvo varios meses sin realizar declaraciones en la
Casa Blanca. Los periodistas norteamericanos empezaron a sospechar que “algo”
ocurría. Bruscamente, el presidente volvió a aparecer en la sala de prensa. Se
empezó a sospechar que a través del pinganillo Biden recibe del “control” instrucciones
sobre lo que debe decir y a quien debe dar la palabra en las ruedas de prensa. Un
vídeo que hoy exhibe OK
Diario y otros medios, va en esa dirección: el presidente repitió textualmente
lo que le estaban indicando por el pinganillo, el orden que le habían marcado
dar los turnos de palabra a los periodistas. Eso explica el por qué habla
tan lentamente. Pero ¿qué ocurre cuando el presidente intenta “volar solo” y
explicar algo que no le han dictado por el pinganillo? Ocurre que el “control”
corta el sonido como se ve en este clip reproducido
por RT y que fue filmado el 25 de agosto de 2021.
Ciertamente, los
votos suelen ir a parar a la persona más inoportuna e incapaz de entre los
candidatos, no al mejor entre todos ellos, sino a aquel cuyo equipo ha hecho
mejor campaña electoral. Y suele ocurrir que el poder lo obtenga un obseso
sexual (Clinton, o, incluso, el mismo Kennedy), un paleto iletrado (Georges W.
Bush), un oportunista de pocos escrúpulos (Obama), un ególatra bienintencionado
(Trump) y así sucesivamente. El problema aparece cuando tienen que asumir “el
timón” del que hasta no hace mucho era “el país más poderoso del mundo”. Es
entonces cuando la imagen se desmorona y solamente logra mantenerse a flote
mediante las campañas de “operaciones psicológicas”. En el caso de Biden, es
significativo que el Partido Demócrata colocara como vicepresidente a una mujer
de color que, en condiciones normales, jamás habría podido ser presidenta de
los EEUU por votación popular. Lo más probable es que, antes de un año, Biden
deba retirarse por su estado de salud y Kamala Harris lo sustituya.
Pero el problema
es que, en estos momentos, EEUU se enfrenta a numerosos problemas interiores y
exteriores: regularización masiva de inmigrantes, relaciones con México,
efectos de la retirada apresurada de Afganistán, relaciones con los socios
europeos, disputas comerciales con China acompañadas de disputas geopolíticas,
etc. Y se ignora quién está tomando las decisiones en la Casa Blanca.
Un fantasma está
recorriendo los EEUU: la sensación de que el “timón” está ocupado por un pobre
diablo, aquejado de una enfermedad degenerativa, pero que, en cualquier momento,
en su demencia senil, puede adoptar una decisión brusca e irresponsable que
afecte a todos. Y es en ese momento, cuando se produce la crisis de Afganistán
que muestra de manera absolutamente descarnada y sin apelación posible, la
crisis de la hegemonía norteamericana.
3. NUEVO
INVENTO, EL ISIS-K, PARA UN VIEJO RECURSO: EL TERRORISMO
Se han producido
atentados en Kabul. Las informaciones, de momentos son confusas. Se habla de
dos atentados, uno de ellos en el aeropuerto, que habría costado la vida a 12
soldados norteamericanos. Otras informaciones hablan de 95 muertos y 150
heridos. Todo lo que llega, de momento, es confuso y sujeto a caución. Al
parecer, uno de los atentados se habría producido en la puerta de acceso al
aeropuerto y la otra en el Hotel Baron. Dicen que el Daesh los ha reivindicado…
en Telegram. Las noticias servidas por las agencias indican que “funcionarios
de los Estados Unidos avanzaron que el atentado habría sido cometido por la
filial afgana del Estado Islámico, conocido como Estado Islámico Khorasán
(ISIS-K)”. A través del pinganillo, Biden, en rueda de prensa a dicho que “lo
pagarán”. Así que ya sabemos lo que va a ocurrir a continuación.
Lo malo de
una bomba es que cualquiera puede reivindicarla. En España, durante la
transición estallaba una bomba y siempre había un subnormal que llamaba y decía
“Hemos sido la Alianza Apostólica Anticomunista” y así quedaba para la
posteridad. Si citamos este caso es porque en 1976 conocimos a uno de estos
habituales de la “reivindicación”. ETA autentificaba la paternidad de sus
atentados llamando siempre al mismo periodista y dándole una clave previamente
establecida. Y no siempre, por que hubo atentados que, a la vista de lo impopular
que fueron, no los reivindicó jamás (el de la Calle del Correo en 1974 en
Madrid que generó una polémica interna y partió a la organización en dos “milis”
y “poli-milis”, partidarios de reconocer el crimen como propio y partidarios
del despiste, respectivamente). Así pues, no todo el que reivindica es el
autor real de un crimen.
En 2005, la
presión de las distintas organizaciones de resistencia iraquíes sobre el
ejército de ocupación, era tal que los servicios de inteligencia optaron por
generar atentados bárbaros que fueran atribuidos a las guerrillas
anti-americanas, los desprestigiaran a los ojos de la opinión pública y
suscitaran luchas fraccionales. En alguna ocasión, que recordemos, la
policía iraquí detuvo a algunos de estos “terroristas de bandera falsa” (que
fueron, por supuesto puestos en libertad por las tropas de ocupación). Sin embargo,
el resultado global fue favorable para la estrategia “contra-isurgente”: nadie
sabía ya quien cometía un atentado, ni contra quien iba dirigido, así que unos
iraquíes comenzaron a luchar contra otros, dando un respiro a las tropas norteamericanas.
La guerra resistencialista contra el ocupante, se convirtió en una guerra
civil entre fracciones iraquíes.
Cualquiera
puede entender perfectamente que los talibanes no hayan dejado libres los accesos
al aeropuerto de Kabul y estén dificultando las salidas del país: entre los que
se van hay muchos con cuentas pendientes con la justicia, corruptos que han
desvalijado las cajas del estado, delatores que han costado muchas bajas y
sangre a los talibanes, gentes capaces de venderse al mejor postor (y, hasta
ahora, los ejércitos occidentales han sido los que han pagado mejor la traición).
De hecho, lo raro es que no hayan inutilizado las pistas del aeropuerto para
evitar nuevos aterrizajes y salidas del país. Por otra parte, las filmaciones
muestran también acumulaciones de gente que se va de Afganistán a través de la
frontera por Pakistán. Los terribles talibanes no ponen dificultades, si bien
solamente permiten que la atraviesen los habitantes de la provincia fronteriza.
Hay una gran diferencia entre estos y los que se van por el aeropuerto de
Kabul: los periodistas occidentales cuando les preguntan porqué se van, la
respuesta es “queremos trabajo y en Pakistán lo hay”. No hemos visto la misma respuesta entre los
que se salen del aeropuerto de Kabul.
O mucho nos
equivocamos, o la nueva estrategia de los EEUU en la zona va a ser, sembrar
el país de atentados mortíferos, en mercados, en plazas públicas, en hoteles,
en mezquitas, que nadie sabrá nunca quién los ha cometido, sumir el país en un
caos absoluto por simple venganza a mantenerlos en jaque durante 20 años. Eso,
o una nueva intervención de aquí a unos meses.
Ahora la “sigla
de fortuna” es el ISIS con añadido de la letra “K”. El problema es que el
ISIS, el de verdad, está desintegrado por el buen hacer de la aviación rusa y
del ejército leal al gobierno del presidente Bashar al-Ásad. Lo que queda del
ISIS está debajo de las piedras en las montañas sirias, haciéndose olvidar y
pasando a los países vecinos para salvar la vida. ¡Y ahora se nos quiere hacer
creer que su sección en Afganistán, inédita hasta ayer y que nunca había salido
a la superficie en ningún frente durante los veinte años de la guerra en aquel
país, es el responsable de dos mortíferos atentados!
* * *
El cui podest?,
“¿a quién beneficia?”, es siempre la pregunta clave para identificar al culpable.
Y, desde luego, los dos atentados no benefician al nuevo régimen afgano, como
el 11-S no benefició al mulláh Omar ni al gobierno afgano de la época. Y, en lo
que se refiere a los EEUU, el mantenimiento de un presidente arterioesclerótico
en el cargo, beneficia especialmente a los grupos de poder que, a fin de
cuentas, son los que están en el “control” dictando por el pinganillo