viernes, 27 de agosto de 2021

INGENUOS LOS QUE CREEIS QUE HA TERMINADO LA GUERRA DE AFGANISTÁN

Podría pensarse que la llegada de los talibanes a Kabul había puesto término a la guerra de Afganistán (esto es, a un negocio multimillonario para los contratistas norteamericanos que se repartieron un billón de dólares entre 2001 y 2001). Pero no, una semana después de que pareciera que habían terminado cuarenta años de guerra, las cosas se están poniendo -de nuevo- cuesta arriba en aquel país. Hoy la prensa publica tres noticias que así lo presagian. Vamos a comentarlas.

1. “NO HAY PRUEBAS DE QUE BIN LADEN ESTUVIERA TRAS EL 11-S”

Algunos, desde el primer momento, pensamos que era imposible que un tipo perdido en cuevas en Afganistán pusiera en marcha el mecanismo infernal que terminó desencadenando los “extraños” ataques del 11-S a las Torres Gemelas y al Pentágono. Ni nos lo creímos entonces, ni nunca lo hemos creído. En mayo de 2001 publicamos “La Gran Mentira” que demostraba, con las pruebas de que se disponía en aquel momento, que el atentado pudiera ser obra de Bin Laden y nos inclinábamos a pensar que se trataba de la clásica operación de “bandera falsa” que sirvió como casus belli para la invasión de Afganistán primero (con la excusa de que allí se encontraba Bin Laden) y de Irak más tarde (con la excusa de que Saddam Hussein manejaba las redes terroristas internacionales y disponía de “armas de destrucción masiva”).

Hoy se sabe que todo lo relativo a Iraq fueron mentiras trenzadas para que Bush hiciera aceptable para la opinión pública el ataque y se hiciera acompañar en las Azores por Blair y Aznar. Y en cuanto a la presencia de Bin Laden en Afganistán, la lógica indica que hubiera sido mucho más efectivo, adecuado y barato, articular una operación de comando para secuestrar a Bin Laden -si tan peligroso era-, llevarlo a los EEUU, presentar en un tribunal las pruebas de su participación en el 11-S, oir a su defensa y emitir un juicio. En lugar de eso -que era algo que el Estado de Israel ya había hecho en 1961 secuestrando ilegalmente a Adolf Eichman en Argentina y juzgándolo en Israel- se optó por la salida más gravosa y problemática. Y, para colmo, Bin Laden ni siquiera fue encontrado (sobre la operación que llevaron a cabo los EEUU en Pakistán durante el período Obama, todo son sombras y ni siquiera puede tomarse en serio que el ejecutado -si lo hubo- fuera Bin Laden.

En la primera década del milenio los “negacionistas” lanzaron abundantes vídeos, blogs, testimonios e informaciones, sobre lo “extraño” de los atentados del 11-S. Pero, de entre todas las informaciones, había una que llamaba la atención: desde el primer momento, se dio a Bin Laden como autor del crimen ¡sin que existiera absolutamente ninguna prueba fehaciente de su participación! Más aún: ningún tribunal hubiera admitido las pruebas que se presentaron contra la docena de rostros árabes que aparecieron como implicados en el crimen. De hecho, a poco que se rasque sobre el tema y se escuchen los argumentos “negacionistas”, se percibe que aquel atentado -como tantos otros de la época- nunca fue juzgado por los tribunales, ni existen culpables sobre los que pesen pruebas. En otras palabras: hoy se ignora por completo, no sólo quiénes fueron los autores materiales de la muerte de 2.977 personas, sino incluso quién fue el “autor intelectual” del 11-S.

Pues bien, nos habíamos olvidado ya de todos estos elementos cuando, de repente, los talibanes entran en Kabul. Los esperábamos fanáticos, catetos y, como el mulláh Omar que acogió a Bin Laden en su país, incapaces de entender los códigos de comunicación occidentales. Creíamos que iban a mostrarse amenazadores, petulantes después de su victoria, proclamando que su victoria es el primer paso para la “yihad mundial”. Y resulta que no: estos se saben defender mejor que aquellos primeros talibanes de hace 20 años y manejan mejor “el relato”. Verán.

El portavoz de los talibanes, Zabiullah Mujahid en declaraciones a la NBC ha dicho textualmente al periodista Richard Engel: “No hay pruebas de la implicación de Bin Laden en el 11-S”, para aclarar más adelante: “No hay justificación para esta guerra. Fue una excusa para la guerra”. El hecho de que lo diga un dirigente talibán puede parecer una declaración interesada. La NBC, como El Mundo que ha reproducido la noticia en España, la acompañan del inevitable comentario de que, en un vídeo emitido el 29 de octubre de 2004, en vísperas de las elecciones presidenciales de EEUU, un supuesto Bin Laden declaró ser el autor del crimen. Olvidan, por supuesto, decir que el vídeo está universalmente reconocido como falso, con un tipo malamente caracterizado como Bin Laden, con evidentes diferencias a pesar del maquillaje, la túnica, el turbante y la distancia desde la que fue filmado, no es la prueba que hubiéramos esperado…

¿Por qué es importante esta noticia? Por que los talibanes, al menos en este punto, tienen todos los visos de tener razón. Si quitamos toda la hojarasca que cubre el 11-S, lo que encontraremos es precisamente una falta de pruebas sobre la autoría. Los “negacionistas” habían perdido fuelle en los últimos años. Tratar de demostrar que hubo “operación bandera falsa” era muy difícil y, además, sus pruebas eran circunstanciales (pero si hubieran podido ser admitidas en una investigación judicial). Los “negacionistas” habían sido hostilizados, tachados de “anti-americanos” e, incluso, en algún caso, asesinados. Estaban cansados de tratar de demostrar algo que el público norteamericano se negaba a creer.

Los talibanes tienen una espina clavada: aquel atentado justificó 20 años de guerra y muchos muertos, la destrucción de su país y el que su nombre quedara asociado al terrorismo internacional. Y, si logran asentarse en el gobierno, están dispuestos a poner en marcha de nuevo el caso, con la intención de que algún juez se decida a reabrir el sumario y a que la justica de los EEUU entre en juego para esclarecer responsabilidad, que, estamos seguros, no hay que buscar en cuevas afganas, sino en los corredores de la Casa Blanca o en algún rascacielos de Manhatan.

2. BIDEN: NO ESTÁ CLARO QUIEN ESTÁ EN EL TIMÓN EN LOS EEUU

Las noticias de la RT rusa sobre el mal estado de salud de Biden son constantes. No son falsas, en la medida en que siempre vienen acompañadas por filmaciones de declaraciones del presidente. En ellas se evidencia que Biden está aquejado de alguna enfermedad degenerativa que ya empezó a manifestar públicamente durante la campaña electoral. No se trata de las habituales caídas al subir al helicóptero o al bajar por una escalera, son las palabras y el contenido de muchas de sus alocuciones públicas. Confunde poblaciones, se muestra errático, cara abotargada, pinganillo eternamente en el oído, inexpresividad facial, comentarios inoportunos en muchas ocasiones, erróneos en otros, repite incoherencias de lugar y tiempo, da la sensación de que, de un momento a otro, va a caer o a quedarse dormido… Durante la campaña electoral, se dijo que todo esto eran artimañas del malvado Trump. Pero ahora, la campaña hace tiempo terminó y las pruebas del mal estado mental del presidente de los EEUU no dejan de acumularse. Quien desee verlas en youtube las puede encontrar con facilidad y juzgar por sí mismo.

Biden, al principio de su mandato estuvo varios meses sin realizar declaraciones en la Casa Blanca. Los periodistas norteamericanos empezaron a sospechar que “algo” ocurría. Bruscamente, el presidente volvió a aparecer en la sala de prensa. Se empezó a sospechar que a través del pinganillo Biden recibe del “control” instrucciones sobre lo que debe decir y a quien debe dar la palabra en las ruedas de prensa. Un vídeo que hoy exhibe OK Diario y otros medios, va en esa dirección: el presidente repitió textualmente lo que le estaban indicando por el pinganillo, el orden que le habían marcado dar los turnos de palabra a los periodistas. Eso explica el por qué habla tan lentamente. Pero ¿qué ocurre cuando el presidente intenta “volar solo” y explicar algo que no le han dictado por el pinganillo? Ocurre que el “control” corta el sonido como se ve en este clip reproducido por RT y que fue filmado el 25 de agosto de 2021.

Ciertamente, los votos suelen ir a parar a la persona más inoportuna e incapaz de entre los candidatos, no al mejor entre todos ellos, sino a aquel cuyo equipo ha hecho mejor campaña electoral. Y suele ocurrir que el poder lo obtenga un obseso sexual (Clinton, o, incluso, el mismo Kennedy), un paleto iletrado (Georges W. Bush), un oportunista de pocos escrúpulos (Obama), un ególatra bienintencionado (Trump) y así sucesivamente. El problema aparece cuando tienen que asumir “el timón” del que hasta no hace mucho era “el país más poderoso del mundo”. Es entonces cuando la imagen se desmorona y solamente logra mantenerse a flote mediante las campañas de “operaciones psicológicas”. En el caso de Biden, es significativo que el Partido Demócrata colocara como vicepresidente a una mujer de color que, en condiciones normales, jamás habría podido ser presidenta de los EEUU por votación popular. Lo más probable es que, antes de un año, Biden deba retirarse por su estado de salud y Kamala Harris lo sustituya.

Pero el problema es que, en estos momentos, EEUU se enfrenta a numerosos problemas interiores y exteriores: regularización masiva de inmigrantes, relaciones con México, efectos de la retirada apresurada de Afganistán, relaciones con los socios europeos, disputas comerciales con China acompañadas de disputas geopolíticas, etc. Y se ignora quién está tomando las decisiones en la Casa Blanca.

Un fantasma está recorriendo los EEUU: la sensación de que el “timón” está ocupado por un pobre diablo, aquejado de una enfermedad degenerativa, pero que, en cualquier momento, en su demencia senil, puede adoptar una decisión brusca e irresponsable que afecte a todos. Y es en ese momento, cuando se produce la crisis de Afganistán que muestra de manera absolutamente descarnada y sin apelación posible, la crisis de la hegemonía norteamericana.

3. NUEVO INVENTO, EL ISIS-K, PARA UN VIEJO RECURSO: EL TERRORISMO

Se han producido atentados en Kabul. Las informaciones, de momentos son confusas. Se habla de dos atentados, uno de ellos en el aeropuerto, que habría costado la vida a 12 soldados norteamericanos. Otras informaciones hablan de 95 muertos y 150 heridos. Todo lo que llega, de momento, es confuso y sujeto a caución. Al parecer, uno de los atentados se habría producido en la puerta de acceso al aeropuerto y la otra en el Hotel Baron. Dicen que el Daesh los ha reivindicado… en Telegram. Las noticias servidas por las agencias indican que “funcionarios de los Estados Unidos avanzaron que el atentado habría sido cometido por la filial afgana del Estado Islámico, conocido como Estado Islámico Khorasán (ISIS-K)”. A través del pinganillo, Biden, en rueda de prensa a dicho que “lo pagarán”. Así que ya sabemos lo que va a ocurrir a continuación.

Lo malo de una bomba es que cualquiera puede reivindicarla. En España, durante la transición estallaba una bomba y siempre había un subnormal que llamaba y decía “Hemos sido la Alianza Apostólica Anticomunista” y así quedaba para la posteridad. Si citamos este caso es porque en 1976 conocimos a uno de estos habituales de la “reivindicación”. ETA autentificaba la paternidad de sus atentados llamando siempre al mismo periodista y dándole una clave previamente establecida. Y no siempre, por que hubo atentados que, a la vista de lo impopular que fueron, no los reivindicó jamás (el de la Calle del Correo en 1974 en Madrid que generó una polémica interna y partió a la organización en dos “milis” y “poli-milis”, partidarios de reconocer el crimen como propio y partidarios del despiste, respectivamente). Así pues, no todo el que reivindica es el autor real de un crimen.

En 2005, la presión de las distintas organizaciones de resistencia iraquíes sobre el ejército de ocupación, era tal que los servicios de inteligencia optaron por generar atentados bárbaros que fueran atribuidos a las guerrillas anti-americanas, los desprestigiaran a los ojos de la opinión pública y suscitaran luchas fraccionales. En alguna ocasión, que recordemos, la policía iraquí detuvo a algunos de estos “terroristas de bandera falsa” (que fueron, por supuesto puestos en libertad por las tropas de ocupación). Sin embargo, el resultado global fue favorable para la estrategia “contra-isurgente”: nadie sabía ya quien cometía un atentado, ni contra quien iba dirigido, así que unos iraquíes comenzaron a luchar contra otros, dando un respiro a las tropas norteamericanas. La guerra resistencialista contra el ocupante, se convirtió en una guerra civil entre fracciones iraquíes.

Cualquiera puede entender perfectamente que los talibanes no hayan dejado libres los accesos al aeropuerto de Kabul y estén dificultando las salidas del país: entre los que se van hay muchos con cuentas pendientes con la justicia, corruptos que han desvalijado las cajas del estado, delatores que han costado muchas bajas y sangre a los talibanes, gentes capaces de venderse al mejor postor (y, hasta ahora, los ejércitos occidentales han sido los que han pagado mejor la traición). De hecho, lo raro es que no hayan inutilizado las pistas del aeropuerto para evitar nuevos aterrizajes y salidas del país. Por otra parte, las filmaciones muestran también acumulaciones de gente que se va de Afganistán a través de la frontera por Pakistán. Los terribles talibanes no ponen dificultades, si bien solamente permiten que la atraviesen los habitantes de la provincia fronteriza. Hay una gran diferencia entre estos y los que se van por el aeropuerto de Kabul: los periodistas occidentales cuando les preguntan porqué se van, la respuesta es “queremos trabajo y en Pakistán lo hay”.  No hemos visto la misma respuesta entre los que se salen del aeropuerto de Kabul.

O mucho nos equivocamos, o la nueva estrategia de los EEUU en la zona va a ser, sembrar el país de atentados mortíferos, en mercados, en plazas públicas, en hoteles, en mezquitas, que nadie sabrá nunca quién los ha cometido, sumir el país en un caos absoluto por simple venganza a mantenerlos en jaque durante 20 años. Eso, o una nueva intervención de aquí a unos meses.

Ahora la “sigla de fortuna” es el ISIS con añadido de la letra “K”. El problema es que el ISIS, el de verdad, está desintegrado por el buen hacer de la aviación rusa y del ejército leal al gobierno del presidente Bashar al-Ásad. Lo que queda del ISIS está debajo de las piedras en las montañas sirias, haciéndose olvidar y pasando a los países vecinos para salvar la vida. ¡Y ahora se nos quiere hacer creer que su sección en Afganistán, inédita hasta ayer y que nunca había salido a la superficie en ningún frente durante los veinte años de la guerra en aquel país, es el responsable de dos mortíferos atentados!

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El cui podest?, “¿a quién beneficia?”, es siempre la pregunta clave para identificar al culpable. Y, desde luego, los dos atentados no benefician al nuevo régimen afgano, como el 11-S no benefició al mulláh Omar ni al gobierno afgano de la época. Y, en lo que se refiere a los EEUU, el mantenimiento de un presidente arterioesclerótico en el cargo, beneficia especialmente a los grupos de poder que, a fin de cuentas, son los que están en el “control” dictando por el pinganillo