miércoles, 4 de agosto de 2021

CRONICAS DESDE MI RETRE: “CAOS, DESORDEN, INESTABILIDAD” (O LA DERIVA ESPAÑOLA DE “LIBERTAD, IGUALDAD, FRATERNIDAD”)

Desde hace casi 250 el leit-motiv de toda democracia es “libertad, igualdad, fraternidad”. Desde entonces, han sido muchos sistemas los que han lanzado su particular interpretación del lema. No olvidemos que, si bien estas tres palabras alumbraron la revolución francesa, fue con ellas con las que los revolucionarios bolcheviques se lanzaron a la calle en 1917 y también el que medio siglo después, redescubrieron sus herederos en mayo de 1968. Y, si se nos apura, hubo que pasar casi otro medio siglo para que el sueño dorado que sugería estas tres palabras se convirtiera en patrimonio de “los indignados”. La diferencia es que, estos últimos quisieron aportar un matiz: “¿igualdad?”, sí, pero a ultranza y ya. Y los cinco ministrillos de “Unidas Podemos” van trabajando sólo en esa dirección, conscientes de que algo solamente puede ser igual a otra cosa cuando ambas carecen por completo de identidad.

Pero esta no es la cuestión. Lo realmente curioso es ver como el lema tantas veces repetido, una vez más, produce monstruos.

En España el semanario El Caso, cuyo ciclo vital se prolongó durante medio siglo, satisfacía las exigencias de morbo de los españoles. Cuando yo era pequeño, los kioscos de periódicos mostraban en sus anaqueles, páginas de los diarios, abiertas, atadas con pinzas para que estimular a los lectores a que los adquiriesen. Mi hábito de lectura se remonta a esa época (segunda mitad de los 50), cuando leía -preferentemente- las columnas de El Caso en los kioscos. Algunas noticias eran escalofriantes. Recuerdo un tipo al que su novia plantó y que quiso dejarse morir de hambre en las montañas. Se refugió en un macizo inaccesible y allí se propuso dejar de comer. Eso de “morir de amor”, siempre me ha parecido una gilipollez. Si uno siente morir de amor, mejor que busque otro amor que le satisfaga. El fulano en cuestión, al cabo de unos días, con la barba hirsuta, demacrado y enloquecido, se alimentaba del rocío de la mañana que sorbía de las hojas. Pasaron pocos días antes de que se decidiera a comer hierba. Ahí fue cuando unos excursionistas lo vieron y dieron cuenta a la Guardia Civil. Y es que España ha tenido siempre madera para folletines. El Caso se nutría en buena medida de este tipo de “sucesos”. Los crímenes dignos de tal nombre estaban generados por el hambre, el desamor y el subdesarrollo. Luego, en los años de la democracia, lo esencial de la criminalidad pasó a estar dominado por la corrupción política y por la droga. Ahora, ambos jinetes del Apocalipsis siguen compitiendo hoy a corta distancia con bandas étnicas, y los crímenes gratuitos.

Ver la tele estos días -desde mi retiro veraniego- me ha hecho pensar: en uno de esos canales generalistas, un programa veraniego de tardes, daba cuenta de asesinatos y delitos cometidos en esta España que ya no es la de Puerto Hurraco, ni de los Marqueses de Urquijo, del tipo que comía hierbajos por desamor: es la España de las bandas étnicas (asesinatos, agresiones y palizas en los lugares más distantes, diariamente y sin descanso), de los delitos inexplicables (okupaciones continuas), de los inocentes en la cárcel (como  el abuelo que ha ingresado en cárcel por defender su propiedad ante quien quería robarle) y de los progres clamando por los derechos de los delincuentes, o de los crímenes gratuitos, sin contar con anuncios de televisión que claman al cielo (¿qué me decís de ese anuncio de un sistema de seguridad que cuando detecta delincuentes en un hogar ¡arroja humo para ahuyentarlos!? ¿no hubiera sido mejor gas mostaza o, en su defecto, un gas inmovilizante para que la policía los pillara con las manos en la masa y los enviara sin apelación a prisión?). Solamente pasando revista a la crónica de sucesos, se pueden llenar dos horas largas de programación.

Esto sin contar con los telediarios en donde la gestión del gobierno se ha convertido en una selección de disparates que han llevado a Sánchez y a sus comparsas a ser el gobierno peor valorado de Europa. Sánchez dice que es por la gestión de los de Podemos, pero no: es por la suya propia. Al buen psicópata solamente le interesa él y nada más que él. Cada día, la gestión del gobierno, sin excepción, es la crónica de un sinsentido. Y, por cierto, que tampoco la oposición es que lo esté haciendo de maravilla: aquí ya empiezan a hacer falta movilizaciones de masas, ocupaciones de ministerios y de centros administrativos, para forzar elecciones antes de que el gobierno Sánchez termine distribuyendo entre los “amigos” y entre las “comunidades desafectas” los fondos europeos por llegar. (Hago aquí un inciso: estaba leyendo un artículo en el que Dominique Venner recuerda que, tras la Segunda Guerra Mundial, De Gaulle dio orden de que se revisarán en profundidad las cuentas del gobierno de Vichy presidido por el Mariscal Pétain y reputado de haber colaborado con los alemanes. Los inquisidores abrieron expediente a los 117 ministros que había tenido Pétain entre 1940 y 1944 y ¡no encontraron un solo caso de enriquecimiento ilícito, ni rastros de prácticas corruptas!)

Esta democracia nuestra está avejentada: Apenas tiene 44 años y ya está con un pie en la tumba y en vida artificial. En realidad, está así desde mediados de los 80, cuando la ciudadanía más consciente empezó a pensar que esto de la democracia no eran ningún chollo y que algo estaba fallando. Desde entonces, todo ha ido de mal en peor. Hoy, la democracia española es algo tan desagradable como ver a una pareja de caníbales marcarse un 69.

Si queda alguien que mantiene las esperanzas en que esto puede cambiar, será mejor que acuda a la farmacia y pedir un reforzante cerebral: la dirección de caída, sobre todo una trayectoria que viene prolongándose durante tanto tiempo, es irreversible y no puede sino llegar hasta sus últimas consecuencias. Hoy, las estamos próximos a alcanzar ese punto. ¿La prueba? Que el lema idealista e idealizante de LIBERTAD, IGUALDAD, FRATERNIDAD, se ha trocado en CAOS, DESORDEN E INESTABILIDAD. El que tenga ojos que vea.

Aunque a Sánchez le queden dos telediarios en el gobierno (casi podría aplicársele el shakesperiano: “llegará al 2022, pero Sánchez no pasará el 2022”), los males acumulados por su gestión (y las anteriores), son de tal calibre que no se trata ya de ver si el vaso está medio lleno o medio vacío, sino de reconocer que el vaso está roto en mil pedazos. Y el “vaso” es nuestro país, nuestra sociedad, nuestra identidad, nuestra economía y nuestras instituciones.

Si tu lema es ORDEN, AUTORIDAD, IDENTIDAD, éste ni es tu gobierno, ni tu sistema, ni tu escala de valores. Reconócelo y actúa en consecuencia.