jueves, 17 de noviembre de 2016

SUPERSTICIONES, SECTAS Y SEGUNDA RELIGIOSIDAD


Pocas sociedades han estado tan alejadas de los valores religiosos como la nuestra, pocas tan materialistas y alejadas del mundo de los valores espirituales sin embargo, pocas sociedades como esta han sentido con tal fuerza la atracción por lo paranormal, entendido como superstición. Mientras las religiones tradicionales han entrado en una crisis irreversible y el positivismo parece imponerse por todas partes, los fumadores se resisten a  encender tres cigarrillos con una sola cerilla, el vuelco de un salero o unas tijeras abiertas son miradas con espanto y la ruptura de un cristal provoca sensación de una catástrofe irreversible y no es casual que el más devastador virus informático tenga como nombre "Viernes 13".

La superstición y todo lo que cabalga con ella -sectas, mancias, ocultismo, etc.- ocupan una parcela importante en los procesos degenerativos del mundo moderno: demuestran hasta qué punto la credulidad han sustituido a la religión de los ancestros y a la verdadera espiritualidad.

EL CONCEPTO DE SUPERSTICION

Nuestra cultura es altamente tributaria de la clásica y es en ella en donde hay que encontrar el origen de los significados culturales y etimológicos de conceptos y palabras que, como "superstición", están extremadamente difundidos en la actualidad habiéndose perdido el significado de los orígenes.

Para Cicerón "superstición" deriva de "super-stare", estar encima; "superstes" sería pues, el testigo, aquel que ha sobrevivido a un acontecimiento y puede dar fé de él; su carácter de superviviente implicaba que se gozaba de la protección de los dioses. 

A partir de aquí el concepto fue variando en el mismo ámbito del Imperio Romano. Los supersticiosos pasaron a ser los arúspices y adivinos; procedentes de la antigua Etruria, vencida y desvastada por Roma pero de la que los latinos incorporaron algunos aspectos de su sistema religioso; a partir de entonces la "superstitio" tuvo una connotación peyorativa. Los patricios romanos terminaron por oponer "religio" a "superstitio", ésta última sería la forma corrompida de la primera, su exajeración, lo que hoy llamamos fundamentalismo.

El retórico romano Lactancio, convertido al catolicismo, inició una cruzada contra el paganismo y muy en especial contra el culto a los dioses domésticos y familiares, los manes y lares,  identificando la "superstición" con el culto a estos genios domésticos. Finalmente sentenció que "la religión es el culto de la verdadera fé y la superstición de la falsa", idea que tuvo mucho éxito y pudo prolongarse a lo largo de la edad media.

El mismo San Agustín escribió un tratado "De las Supersticiones" en el que demostró ampliamente que éstas eran prácticas paganas e idolátricas que habían logrado sobrevivir. Las asimilaba a la adoración de figuras no divinas. San Agustín explicaba que todos los hombres utilizan signos para comunicarse, su observación de las prácticas satánicas le indicó que los diablos y los hombres se comunicaban también a través de marcas y símbolos, era con ellos que se sellaban los pactos diabólicos y se vehiculizaban las maldiciones y males de ojo. Pues bien, estos eran llamados por San Agustín "signos supersticiosos".

Más recientemente, hasta nuestros días y en nuestro ámbito cultural se ha considerado como superstición toda creencia extraña a la fé católica y contraria a la razón. Es difícil explicar, para esta doctrina, las interpolaciones entre catolicismo y religión que existen aun visibles en muchas parroquias y diócesis: la sangre de San Genaro, el culto a reliquias que jamás han podido pertenecer a quienes se les atribuye o las herraduras que aun hoy pueden verse en las puertas de la Iglesia barcelonesa de Sant Martí de Provençals, o la fé con que los fieles católicos pasaban por la joroba de mendigos situados en la puerta de las iglesias, los décimos de lotería o, incluso, el por qué, hasta no hace mucho, un católico consideraba pecado nombrar una culebra.

HECHICERIA, MAGIA, BRUJERIA Y SUPERSTICION

Existen distintos conceptos susceptibles de ser confundidos con las supersticiones. En ocasiones se producen interferencias entre superstición y magia. Se entiende generalmente por magia tradicional la manipulación de fuerzas suprasensibles mediante procedimientos codificados que produce los efectos paranormales esperados; los textos antiguos inducen a pensar que la magia estuvo extendida hasta tiempos relativamente recientes; los grandes humanistas del Renacimiento, incluido Pico della mirandola y Giorgano Bruno, eran adictos y practicantes de las artes mágicas, resulta difícil explicar como mentes tan preclaras cayeron en este tipo de práccticas. 

Todo induce a pensar que el mago conseguía manipular fuerzas todavía no conocidas e identificadas por la ciencia y que él, mediante un entrenamiento adecuado conseguía "sentir" en un primer momento y luego utilizar en aras del logro de los obbjetivos perseguidos. La magia implicó una técnica, una transmisión regular a través de una escuela tradicional y unos resultados objetivos que posibiliten establecer un nexo causal entre el ritual empleado y el resultado producido. La superstición, en cambio, supone un precepto puntual, en absoluto un rito, ni la percepción de fuerzas suprasensibles, por tanto su reducción al universo mágico es arbitraria y errónea.

En cuanto a la brujería implica una utilización de procedimientos mágicos y productos tóxicos dirigidos al control de fuerzas que se presumen maléficas, persiguiendo unos resultados perjudiciales para algún sujeto. Es en el terreno de la brujería en donde hay que situar los "pactos diabólicos", las misas negras y las distintas formas de satanismo. La brujería occidental, en su génesis, supuso una alteración de los antiguos cultos telúricos y orgiásticos en un sentido demoníaco: mientras que el Dios católico asumió los carácteres de los antiguos dioses solares y sus atributos, el diablo, en la interpretación teológica medieval, derivó directamente de los antiguos dioses telúricos y ginecocráticos. Es evidente que las supersticiones no tienen nada que ver con todo esto.

Sin embargo, los niveles más bajos de la brujería generaron la aparición de la hechicería. Esta se situaba en un nivel muy inferior a su matriz originaria y, desde luego, muy por debajo de la magia tradicional, sin embargo asumía carácteres degenerados de ambos fenómenos. De la magia tomaba unos principios generales: la posibilidad de "capturar" fuerzas sutiles presentes en la naturaleza y "cargar" con ellas determinados objetos -amuletos, fundamentalmente- o mediante una serie de rituales causar perjuicios o inducir actitudes no deseadas conscientemente en sujetos hacia los que apuntaban sus prácticas. La hechicería fue un producto de la sociedad rural en la que la transmisión oral de unos conocimientos a lo largo de generaciones y generaciones produjo una inevitable degeneración de la técnica, ya de por sí muy simple y primitiva. Muchas de las técnicas de hechicería, finalmente, derivaron en supersticiones puras y simples: el uso de amuletos, ha constituido la forma más patente de este fenómeno. 

SUPERSTICIONES HORIZONTALES Y VERTICALES

Extremando nuestro análisis sobre las supersticiones podríamos establecer una clasificación atendiendo a su implantación en la sociedad. Nos encontraremos con supersticiones extendidas a todos los ambientes sociales; la creencia en que pasar bajo una escalera, el evitar levantarse con el pie izquierdo, la aversión al número 13. Estas supersticiones comunes a todos los grupos sociales e incluso extendidos a distintos horizontes geográficos, pueden ser llamadas en rigor "horizontales", a diferencia de aquellas otras extendidas solo a grupos profesionales. La aversión al color amarillo entre las gentes de la farándula, el colocar sábanas de color para el primer servicio en los burdeles a fin de obtener buenos beneficios ese día, etc. Estas serían las supersticiones verticales.

Es difícil viajar al origen de todas estas supersticiones. Algunas de ellas parecen dictadas por los imperativos de la lógica: si uno pasa bajo una escalera tiene mas posibilidades de que le caiga algo que se está manipulando encima que si pasa esquivándola; otras nacieron de viejas tradiciones ancestrales: la aversión al número 13 deriva del número de apótoles más Cristo de los que uno le traicionó, pero esto no explica el por qué en otras latitudes tiene un sentido mirífico; para entenderlo había que remontarse al mito del Grial; en efecto, los caballeros de la Tabla Redonda eran 12 pero existía un treceavo asiento que era propiedad de "el caballero elegido"; quien llegaba a Camelot y se sentaba en el treceavo asiento veía el suelo abrirse bajo sus pies, había que esperar al "caballero elegido", es decir dotado de un poder sobrenatural e innato, para que tomara posesión de ese asiento. Esto explica el sentido favorable del número 13 en los países anglo-sajones.

De hecho las supersticiones horizontales tienen como denominador común alguna antigua tradición degenerada o un mito que, expandido a través de la literatura, ha impregnado a la totalidad de la sociedad. Las supersticiones verticales tienen su origen en algún episodio maldito protagonizado por algún profesional de renombre, capaz, por su prestigio mismo, de crear un estado de alarma generalizado en su oficio, sobre tal o cual elemento.

LA SEGUNDA RELIGIOSIDAD

Contrariamente a lo que se estaría tentado de pensar, las supersticiones no aparecen del brazo de las grandes religiones tradicionales, estas tienen su eje en una teología que intenta racionalizar la idea de lo Absoluto o al menos intentar una aproximación orgánica. Los preceptos que acompañan a todas las grandes religiones son, bien normas de orden social que, con la sanción religiosa adquieren el valor de mandatos de obligado cumplimiento, o bien normas derivadas directamente de la teología a fin de realzar algunos de sus dogmas: la prohibición de ingerir carne de cerdo sería el ejemplo de lo primero y la doctrina cristiana de los sacramentos, muestra de lo segundo.

A esto no se le puede llamar en rigor supersticiones, sino preceptos; las supersticiones aparecen en los momentos en los que la impiedad y el materialismo dominan en la sociedad. Parece como si el hombre al observar la naturaleza y la vida, percibiera en ella algo mágico, inexplicable, no reducible a ecuaciones y teorías científicas; al no existir la verdad tradicional representada por la religión, el hombre se aferra a un sustitutivo de ella, y es entonces cuando aparecen, con fuerza incontenible, las supersticiones. Cuando un conjunto de supersticiones se articulan en un núcleo organizado y alcanzan una relativa coherencia, el producto resultante es la secta.

Oswald Spengler en su monumental "La Decadencia de Occidente" acuñó el término de "segunda religiosidad" para referirse a este fenómeno que consideraba propio de los momentos crepusculares de las civilizaciones. Spengler demostró que, todas las grandes civilizaciones del pasado, al declinar, junto a las tendencias irracionales, la pomposidad y grandeza decadente, el materialismo práctico y el ateísmo, aparecían por todas partes tendencias místicas y espirituales exóticas; estas irrupciones de lo paranormal y lo seudo-religioso serían como los fuegos fatuos que acompañan la desintegración de los cadáveres y que se siguen manifestando tiempo después de la muerte.

Al irrumpir la "segunda religiosidad" el público, en sus momentos de ocio, parece volver hacia las manifestaciones de fenómenos paranormales, y hacia todo aquello que comporta emociones fuertes, relaciones con lo oculto, con lo inexplicable, etc. La sociedad aparece sentir un interés morboso hacia todo tipo de "magos", médiums, espiritistas, astrólogos, quirománticos, videntes, curanteros, cursos de prácticas orientales, técnicas psicológicas, etc. En los momentos en los que parece dominar el paradigma de la racionalidad absoluta, la irracionalidad más radical sienta sus reales en la la ciudadela de la razón. Es en ese momento cuando las supersticiones pasan a convertirse en un uso social: cada día los lectores de los diarios, frecuentemente profesionales brillantes y honestos burgueses medios, consultarán la página de astrología, evitarán pasar bajo una escalera, colocarán sal y vinagre bajo su cama y frecuentarán un curso de yoga acelerado ignorando que una práctica desordenada de estas técnicas orientales mal divulgadas en Occidente puede llegar a causarle prejuicios físicos y psicológicos; los fines de semana en la reunión familiar jugarán a la "oui-ja" y la esposa, a fines de año, consultará a un quiromántico que le predecirá el futuro para el año siguiente y ella obrará en consecuencia, creyendo a pié juntillas cualquier predicción a pesar de su condición de enfermera diplomada...

LAS SUPERSTICIONES MODERNAS

Sería absurdo pensar que las supersticiones son patrimonio de personas de un bajo nivel cultural como en el pasado o de la sociedad rural. De hecho, tanto las supersticiones que hemos dado en llamar verticales como las horizontales alcanzan a personas de todas las clases sociales y de los distintos niveles culturales. Incluso la superstición ha hincado sus raíces en el entorno científico. 
Ideologías y doctrinas que, en un pasado no muy lejano, fueron consideradas científicas y alcanzaron gran predicamento en los medios académicos y universitarios, como el marxismo o el freudismo, son hoy consideradas por algunos como sectas -más o menos sofisticadas- provistas de una teoría supersticiosa: ¿cómo se pudo sostener durante más de cien años que la clase obrera era objetivamente revolucionaria a pesar de que la mayoría de revolucionarios emergieran de cualquier otra clase menos del proletariado? ¿cómo se ha considerado seriamente la doctrina de Freud sobre el pansexualismo como explicación universal a cualquier alteración mental? ¿no era el círculo íntimo de psicoanalistas amigos de Freud una verdadera secta? ¿y los partidos comunistas?

La ciencia se ha convertido en el cementerio de teorías y doctrinas tenidas hasta hace poco como inamovibles, es posible que en ello radique su grandeza, pero también es cierto que esto demuestra  hasta qué punto estamos lejos de alcanzar un saber estable e indiscutible capaz de facilitar certidumbres duraderas. ¿Hasta qué punto algunas doctrinas científicas actuales resistirán la presión del tiempo y lo que ha sido tenido por indiscutible caerá en el descrédito más absoluto y será finalmente tenido como superstición? Las teorías de los genetistas rusos con Lysenko a la cabeza figuran hoy en el cementerio científico, junto a la tapia de las supersticiones. También es posible que formas de organización política que hoy parecen normales y legítimas pasen a ser consideradas como absurdas y supersticiosas con el paso del tiempo, como hoy lo es la monarquía de derecho divino.

Buena parte de las actuales supersticiones intentar revestirse de un carácter seudocientífico: el fenómeno OVNI, la parapsicología, pero en el fondo el objeto de estudio no es sino mera superchería y a pesar de sus pretensiones el análisis científico de los fenómenos paranormales brilla por su ausencia. Pero mucho más peligrosas que estas son las supersticiones científicas, políticas, supersticiones culturales, y lo que es peor, resultan mucho más difíciles de advertir. Nuestra época está inerme ante este tipo de supersticiones que han logrado aureolarse del halo de respetabilidad y cientifismo.

Ante ellas, una vez más, solo el esfuerzo constante por percibir la realidad y alcanzar la verdadera objetividad, puede darnos la lucidez suficiente como para tamizar la superstición de lo real, la ilusión de lo tangible...

[RECUADRO FUERA DE TEXTO]

LAS SUPERSTICIONES MÁS DIFUNDIDAS

- La aversión al martes y 13 procede de la relación entre "martes" y Marte, dios de la guerra y, por tanto de la destrucción. En cuanto al 13, la mitología nórdica (doce dioses reunidos, muere el treceavo, Balder), los Evangelios (doce apóstoles y muerte Cristo, el treceavo), y los relatos del Grial (la Mesa Redonda tiene un "asiento peligroso", el treceavo), coinciden en condenarlo al ostracismo.

- Casarse en el mes de mayo provoca mala suerte. A pesar de ser el mes de las flores y señalar el mejor período de la primavera, algunos pueblos indo-europeos, entre ellos los romanos, celebraron en aquel mes el culto a los muertos.

- Cruzar cubiertos sobre la mesa o dejar tijeras abiertas. Evoca el choque de las espadas y, por tanto, las desgracias de la guerra, por lo demás antiguas tradiciones mágicas atribuyen propiedades específicas a los metales que resultan maléficas cuando se forma el signo de la cruz.
- Colocarse alguna prenda de ropa al revés, un calcetín, la camiseta, etc. lo realizaban antiguos pueblos primitivos con objeto de engañar a la muerte. Una variante de esta superstición consiste en llevar un calcetín de cada color.

- Colocar herraduras en lugares visibles, estas deben colgar abiertas hacia arriba, deben tener cuatro o cinco agujeros, ser regaladas o encontradas, nunca compradas, de yegua mejor que de caballo, de la pata izquierda mejor que de la derecha... su relación con la buena fortuna derivaría de la semejanza con el creciente lunar, signo de fortuna y felicidad.

- El trébol de cuatro hojas, verdaderamente excepcional pero que la tradición afirma que existía en abundancia en el Paraíso Terrenal. Al ser expulsada, Eva se llevó uno como recuerdo. Cada hoja del trébol da fortuna en el amor, la salud, el dinero y el honor.

- Abrir un paraguas en el interior de un hogar es una superstición que viene de Oriente; los paraguas llegaron a ser en la China del siglo XI objetos de culto solar, extenderlos sin la presencia del sol equivalía a un sacrilegio.

- Decir "salud" tras un estornudo, una práctica que, a pesar de las apariencias no está relacionada en absoluto a ningún precepto religioso, sino más bien a la superstición que considera que al estornudar puede arrojarse el alma (otras tradiciones hablan del alma como fluido vital residente en el cuerpo), mencionar el nombre de Jesús implica una bendición a modo de exorcismo.

- Derramar sal ha sido signo de mala suerte por lo costoso de este producto en otro tiempo. Se creía que el diablo caminaba a un metro a la izquierda de los hombres, por tanto, echando sal sobre el hombro izquierdo el diablo se ahuyentaba al diablo (la sal le caía sobre los ojos).

- Levantarse de la cama por el "lado bueno", el derecho, procede de la consideración del lado izquierdo (siniestro, siniestro) como negativo, en contraposición a su opuesto, favorable. En alemán la palabra "derecho", "recht" alude a una ubicación geográfica como a rectitud de conducta.

- El gato negro ha estado asociado a malos augurios desde la remota antigüedad. Se dice que los gatos absorben las malas vibraciones (en tanto los perros hacen otro tanto con las buenas) y por tanto se acercan siempre a personas conflictivas. Se creyó en la Edad Media que el diablo y las brujas podían travestirse en gatos negros.

- Un espejo roto reporta siete años de desgracia, para evitarlo basta con enterrar el espejo. El motivo de esta superstición es lo caro que resultaba el vidrio en la antigüedad y la desgracia intrínseca de su rotura. La referencia a los siete años venía a colación de que para el hombre representaba un ciclo completo de su vida. 

- Pasar bajo una escalera o encender tres cigarrillos con una cerilla son discutidos en cuanto a su origen. Se cree que al mentar tres elementos, alude a la Trinidad católica (o a la Trimurti hindú: Shiva, Visnhú y Brhama) y por tanto define un espacio sagrado al que no se puede penetrar sin realizar un sacrilegio. Otros aseguran que en la guerra de los boers cuando se encendía más de un cigarrillo con una cerilla, el enemigo advirtiendo la luminosidad disparaba.