A lo largo de
los años 60, en España aparecieron algunos libros de fotografías sobre el tema
de los judíos en los campos de concentración alemanes. Tuvieron cierto éxito y
consiguieron mantenerse durante un tiempo inusual en las librerías (en
ocasiones varios años) especialmente a causa de su bajo precio e,
indudablemente, porque algunas de las fotos mostradas eran de grupos de mujeres
desnudas… justo en un momento en el que en España para poder ver cuerpos
femeninos desnudos había que recurrir a este tipo de literatura, a libros de
arte con fotos de estatuas o bien a libros sobre etnología y poblaciones
africanas. La escasez de literatura erótica en la época de Franco era casi
total, a excepción de estos tres canales que suscitaban la atención de los adolescentes
de los años 40–70. A partir de los años 60 y hasta el final del franquismo
abundó este tipo de literatura buena parte de la cual tenía que ver con la
temática nazi. Todo esto cambió inmediatamente se inició la transición española
y las aguas que habían estado contenidas hasta ese momento se desbordaron. Fue
entonces cuando apareció otro subproducto de la pornografía antinazi: Hessa.
En 1933. Una
niña de apenas 13 años es objeto de un intento de violación por parte de su
padre. Se trata de la condesa Hessa Von Thurm cuya madre, para
restablecer el orden en la familia, envía a la adolescente a un internado
remoto al que van a parar otras niñas salidas de ambientes conflictivos. La
iniciativa resultará ser fatal porque el colegio tanto alumnas como institutrices
parecen mucho más interesadas en el ejercicio de la sexualidad lésbica y del
sadismo que en completar los programas de estudio. Al cabo de unos meses, Hessa,
muchacha inquieta, harta de la rutina de todo aquello, simplemente, incendia el
internado. Perecen todas las internas y profesoras. Hessa, por
todo recuerdo se lleva el látigo de la directora que una década después le
acompañará cuando asuma el mando de un improbable SS Sonder Sexo
Sturmtruppen…
La misión de
estas unidades es utilizar el sexo como arma del Reich (algún guasón ha podido
decir que los pezones erectos de Hessa hubieran sido la mejor
“arma secreta” de Hitler). La unidad es conducida inicialmente a los países
bajos para realizar algunas represalias. En el curso de este relato inicial, Hessa
deberá asesinar con graves tormentos a Walter Van Dorn, un holandés que
se ha enamorado de ella. Hará falta esperar al segundo cuaderno para saber que
Van Dorn no está realmente muerto, sino que Hessa a quien ha
asesinado verdaderamente es a su hermano... Logra encarcelarla, pero su amor es
tal que no tiene valor para ejecutarla, así que se la entrega a Rouwerson, un
gigante holandés ciego y que, por tanto, no puede apreciar los encantos de la
mujer. Sin embargo, tal como era de prever, Hessa consigue
engañarlo, seducirlo y asesinarlo y, finalmente, huye. Tal es el inicio de la
saga que se prolongará a lo largo de casi cuarenta novelas gráficas.
Se ha dicho que
la saga, italiana en su origen, estaba inspirada en la figura de la
protagonista de Ilsa, la loba de las SS, una película de exploitation a
la que ya hemos aludido. Pero algunos han querido ir más allá y ver en el
personaje a Elsa Koch, esposa del comandante del campo de concentración de
Buchenwald, sobre la que se urdió una leyenda. Porque, efectivamente, existió
una Elsa a la que la literatura especializada sobre el Holocausto conoció como
“la bruja de Buchenwald”. Los relatos truculentos sobre Buchenwald nos la
pintan como especializada en confeccionar objetos decorativos con piel de los prisioneros:
pantallas de lámparas, pisapapeles con cabezas reducidas y, los famosos guantes
realizados con pieles humanas. Cuanta la leyenda que tenía tendencia a elegir
entre fragmentos de pieles de presos que tenían bonitos tatuajes como si se
tratara de un valor añadido.
Sin embargo, la
vida de Elsa Koch es suficientemente conocida. Resultó procesada por el asunto
de los guantes… y absuelta. Fue detenida en 1947, tras haber huido de la zona
de ocupación soviética, procesada en los juicios de Dachau, el tribunal no
estimó que existieran pruebas suficientes para conceder la ejecución que
solicitaba el fiscal y fue condenada a cadena perpetua. Su marido, del que era
segunda esposa, había sido ejecutado en 1945. En 1948 la condena fue reducida a
4 años, a pesar de la gravedad de la acusación, “crímenes contra la humanidad”.
En 1951, la casación le concedió la libertad por falta de pruebas en contra.
Sin embargo, a poco de salir de la cárcel fue detenida, procesada y condenada
de nuevo, aunque, una vez más, el tribunal rechazó el considerar que hubiera
construido guantes con piel humana. Se suicidó en la cárcel de Aichach cuando
acababa de cumplir 61 años, el 2 de septiembre de 1967. En la carta a su hija
escribió: “No hay otra salida para mí, la muerta es la única liberación”.
A pesar de que
la historia sobre los guantes de piel humana no fue aceptada por los tribunales
suele repetirse en todos los artículos escritos sobre ella. La leyenda cuenta
que su marido le construyó un pabellón especial en Buchenwald para que
torturara a los prisioneros e hiciera los famosos guantes allí. Los datos sobre
Elsa Koch son pocos y dan la sensación de no estar suficientemente
documentados. Hoy se sabe que Ilse Koch ni siquiera había llegado a entrar en
el interior del campo de concentración. A lo largo de todo el proceso sostuvo
que no era nada más que un ama de casa y jamás aceptó que una pantalla de
lámpara que, al parecer había aparecido hecha con piel humana y que desapareció
en el momento del juicio, hubiera sido suya o hubiera tenido algo que ver con
ella.
Al parecer, la
historia sobre sus perversiones sexuales se inicia con la declaración de un
testigo, el monje franciscano Froeboeß Herbert, quien explicó que “Tuvimos
que cavar una zanja profunda para tender un cable, estábamos en la zanja y, de
repente, alguien gritó desde arriba: “Prisionero, ¿qué estás haciendo ahí
abajo? Miramos hacia arriba y vimos a Ilse Koch. Llevaba una falda corta,
sin ropa interior. Entonces nos golpeó con un látigo en la cara”… así pues,
de esta breve descripción se desprendió lo esencial del personaje de “Ilse,
la loba de las SS” y, posteriormente, de Hessa. Por
cierto, el “franciscano” no era tal, sino un individuo que se había hecho pasar
por clérigo. Tras la llegada de los americanos, se había ofrecido a testificar
contra antiguos miembros de las SS a cambio de una elevada recompensa. En el
proceso de Dachau llegó a describir los detalles exactos de los crímenes
cometidos por cada uno de los 31 acusados, todos oficiales de las SS. Incurrió
en innumerables contradicciones y no fue creído en la casación. Quien lo dice
no es ningún autor revisionista sino el prestigioso semanario alemán Der
Spiegel en su edición el 16.02.1950, reproducida en la actual web del
medio (http://www.spiegel.de/spiegel/print/d–44447388.html).
El episodio
entra dentro de la gama de ataques a la sexualidad de los adversarios que se
suele utilizar en operaciones psicológicas. A poco que nos fijemos: Ghedaffi,
Saddam Huseim, Mao Tsedong, el propio Hitler e incluso el káiser Guillermo II,
tienen en común haber sido objeto de ataques muy similares. Incluso a Ghedaffi
se le achacaba el ir rodeado de una especie de guardia personal femenina
mientras estuvo en el poder. Cuando fue asesinado, se añadió un elemento nuevo
a la historia: habitualmente Ghedaffi violaba a las mujeres miembros de esta
curiosa guardia. Otro tanto se dijo de Saddan.
Es fácil
establecer que la figura de Ilse Koch (y de su suicidio) y algunos aspectos de
su proceso fueron aprovechados para construir a la protagonista de Ilse, la
loba de las SS y, a su vez, el recuerdo de los pulp–stalag fue recuperado para
elaborar el personaje de Hessa. La secuencia de las fechas
permite establecer:
– 1967 – Suicidio de Ilse Koch en
prisión.
– 1974 – Estreno de la película Ilse,
la loba de las SS.
– 1975 – Aparición en Italia de los
cómics de Hessa (llegada a España, 1976).
La edición
española apareció en 1976 publicado por Ediciones Elviberia, empresa radicada
en Madrid que aprovechó la primera oleada de pornografía tras la muerte de
Franco. Su venta estaba prohibida a menores de 18 años, tenía formato libro
(17x12 cm) de 132 páginas impresas en blanco y negro y estaba encuadernado en
rústica. Su aparición era mensual y estaba considerada como “Colección numerada
de historietas”. Los primeros ejemplares se vendieron al precio de 40 pesetas y
los últimos a 50. Llegaron a aparecer 36 ejemplares. Los primeros números, a la
vista de la clasificación, se vendían retractilados para evitar que los menores
los pudieran ojear en el kiosco. Más tarde pasaron a ser considerados como
“publicación para adultos” y el relajamiento de la censura hacia 1977 hizo que
los últimos números ya no se retractilaran.
La edición
original había sido publicada por Edizioni ErreGi, editorial italiana
especializada desde los años 60 en publicación de cómics (fumetis)
eróticos, semipornográficos, pornográficos y de carácter sado–masoquista. A
mediados de los años 70, Hessa fue el principal producto de la
editorial. Durante los 70 y en buena parte de los 80, la industria italiana del
cómic erótico gozó de gran prestigio social cuando algunos de los mejores
dibujantes de aquel país (Hugo Prat, Milo Manara, Guido Crepax, Vittorio
Giardino, etc.) aceptan crear historietas gráficas de temática erótico. En ese
tiempo, Hessa no fue el único subproducto pornográfico de esta
empresa, apareció junto a otras revistas como Lucifera, Belzeba, Zora la
vampira, todos ellos de una calidad gráfica bajísima, estereotipados
como los stalags y los pulps originarios y producidos y vendidos
masivamente.
La editorial que
los publicó todavía existe, si bien ha cambiado de nombre, llamándose hoy
Ediperiodici. Renzo Barbieri (1940–2007) y Giorgio Cadevon fueron sus
impulsores, dibujando el primero parte de la producción de la empresa. En 1972,
Cavedon compró la totalidad de la empresa mientras que Barbieri fundará
EdiFumetto. Las ventas de Hessa alcanzaron sus máximos históricos
en Italia hacia 1974–76 (coincidiendo con la oleada de antifascismo promovida
por el PCI y la extrema–izquierda y en plenos “años de plomo”).
Sin embargo, a
diferencia de los stalag en Israel que lograron un éxito de masas y a
cuyo “calor” se formaron los adolescentes hebreos de entre 1960 y 1965, lo
cierto es que esta otra pornografía antinazi que apareció en la Europa del Sur
en los años 70, distó mucho de alcanzar el mismo éxito. En Italia debió
competir con otras muchas series pornográficas y coexistir con revistas
eróticos y pornográficas de cierta solera que habían ido abriéndose paso desde
los últimos años 50, irrumpiendo decididamente en los 60, especialmente a
partir de la “revolución sexual”. Despertó un interés muy secundario,
especialmente porque los amantes del cómic permanecieron ajenos a un material
de tan ínfima calidad y porque en ese mismo país apareció el fenómeno del cómic
erótico de la mano de dibujantes de primera fila.
Algo parecido
ocurrió en España en donde todos estos subgéneros irrumpieron solamente a
partir de los primeros meses de 1976, pero lo hicieron masiva y desordenadamente
debiendo competir con cientos de productos que, bruscamente, aparecieron como
hongos a lo largo de toda la geografía nacional.
En realidad, la
aparición de estos productos solamente afectó a las “novelas del oeste” o a los
pulps policíacos que hasta entonces eran leídos masivamente e incluso a
las fotonovelas, género que intentó renovarse yendo al paso con la pornografía
pero que apenas consiguió sobrevivir unas semanas más a su liquidación casi
total. Hay que recordar que, en aquellos momentos, la irrupción de la
pornografía parecía estar unida a la recuperación de las libertades políticas y
era, sobre todo, asumida como uno de los primeros logros de la “democracia”,
una democracia que, obviamente no podía ser sino antifascista.
En ese contexto,
aparentemente, una publicación como Hessa (en la que se
presentaba a una bruja pervertida cuyas convicciones políticas eran
nacionalsocialistas) hubiera debido tener mucho más éxito del que tuvo. La mala
calidad de los dibujos y la pobreza argumental de los guiones, por sí mismos,
no explican su escasa repercusión, en cambio, el momento en el que apareció
caracterizado por una salida masiva a la superficie de cientos de
publicaciones, cómics, eróticos y pornográficos, nos ponen en la pista de por
qué desapareció pronto. Más o menos, las causas de que el fenómeno se
deshinchara son las mismas que ocasionaron la irrupción, el auge y la caída de
las película de Naziexploitation: había demasiados productos para
un público poco predispuesto. Era una literatura para adolescentes… pero que no
llegaba a los adolescentes sino que la calificación oficial le atribuía un
carácter “para mayores”. Y los “mayores” preferían otros productos…