Colombia, en
estos momentos, está viviendo momentos difíciles. Y todo por una reforma fiscal
que, en España, es mucho más dura, pero que aquí ni siquiera ha merecido
comentarios, movilizaciones y se ha coronado con el silencio de los “bienpagaos”,
esto es, de los sindicatos. Vale la pena recordar que las calles están
descontroladas en Colombia desde hace unas semanas: las cifras que dan los
medios -y que, por supuesto, no pueden ser consideradas como reales- hablan
de 24 muertos, 800 heridos y 89 desaparecidos. Y todo por una reforma
fiscal, llamada eufemísticamente “Ley de Solidaridad Sostenible” que puede
resumirse así: se suben impuestos a todos los que cobran más de 533 euros y se
exige el “diezmo” a los que ganan más de 2.303 euros. Las protestas
populares obligaron al presidente a retirar el proyecto de ley por “solidario”
y “sostenible” que fuera. Estos incidentes no pueden hacernos olvidar que
en España el gobierno Sánchez dio, el día después de las elecciones madrileñas,
un nuevo golpe de tuerca fiscal que sigue al dado a principios de año. Y aquí
no pasa nada.
En el último
trimestre de 2020, Sánchez anunció la subida de los refrescos azucarados y
afirmó hacerlo “por el bien de nuestra salud”. No se atrevió a subir la cerveza
o los licores con elevado grado alcohólico o los impuestos a los grow-shops de
cannabis… Aquello pasó casi desapercibido a pesar de que el dinero que había
mendigado Sánchez el verano anterior en la UE (y que, en el fondo ha sido el desencadenante
del cambio de alianzas que intentó Sánchez atrayendo a Cs y deshaciéndose de
Podemos, y que ha concluido en un estrepitoso fracaso saldado en la derrota electoral
madrileña) implicaba subidas de impuestos. ¿O es que alguien creía que el
dinero iba a llover de Europa sin que nos exigieran garantías?
A medida que la necesidad de los fondos europeos se ha ido haciendo más acuciante, el gobierno Sánchez se ha visto obligado a clarificar sus “reformas” y ser más concreto. No podía hacerlo antes de las elecciones del 4-M, o de lo contrario la sigla PSOE, en lugar de haber quedado tercera, hubiera quedado a la altura de Ciudadanos. Por eso, las 348 páginas del Plan de Recuperación, procura justificar a dónde irán los 140.000 millones procedentes de la UE que España recibirá entre 2021 y 2026. Pero esas 348 páginas son solamente una parte de los 2.000 folios que han sido enviados a Europa. La parte “conocida” era, hasta hace poco, un canto a la modernidad y al esnobismo: “transición ecológica”, “transformación digital”, “cohesión social y territorial” y, claro está, “igualdad de género”.
Pero,
Europa lo que quiere asegurarse es que, llegado 2026, cuando se agoten esos
fondos (que se habrán agotado mucho antes), España no tenga que pedir una nueva
ayudita. Y eso implica: o bien, contención del gasto público (con disminución
de la burocracia y del aparato del Estado, algo que Sánchez y sus apoyos
nacionalistas e independentistas, no están dispuestos a realizar) o bien, lo
más fácil, subidas fiscales, especialmente para la clase media (mejor no
tocar a los poderosos para evitar una debacle). Ahora bien ¿quiénes son las “clases
medias”? Aquellos que cobran más de 1.400 euros al mes. Estos son -somos- los
que vamos a sufrir la presión fiscal mas alta de la historia de España: es lo
que este país ha elegido al votar PSOE y Podemos…
Primera en la
frente: “eliminación de la reducción por la tributación conjunta del IRPF”. Se
calcula que esta subida supondrá para el gobierno 2.293.000.000 euros más de
ingresos. Y lo más increíble del caso es que esto se hace “por la igualdad
de género”, dado que la tributación conjunta “genera un desincentivo para la
participación laboral de la mujer”. En
mi tierra, a esto se le llama cinismo.
Otro tanto
puede decirse de la insistencia en la “fiscalidad verde”. Lo verde vende.
¿Quién se va a oponer a la salvación de la naturaleza? Así pues, a partir del
tercer trimestre de 2021, ya tendremos un nuevo impuesto “sobre los residuos e
icineración” y otro que gravará “los envases de plástico no reutilizables”.
De ahí también viene
el impuesto sobre las autovías, peaje para todos y para cualquier
desplazamiento… Dicen que la arritmia que ha llevado a Gabilondo al hospital
es por su derrota electoral, pero no está tan claro: es muy posible que sea por
descubrir los nuevos impuestos, entre otros éste que el gobierno asegura que
reportará 30.000.000.000 a las arcas del Estado. ¿Acaso el impuesto de
circulación no cubre ya las necesidades de mantenimiento de carreteras y
autovías? Lo más previsible es que el ciudadano decida recurrir a carreteras
comarcales para desplazarse… aumentando el consumo de gasolina, la
contaminación y la siniestralidad vial.
Pero, a partir
del segundo trimestre de 2022 asistiremos al éxtasis fiscal: subirán los
impuestos sobre los hidrocarburos, esto es, sobre la gasolina y sobre los derivados
(que afectará incluso a los plásticos y ¡a determinados alimentos!) y un bonito
“impuesto ecológico” sobre los gases fluorados. Subirá también el impuesto
de circulación y el de matriculación. Nada comparable con lo que ocurrirá en el
2023 y 2024, en donde la tendencia no será a subir impuestos, sino a ¡eliminar
beneficios fiscales! Algo que, en la práctica, supone la forma más simple y
menos imaginativa de subir impuestos…
El proyecto
presentado por el gobierno Sánchez se las ingenia para exprimir literalmente a
la clase media, y a todos aquellos que tienen un trabajo. De alguna parte tienen
que salir los 7.000 euracos para mantener a los MENAS y las subvenciones
entregadas a grupos sociales sin exigirles nada a cambio. La relación de “frentes”
a los que se dirigirá la fiscalidad hacen temblar: fiscalidad
medioambiental imposición societaria, tributación de la economía digitalizada,
aplicación y concreción de la armonización de la tributación patrimonial y
fiscalidad de las actividades económicas emergentes, sin olvidar que, en el
proyecto enviado a Europa, existe la posibilidad de crear “nuevas figuras
tributarias”… todo lo cual, por supuesto, se hace por nuestro bien y por
nuestra salud, por un mundo mejor y por una sociedad más igualitaria.
La patronal es
la única institución que se ha mostrado calurosamente a favor de algunas de
estas medidas (el impuesto de autovías), rechazando las que les afectan
directamente, como no podía ser de otra manera. Los sindicatos, como en las
últimas décadas, mudos y dispuestos a firmar lo que sea, a cambio de unas subvenciones
de más. La sociedad anestesiada y aterrorizada con el Covid y preguntándose
cuándo los van a vacunar, los medios de comunicación hablando de Rociíto,
mientras la deuda pública y el déficit siguen desbocados y negándose a colocar
en primer plano el auténtico sablazo fiscal perpetrado por el grupo de
aventureros sin escrúpulos que forman la corte del psicópata atrincherado en La
Moncloa.
Las calles en
Colombia están ardiendo por mucho menos. Alguno dirá que nuestro país es
ejemplo de civismo y que si queremos un Estado del Bienestar hay que pagarlo:
por nuestra parte decimos que España hoy es símbolo de resignación, sumisión y
pasividad. Un gobierno digno de tal
nombre y una sociedad coherente y atenta a sus problemas, sería consciente de
que con liquidar de un plumazo el faraonismo autonómico, los problemas
económicos de este país se solucionaban y con ser más exigentes con nuestra
clase política, en lugar de creer sus promesas electorales y sus monsergas para
justificar sablazos fiscales, se solucionaba todo sin necesidad de poner el
cazo en Europa.
No tenemos Estado del Bienestar, pero tenemos una fiscalidad suficiente para
convertir en millonario a cualquier político de tercera en apenas una
legislatura.
La crisis de
2008-2011 se saldó con la aparición del “movimiento de los indignados”. Sabemos
como terminó aquello. Nos atrevemos a
augurar que el próximo estallido social será todavía peor, en la medida en que
ya no habrá “tribunos de la plebe” a los que creer y a los que seguir y saldrá a flote la “elementareidad”
de nuestro pueblo.
Pero, no nos engañemos, no es la fiscalidad lo que hay que reformar, sino el propio Estado, en sus valores, en sus instituciones y en sus estructuras. Sería un error pensar que echando al psicópata de La Moncloa de su poltrona todo se solucionaría.