Lo que le ha
ocurrido a la izquierda española en estos últimos 40 años es de traca. Vale la
pena esquematizar el devenir de la izquierda en las últimas décadas para poder
advertir que lo ocurrido con Unidas Podemos y con el PSOE-Sánchez, no es más
que la fase terminal de disolución de la izquierda decimonónica y su conversión
en “otra cosa” que ya no tiene nada que ver con lo que fue y que, más bien,
cabría llamar “ultraprogresismo marciano”. Las fases recientes de degeneración
de la izquierda pueden resumirse así:
1ª FASE: EL
NUEVO PSOE DE FELIPE. Si bien el PSOE de Felipe González fue el hijo
directo de la socialdemocracia alemana -mucho más que del PSOE histórico-,
desde que ocupó el poder, su línea estuvo más próxima al PSI italiano, más
preocupado en saquear los fondos del Estado y desviarlos para ellos y para los
amiguetes que en generar conquistas sociales que transformaran al capitalismo.
Esto quedó claro cuando, finalmente, Aznar llegó al poder y demostró que el
modelo de la derecha no era muy diferente. Felipe era en 1973 marxista
ortodoxo, a la izquierda Carrillo. El SPD alemán lo domesticó y lo financió y
él, siervo obediente, se adaptó. Le exigieron abandonar el marxismo, y lo
abandonó. Le exigieron entrar en la OTAN y entró el primero. Luego le ordenaron
desmantelar la industria pesada española y lo hizo para mayor gloria de la siderurgia
alemana. Ese oportunismo tuvo como contrapartida esperada, una primera oleada
de corrupción que resultó escalofriante e impune en la España del siglo XX.
2ª FASE: EL
COMUNISMO QUE YA NO LO ES TANTO. Desde 1976, Carrillo, Berlinguer (PCI) y
Marchais (PCF), habían asumido que el “bolchevismo” era cosa del pasado. Los
tanques en las calles de Praga en 1968 y la represión contra los trabajadores
polacos en 1970, les convencieron de que el “modelo soviético” ya no tenía
tirón en Europa Occidental. Así que se sacaron de la manga el “eurocomunismo”.
Era una forma de adoptar un “look” menos tosco. La suerte los acompañó
hasta que, a finales de los 70, los intelectuales empezaron a desengañarse del
marxismo. El nuevo “look” eurocomunista perdió brillo. Luego vinieron
las derrotas electorales y la crisis de la URSS (el PCE siguió recibiendo
fondos de la URSS y de otros países del Este hasta la caída del Muro de
Berlín). Así que no tenía sentido persistir en posiciones
“marxistas-leninistas”, “marxistas ortodoxas”. El “eurocomunismo” languideció
y, no fue el “ascenso de la lucha de clases”, lo que hizo que el PCE promoviera
una estrategia frentista constituyendo Izquierda Unida, sino la sensación de
haber perdido el tren de la historia. Pero, a mediados de los 80, el PCE-IU
todavía recibía el voto de “intelectuales”, “personalidades del mundo de la
cultura”, “jóvenes trabajadores” y “clase obrera”. Con Izquierda Unida, el PCE
se replegó y quise ser un “frente de izquierdas moderadas” post-Guerra Fría. La
“ideología” quedó aparcada en beneficio de la táctica política.
3ª FASE:
TODOS CONTRA EL PP.- La primera victoria de Aznar en 1996 no fue una
sorpresa para la izquierda. Había estado en el poder 13 años… pero, en absoluto
había realizado una “política de izquierdas”, sino más bien una política
socialdemócrata moderada que se pudo prolongar gracias a la preponderancia
socialista en Cataluña y Andalucía, gracias a los grupos clientelares que fue
sumando y a que el motor interno del partido era las posibilidades de corromperse
con elevadísimo grado de impunidad. La derecha, no aportó nada nuevo a la
situación, solamente que sus apoyos se concentraron en Madrid, Galicia,
Valencia y Castilla-León. Todo siguió igual: Aznar tuvo un período de bonanza
gracias a la llegada de “fondos estructurales” (producto de la liquidación
felipista de amplios sectores de la economía nacional). Y empezaron a entrar
inmigrantes. El PSOE e IU se dieron cuenta, a partir del 2000 que les iba a
costar desbancar a Aznar que lucía ya mayoría absoluta. Y entonces se les
ocurrió la idea brillante: “aislar a la derecha”. El ideador de la estrategia
fue Pascual Maragall al frente de la gencat, cuando ya daba muestras de
senilidad y tristes problemas neurológicos, junto con Carod-Rovira, de ERC,
tras entrevistarse con ETA. Aquello se llamó “Pacto del Tinell” y es el
responsable de que se haya producido en Cataluña un “procés”. El acuerdo se
basaba en el consabido “todos contra la derecha”, lo que, en la práctica,
significaba sólo “aislar al PP”. Para ello, la izquierda debió asumir diluidas
las propuestas independentistas, transformándolas en “federalistas”.
4º FASE: EL ZAPATERISMO
O EL FIN DE LA SOCIALDEMOCRACIA.- Con todo, el PSOE seguía desorientado y
con problemas internos. El candidato que presentaron en 2003 carecía de tirón y
era objeto de todas las ironías (Zapatero = ZP = Bambi). Ganó gracias a las
extrañas bombas del 11-M y a que el PP había colocado en Interior a un siervo tan
fiel como ineficaz. Zapatero ni tenía formación marxista, ni siquiera era un
socialdemócrata a la alemana, sino, más bien, un individuo formado al calor de
la ideología de los “derechos humanos” y cuya lectura de cabecera eran los
documentos y revistas de la UNESCO. La ideología de los “derechos humanos” y el
“progresismo”, a partir de entonces, se convirtieron en la única definición
ideológica del PSOE, máxime cuando al llegar la crisis de 2008, en lugar de
salir en defensa de los parados, ZP priorizó la defensa de la banca y del gran
capital. Eso y la corrupción. En cuando a Izquierda Unida, había dejado atrás a
Anguita y era una especie de coletilla del PSOE, un poco más ecologista que
éste que, en lugar de “federalismo”, defendía el “derecho a la
autodeterminación”. Sin darse cuenta, IU había ido perdiendo a su electorado
obrero y el PSOE iba en camino de perderlo.
5ª FASE. LOS
INDIGNADOS DEL 15-M. En 2008-2011, la sociedad española vivió una situación
dramática. Seis millones de parados, sin perspectivas, con la economía
colapsada (y no sólo por la crisis internacional, sino también por el fracaso
del “modelo Aznar” de economía). Era inevitable que un sector de la población
protestase en la calle. En los primeros días, las protestas fueron espontáneas.
No había nadie detrás de ellas: la propia coyuntura las promovía. Pero unos
días después, todo había cambiado. Seguían las tiendas y los acampados en las
plazas, pero los discursos ya no tenían nada que ver con la globalización, con
los desmanes de la banca, con el deterioro de los servicios sociales, sino que
las discusiones se centraban sobre los “derechos de las minorías sexuales”, “el
derecho a la ocupación”, “la legalización del porro” y el “papeles para todos”.
La izquierda radical, siempre diestra en el uso de la demagogia, se había hecho
con el control del movimiento de protesta y había impuesto sus temáticas
obsesivas. No era una izquierda “marxista”, ni “bolchevique”, era algo peor:
había irrumpido el “ultraprogresismo”. Tras su fundación y en las primeras
elecciones a las que se presentó, Podemos logró engañar a una parte del
electorado: incluso apareció en los spots electorales como patriota, no habló
de Marx, ni de lucha de clases, ni de internacionalismo proletario. Su mensaje
iba destinado a los que huían de la socialdemocracia, a los damnificados de la
globalización, a los jóvenes y a las mujeres. Era legítimo…, pero era un
engaño. En realidad, lo que había ocurrido es que el empequeñecimiento de Izquierda
Unida, había hecho que muchos de sus cuadros se sentaran en el banquillo y
nunca desempeñaran los ansiados “cargos públicos” que, a fin de cuentas, eran
los que “dan dinero” y permiten realizar negocios a la sombra del poder. Pues
bien, fueron esos miembros de IU, permanentemente en el banquillo de los
reservas, los que habían decidido que, ahora, querían jugar ellos como
titulares. Así nació Podemos.
6º FASE: DE
PODEMOS A UNIDAS PODEMOS.- En 2015, IU debió reconocer que su recorrido
político se había terminado. El PCE seguía existiendo como sombra, pero carecía
por completo de influencia, el resto de componentes de IU ya no existían y los
medios parecían amar más a los dirigentes de Podemos, así que aceptaron someterse,
y antes de perderlo todo, presentarse en coalición. Pero aquello distaba mucho
de ser un “frente”: era, como máximo, una suma de una miríada de círculos,
grupos locales, federaciones, grupos sectoriales obsesionados por sus propios
temas, partidos y sectas políticas trotskistas y neo-trotskistas que buscaban
parroquia sobre la que influir e individuos descarriados que en pos de un
sueldazo para tener un lugar bajo el sol. Un conglomerado de esta magnitud
empezó a tener problemas interiores: no había cargos para todos, así que empezaron
las disensiones (Mas Madrid, Catalunya en Comú, Mareas), enmascaradas como variantes
estratégicas que, en realidad, evidenciaban la atomización de la izquierda que
permanecía fuera de la burocratización del PSOE. Los sectores más “chillones”
empezaron a tener un protagonismo desmesurado dentro de la coalición. Iglesias
lo aceptó: a fin de cuentas, se trataba de hacer lo que antes habían hecho
otros partidos, tener una base clientelar que garantizase el “suelo” de su
opción, para permitir que los altos cargos del grupo seguirían cobrando sueldos
y sueldazos. Eso, y esperar un golpe de fortuna que les permitiera entrar en
alguna coalición de izquierdas y ampliar horizontes lucrativos. Unidas Podemos
encontró esa base en cuatro grupos sociales: inmigrantes recién nacionalizados,
minorías LGTBI+ radicales, ni-nis en busca de “salario social” y colgaetes
fumaporros. La presencia creciente de estos grupos en la sociedad, les daba
fundadas esperanzas en que, sumados, les garantizarían un “suelo electoral”.
7ª FASE: LA
RECONVERSIÓN IDEOLÓGICA DEL PSOE
Zapatero supuso
para el país una “catástrofe nacional”, pero mucho más una tragedia para el
PSOE. Cuando abandonó el poder, en lugar del superávit que había dejado Aznar
en las cuentas públicas, había un agujero de casi un billón de euros.
Insostenible. Hoy es considerado como un obtuso con el cerebro desquiciado por
sus lecturas desordenadas y erráticas. Los que se disputaban la secretaría
general, eran una corte de mediocridades, sin el más mínimo carisma y, lo que
era peor, sin ideas: entonces a alguien se le ocurrió que el rey de los
mediocres, aquel en el que la distancia entre sus capacidades reales y sus
ambiciones era mayor, ponerlo al frente del partido por su única cualidad:
tenía buen aspecto y podía suscitar una riada de votos femeninos y gays. Así
empezó el “sanchismo”. Pero Pedro Sánchez tenía un problema: era un
oportunista, pero sin la brillantez de Felipe; y, a diferencia de ZP, carecía
por completo de ideales y de modelos para el país. Ese vacío absoluto solamente
ocupado por un ego sobredimensionado, enfermizo y maníaco. Su razonamiento fue:
“el PSOE es de izquierdas, por tanto, vamos a ver por dónde circula la
izquierda en nuestro país”. Y entonces miró a Podemos y se dijo: “pues
eso, pero más moderado y con un corte de pelo y americana en lugar de coleta,
chándal y porro en ristre”. Ese es el PSOE de hoy: el hermano ideológico de
Unidas Podemos. La única diferencia es que el sanchismo mira los sondeos del
CIS e IU le basta con saber que asume marginalidades varias garantes del famoso
“suelo electoral”. Era lógico que, antes o después, las simetrías electorales,
facilitaran las convergencias entre ambos.
8ª FASE: LA
IZQUIERDA HACIA SU HOLOCAUSTO CANIBAL
El vacío
ideológico del PSOE que el sanchismo ha cubierto con los mismos fragmentos
ideológicos utilizados por Podemos, diluidos y con un look algo más
presentable, explica, por sí mismo, el descalabro electoral madrileño, mucho
más que la oposición de Ayuso a las medidas de confinamiento del sanchismo. En
efecto, si para Podemos, la ideología LGTBI+, el recurso a la inmigración, a
los “nuevos españoles” recién nacionalizados, a los porreros y a los ni-nis,
garantiza el “suelo electoral”, no hay que olvidar que la mayoría de argumentos
presentados por estos grupos solamente pueden definirse en términos de
“post-verdad” (esto es, de argumentaciones emotivas, sentimentales, pero, en
absoluto racionales) y que, si bien sirven para cosechar permanentemente un
mínimo de votos, rebotan e, incluso, son consideradas como aberraciones por
parte de ciudadanos que tienen la funesta manía de pensar. O, dicho de otra
forma: la deriva ideológica de Podemos, sirve a Podemos, pero, ni siquiera
diluida y con un look postmoderno, puede servir para que el PSOE se
mantenga en el poder durante mucho tiempo. El hecho de que, en el interior del
PSOE, existan miembros del colectivo LGTBI+, tanto o más radicales que los de
Podemos, confirma que, una vez una formación ha asumido una línea doctrinal -el
“ultraprogresismo” en el caso de la izquierda española- tiende siempre a sus
fatales consecuencias finales y aumenta siempre su velocidad de caída. El PSOE,
hoy está en esta actitud y es significativo que la generación socialista de la
transición (los Guerra, los Leguina, los Corcuera, los Ibarra) se sienta
completamente desvinculada del partido, al igual que los que han constituido su
electorado tradicional (clase obrera, clase media baja e intelectuales).
Podemos y el PSOE, o el PSOE y los disidentes de Podemos, o todos estos y las
izquierdas regionales, están destinados a devorarse unos a otros tratando de
sumar votar y a falta de mejores estrategias.
9ª FASE: EL
DÉCIMO ANIVERSARIO DEL 15-M O CUANDO EL HOMENAJEADO ES UN ZOMBI
Y llegamos a
estos días en los que los nostálgicos rememoran hace diez años cuando dormían
bajo las lonas y querían tomar el cielo por asalto. Es casi tan ridículo como
cuando tipos fofos, grasientos, barrigones, calvorotas y abandonas te cuentan
lo que hacían en París en mayo del 68. La izquierda que ya no tiene futuro, se
refugia en el pasado, lo idealiza, lo maquilla y escribe hagiografías sobre sí
misma. El tránsito del marxismo a la socialdemocracia, de la socialdemocracia a
la “ideología Bambi-UNESCO” y de esta al ultraprogresismo, ha terminado mutando
a la propia izquierda, restándole su base social y sustituyéndola por un
conglomerado de marginalidades varias en el que se reconoce tanto el sanchismo
como los restos de Unidas Podemos. A la izquierda le va a ser muy difícil
desandar lo andado y salir de la vía muerta en la que se encuentra. Su única
solución es procurar que el número de marginados y de outsiders aumente:
solamente así se elevarán sus posibilidades electorales. Y ese aumento, en
España, solamente puede producirse por tres circunstancias:
- aumento del
voto independentista en las comunidades periféricas. La paradoja es que, cada
vez más, la no-España es más decisiva a la hora de gobernar España.
- aumento de los
“nuevos españoles”, procedentes de la inmigración masiva (en el momento de
escribir estas líneas la prensa publica que solamente ayer entraron 5.000
inmigrantes ilegales en Melilla, de los que 1.500 son MENAs) a los que se
ofrece nacionalidad y subvenciones a cambio de paz étnica y religiosa.
- aumento de la
agitación LGTBI+ y máximos beneficios y subvenciones a todo aquel que proponga
“ideologías de género” y los predique en la enseñanza, en los medios de
comunicación y en el asociacionismo. Insistirán en supuestas e insoportables
“desigualdades”, no dudaran en falsear estadísticas para afianzarlas y se
prometerá conjurarlas mediante “discriminación positiva” y subsidios.
- aumento del
número de subsidiados que recibirán lo justo y necesario -el famoso “salario
social” a cambio de nada- que les situará fuera del mercado laboral, pero con
garantías de sobrevivir mientras vivan sus padres y de languidecer en silencio
entre comida basura, tele basura, porno y porrito entre los labios.
La evolución de
la sociedad española hacia una pirámide dotada de una amplísima base formada
por estos grupos subvencionados e improductivos, con un grupo medio sobre él,
la antigua clase media, aquellos que cobran salarios superiores a 1.400 euros y
con contrato fijo, se situarán en el escalón superior, mientras que en la cúspide
de la pirámide estará aquella minoría que, por algún motivo, goza de una
situación económica privilegiada. Pues bien, los dirigentes de la izquierda
aspiran a situarse en la cúspide de la pirámide gracias a los votos
clientelares de las bases de la misma: a esto lleva el ultraprogresismo.
Las elecciones
ya no se ganan por los programas, se ganan por el “electorado cautivo”. Las
distintas izquierdas caníbales de hoy, no aspiran a otra cosa más que a generar
ese tipo de electorado clientelar que les garantice su permanencia en el poder.
Eso es la izquierda. Por eso la partidocracia es inviable a medio plazo, a
menos que uno acepte que nuestro destino es algo parecido a la sociedad
descrita por Orwell en 1984.