lunes, 21 de mayo de 2018

365 QUEJÍOS (22) ANTIVIRUS QUE CREAN MÁS PROBLEMAS DE LOS QUE RESUELVEN



En la juventud de la informática existió una revista especializada en PC con sistema operativo MS-DOS que regalaba “floppys” (aquellos discos en soporte magnético envueltos en una especie de cartón negro) de 5” pulgadas con programillas gratuitos. En uno de estos floppys alguien aprovechó para colocar un “virus”. En aquella época, los virus eran simpáticos: estabas trabajando y te aparecía una pelotita juguetona por la pantalla. Otro, el más terrible, hacía sonar por los altavoces tres disparos que tenían correspondencia con tres agujeros de bala que parecían romper lo que tenías en el monitor (¡oh, aquellos primigenios monitores de fósforo verde! ¡y, qué me decís, de aquellos otros de “ámbar” que precedieron al color!) y que luego veían caer como un cristal hecho añicos: el ordenador dejaba de funcionar. Habías  sido infectado.

Si hoy todo esto parece un ejercicio de añoranza, a mediados de los 80, cuando había concluido el “período heroico” de la informática y se iniciaba la “era MS-DOS”, tenía la virtud de romper los nervios a los usuarios. Los floppys fallaban más que una escopeta de feria y los primeros programas antivirus ralentizaban el ordenador y, con demasiada frecuencia, resultaban más letales para la memoria de los ordenadores que el propio virus que decían combatir. En los ordenadores que tenía en la época, tuve que prohibir a amigos y conocidos que instalaran antivirus e, e incluso, que metieran discos suyos. Pero no me voy a quejar de esto que pertenece a un paso que, en el fondo, se resiste a pasar.

De lo que me quejo es que treinta años después, las cosas sigan como entonces. Lo que ha cambiado es la intencionalidad de los diseñadores de virus. La mayoría de los que existen hoy no tienen efectos “graciosillos” sobre nuestro equipo: simplemente nos roban datos que luego son vendidos a empresas de publicidad a precio de oro. Solamente algunos son destructivos. De ahí que se tenga tendencia a distinguir entre “malware” y “spyware”. Pero hay algo peor que todo eso: los antivirus. ME QUEJO DE QUE ALGUNOS ANTIVIRUS SON DUDOSOS EN SU EFICACIA Y, LO QUE ES PEOR, VENGATIVOS.

No está muy claro si algunas de las empresas que comercializan antivirus, antes no se han dedicado a sembrar virus para justificar su existencia. No es algo nuevo en la historia: en muchas ocasiones, funcionarios de policía encargados de luchar contra el terrorismo, han generado y estimulado un terrorismo que, por sí mismo, justificaba y ensalzaba su función como defensores de la sociedad. En la “transición” se hizo todo un arte de esa práctica. La cosa no era nueva, Fouché, en los tiempos de la “máquina infernal” y de los autoatentados contra Napoleón ya había inventado la técnica. Incluso en España se puso en práctica en el atentado de la procesión del Corpus en Barcelona (en 1896). Así que la técnica no es nueva: se genera un problema y uno se hecha en brazos de quién garantiza que nos resolverá el problema.

ESTOY HARTO DE ANTIVIRUS GRATUITOS QUE TE RESUELVEN UN PROBLEMA, PERO ESTÁN MAL DISEÑADOS: TE RALENTIZAN EL ORDENADOR, TE CREAN DEFENSAS INÚTILES QUE TE IMPIDEN ENTRAR EN WEBS INOFENSIVAS PERO NO ESTÁN EN CONDICIONES DE SER DEFENSAS EFICIENTES CONTRA COOKIES AGRESIVAS Y CONTRA SPYWARE.

ESTOY HARTO DE ANTIVIRUS QUE, AL INTENTAR BORRARLOS, SE RESISTEN A DESAPARECER Y SI, FINALMENTE, LOGRAS DESHACERTE DE ELLOS, SE “VENGAN” INTRODUCIENDO PROBLEMAS EN LA CONFIGURACIÓN DE TU ORDENADOR. Ayer me ocurrió desinstalando el Avira, uno de esos antivirus que lo prometen todo y que convierten a tu ordenador en una tortuga paralítica. Algo que debería ser tan simple como borrar un programa se convirtió en una fuente de complicaciones. Y, yo me pregunto, si a estas alturas, cuando entramos casi en el 40 aniversario de la informática de consumo, uno tiene que estar tenso y en guardia como en aquellos tiempos heroicos de los floppys de 8” pulgadas… De eso es de lo que me quejo.