jueves, 9 de enero de 2025

JEAN MARIE LE PEN D.E.P. HOMENAJE Y RECUERDO

En 1973 ya alertó sobre el riesgo que implicaba admitir masivamente a inmigrantes en Francia. Si se le hubiera hecho caso entonces, Francia hubiera evitado muchos dolores posteriores que, hoy, incluso comprometen su estabilidad y su existencia futura. La vida de J.M.L.P. fue notable desde su juventud y pronto destacó como el diputado más joven de Francia por el “pujadismo” y militar que defendió a la patria bajo el uniforme. Durante los años 70, era frecuente que los medios progresistas lo denigraran llamándole “Monsieur 1%” (el porcentaje que había obtenido como media en las primeras ocasiones que presentó su candidatura a las elecciones presidenciales. Sin embargo, en los años 80 se convirtió en una estrella ascendente en el firmamento político francés y el “todos contra J.M.L.P.” (lo que hoy se llama “el cinturón sanitario”) se convirtió en obligado desde la derecha hasta la extrema-izquierda. En las primeras elecciones del siglo XXI pasó a la segunda vuelta y, sectores crecientes de la población, fueron integrándose en el Front National que, por cuestiones de edad, terminó siendo dirigido por su hija. Hoy es la alternativa más segura para restaurar el orden, la seguridad y la prosperidad en Francia. La “racaille” (la escoria) ha celebrado su muerte con una concentración festiva en París. Muchos lo han visto como una ofensa a un fallecido, creo que J.M.L.P. lo vería como un homenaje: sus enemigos, una vez más, han demostrado lo que son y por qué se les llama “la racaille”.

Quien esté interesado en la vida de Jean Marie Le Pen puede consultar esta serie de artículos que publicamos en info|krisis y que no eran más que el despiece de la obra que publicamos en 2004 en Editorial PYRE (Las Claves del fenómeno Le Pen, que firmé con el seudónimo de “Hervé Blanchart”). No es una “biografía oficial”, pero nos consta que fue elogiada y aprobada por la dirección del Front National:



 













miércoles, 8 de enero de 2025

EL FINAL DEL PRIMER CUARTO DEL SIGLO: LO QUE NOS TRAERÁ 2025 (4 de 4) CAMBIOS EN LA ESCENA MUNDIAL

4. Los cambios en la escena mundial  

Está fuera de toda duda que la aplastante victoria de Trump y la estrepitosa derrota de Kamala Harris, acarreará cambios radicales en la política internacional. Hoy más que nunca es posible dudar de la legitimidad de la victoria de Biden en 2020 cuyas dudas generaron el asalto al Capitolio. La progresía mundial y la Agenda 2030 han sufrido la peor de las derrotas. Desde el principio del mandato de Biden estuvo claro que Trump volvería a presentarse a las elecciones en la siguiente oportunidad y que entonces ya no se podrían emplear contra él los mismos trucos que en 2020. De ahí, en primer lugar, los intentos judiciales de inhabilitarle políticamente, primero, y luego los tres intentos de asesinato de los que ha sido objeto por el momento. Trump llega otra vez a la Casa Blanca, más fuerte que durante su primer mandato, con más apoyos todavía y con mayoría en ambas cámaras. Y ha sido extremadamente claro en sus propuestas electorales: aranceles, reindustrialización, relocalización, aligeramiento de la administración, lucha contra la delincuencia, no a la inmigración, no a la Agenda 2030 y a la totalidad de sus mitos y repliegue del país sobre sí mismo. Y en cuestiones de defensa: apoyo a Israel, final de la guerra de Ucrania, política de buenas relaciones con Rusia, exigencia a los países de la OTAN de aumentar su gasto en defensa. Pero, desde el punto de vista socio-cultural, este mandato va a ser decisivo: asistiremos -para bien o para mal- a la construcción de la sociedad del futuro (siempre los propietarios de las nuevas tecnologías -en este caso, Elon Musk y Sillicon Valley- han sido los que han dictado las reglas del juego en las anteriores revoluciones industriales y en la cuarta no va a ser diferente), una sociedad tecnológicamente avanzada, propia del siglo XXI, que ya no puede ser regido por las mismas normas políticas, ni por los mismos conceptos que aparecieron en el siglo XVIII, con la primera revolución industrial y que siguen hoy vigentes. No se tratará de reformas rápidas, sino graduales, casi imperceptibles. Musk, en el momento en el que escribimos estas líneas, empieza a perfilarse como el sucesor de Trump. Y, si tenemos en cuenta que, por el momento, Twitter-X es un oasis de libertad de información en el mundo de las redes sociales, habrá que convenir que deberemos estar atentos a los movimientos y orientaciones de Musk a lo largo de 2025, para entrever cómo va a ser el futuro. Es significativo, igualmente que el grupo Meta de Mark Zuckerberg, tras años de censura wokista y progresista, haya dado marcha atrás y liquidado sus programas de “verificación de datos” que limitaba hasta límites inconcebibles la libertad de expresión.

Por otra parte, si el inicio de la guerra de Ucrania y la política de sanciones contra Rusia, rompió la globalización, la subida de Trump al poder, terminará rematándola. El mundo caminará con más fuerza hacia un verdadero “nuevo orden” en el que no habrá una sola potencia mundial, ni un duopolio, ni siquiera políticas “imperialistas” por parte de ningún actor internacional. En el momento actual, las alianzas son claras, por una parte, una muy debilitada UE tras los faldones de los EEUU, junto con el Estado de Israel, y, por otra parte, los países BRICS, con una Iberoamérica en proceso de cambio y un mundo árabe dividido entre tres países que aspiran a hegemonizarlo (Turquía, Irán y Arabia Saudí). 

El gran riesgo que podría desencadenar un conflicto generalizado -y que lo ha intentado en varias ocasiones- es el complejo petrolero-militar-industrial de los EEUU, unido a un sector de los representantes norteamericanos de la Segunda y Tercera Revolución Industrial que ven como se les escapa entre los dedos su hegemonía en la política norteamericana y cuyas últimas bazas eran un anciano disminuido mentalmente desde antes de ser elegido presidente y una vicepresidenta ignorante, zafia, frívola, despreciada por el electorado y sin ideas en la cabeza. La derrota de Biden marca el fin de una época. La voluntad de combatir el wokismo y todos y cada uno de los “objetivos” de la Agenda 2030, su decidida voluntad de oponerse a los grandes movimientos migratorios y su oposición al yihadismo, son orientaciones más necesarias hoy que nunca y, todo induce a pensar, que, de ser Musk su heredero político, los cambios no se detendrán con el final del ciclo presidencial de Trump, con su muerte natural o con su posible asesinato “a lo Kennedy”. La voluntad calculada de Trump-Musk de influir directamente en las elecciones alemanas (con sus declaraciones de apoyo a AfD) o torpedear al miserable gobierno laborista del etnocida Starmer (con la revelación documentada de que oculto 1.500 violaciones de niñas por parte de inmigrantes en su mayoría pakistaníes durante su período como fiscal), van -por el momento- en la “dirección correcta”, si de lo que se trata es de enterrar el “viejo orden”, sin olvidar sus declaraciones contra la pedofilia y su promesa de revelar los clientes pedófilos de Puff Daddy, Epstein y Al-Fayed y de no tener piedad con la corrupción de Hollywood.

Pero el primer cambio esperado en la escena internacional será el final de la guerra de Ucrania. Previendo el escenario que tendrá lugar a partir de la toma de posesión de Trump, Zelensky ya ha declarado que admitirá pérdidas territoriales en la negociación… a cambio de entrar en la OTAN, exigencia de un verdadero mentecato que todavía no se ha enterado qué fue lo que constituyó el chispazo que desencadenó el conflicto. El problema, a estas alturas, no es el futuro de Ucrania, ni quién pagará la factura para la reconstrucción, sino qué ocurrirá con Zelensky. La duda es si “se lo comerán”, literalmente, los propios ucranianos o bien encontrará un país en el que hacerse olvidar. Pero el delgado cable de la espada que pende sobre su cabeza está ya a punto de romperse. Lo más probable es que, tras la paz, termine procesado y encarcelado por todas las corruptelas que han tenido lugar bajo su mandato y, especialmente, mientras morían ucranianos en el frente. Lo que está más que claro es que Putin no le va a perdonar haber ejercitado terrorismo en territorio ruso, haber volado el Nord-Stream o haber asesinado civiles en ataques más terroristas que militares. Y, como digo, los propios ucranianos, le pedirán responsabilidades: unos por la derrota y las pérdidas territoriales, otros por la destrucción absoluta de las infraestructuras, y los habrá que le exigirán responsabilidades por haber colocado deliberadamente arsenales y puestos de mando en las cercanías de escuelas y mercados, para evitar ataques rusos (que en muchos casos se han producido, provocando la muerte de inocentes). Lo más probable es que lo que quede de Ucrania, se convierta en un país no alineado o bien se acerque a la órbita rusa. La última fase de este drama va a ser, sin duda alguna, la más dura para Ucrania y el tiempo de reconocer los factores geopolíticos que precipitaron el conflicto.

El proteccionismo norteamericano generará, casi inevitablemente una guerra comercial y arancelaria que hará saltar por los aires el Acuerdo General de Aranceles. Si eso ocurrirá en 2025 o en los dos años siguientes, es una cuestión secundaria. La cuestión es que, incluso los más neoliberales, en la actualidad, sostienen que, si bien la economía debe ser desregularizada en el interior de cada país, en las relaciones internacionales deben existir -a la vista de los desequilibrios causados por la globalización- acuerdos entre los bloques de países. Y, antes o después, se terminará llegando a eso. No será la misma situación que en las décadas en los que cada país tenía sus criterios propios, cuando la “dimensión nacional” habitual era la del Estado-Nación, sino la generada por la existencia de los “bloques geopolíticos” en los que tienden a converger los Estados. Y el problema para los Estados europeos es la ineficacia, la burocratización y, especialmente, la lentitud en la toma de decisiones de la Unión Europea, así como su falta de proyecto económico-político, más allá de constituir como la “pata europea” de la globalización ayer, y presentarse hoy como el más fiel ejecutor -por no decir el único- de las orientaciones de la Agenda 2030. 

No parece probable el estallido de una guerra “caliente” entre EEUU y China. La guerra solo es buena para las empresas armamentísticas y el “armarse para la paz” (reedición del “si vis pacem para bellum”) es hoy una política común en todos los estados… salvo en lo europeos, los únicos que durante décadas han querido creer en la “bondad universal” y en un futuro de armonía, paz y fraternidad universal. Los líderes de las grandes potencias no están dispuestos a desencadenar un Armagedon nuclear y ya es hora de denunciar los intentos de crear una situación pre-bélica por parte de la administración Biden, difundiendo noticias alarmistas a lo largo de 2024, cuando la victoria de Trump ya parecía inevitable.

En Oriente Medio, Israel ha decidido impedir que Hamás vuelva a levantar la cabeza, misión prácticamente cumplida. Sin embargo, 2025, será un año en el que la crisis de la zona no terminará. El factor de desestabilización ha sido la caída del régimen legal sirio y la entrada de los islamistas en Damasco a dos pasos de Israel. A pesar de que, en el momento de escribir estas líneas, los leales a Assad resisten en algunas zonas, el Islam radical ha dado un paso al frente, allí en donde hace tres años estaba derrotado. Y lo ha hecho, por supuesto, antes de que se produjera el cambio en la política exterior norteamericana. La teoría de un acuerdo entre EEUU y Rusia, entregando ésta la “pieza siria”, a cambio de la “paz en Ucrania” (con las mermas territoriales) carece por completo de lógica. El gobierno islamista de Damasco, tardará poco en revelar su verdadero rostro: intolerante, exclusivista y representante del radicalismo yihadista. Los cristianos de Siria (país tradicionalmente multirreligioso y que no tuvo tensiones entre las distintas confesiones hasta las “revoluciones verdes” de hace más de una década) se convertirán e apestados y perseguidos; las mujeres verán impuestas normas culturales similares a las de Afganistán y Siria se convertirá en una tierra de promisión para el terrorismo yihadista y “santuario” de ataques contra Israel, con el riesgo de estallido de un conflicto localizado en Oriente Medio y un consiguiente aumento del terrorismo internacional yihadista. La UE, como siempre, inicialmente no sabrá dónde ubicarse y se limitará a recibir refugiados, especialidad en la que la burocracia de Bruselas se ha consolidado mundialmente… para luego, ofrecerse a pagar la reconstrucción de las zonas afectadas y financiar las estructuras estatales palestinas. Y, a lo largo de 2025, si es posible que la “temperatura” de la zona vaya aumentando hasta lo insoportable. 

Un aspecto importante será la conquista del espacio, el retorno a la Luna, y, en general, las misiones espaciales protagonizadas, ya no por agencias de Estados-Nación, sino por empresas privadas y que demuestran que, sin apenas darnos cuenta, estamos entrando en una nueva era en el que las grandes acumulaciones de “dinero nuevo” procedente de las empresas tecnológicas, sustituirá a los Estados en la realización de proyectos de alcance universal. Éste será uno de los rasgos característicos de la Cuarta Revolución Industrial en la que nos encontramos.

ALGUNAS CONCLUSIONES

El año 2025 irá diluyendo los grandes mitos del ultraprogresismo. La progresía será una especie en vías de extinción y sus temas favoritos (“transición energética”, “cambio climático”, “energías sostenibles”, “wokismo”, “ningún ser humano es ilegal”, “perspectivas de género”, “cultura de la cancelación”, “pandemias en las que moriremos todos”, “vacunación universal”, “corrección política”, “gay pride”…) se convertirán en latiguillos irónicos contra quienes se habían erigido en apóstoles de lo que ha sido en la práctica una “nueva fe”. Pero, si los “péndulos” van a oscilar en sentido contrario al primer cuarto de siglo, no es por una ley cíclica fatal e incuestionable, sino porque la puesta en práctica del ultraprogresismo ha convertido a las sociedades modernas en débiles y, paradójicamente, cada vez más “barbarizadas” (en el sentido de una carencia completa de autoridad y de un empobrecimiento cultural in crescendo). La falta de éxitos del ultraprogresismo es lo que desde hace unos años está haciendo que el péndulo caiga en dirección opuesta. 

El problema de 2025 es que, en general, será un año de transición. La buena noticia es que nadie alberga la menor esperanza en una coexistencia entre el “nuevo conservadurismo de base tecnológica” y el “viejo progresismo iluminista e igualitarista”. La dialéctica de este enfrentamiento se resolverá a medio plazo, pero, en cualquier caso, y grosso modo, esa transición no será en dirección a situaciones más degradadas y a una negación de todo lo que ha precedido a este tiempo, sino como una búsqueda de estabilidad y de seguridades, de valores del pasado que deberían ser el compañero ideal de las nuevas realidades tecnológicas que cada vez estarán más presente en nuestro mundo.

No es posible dudar que la Cuarta Revolución Industrial es inevitable y que va a cambiar la forma de ser y de vivir de la humanidad, de los Estados y de los grupos sociales. Incluso el conservadurismo más extremo reconoce que las nuevas tecnologías han llegado para quedarse y que están modificando hábitos y costumbres. La cuestión, una vez más, es que el mundo futuro puede ser construido por una “ciencia sin conciencia” o bien desde perspectivas arqueofuturistas. De eso dependerá que el año que acaba de empezar sea uno de los últimos de ayer, o uno de los primeros del mañana; que encarrile de nuevo el monstruo desbocado de la modernidad o bien que éste se convierta en un vehículo sin frenos que, en su pendiente de caída, marche inexorablemente contra un muro de hormigón. 

La noticia a última hora, mientras concluíamos este estudio, de la dimisión de Justin Trudeau, abunda en esta dirección. Un perfecto donnadie, actor en paro hace once años, elegido, no por méritos propios, sino por el recuerdo de su padre, “joven líder” salido del laboratorio de George Soros, no ha podido culminar completamente su tarea histórica de destruir un país estable y próspero como Canadá. En menos de 10 años, Trudeau ha islamizado Canadá admitiendo a una oleada de inmigración marroquí con efectos similares a los que ha generado en España o Bélgica, ha operado una fractura social en el interior, ha perseguido con saña a sus detractores, ha legalizado la marihuana sin existir demanda social, se ha dado el pico con Sánchez y Macron sin desaprovechar ocasión, pero, sobre todo, no ha advertido el cambio de ciclo, ni el hecho de que la población canadiense, el electorado y su propio partido, le habían vuelto la espalda desde la revuelta de los camioneros en 2022. Troquelado con el mismo molde que los Macron o los Sánchez, sin ideología y, lo que es peor aún, sin ideas y con un bagaje cultural sumario, sin experiencia en gestión, pasará a la historia como el peor jefe de gobierno en la historia de Canadá. Su partido no quería ni que se acercara a un mitin electoral durante este año 2025 y, por supuesto, no lo querían como candidato. Sánchez ha perdido a uno de los pocos mandatarios internacionales que todavía le dirigían la palabra. Es un buen principio de año para Canadá e, incluso para el resto del mundo.

Lo que se nos viene encima en 2025 (1 de 4). España

Lo que se nos viene encima en 2025 (2 de 4). Europa

Lo que se nos viene encima en 2025 (3 de 4). Iberoamérica

Lo que se nos viene encima en 2025 (4 de 4). Las superpotencias

 







EL FINAL DEL PRIMER CUARTO DEL SIGLO: LO QUE NOS TRAERÁ 2025 (3 de 4). IBEROAMÉRICA


3. El año 2025 en Iberoamérica

Bukele en El Salvador, se ha convertido en una referencia para todas las candidaturas que quieren competir en los distintos países centroamericanos. El apoyo obtenido por Bukele en las última elecciones de 2024 ha sido abrumador (54 escaños obtenidos por Nuevas Ideas -su partido- sobre un total de 60 y cuatro escaños más para los dos partidos conservadores, ARENA y Concertación Nacional) demostrando que el electorado sabe recompensar la buena gestión (de país más inseguro del mundo, El Salvador ha pasado a encabezar la lista de países más seguros, por otra parte las medidas antiinflación, la bitcoinización de una parte de la economía, la reforma política, la lucha contra la corrupción y el narcotráfico, han demostrado que cuando existe voluntad política, existen posibilidades de reconducir las situación de disgregación nacional en pocos años).

Mientras el “experimento Bukele” afectó a un pequeño país de Centroamérica, nadie se interesó excesivamente por lo que allí ocurría, pero cuando en Argentina, a mediados de 2022 apareció el “fenómeno Milei” la alarma cundió, especialmente en el Grupo de Puebla (el foro que une al ultraprogresismo de la izquierda iberoamericana, en el que están integrados el PSOE, Podemos y Sumar). Toda la izquierda europea y particularmente la española, había apoyado al kirchnerismo a pesar de sus múltiples corruptelas y al fracaso de su gestión. La victoria de Milei estaba cantada desde el principio y todavía más cuando, frente a él, los partidos del sistema argentino surgido tras el gobierno militar, solamente estuvieron en condiciones de presentar a Sergio Massa, anterior ministro de economía y uno de los responsables del caos económico. Las políticas más “libertarianas” que neo-liberales de Milei suponen una ruptura con todo lo experimentado en Iberoamérica en las últimas décadas: disciplina fiscal, achicamiento del Estado y consiguientemente del gasto público, liquidación de focos de corrupción y de chiringuitos, políticas conservadoras en orden público y seguridad, etc., han dado como resultado un “ajuste duro” que está repercutiendo favorablemente, a modo de estímulo, en la economía y en la sociedad argentina. 

Pues bien, en torno a estos dos faros, Iberoamérica está reordenando sus políticas. Y en este sentido, el año 2025 traerá novedades en algunos países. Chile, celebrará elecciones en otoño. Las encuestas dan una amplia mayoría a los partidos conservadores, especialmente al Partido Republicano de Chile y a la Unión Democrática Independiente, con una suma de más del 40% de la intención de voto, frente a un 4% del Frente Amplio (al que pertenece el actual presidente Gabriel Boric -en posiciones idénticas a Sumar o el Nuevo Frente Popular francés, esto es, a la “izquierda marciana”) y a un 10% de la socialista Michelle Bachelet. Parece claro que Chile sumará, a finales de año, otra derrota del Grupo de Puebla. 

Igualmente importante será el año para Brasil, a pesar de que todavía faltan 20 meses para las elecciones generales. Lula ha declarado que no buscará un cuarto mandato. Por el momento, las encuestas van muy igualadas entre la candidatura de izquierdas (38% de intención de voto) y la de derechas (37%). Las manifestaciones masivas que se han ido repitiendo en Brasil a lo largo de 2024 por los partidarios de Bolsonaro y los resultados de encuestas precedentes desde 2023, indican que la intención de voto a la izquierda va decreciendo a ritmo de 2-3 puntos al año, mientras que los “bolsonaristas” se están reforzando. La política de la izquierda brasileña ha seguido a la creada por la administración Biden contra Trump en EEUU: tratar de implicar al líder de la oposición en el máximo de procesos judiciales para impedir que vuelva a presentarse a unas elecciones hasta 2030. Lo cierto es que, durante su período de gobierno, el PIB brasileño y la lucha contra la inflación dejaron un buen recuerdo de su gestión que se empañó solamente durante la pandemia. De hecho, los resultados electorales de 2022, permiten pensar que se produjo fraude electoral, al que sus partidarios respondieron con la ocupación de edificios públicos, por los que, el propio Bolsonaro fue condenado a la inhabilitación por “alentar una narrativa delirante con efectos nefastos para la democracia”. Los cambios en la política exterior de Argentina y los que tendrán lugar en EEUU a lo largo de 2025, repercutirán también en Brasil reforzando posturas conservadoras, mientras que los reiterados fracasos político-económicos de aquellos países en donde gobierna el “Grupo de Puebla”, irán disminuyendo el margen de maniobra del “progresismo”. 

A lo largo de 2024, éste “progresismo” solamente ha contado con un éxito: el triunfo de Claudia Scheinbaum por el Movimiento de Renovación Nacional, en México. Su triunfo sobre Xóchitl Gálvez del Partido de Acción Nacional (que pactó un “Frente Amplio” con sus adversarios históricos del Partido Revolucionario Institucional, hoy casi residual, pero protagonista de la política mexicana en el siglo XX) fue indiscutible. No se reconocen cualidades políticas excepcionales a Scheinbaum, salvo la de ser la “elegida” por López Obrador, el populista de izquierdas que ha gobernado México en los años de mayor deterioro del orden público y la seguridad. López Obrador (AMLO) utilizó para mantener su popularidad la estrategia adoptada por el Grupo de Puebla (más subsidios, más permisividad ante la delincuencia como válvula de escape para determinados grupos sociales, mayor presión fiscal sobre las clases medias y más “programas sociales”, unido a una retórica anticolonialista apuntando contra España, como maniobra de “diversión” ante la triste realidad). Con todo esto se consiguió que descendiera el “índice de la pobreza”, aunque también descendió la “riqueza per cápita” y se ha mantenido inalterable el “índica de pobreza extrema” (que no suele acudir a las urnas). Así pues, en México los dos bloques políticos están caracterizados por los que pagan impuestos de un lado y por los que reciben ayudas sociales de otro… Sin embargo, el gran fracaso de AMLO ha sido es estancamiento económico (un 1% de media durante su sexenio), el aumento del peso de las mafias de la droga que controlan por completo zonas del país, un descenso en la producción de petróleo y de la inversión en Educación (con niveles similares a Kenia). Así pues, la herencia de la Scheinbaum es envenenada y su triunfo no ha dejado de suscitar dudas sobre el futuro. El problema en el México actual no es ganar una elección (basta con aumentar subsidios a grupos sociales e ignorar lo que representa para el futuro el aumento de la deuda que ello implica), sino evitar la quiebra económica del Estado y el riesgo de que la delincuencia termine convirtiendo al país en un “Estado fallido”. Esos riesgos están hoy más presentes que nunca en México y de ahí que la victoria de Scheinbaum -una judía askenazi lituana- fuera tomada con escepticismo en el interior del país.

En Venezuela nadie sabe lo que puede ocurrir en apenas unos días. El fraude en las elecciones legislativa fue tan abultado que nadie se ha tomado en serio el resultado. Ni siquiera el Grupo de Puebla ha admitido a Maduro como miembros de pleno derecho, si bien ha permanecido en silencio ante el escandaloso fraude generalizado (silencio para evitar poner en un compromiso a Zapatero convertido en el “tonto útil” del gobierno venezolano). Para países como Argentina, Costa Rica, EEUU, Ecuador, Perú, Uruguay, Italia, Japón, Alemania, Francia, etc., el verdadero vencedor de las elecciones es Edmundo González, desde el 2 de enero de 2025, buscado como “prófugo” por la policía de Maduro. Al frente de la Mesa de Unidad Democrática (un frente “atrapalotodo” con socialistas, democristianos, progresistas, liberales, conservadores y “humanistas cristianos”, con más de una veintena de siglas), González aspira a ser nombrado “presidente electo” en enero de 2025, mientras Maduro, a despecho de la realidad, asume que él ha ganado las elecciones. A partir de esa fecha puede ocurrir cualquier cosa: desde un aislamiento internacional creciente para el gobierno de Maduro, hasta una guerra civil, incluso una intervención extranjera para imponer a Edmundo González, hasta una situación parecida a la que ya se dio entre Nicolás Maduro y Juan Guaidó (que, también disputó al primero la legitimidad después de las elecciones de 2020 y que, finalmente, tras nombrar un “gobierno interino”, llegó a un acuerdo con Maduro). Lo cierto es que, desde que Maduro llegó al poder, más de 7,500.000 de personas han abandonado Venezuela, la economía está literalmente hundida y 9,300.000 de personas sufren inseguridad alimentaria, los servicios sociales básicos están en caída libre y, a pesar de que, según las cifras del gobierno, el crecimiento económico en 2024 ha sido casi del 5%, resulta insuficiente para absorber una tasa de paro del 12,7% y recuperar los muchos años de números rojos. Si el país todavía no ha entrado en quiebra técnica es a causa del petróleo (es el quinto exportador mundial) que representa el 80% de exportaciones y el 50% de ingresos gubernamentales. Esta excesiva dependencia del Estado, las nacionalizaciones de empresas, la falta de inversión, los bajos salarios y los controles de cambio han sumido al país en una crisis tan grave o más, incluso, que la crisis política y que pueden tener una repercusión explosiva a lo largo de 2025.

Junto a México, Brasil y Chile, Colombia es, en estos momentos, uno de los lugares en los que el Grupo de Puebla sigue manteniendo la iniciativa. Las elecciones que tuvieron lugar a mediados de 2022, dieron el poder a Gustavo Petro por apenas 3 puntos de diferencia. En sus dos años de gobierno, Petro no ha resuelto ninguno de los grandes problemas de la sociedad colombiana: corrupción, pobreza, inseguridad, narcotráfico y desconfianza en la clase política. Petro, antiguo guerrillero del M-19, uno de los puntales del Grupo de Puebla, pero cuando ha superado el ecuador de su mandato (se convocarán elecciones para agosto de 2026) se enfrenta a protestas crecientes contra su gestión. El tiempo trabaja contra él: la falta de logros políticos, el incumplimiento de promesas electorales, los casos de corrupción (muy similares a los que se están dando en España con tensiones entre los órganos judiciales y el poder ejecutivo) y los problemas en el interior de su gobierno, actúan en su contra, frente a un conservadurismo cada vez más radicalizado y que, en estos momentos, está superando su etapa de fragmentación. En las elecciones regionales que tuvieron lugar a finales de octubre de 2023, el triunfo indiscutible fue de las fuerzas de oposición, se confirmó la impopularidad de Petro y se produjo un reagrupamiento de la oposición. Los índices de popularidad del presidente siguen descendiendo hasta ser prácticamente imposible remontarlos. Solo en Bogotá, en las generales de 2022, Petro obtuvo 2.253.997 votos, pero en la misma capital, sus resultados descendieron a menos de 600.000 poco más de un año después, una pérdida que supone casi ¾ partes del capital electoral. El paralelismo entre la España del pedrosanchismo y la Colombia de Petro, es espeluznante y parece difícil que, por muchas maniobras para controlar el poder judicial, el destino de Petro quedará sellado en 2026. Por tanto, el año 2025 será el de intentos de recuperación, sometimiento de los organismos del Estado a su control y el habitual recurso a aumentar los grupos sociales subvencionados.

En los países andinos, Perú y Ecuador se viven situaciones muy diferentes. En Perú, como era de esperar, tras el fracaso de la “tercera fuerza” que trató de inspirar Vargas Llosa, se consolidaron dos bloques, la “izquierda progresista” (en torno a Pedro Castillo, un viejo marxista-leninista de manual, hoy en Perú Libre) y la “derecha conservadora” de Keiko Fujimori (que actúa con el nombre de Fuerza Popular), respectivamente con 15 y 24 diputados. Sin embargo, en las elecciones de 2021 los distintos partidos de la derecha conservadora y de la extrema-derecha obtuvieron un total de 93 diputados de la derecha conservadora, mientras que la izquierda apenas obtuvo 20 y 18 los partidos centristas). Sin embargo, en las elecciones presidenciales de ese mismo año, Pedro Castillo obtuvo la presidencia en la segunda vuelta (en la primera apenas había logrado el 18%). Desde los primeros momentos su política fue errática y a los pocos meses perdió todos los apoyos políticos y se vio implicado en casos de corrupción, nepotismo y mala gestión que le costarón el cargo, tras declarar el “estado de excepción” 500 días después de llegado al gobierno, siendo destituido de su cargo por el Congreso y detenido tras intenta huir a México. Fue condenado a 18 meses de prisión y en 2024, creó el partido Todo por el Pueblo. Hoy se define como “progresista no marxista”. Fue sustituido por la presidenta del Congreso, Dina Boluarte, a la que Castillo considera como “dictadora” y que ha confirmado que concluirá su mandato en 2026. Así pues, la derecha conservadora y la extrema-derecha peruana, mayoritarias socialmente, tendrán ocasión de reorganizarse y lo harán con peticiones de imitación de la “estrategia Bukele” contra la represión y de la “fórmula Milei” frente a la crisis económica y la inflación. Y no parece que la izquierda puede ofrecer nada más que grandes palabras sobre los “estudios de género”, la eutanasia, el aborto y los derechos de los indígenas como alternativa.

En Ecuador, el presidente electo Daniel Noboa declaró la existencia de un “conflicto armado en el interior del país”, generado por el narcotráfico y la delincuencia organizada, decretando un “estado de excepción” de 60 días. Noboa, llegó al poder apoyado por el centro-izquierda, del que él mismo se reclamaba. Sin embargo, sus políticos se han caracterizado más bien por estar inspiradas en la derecha más dura (represión a la delincuencia, liberalismo económico, libertad de empresa). Hoy, nadie duda en Ecuador que Noboa, por educación, por familia y por ideas, se ha reubicado a la derecha.

Después de algo más de 40 años sin golpe de Estado, en 2024, vimos como reverdecían los laureles golpistas en Bolivia cuando un grupo de miembros de las fuerzas armadas, liderados por el comandante general del Ejército, Juan José Zúñiga, intento hacerse con el control del país en un más que confuso episodio que duró pocas horas. Zúñiga explicó que se trataba de un autogolpe ordenado por el presidente Arce, para “levantar su popularidad”. Luis Arce, ganó con un 55% de los votos, las elecciones de 2020, como líder de una de las fracciones del MAS (Movimiento Al Socialismo), siendo Evo Morales, el dirigente de la otra. Arce tiene el apoyo de los grupos indígenas, campesinos y mineros, y el rechazo del resto de la población, incluidas las universidades, los medios de comunicación y los centros económicos. La oposición es especialmente enconada en Santa Cruz de la Sierra (Arce se niega a un nuevo censo que ampliaría el número de escaños de este departamento). Evo Morales expulsó del MAS a Arce y a su vicepresidente Choquehuanca. Cabe decir que, en los últimos años, Bolivia, mejoró su situación económica, pero no tanto gracias a las gestiones de los distintos gobiernos, como a la sobreexplotación de sus riquezas naturales, especialmente en minerales estratégicos cada vez más codiciados. Así mismo, la composición étnica del país hace que, desde principios del milenio, los grupos étnicos indios voten a uno de los suyos a despecho de si su gestión es mala, regular o infame. En el mes de agosto de 2025 está previsto convocar nuevas elecciones. Todo induce a pensar que el actual alcalde de Cochabamba, Manfred Reyes, ex militar y conservador, va muy por delante en intención de voto, rebasando a Evo Morales (inhabilitado para presentarse) y triplicando las previsiones de voto de Arce. Así pues, va a ser un año histórico para Bolivia.

En Uruguay el Frente Amplio de carácter progresista, ganó en la segunda vuelta las elecciones de noviembre de 2024, por un estrechísimo margen de votos (apenas 90.000) sobre el Partido Nacional. Sin embargo, el Frente Amplio obtuvo 19 actas de diputado más que el Partido Nacional. La victoria fue inesperada dado que la pobreza había remitido en el país y era la más baja de toda Iberoamérica. La pandemia y las consecuencias económicas que derivaron de ella, erosionaron la administración conservadora del Partido Nacional. El país dispone todavía de la clase media más extendida de toda Iberoamérica (el 60% de la población). La administración del Partido Nacional fue muy prudente en lo económico por lo que la ajustada victoria del Frente Amplio sorprendió a los observadores. Incluso el presidente Lacalle tenía un amplio nivel de aceptación en su gestión, con una rápida recuperación económica tras la pandemia, un crecimiento del empleo y una disminución de la pobreza. El resultado solamente puede interpretarse como un rechazo al “oficialismo” protagonizado por sectores políticamente inmaduros del electorado.

En Paraguay, desde 2023, gobierna el conservador Santiago Peña que poco antes había sido muy criticado en el exterior por elogiar los 50 años de dictadura de Alfredo Stroessner. En esas mismas elecciones, el Partido Cruzada Nacional de Payo Cubas quedó en tercer lugar con un 23% de los votos, mientras que el Partido Liberal Radical, tradicional opositor a Stroessner quedaba en segundo lugar, con un alto nivel de disgregación interior. Presentado en las últimas elecciones en coalición con otros grupos políticos en la candidatura Concertación para un Nuevo Paraguay, en el que cabía todo, desde la extrema izquierda al liberalismo, pasando por el indigenismo, la democracia cristiana y el progresismo… es lo más que puede ofrecer la izquierda paraguaya.

Por su parte, en los países centroamericanos, la tendencia es, o bien tiende a imitar a Nayib Bukele (en Costa Rica) o bien a convertirse en dictaduras personales (como en Nicaragua). En Panamá, Raúl Mulino fue elegido presidente en mayo de 2024, presidente de Realizando Metas, un partido populista y conservador situado a la derecha de la derecha. Honduras, por su parte, se orienta hacia una dictadura personalista siguiendo el camino no de Nicaragua. 

Cuba, como siempre, sigue atascada y cada vez más depauperada, sin perspectivas de cambios en el interior. Hará falta ver si la política de la nueva administración Trump, cambia en relación a Cuba. En cualquier caso, las reformas que el gobierno cubano tiene previstas para 2025, son tan mínimas que la población apenas las advertirá, mientras su PIB per cápita es de 8.317 € y la inflación es de tres dígitos, con apagones constantes y una depreciación constante de la moneda nacional. Cuba es, hoy por hoy, el país más pobre de Iberoamérica, por delante de Venezuela y Honduras (con gobiernos “progresistas” en los tres casos, lo que hace creíble el axioma de “donde gobierna la izquierda, progresa la pobreza”).

En conjunto a principios de 2025, en Iberoamérica se tiende a un equilibrio de fuerzas entre “conservadores” y “progresistas” que, a lo largo del año y especialmente en 2026, se irá resolviendo a favor del bloque conservador, cada vez más influyente (incluso en el terreno cultural, mejor dicho, sobre todo, en el terreno cultural) y en detrimento de una izquierda progresista, poco a poco, arrinconada o bien que gana elecciones por la mínima, queriendo aplicar medidas de “ingeniería social” como si hubiera logrado mayorías amplias… Esa irresponsabilidad, tan propia del “progresismo”, autoaureolado de un sentimiento de “legitimidad moral”, es lo que hemos llamado “izquierda marciana” (en el sentido de que no tiene apenas relación con la realidad, ni una mínima previsión de futuro y se centra en medidas que solo interesan a grupos minoritarios o en un reformismo social utópico y permanentemente fracasado). El péndulo en Iberoamérica, está cada vez más alejado de las posiciones progresistas y para 2030, el Grupo de Puebla es muy posible que pueda llamarse el Grupo de los Derrotados.

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lunes, 6 de enero de 2025

EL FINAL DEL PRIMER CUARTO DEL SIGLO: LO QUE NOS TRAERÁ 2025 (2 de 4). EUROPA


2. EL FUTURO DE EUROPA EN 2025

Lo que se le viene encima a la Unión Europea no es mucho mejor.

La política europea está marcada por la deriva impresa por una corte de funcionarios atrincherada en las instituciones europeas, sin orientaciones precisas y a remolque, especialmente de la Agenda 2030 y el Acuerdo de París sobre el cambio climático, confusos porque su proyecto -convertir a la Unión Europea en la “pata” regional de la globalización, puede darse por fracasado. En efecto, la guerra de Ucrania, especialmente, pero también la locura impresa en cada uno de los diecisiete “objetivos” y las ciento sesenta y cuatro “metas” de la Agenda 2030 y sus resultados absolutamente adversos para los intereses europeos e identificados con el “ultraprogresismo”, han cogido a contrapié a los funcionarios de la UE que se resisten a variar el rumbo de la federación, a pesar de que cada día el “euroescepticismo” amplía sus bases en todos y cada uno de sus países integrantes. La mala gestión de la UE en todos los terrenos ha sido capaz de volvernos “antieuropeos” incluso a los que desde muy jóvenes veíamos en la “nueva dimensión nacional de Europa” una necesidad para competir en el mundo bipolar surgido de la Segunda Guerra Mundial y de la derrota de los países europeos (incluidos Francia y Gran Bretaña).

Se suele creer que la UE es gobernada por un “consejo de ministros” dirigido por un “presidente de la UE”. En realidad, no es así: el gobierno efectivo lo forma una corte de funcionarios, los únicos que conocen bien el denso entramado de “directivas”, “leyes”, “normas” y “principios de acción”, “tratados” y “acuerdos” que, en la práctica, constituyen un corsé de acero para la gestión efectiva y positiva de la UE. En cuanto al Parlamento Europeo, sus poderes son limitados, tanto como ilimitado es su presupuesto; su función es de “válvula de seguridad democrática”, pero sin poderes efectivos y sin posibilidades reales de modificar la trayectoria emprendida desde la Conferencia de Maastrich. 

Hoy, más que nunca, puede decirse que la Unión Europea es la institución más antieuropea jamás creada. Además, es una institución suicida: cuando se pactan acuerdos para traer alimentos del Mercosur o de África, lo que se está haciendo es condenar a muerte a la agricultura europea y, en el caso de los países africanos, ofrecerles una posibilidad de chantajear a Europa con la amenaza de cortar suministros alimentarios y, sin contar, que a partir de enero de 2025, los alimentos procedentes de esos países no serán sometidos a controles sanitarios, aun a sabiendas que pesticidas, herbicidas, fungicidas, prohibidos por tóxicos en la UE, se utilizan masivamente en África. Sin mencionar que las políticas energéticas, industriales y económicas, unidas a la permisividad en materia de inmigración, en apenas 20 o 30 años, harán que la UE y todos y cada uno de sus miembros, sigan descendiendo en los niveles de industrialización y superados por países de los cinco continentes: tal es la tendencia actual (por ejemplo, el nivel de industrialización, armamento y eficacia en la gestión del gobierno es muy superior en Marruecos que en España, con lo que podemos imaginar cómo quedarán hacia 2.050 la situación de Ceuta, Melilla y Canarias, incluso de zonas del territorio peninsular). Lo más terrible es que, anualmente, decenas de jóvenes universitarios europeos abandonan el continente agobiados por la inestabilidad laboral, los impuestos y la falta de oportunidades, para radicarse en países que prosperan a mucha más velocidad, con una estabilidad creciente, planificación y garantía de futuro… mientras llegan a la UE millones de inmigrantes de muy escasa formación cultural y de nula preparación laboral, procedentes de otras culturas y religiones (con un alto porcentaje de revanchismo y de parasitismo económico).

Cabría recuperar la consigna de “Si a Europa, pero no así”. E incluso la idea mucho más drástica, pero seguramente mucho más efectiva, de “resetear” la UE y partir de cero nuevamente en la construcción europea, a la vista de que ahora ya tenemos muy claro lo que ha fracasado en el proyecto. Digámoslo de otra manera: “Si persiste la UE en la línea adoptada desde Maastrich, Europa muere” o, finalmente, de manera aún más clara: “La UE debe morir, para que Europa pueda vivir”.

Este 2025 se inicia con inestabilidad política en las dos “locomotoras europeas”, Francia y Alemania. En Alemania cayó la “coalición imposible” formada por socialdemócratas, liberales y ecolocos. Se han convocado nuevas elecciones para febrero. Todo el misterio de estas elecciones es el resultado que obtendrá AfD como media en todo el país. Sabemos que, en las últimas elecciones regionales en los länders del Este, la AfD se ha configurado como la opción preferida por el electorado y la duda es si esta tendencia se afirmará también en el Oeste. Todo induce a pensar que, en cualquier caso, la AfD subirá electoralmente. Y la pregunta es: ¿hasta cuándo el centro-derecha democristiano podrá mantener el “cinturón sanitario” frente a la AfD sin experimentar una merma en su propio electorado? En el momento de escribir estas líneas el canciller austríaco ha encargado al FPÖ formar gobierno... lo que sienta un precedente peligroso para las estrategias de "cinturón sanitario".

El hecho de que partidos similares gobiernen en Italia o Hungría y tiendan a ser hegemónicos en Europa Central y del Este, incluso en Holanda y estén presentes en todos los países nórdicos, crea peligrosos precedentes para el resultado de las elecciones en las “locomotoras europeas”. En efecto, contrariamente al dramatismo de los teóricos del “cinturón sanitario ante la ultraderecha”, en todos estos países donde gobiernan estos partidos, no se han perdido libertades, ni se han hecho peligrar conquistas sociales: simplemente se ha gestionado mejor el Estado y se han abandonado “ideas marcianas” propias de los gobiernos progresistas.

En Francia, el gigantesco error de Macron de convocar elecciones legislativas anticipadas, con un resultado inesperado para él (no pudo evitar una victoria de la izquierda gracias a la “segunda vuelta” y al “cordón sanitario” frente al Rassemblement National) ha hecho que desde entonces -primera de 2024- cayeran dos gobiernos y los socialistas, encargados ahora de forma gobierno, encuentren idénticas dificultades. Parece inevitable que, antes o después, Macron estará obligado a convocar nuevas elecciones legislativas y parece difícil que, a la vista del caos étnico-social que está viviendo Francia y del fracaso que supusieron los Juegos Olímpicos (un escaparate internacional que demostró al mundo que París está completamente “arabizada” y “africanizada” y que los delirios de la progresía en la ceremonia de apertura no fueron sino un canto a la fealdad más desagradable) se mantenga el mismo resultado. Si bien, los partidos de centro-derecha siguen, oficialmente, manteniendo la política del “cinturón sanitario”, muchos son los que al constatar los resultados de esta política -iniciado en 2002 con el paso a la segunda vuelta de Jean Marie Le Pen en las presidenciales- concluyen que ha llevado a un Front National, hoy Rassemblement National, a ser cada vez más fuerte, mientras que el centro-derecha se debilita cada vez más. Es difícil que los dirigentes de los partidos de centro y centro-derecha rectifiquen esta orientación, pero es mucho más probable que el electorado si lo haga. Votar en la segunda vuelta al Nuevo Frente Popular implica votar a esa “izquierda marciana” cada vez más alejada de la realidad y sumida en su propio pozo de delirios de “ingeniería social”.

Sean cuales sean los resultados de estas dos citas electorales, a ello habrá que añadir los cambios que van a tener lugar en la política internacional, incluso en la “cultura” hegemónica. Cada vez parece más claro que el péndulo, que llegó con el “wokismo” al límite extremo y que había comenzado su trayecto con la “corrección política”, está iniciando su cambio de dirección. Y esto tendrá consecuencias en los países europeos. Por otra parte, es inevitable que el resultado de las elecciones norteamericanas repercuta inmediatamente sobre Europa. Y, en este terreno, la primera consecuencia será el aumento de gasto en defensa. La segunda, hacerse a la idea de que lo quede de Ucrania después del final de la guerra, nunca entrará ni en la OTAN, ni en la UE. Y, por lo mismo, dicho antes, si bien Europa precisa de una “defensa común”, la OTAN no es, desde luego, el instrumento más adecuado. Su “reseteado” es tan necesario como el de la UE. Lo que implica adoptar una nueva política exterior: dejar de mirar a Rusia como un “enemigo” y empezar a verlo como un “vecino” con el que nunca deberían de haberse cortado vínculos comerciales y económicos

Las consecuencias de estos dos procesos electorales no se escapan a nadie: 

- por un lado, si avanza de manera arrolladora AfD en las elecciones alemanas, el “cinturón sanitario” frente a la “extrema-derecha” solo podrá mantenerse en el tiempo, a costa de que la coalición que gobierne asuma parte de los presupuestos de este partido, especialmente en materia de inmigración, seguridad, energía y disciplina presupuestaria. Y otro tanto en Francia. 

– por otro lado, también puede ocurrir que el “cinturón sanitario” se rompa y la derecha asuma la realidad: en el siglo XXI y, ante la Agenda 2030 y los delirios ultraprogresistas solamente hay dos posiciones posibles, o con el nuevo conservadurismo (regeneración + tradición) o con el viejo ultraprogresismo (siempre adelante hacia el precipicio). No hay “terceras vías”, salvo en el plano ideal.

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EL FINAL DEL PRIMER CUARTO DEL SIGLO: LO QUE NOS TRAERÁ 2025 (1 de 4). ESPAÑA.

Se diría que, desde 2000 vivimos un “seculus horribilis”, particularmente en España y, por esta lógica, deberemos de admitir que 2025 tampoco va a ser un buen año (particularmente, difícil para España). Para algunos es el “zeitgeist” de la época, para otros, el “karma”; en realidad, en esto como en todo, quien da la clave es el refranero español cuando dice aquello de “tenemos lo que nos merecemos”. Pero tampoco pueden ignorarse los cambios sustanciales que van a tener lugar en todo el mundo y que, inevitablemente, repercutirán en España. Dicho lo cual, vamos a intentar resumir en cuatro apartados, lo que -creemos- nos espera para 2025: en España, en Europa, en Iberoamérica y en el Mundo. 


1. ESPAÑA: AÑO DE JUICIOS Y DE REALIDADES

Algún amigo nos ha reprochado que últimamente no escribamos nada de política nacional. Respuesta: la política nacional es plana y aburrida, desde que Sánchez se ha instalado en el poder, se reduce a sólo tres palabras: corrupción, mentira y traición. Las tres operan el milagro de que Sánchez siga siendo presidente, pero no pueda salir de Moncloa sin recibir abucheos. Cada día, desde hace un año, los medios digitales independientes -los únicos creíbles en este momento, en detrimento de los medios convencionales y subvencionados- nos ponen al día de lo que legítimamente podemos pensar que es sólo una mínima parte de las corruptelas, mentiras y traiciones del pedrosanchismo, hasta el punto de que ya sabemos que mañana nos informarán de latrocinios mayores a los desvelados hoy. ¿Resulta, pues, aceptable escribir sobre lo que todos suponemos? A estas alturas ¿podemos dudar, a estas alturas, de que el “PSOE” sea una “organización criminal” (esto es, un grupo que se ha formado para delinquir)? Creo que, incluso, los votantes tradicionales y cerriles del “PSOE”, lo saben desde hace décadas, pero justifican su voto por el “miedo a la derechona” ya desde los tiempos del tándem Guerra-Felipe. Escribir sobre eso, no es la función de un blog, sino de un juzgado que, como se ve, va a remolque de medios periodísticos independientes.

El drama de Sánchez es que está obligado a mantenerse contra viento y marea en el poder, porque, de perderlo, si hay justicia, todos intuimos que terminará en Alcalá-Meco. Él y su entorno. Y el drama de España es justamente el mismo: con Sánchez en el poder, España carece de futuro -España, los españoles y los futuros españoles-, pero con Sánchez en Alcalá-Meco, habrá que confiar en el PP. Y, si bien en este caso, el refrán español “más vale malo conocido que bueno por conocer” es difícil que se cumpla (las cotas de corrupción del sanchismo sin impensables en un país civilizado), lo que tememos es que a Feijóo le falte carácter y redaños para que situaciones como las que está viviendo España en estos momentos no se repitan y lo que es peor aún: para que España pueda remontar. A no olvidar que su “primera opción de pactos” sigue siendo el “PSOE liberado del sanchismo”. Terrorífico. ¿Existirá un “PSOE” más allá de Sánchez? Respuesta: difícilmente (esa es la esperanza de todos los que conocemos la historia del PSOE).

Todo esto marca lo que va a ser 2025 para España: el año más “judicializado” que cualquier otro de nuestra historia. Y me temo que ni la justicia, ni la prensa han llegado al fondo de las corruptelas del poder.

Sánchez caerá, eso está claro. Depende de Junts y viceversa. Claro está que Junts y ERC están viendo, horrorizados, como se van desleyendo como un azucarillo en beneficio de Alleança Catalana de la Orriols. El error de los indepes es no recocer que el “procés” fue una triste patochada a la que ha seguido un error no menor, no hacer autocrítica y, sobre todo, mantener a las dos cabezas visibles de aquella mascarada caricaturesca, Junqueras y Puigdemont, al frente de sus formaciones desde 2017, cuando se hizo visible el fracaso de esta iniciativa (por lo demás, destinada a fracasar). Para colmo, ambas formaciones son cómplices del sanchismo al que apoyan desde el principio. No así la Orriols que, hoy por hoy, es el único voto decente en el campo independentista y que ya no es un fenómeno exclusivo de la “muntanya catalana”.

Decíamos que Sánchez caerá y la duda es si su caída arrastrará a su sigla con él y para siempre. No se ve claro quién puede sustituirle. Ha hecho todo lo posible para eliminar competencias y cuando caiga, casi todas las direcciones de las federaciones regionales caerán con él. No parece tampoco muy halagüeño el futuro de Sumar, coalición prácticamente zombie y que durará lo que duce el sanchismo. Luego, oscuridad y muerte. Todo el problema de Sumar es si le “sobrepasa” Podemos, una competición por liderar el espacio ultraprogresista; pero lo cierto es que ambas coaliciones son castillos de naipes que hablan un lenguaje casi extraterrestre. Lo más probable es que, después del sanchismo, aparezca la “Unidad de la Izquierda” que subsuma a todas estas siglas (incluido el PSOE) olvidables unas y corruptas otras.

Sánchez no caerá por las denuncias de corrupción (España se ha habituado a la corrupción en 50 años de postfranquismo), sino más bien por su fracaso económico. El “cohete” pedrosanchista estallará este año cuando todos y cada uno de los contribuyentes comprobemos este año que nos han subido impuestos, nos ha bajado la calidad de los servicios públicos, los aumentos de pensiones y salarios se alejan cada vez más del alza del coste de la vida y aumentan aún más las retenciones. A Sánchez le pasará como a Jimmy Carter, recientemente fallecido. Carter fue una tragedia americana, sobre todo en política exterior, pero no cayó por eso, sino porque la economía norteamericana y las familias vieron recortados sus ingresos. Y aquí no importa que el Banco de España, los medios de comunicación y los tertulianos que comen de la teta del sanchismo, enmascaren la realidad y presenten el vaso vacío como si estuviera repleto de buen Rioja: el ciudadano que paga impuestos y le roban entre el 15 y el 60% de su sueldo para pagar corruptelas y chiringuitos, lo va a ver de otra manera.

La estrategia de Sánchez para 2025 la conocemos todos:

1) Aguantar en el gobierno concediendo a Junts y ERC todo lo que le exijan por mucho que estos partidos ya ni siquiera son hegemónicos en Cataluña y su peso político decrece día a día.

2) Aumentar el control sobre los medios de comunicación independientes con su “ley sobre bulos”, permitiendo solamente los bulos lanzados desde Moncloa y persiguiendo noticias auténticas definidas como “bulos” por el gobierno.

3) Aumentar el control sobre la judicatura haciendo que la instrucción corra a cargo del os fiscales, dependientes del fiscal general, en lugar de en los jueces.

4) Aumentar el número de “nuevos españoles” que voten al sanchismo solo porque les prometa subsidios y subvenciones ad infinitum.

5) Seguir falseando la situación económica, afirmando que el país va en cabeza en Europa en todo (cuando es justamente lo contrario y el PIB solo aumenta porque cada año aumenta la población a causa de la inmigración ilegal y masiva).

6) Crear “diversiones” que entretengan a la opinión pública y lo alejen de los titulares de denuncia de la corrupción, el nepotismo, el amiguismo, la presión fiscal y el caos económico y político: Barbara Rey, polémica antimonárquica, Lalachus de turno, memoria histórica unidimensional, jubileo franquista, etc.

Pero el problema de esta estrategia es que, si falla solamente un solo punto, resulta inviable y abocada al fracaso. Por mucho que Sánchez haya pactado con Belcebú y con todos los primeros espadas de la corte diabólica, en realidad, es un pobre diablo que está cayendo por una pendiente a velocidad creciente. Digámoslo ya: Sánchez es el primer jefe de gobierno español que ha comprado todos los números de la lotería para entrar en la cárcel. 

Es más probable que, a lo largo del año, el panorama judicial del sanchismo se vaya oscureciendo, sus aliados empiecen a “oler a muerto” y a temer que apuntalarlo permanentemente en el poder, les termine perjudicando electoralmente en sus regiones. Una parte del electorado, asfixiado por impuestos, reaccionará de manera imprevista, esperando que aparezca un Milei con testículos suficientes para decir alto y claro, “ché, se acabó la plata” y Sánchez no puede esperar el voto de ni un solo trabajador o empleado al que se le quede más de una cuarta parte de su sueldo. En cuanto a los “nuevos españoles”, Sánchez se equivoca pensando que siempre le van a votar: los que han venido a trabajar son los primeros en saber que como sigan llegando inmigrantes -atraídos por los subsidios, con nula voluntad de trabajo y de dudosas intenciones- ellos mismos que llevan una vida de trabajo, van a sufrir xenofobia y racismo. Y solamente con el apoyo de okupas, carteristas, ni-nis, ONGs, chiringuitos, LGTBI (sin la Q y sin el +) y la especia en vías de extinción de los “progres”, no se logra una mayoría social suficiente para gobernar por mucho tiempo. Así que puede ocurrir como en Francia, en donde el voto al Rassemblement National está formado en buena medida por inmigrantes de primera generación. En cuanto a las leyes y reformas que quiere aprobar con la intención de limitar el derecho a la libertad de expresión y modificar los procedimientos judiciales en beneficio propio, va a ser difícil que sean aprobados en un parlamento que en esta legislatura no ha podido aprobar ni una sola ley propuesta por el gobierno.

Los grandes problemas que va a enfrentar España en este 2025 son:

1) Una quiebra técnica del Estado que se producirá en el momento en el que lleguemos a dos billones de euros de deuda pública, impagable por mucho que vaya aumentando la presión fiscal.

2) El fracaso de las maniobras de distracción (el año jubilar de la muerte de Franco que se puede volver en contra de su promotor), las provocaciones contra la Iglesia y contra la Monarquía que se seguirán sucediendo para crear falsas polémicas. En diciembre, habrá bajado incluso el caché de Bárbara Rey en las televisiones generalistas.

3) El desprestigio creciendo de los dos grandes partidos y la falta de confianza en el PP como alternativa, con el alejamiento entre el “país real” y el “país legal”, con el consiguiente desplazamiento del voto a la derecha de la derecha.

4) Los cambios internacionales que van a aislar todavía más al sanchismo y situarlo en el “paquete” de los “malditos”.

5) La fractura vertical de la sociedad entre una mayoría social situada cada vez más en el conservadurismo y una minoría progresista cada vez más “marciana”, cuyos proyectos de ingeniería social se traducen en fracasos sonados y solo están avalados por la Agenda 2030.

6) Una situación de inestabilidad política creciente que se viene arrastrando desde los orígenes mismos de la legislatura y que irá avanzando a medida que el sanchismo se vea abocado a su fin. Una situación de agonía, en definitiva.

7) Un orden público más deteriorado y una inmigración cada vez más descontrolada, ocultada por Marlaska, pero visible y perceptible para un número creciente de ciudadanos.

Y el gran problema que va a arrastrar España en 2025, es que la agonía de un gobierno dirigido por una coalición de los psicópatas, los corruptos y los ineptos, apoyada por los fracasados del “procés”, termine arrastrando a un país y a una sociedad por entero. Es probable que, a pesar de los pesares, Sánchez termine 2025 en La Moncloa, pero sus “idus de marzo” le esperan inexorablemente al final del recorrido. Vale la pena si España, mejor dicho, el electorado español, aprende finalmente la lección: no votar nunca más a un psicópata integrado, no votar nunca más a una sigla que a lo largo de su historia ha sido responsable de no pocas tragedias, golpes y desgracias, exigir que el depositario de nuestro voto no vuelva a ser nunca más un ególatra enfermo al que no le importe nada más que sus enfermizas satisfacciones personales. Por el momento, como dice aquel, “disfruten de lo votado”… Tal es el panorama nacional para 2025.

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