lunes, 20 de diciembre de 2021

ESTOS SON MIS PRINCIPIOS (LO LAMENTO, NO TENGO OTROS) (1 de 3)

De tanto en tanto, vale la pena recordar algunos elementos que se dan por supuestos o que se vienen repitiendo casi como tópicos. Recientemente, al elaborar un dossier de la Revista de Historia del Fascismo sobre Joven Europa, hemos podido recordar algunas ideas que ya teníamos en 1969, pero sobre las que no hemos insistido suficientemente. Hoy, estas ideas -como veremos- se dan por supuestas en unos casos y en otros por inaplicables. Constituyen la “madre de todas las crisis”, al menos en nuestro marco geográfico. Vale la pena enumerar estas ideas:

1) La “dimensión” de los actuales Estados-Nación, desde finales de los años 30, ya no están en condiciones de soportar los retos históricos. En los años 20, algunos doctrinarios empezaron a advertir este problema -aparecieron las ideas “paneuropeas” y en los años 40, al menos en el Ministerio de Asuntos Exteriores del Reich ya se hablaba del “nuevo orden europeo”. El desenlace de la Segunda Guerra Mundial y la “Guerra Fría” que siguió, dieron la razón a los que opinaban que se había entrado en una nueva fase histórica en la que el protagonismo recaía en “los bloques”. Así pues, España, Francia, Italia, Alemania, a partir de ese momento, ya no estarían en condiciones de mantener su independencia y soberanía nacionales, su subsistencia, su defensa nacional, su misma economía, si no encontraban modos de cooperación continental, a la vista de que el espacio político-histórico de las viejas naciones europeas era, el espacio continental. Así pues, era preciso, superar los “nacionalismos” relacionados con estas viejas naciones, en beneficio de un “nacionalismo europeo”, o, mejor aún: de la idea de Imperio Europeo (en la medida en que siempre, en Europa, más haya del Reino y del Estado-Nación, existía la idea Imperial como su culminación).

2) Entre 1945 y 1977, el modelo político anglo-sajón, el parlamentarismo, se exportó y triunfó definitivamente en toda Europa Occidental. Los dirigentes políticos europeos de esas tres décadas, a veces con reticencias y otras con un optimismo desmesurado, iniciaron la “construcción de Europa” que se concretó, primero, en la Comunidad Económica Europea y luego en la Unión Europea. Pero esta construcción se detuvo a principios del nuevo milenio y hoy, esta institución, en lugar de garantizar la libertad y la integridad, la prosperidad y la competitividad europea, se ha convertido en un lastre para todas las naciones del continente. La UE no pasa de ser la “pata europea” del sistema mundial globalizado que afecta, de manera particularmente negativa, al continente y a cada una de sus naciones.

3) Cuanto más grande es un “espacio de convivencia”, más planificación técnica, a medio y largo plazo, requiere. Sin embargo, el sistema político impuesto en todos los países europeos -el parlamentarismo- es absolutamente incapaz de realizar esta tarea. De hecho, la crítica que se formuló en los años 20 y 30 a este sistema, sigue sin ser superada. Las cosas se entienden mucho mejor si se tiene en cuenta que el parlamentarismo y la partidocracia (en la que, inevitablemente, desemboca), están íntimamente vinculados al nacimiento del capitalismo y a su desarrollo.

4) El principal problema que plantea un sistema así es que los intereses económicos de una parte, priman sobre los intereses políticos de la mayoría. Especialmente desde los años 80 se viene fetichizando el “mercado”, la “libre concurrencia”, las “privatizaciones”, todos los fundamentos del liberalismo salvaje, son los que dominan la economía y lo que nos ha llevado a la globalización. Los trusts, los carteles, los monopolios reales, los fondos de inversión, los poseedores del capital, para rentabilizar al máximo sus beneficios, son los únicos y verdaderos gobiernos, los que deciden el destino de los pueblos. Esto, un gobierno real que nadie ha elegido y que solamente representa sus propios intereses, es el resultado.

Podemos resumir así estos cuatro puntos:

- Nueva fase histórica de superación de los Estados-Nación.

- Estancamiento y fracaso de la Unión Europea.

- Incapacidad de la partidocracia para guiar a los pueblos en esta nueva fase histórica.

- Contradicción entre el sistema político y el sistema económico.

Existen otros problemas secundarios:

- las cuestiones geopolíticas: la geopolítica es una ciencia auxiliar de la política, inclina, pero no condiciona la vida de los pueblos. Habitualmente, sirve solamente para justificar los deseos expansionistas de tal o cual grupo dirigente y, por lo general, más que de “geopolítica”, cabría hablar de “geoeconomía”.

- las cuestiones ecológicas: por definición, la ecología es la preservación del medio ambiente, pero no existe posibilidades de aplicarla cuando los intereses económicos dirigen y se superponen a los intereses políticos (la ecología solamente puede ser aplicada y practicada desde el Estado)

- los problemas étnico-culturales: básicamente son dos, por un lado, la demostrada imposibilidad histórica de que dos comunidades étnicas separadas por una brecha antropológica y cultural, convivan en un mismo territorio, vinculado, por otro lado, al empobrecimiento cultural de Europa con la idea del “mestizaje” y de la “fusión de cultural”. Se trata de un problema fácil de resolver: basta con impedir las migraciones y trasvases masivos de población.

Si se acepta la realidad y prevalencia de las cuatro primeras cuestiones, se reconocerá que los problemas geopolíticos, ecológicos y etno-culturales, son menores y deberían solucionarse por sí mismos, en cuanto se resolvieran las “grandes cuestiones”. Y este es el problema:

1.- La funcionalidad de las naciones-estado ha desaparecido por completo, sin embargo, lo que no ha desaparecido son los nacionalismos. No existe una fuerza movilizadora del espíritu humano que apele a la idea europea. De hecho, cuando los partidos “populistas” han movilizado su electorado, lo han hecho, recurriendo al nacionalismo y, para ellos, la idea y la conveniencia de Europa ocupa un lugar muy secundario.

2.- El fracaso y el estancamiento de la EU corre el riesgo de arruinar la idea europea. Es muy difícil, ahora mismo, ser entendido por las masas, cuando se proclama que “Europa es nuestro futuro”. Cuando se habla de “Europa”, resulta inevitable pensar en la Unión Europea, esa estructura burocrático-administrativa que, empezó siendo tecnocrática y ha terminado siendo un reducto de funcionarios grises al servicio de grupos económicos, convertida en parte de la globalización.

3.- Los sistemas democrático-liberales, en la práctica parlamentarismos partidocráticos, carece en este momento de alternativas. A diferencia de en los años 30 del siglo XX, donde la alternativa a la partidocracia era el corporativismo, en las últimas décadas hemos asistido progresivamente a la destrucción de “corporaciones” y formas tradicionales de organización, a la devaluación de los sindicatos, y a la desaparición de los “cuerpos intermedios de la sociedad” que hacían posible pensar en organizar la sociedad en función de tales estructuras.

4.- Las grandes acumulaciones de capital y los intereses de los carteles económicas tienen tales niveles que los hacen intocables. Cuando se piensa que en la actualidad, programas espaciales que hace solamente 20 años solamente podían ser desarrollados por los Estados más potentes, hoy están al alcance de fortunas caprichosas, o que solamente en 2021, el cartel de las farmacéuticas ha ganado 60.000 millones de euros con el covid, o que existen fondos de inversión con presupuestos más altos que algunos Estados, se percibe con claridad, porqué la economía domina sobre la política y porqué es fácil comprar y vender, elevar o hundir el valor de rentabilidad de un político o de una opción.

Así pues, esto nos lleva a una primera conclusión bastante decepcionante y que tiene mucho que ver con lo que René Guénon decía en El reino de la cantidad y los signos de los tiempos: Estamos asistiendo a un proceso de “solidificación” del mundo. Imprimir cualquier cambio de rumbo en la política, en la economía o en la sociedad, ya no está al alcance, ni de un gobierno, ni de un movimiento político, ni siquiera de un grupo de presión. Esto es lo que permite la instalación de concepciones del mundo que tienden a la “resignación” y a la inhibición de cualquier actividad política o social que tienda a lograr un cambio en la trayectoria social. 

En estas circunstancias resulta aceptable, cesar cualquier tipo de iniciativa e interés en el mundo exterior, para concentrarse únicamente en el mundo interior. El principio de los que aceptamos “cabalgar el tigre” es el siguiente: “ya que no es posible ninguna acción exterior de ruptura y rectificación, mejor concentrarse en la propia interioridad, crear allí pequeños espacios de libertad y bienestar y formar círculos subterráneos destinados a operar a muy largo plazo”.

Esta posición es justa, pero incompleta si no se define con más precisión.