Hasta hace pocas
décadas existió una etnia maldita en pleno Pirineo cuyo radio de acción abarcó
el sur-oeste de Francia y parte de la zona pirenaica española, desde Jaca hasta
el Cantábrico. Concretamente en la vertiente española, en el Valle del Baztán,
subsisten restos de la misma etnia maldita. Rastreando por el barrio de Bozate
y aledaños, puede todavía hoy reconocerse a un tipo racial diferenciado,
probablemente producto de la endogamia de estas comunidades.
"Agotes"
en España, "Cagots" en Francia, y otros nombres, son los apelativos
con los que se conoció a una comunidad marginada hasta lo aborrecible y cuyos
orígenes, los historiadores son incapaces de explicar.
Por nuestra
parte, no albergamos ninguna duda que se trata de antiguas comunidades cátaras
segregadas. Llegamos a esta conclusión por tres motivos:
1) las áreas de expansión del catarismo occidental y el de esta etnia maldita son correlativas.
2) ambos aparecen en fechas superponibles en el tiempo y, finalmente,
3) los oficios que históricamente ejercieron los cátaros eran idénticos a los que hasta hace poco desarrollaron los cagots.
La gravedad de
la segregación de que fueron objeto solo pudo producirse en la medida en que,
como comunidad participaron, en alguna disidencia religiosa. Esta solo pudo ser
el catarismo.
El "Noble
Valle y Universidad del Baztán" se extiende por cuatrocientos kilómetros
cuadrados y agrupa catorce pueblos (Almándoz, Aniz, Arizcun, Arrayoz,
Azpilicueta, Berroeta, Ciga, Elvetea, Errazu, Garzain, Irurita, Lecároz, Maya y
Oronoz). Su capital es Elizondo. El Valle está administrado por la Junta
General compuesta por 15 jurados -cada una de ellos elegido por una de las
villas en Navidad y cuyo mandato es de dos años- y 4 junteros, electos por cada
uno de los cuatro cuarteles en los que se divide el valle. El escudo de todos
ellos es evocador: un tablero de ajedrez y la leyenda: "Generoso con los
extranjeros, pero no soportamos su yugo".
LAS PRIMERAS
REFERENCIAS A LOS AGOTES
Otto Rhan, el
investigador alemán, miembro del Estado Mayor Personal de Himmler, alude en una
sola ocasión a los cagots, solo para decir que "la desaparición total de
un movimiento tan importante como el catarismo ha parecido tan improbable que
con frecuencia se ha creído que los cagots o agotes eran los descendientes de
los cátaros".
Otras
interpretaciones se nos antojan débiles. No existe ni una sola prueba de que
fueran godos arrianos, tal como han sostenido algunos eruditos. Para Guilbeau,
procederían de Francia expulsados por Felipe el Luengo en el siglo XIV;
creemos, más bien, que la marginación se remontó una centuria atrás, cuando las
piras ardían en Minerva y Montsegur. Muchas menos huellas indican que se trate
de descendientes de musulmanes. Agotes y cagots solían ir a misa e incluso, no
sólo parecían, sino que además eran buenos cristianos.
Según la
"Enciclopedia Vasca" se menciona a los agotes ya en textos del siglo
XIII. Lo que, en su brevedad, la locución "agote" no menciona, es que
aparecen más adelante en el Fuero General de Navarra, con el nombre de
"gafos". Antes, el Código de las Siete Partidas había prohibido
insultar a un hombre "gafo", sin serlo. No hay ninguna duda que estos
"gafos" son los agotes posteriores.
En Francia los
"cagots" son mencionados por primera vez en 1288, pero décadas antes
ya se les conocía con el nombre de "crestias".
UNA ODIOSA
DISCRIMINACION
Podían poseer
tierras, pero no vender los productos agrícolas o de ganadería y tuvieron que
dedicarse a ser carpinteros, ebanistas y carniceros. Más tarde se hicieron
albañiles tejedores. Ningún agote se tenía por siervo. Gozaban, bajo la
protección y jurisdicción de la Iglesia, de entera libertad; los límites era
que se les excluía totalmente de la comunidad. Esto da que pensar sobre si los
antiguos herejes se reconciliaron con la Iglesia, pero ésta, deseosa de que no
volvieran a reproducirse infecciones disidentes, predicó contra ellos ante el
pueblo llano hasta cubrirlos con las infamias que hemos enumerado. Esto
explicaría, tanto su segregación, como su pasado herético, así como el hecho de
que luego fueran católicos practicantes.
El trato que
recibían era inhumano e infamante. Cuando visitaban los pueblos vecinos, sus
habitantes quemaban manojos de paja en las viviendas para evitar una improbable
"contaminación". Se decía que eran leprosos. De hecho, la
"gafedad" es una enfermedad bien conocida que encorva los dedos de
las manos y los pies dando forma de garras. "Gaffel" en holandés
significa horquilla y la misma raíz da en hebreo la idea de encorvar. La
palabra "gafe", aun hoy indica personas que atraen la mala suerte
sobre otros. Se decía que todos eran leprosos, algunos insinuaban, incluso, que
se trataba de penitentes que habían regresado de Tierra Santa con esta
enfermedad, muy común en la época. Los rectores de algunas iglesias les daban
la Comunión colocando la Sagrada Forma en el extremo de un palo para evitar
acercarse y, aun pueden verse en Saint Savin, Cominges, Luz y Libourne,
iglesias que tienen una pequeña puerta lateral para el acceso de los agotes y
cagots.
En Francia, se
les impedía incluso el entierro en lugar sagrado; su único lugar para el
descanso eterno era una fosa. Cuando un cagot francés intentó enterrar a su
hija en el cementerio, fue recibido a pedradas. Era el siglo XVIII, el siglo de
las "luces". Incidentes parecidos se produjeron en 1718 cuando doce
cagots quisieron entrar en la iglesia de Rivière-Saas, por la puerta principal.
Más humillante incluso era la costumbre de retorcer el saco donde los fieles
depositaban la limosna tras haber introducido los agotes sus monedas; se
impedía así que, incluso, los óbolos de unos pudieran mezclarse con los de los
agotes. Cuando iban a trabajar a una casa que no era de las suyas, debían
utilizar plato y jarra reservados para ellos. Más curiosa es todavía la costumbre
que existía en Arizcun cuando veían a un agote descalzo. Le increpaban a
calzarse o de lo contrario, decían, que quemaría la tierra sobre la que
caminaba; para convencerlos les lanzaban púas al suelo. Se decía, igualmente,
que pudrían todo cuanto tocaban. Podíamos seguir enumerando los gestos
discriminatorios, pero es suficiente como para darse una idea de la precaria
vida de un agote en el valle del Baztán. A ambos lados de la frontera, desde
Bayona a Jaca, y de Hendaya a Cominges, son idénticas y se ven afectadas por
prejuicios similares a los que pesaron sobre los agotes del Baztán.
DE LOS CATAROS A
LOS AGOTES PASANDO POR LOS LEPROSOS
Como si
respondiera a un tabú atávico, del cual todos han perdido la memoria, estas
comunidades fueron consideradas malditas. Gerard de Sede cuenta que los cagots
franceses llevaban una pata de oca bordada en paño rojo y cosida sobre el
hombro del vestido. No parece que esa costumbre haya sido general. Difícilmente
encontraríamos una huella de esta práctica entre nuestros agotes. Si, es cierto
que la pata de oca era un símbolo de reconocimiento entre herejes, en la medida
en que una mítica dama tolosana, Clemencia Isaura, ostentaba un pie palmeado.
Era, por tanto, uno de los distintivos mediante los que los cátaros clandestinos
se reconocían.
Pero no es ésta,
sin duda, la razón que nos lleva a pensar en una identidad entre cátaros y
agotes, sino, más bien, su simultaneidad en el tiempo. Es justo cuando arrecia
la persecución inquisitorial contra los cátaros, cuando aparecen los cagots y
agotes... parece existir una correlación causa-efecto. Los agotes y cagots dan
la sensación de ser el efecto de la represión contra el catarismo.
Muchos cátaros
tras ser juzgados y condenados, se reconciliaron con la Iglesia; sus vecinos,
vieron en ellos oportunistas o, simplemente, consideraron su conversión como
insincera. Tal pudo ser uno de los motivos de segregación. La acusación de
leprosos, no sería más que un insulto adicional para cargar las tintas sobre su
maldad.
Gerard de Sede
apunta que incluso tal acusación resultase injustificada y fuera solo un
malentendido lingüístico. En efecto, se sabe que el adjetivo "cagot"
es posterior en el tiempo a otro con el que fueron designados antes:
"crestias" que significa en occitano, a la vez,
"cristiano", "leproso" y "cretino". Argumenta, no
sin agudeza, de Sede, que el Evangelio define al cristiano como "pobre de
espíritu" (cretino) aludiendo a un estado de simplicidad interior e
igualmente que Lázaro es el amigo de Cristo, muerto y que "ya olía",
cuando el Maestro lo resucitó, tratándose, evidentemente, de una parábola
iniciática en la que a un estado de muerte espiritual (y descomposición) sigue
la resurrección a una vida nueva (por eso las leproserías en la Edad Media se
llamaron "lazaretos", como promesa de salud futura).
Las palabras
"gafos" y "gavots" (otro nombre por el que se llamaba a los
leprosos en Occitania) tienen, desde el punto de vista lingüístico una sílaba
básica común, derivan del mismo término. Los "gavots" son, además, en
Francia, el sobrenombre por el que se conocen a los "Compañeros
Carpinteros del Deber de la Libertad", una hermandad corporativa francesa
a la que pertenecieron muchos cátaros inculpados por la Inquisición.
Etnicamente, los
"cagots" franceses responden, más o menos, a un mismo arquetipo. De
baja estatura, con alta proporción de rubios y de ojos azules, y lo más
significativo, con las orejas desprovistas de lóbulos. Pero buscaríamos
vanamente esta característica entre los agotes españoles. Se trata de algo
privativo de algunas zonas francesas. Sin duda, tales características fueron
aceradas con el correr de los siglos a base de fuertes dosis de endogamia.
LOS AGOTES
ESPAÑOLES
En territorio
español los núcleos numéricamente más significativos han subsistido hasta el
presente siglo en el valle del Baztán y, más en concreto, en el barrio de
Bozate, anexo a la villa de Arizcun.
El señorío del
Baztán fue instituido por Sancho el Mayor de Navarra hacia 1025 y entregado a
Semen I Ochaniz, señor de los castillos de Jauregizar, Maya y Soba. Desde el
siglo XII hasta mediados del XIII la zona vi la lucha entre distintos señores
feudales y luchas entre iglesia y señores.
Lope de Vega en
su "Jerusalén Conquistada" dedicó varios versos en loor de don
Enrique del Baztan quien con 100 hidalgos asistió a la conquista de Tierra
Santa junto al infante don Ramiro de Navarra. Los reyes de navarra reconocieron
y honraron a los habitantes del Baztán. Alfonso I de Navarra y Aragón se tituló
rey de su nombre en 1213. Un año antes Sancho el Fuerte les había concedido el
escudo por el valor con que se comportaron en la batalla de las Navas. Hay un
estandarse guardado en el Ayuntamiento de Elizondo que se cree arrebatado a los
almohades en esta batalla. Estas glorias iban parejas al desprecio por los
agotes.
En Bozate, anexo
a Arizcun se localizó la comunidad de agotes más numerosa del país junto con
los barrios de Bayona, pero como veremos en la descripción de la ruta,
existieron "agotes" en los valles del Roncal y Salazar, también en
las diócesis de Huesca y Jaca y, en la parte francesa en las de Dax y Bayona.
En todas estas zonas, o bien se tiene constancia de la existencia bien
documentanda de núcleos cátaros (Huesca y Jaca), o bien se trata de zonas
periféricas de Occitania en la que el catarismo no fue reprimido con la misma
virulencia que allí.
Algún observador
ha notado que la mayor parte de los pueblos segregados en la Península Ibérica
(pasiegos, vaqueiros, maragatos), y los mismos "agotes" y
"cagots", se encuentra en la ruta de Santiago de Compostela. Puede
tratarse de una casualidad, sin embargo, no hay que olvidar que una de las
penitencias que los inquisidores utilizaban para lavar las culpas de los
herejes acusados de delitos de menor gravedad, consistía en realizar una peregrinación.
Dicha penitencia se realizaba, a veces, en Tierra Santa, mientras que otros
extinguieron sus culpas arrodillándose ante la tumba de Santiago en Galicia.
También existía la dura pena del destierro, casi equivalente en la mentalidad
antigua, a una condena a muerte. Núcleos de antiguos herejes resultaron
exiliados y muchos de ellos fueran obligados a peregrinar; estos, no quisieron
regresar a sus lugares de origen, horrorizados por las hogueras y los excesos
inquisitoriales que habían dejado atrás. Se asentaron allí donde pudieron,
intentaron olvidar su origen; el adversario, los predicadores y la inquisición,
los cubrieron de las peores infamias. Los propios segregados quisieron olvidar
los motivos de su segregación y subsistió solo la leyenda que justificaba la
marginación más extrema. Este, para nosotros, es el origen más plausible de
todas estas comunidades de agotes o cagots.
LA LARGA MARCHA
HACIA LA INTEGRACION
A finales del
siglo XVI, por decreto del Parlamento de Burdeos y a petición de la población,
se ponían en vigor viejas disposiciones legislativas que segregaban a los
agotes implacablemente. La situación llegó a ser tan agobiante que, en 1514,
los agotes navarros escribieron al papa Leon X para ser relevados de las
restricciones infamantes que se les venía imponiendo en las prácticas del
culto. El papa les dio la razón; pero un pontífice radicado en Roma
difícilmente podía borrar por decreto un tabú tan ancestral. Los
Enciclopedistas -recuerda Gerard de Sede- que adoptaron la defensa de todas las
minorías oprimidas, solamente citan dos veces a los "cagots", ¡por su
fama de hipócritas!
Nada cambió
hasta el siglo XIX. Las Cortes de 1817 y 1818, hicieron todo lo posible por
destruir la marginación de los agotes. Se prohibió el uso del nombre infamante
y se les concedió plenitud de derechos. Mendizábal, el desamortizador de sangre
judía conversa (otra etnia maldita), fue el gran corrector de este error
histórico. El 27 de diciembre de 1817, el Conde de Ezpeleta, firmaba un decreto
en el que los agotes pasaban a ser hombres iguales a los demás. Curiosamente,
en el mismo texto legal se aludía a su origen: "conjeturan ser
descendientes de las reliquias disipadas del gran ejército albigense, que fue
derrotado en el año 1214 por el Conde Simón de Monfort, junto al castillo de
Murello [Muret], sito a las márgenes del Garona".
EN TORNO A LA
TORRE DE LOS URSUA
Una de las más
antiguas familias del valle es la de los Ursúa, señores ya desde el siglo XI.
No se trata de la única familia noble del pueblo. De hecho, recorrer las calles
de Arizkun supone casi un tratado de heráldica. Muchas son las casas que
ostentan escudos señoriales; el contraste con el cercano barrio de Bozate es,
por esto, todavía más evidente. Aquí las casas son modestas, inútilmente
buscaríamos escudos de rancio abolengo. Bozate fue creado por los Ursúa para
alojar a los agotes. Casi setecientos años después de ver llegar a los primeros
agotes, aun hoy salta a la vista la diferencia entre esta zona y el resto de
poblaciones del Baztán. Las construcciones son más modestas y pobres, todo
parece como más gris. Félix Urabayen en "El barrio maldito" escribía
"¿En que os distinguís los de Arizkun de nosotros? En nada. Sabemos cantar
y hacer versos en vascuence; somos más finos, más rubios, mejores músicos y,
sin embargo, en cuanto un agote sale carretera adelante va pregonando que es e
Arizcun; en cuanto tiene dos reales se va a Sumillao a Irún; jamás dirá que es
de Bozate. Nosotros mismos reconocemos nuestra inferioridad. Nos humilláis a
cada paso y a pesar de ello os admiramos (...) Somos mansos, somos tristes,
somos un pueblo que solo sabe llorar". En este fragmento se perciben tanto
el estado de ánimo como los rasgos físicos de esta comunidad. Miner Otamendi
que también dedicó unas páginas a los agotes cuenta que los de Bozate "son
rubios y guapos en su mayoría. Los niños si. Los hemos visto ir a la escuela
junto con los de Arizkun. Se expresan en euskera probablemente mejor que en
castellano. A lo mejor sus "aitona" les hablaron de los Ursua, junto
a cuya torre-palacio se extienden los maizales".
El mismo Miner
Otamendi cuenta que en el siglo XVIII el ministro de Hacienda, Goyeneche, fundó
cerca de Alcará de Henares un "pueblecito al que bautizaron con el
añorante nombre de Nuevo Bastán. Para poblarlo llevaron agotes de Bozate; pero
la añoranza fue más fuerte que la esperanza de mejorar y los emigrados
regresaron pronto a su barrio, querido por maldito que fuese".
Inútilmente, pues, buscaríamos agotes en las proximidades de Alcalá. Sin
embargo, en las poblaciones navarras de Lesaca, Urdax, Maya, Elvetea, Irurita,
Elizondo, Oyeregui, San Esteban de Lerin, Lanz, Larrasoana, Isaba, Echavarri,
Urroz, Burgui, Estella, Arandigoyen, Monreal, Lumbier, Cirauqui, Puente la
Reina, Mendigorria, Berasoain, Aibar, Sangüesa, Artajona, Tafalla, Cáseda,
Allo, Larraga, Gallipienzo, Olite, Mélida y Miranda de Arga, existieron núcleos
agotes, como mínimo hasta el siglo XVI. En siglos sucesivos, se fueron
difuminando y, entrado ya el XX, solo en Bozate existía un núcleo de población
agote.
Hoy, setecientos
años después del final de la epopeya cátara, solo queda el recuerdo. Mejor el
recuerdo que la persistencia en la discriminación.