viernes, 3 de julio de 2020

El sexo que llevó al III Reich (3 de 3) – "REFORMADORES SEXUALES" Y MORAL SEXUAL DEL TERCER REICH


Hubo mucho equívoco sexual en la Alemania weimariana. Cualquier negativa a tener una relación sexual suscitaba inmediatamente una serie de letanías: “eres una reprimida”, “no has logrado emanciparte de tus prejuicios”, “vives en el antiguo régimen”, etc. En una mala lectura de las obras de Freud, Reich, Rank, y demás psiquiatras, cualquier negativa podía ser interpretada en clave psicoanalítica y evidenciar supuestas inhibiciones y traumas. Abundó en este sentido la presión psicológica surgida de la charlatanería seudo–psiquiátrica que indujo a muchas mujeres a revolverse contra esta dialéctica. Las mujeres del NSDAP fueron un ejemplo ilustrativo.

El feminismo de la época reaccionó contra esta tendencia y denunció las “nuevas estratagemas” del varón para alcanzar el coito sin que a mujer lo deseara verdaderamente. En realidad, lo que estaba ocurriendo es que el tránsito de la sexualidad tradicional del período “guillermino” a la nueva sexualidad del período “weimariano” había tenido lugar demasiado aceleradamente y se había filtrado demasiada escoria. Algunos intelectuales de la época denunciaron el fenómeno. Kracauer, por ejemplo, denunció la obsesión por las apariencias física y por la perfección corporal y lo consideró como un reflejo del “carácter represivo e injusto de la modernidad capitalista en la fase del consumo de masas”.

Las iglesias católica y protestante se situaron también en la oposición a la nueva sexualidad pero desde el punto de vista conservador. No negaban la necesidad de una vida sexual sana, pero si temían que desembocara en un hedonismo que olvidara que en su concepción el papel sagrado de la familia era la procreación. Además, estas confesiones se alarmaron al conocerse, a mediados de los años 20, las dimensiones del número de divorcios y de abortos que estaban proliferando y que para ellos era sinónimo de inmoralidad y decadencia.


Los “reformadores” les contestaban que la novedad de la nueva sexualidad que recorría Alemania consistía en haber desvinculado la “propagación de la vida” de la “alegría de vivir”… lo que implicaba reconocer que la sexualidad era importante no solamente por lo que contribuía a la procreación, sino también porque proporcionaba placer y uno era independiente del otro. Por extraño que parezca esa idea que hoy es unánimemente aceptada, se teorizó por primera vez en Weimar.

La república fue uno de aquellos momentos en los que una sociedad pareció sincerarse consigo misma. Los alemanes reconocieron que las restricciones a la sexualidad de las que habían hecho gala hasta ese momento les generaban más problemas y tensiones interiores que otra cosa. Fueron, acaso por primera vez en la modernidad, conscientes de que una vida sexual sana y plena tiende a estabilizar al resto de la personalidad y acertaron a la hora de reconocer el papel importante de la sexualidad en la constitución e lo humano.

Tuvieron razón en denunciar la hipocresía que rodeaba a las concepciones burguesas de la sexualidad y aspirar a una salud y a una higiene sexual desconocida hasta entonces. Lo que estaban cuestionando los “reformadores sexuales” de Weimar era a la sociedad burguesa y a sus prácticas. Todo eso, como hemos dicho al principio fue inseparable del trauma que supuso la guerra y su catastrófico final.

La sexualidad tal como la conocemos hoy empezó en Weimar. Pero también puede formularse una crítica a estas posiciones. El “principio del placer” quedó situado en la cúspide de todos los valores y esto llevó a una oleada de hedonismo y de subordinación de cualquier otro valor a la tiranía del eros. Weimar, contribuyó a dar el primer paso para absolutizar el principio del placer y convertirlo en el eje de las búsquedas personales para muchos. Era algo que ya se intuía en los EEUU desde antes de la I Guerra Mundial, pero es rigurosamente cierto que en Weimar esta tendencia a liberar el sexo de cualquier atadura y absolutizarlo encontró a sus primeros teóricos e intelectuales. De hecho, en Weimar encontramos una mezcla de espíritu de renovación viciado por la importación de usos y costumbres procedentes de los EEUU que nada tenían que ver con la tradición europea. Quizás por esto, las concepciones weimarianas sobre la sexualidad escaparon pronto a todo control.

Y entonces llegó el nacionalsocialismo.


El NSDAP era una mezcla de distintas tendencias políticas reunidas todas bajo la jefatura indiscutible y la personalidad carismática de Hitler. También en materia sexual el NSDAP era un amasijo de tendencias contrapuestas, con la diferencia de que Hitler nunca pareció tener una opinión concreta sobre la sexualidad (y si la tuvo no la divulgó). Hitler era uno de esos tipos históricos para los cuales la sexualidad parece no existir y que canalizan todas las energías que el hombre común encauza hacia la sexualidad, en dirección a otros fines. Esto creaba un vacío que hizo que la política sexual en el III Reich adquiriera rasgos relativamente contradictorios.

De un lado se reforzó el concepto de familia tradicional, se estimuló la natalidad y se tendió a que las familias fueran estables. El número de divorcios y abortos disminuyeron. También las distintas organizaciones del partido tendieron a favorecer las políticas eugenésicas e incluso, se favorecieron los matrimonios entre hombres y mujeres que respondían al arquetipo del ideal “germánico” tal como se concebía (el famoso proyecto Lebensborn), es decir, piel blanca, alta estatura y ojos y cabellos rubios o claros.

 
Gran Cruz de la Madre Alemana, concedida a las mujeres que tenían hijos. A la derecha : Haana Reitsch, piloto de pruebas de la Luftwaffe en igualdad de derechos que el varón a la hora de defender a la Patria.

En general, las autoridades nacionalsocialistas solamente restringieron la actividad de los “reformadores sexuales” en la medida en que estaban vinculados a proyectos de izquierda y extrema–izquierda. En absoluto se favoreció una moral sexual restrictiva, ni se prohibieron lo que algunos hubieran podido considerar como muestras pornográficas: los espectáculos de cabaret y revista prosiguieron, se restringieron eso sí las publicaciones consideradas inmorales y que difundían mensajes contrarios a la integridad del Reich pero ni siquiera se restringieron las películas pornográficas que siguieron filmándose incluso tras el inicio de la guerra y en el Bundesfilarchiv de la República Federal Alemana han quedado muestras suficientes para atestiguarlo. El nudismo estuvo presente bajo el III Reich sin más restricciones que las derivadas de la “higiene racial”. Otro tanto ocurrió con la difusión de desnudos masculinos y femeninos en revistas gráficas, incluso de propaganda, que como hemos apuntado anteriormente, se difundieron con naturalidad.

Entre 1918 y 1933, en los apenas quince años que duró la república de Weimar, la problemática sexual estuvo muy presente y frecuentemente atrajo la atención de los medios y de las gentes. Lo mejor, como hemos visto, se juntó con lo peor y lo mismo ocurrió en otras ramas de la sociedad weimariana en diferentes artes y manifestaciones culturales e incluso en la política. Cuando se produjo el advenimiento del III Reich todo esto quedó tamizado por las conveniencias de la política nacionalsocialista: aquello que contribuía a reforzar su concepción de la vida, del mundo, de la estética y de la sexualidad, sobrevivió, aquello que estaba ligado a movimientos de izquierda y de extrema–izquierda desapareció. Reformadores sexuales como Wilhelm Reich debieron abandonar Alemania y siguieron defendiendo sus principios -hasta la locura- desde los EEUU.

 

Publicaciones eróticas realizadas, distribuidas y vendidas durante el Tercer Reich

La sexualidad en los doce años que duró el nacionalsocialismo en el poder no fue muy diferente de la tendencia iniciada en Weimar: en el fondo, el Reich, con sus políticas sociales y de natalidad, con sus centros Lebensborn, con su exaltación de la belleza masculina y femenina y sus arquetipos de perfección racial, con sus tendencias neopaganas y su culto a la naturaleza, no podía sino seguir una tendencia muy desinhibida en lo sexual.


¿Cuál era la diferencia con la sexualidad que vino tras la guerra y que se impuso desde 1945 y mucho más desde la falsa “revolución sexual” de los 60? Es muy simple: en el Tercer Reich se enseñaba el uso de la sexualidad y el autocontrol en materia sexual. El sexo en el Reich era muy diferente al “pansexualismo” que vino después. Existieron la pornografía y la homosexualidad, y también el travestismo (incluso en el interior de la Wehrmacht), el nudismo no fue perseguido e incluso el régimen practicó cierto culto al cuerpo humano y a la belleza del cuerpo desnudo (que entraba dentro del “neopaganismo atenuado” del régimen). Pero el Reich era perfectamente consciente de que había que crear “muros de contención”: quiso impedir siempre que existieran grupos sexuales de presión, que las opciones personales se alardeasen y se propagaran. Y lo hizo porque tenía claro cuál era el objetivo: una sociedad fuerte, una sociedad estable, una sociedad en la que se crearan familias sólidas que contribuyeran a la construcción del futuro y a su solidez. Cualquier cosa que iba en contra de este principio, podía vivirse en el ámbito privado, pero no ser objeto de escrutinio público, ni de promoción.


El Reich no anuló la sexualidad, ni la consideró desde un punto de vista pacato:
simplemente, se enseñó a los jóvenes a vivir su sexualidad, situarla en su vida y controlarla mediante la voluntad y la responsabilidad


Solamente las SS se habían declarado abiertamente contra la homosexualidad y expulsaban de sus filas a quienes tuvieran esta tendencia. ¿Motivo? El mismo por el que Himmler prohibía a SS de su entorno fumar. Si desobedecían, tenían dos alternativas: el abandono discreto del cuerpo de élite o “la pistola”, es decir, el suicidio con honor. Era así de simple: no es que se condenase a la homosexualidad, es que se condenaba la falta de autocontrol

La sexualidad en el Reich, en definitiva, no fue sino la sexualidad de Weimar depurada de sus componentes anárquicas, libertarias y de las interpretaciones psicoanalíticas que se les antojaban producto de la “teorización judía” sobre el psicoanálisis.